PALABRAS POR "LA MUERTE SOBRE EL TRÉBOL"
DE MARINO MUÑOZ LAGOS *

Por Eugenio Mimica-Barassi

 

Me tendrán que disculpar, pero no vine ni acepté solamente estar aquí en esta tarde de mayo para presentar una nueva entrega literaria. También, y más que nada quizás, para a través de un testimonio personal agradecer con sinceridad a Marino Muñoz Lagos, y expresárselo en vida y frente a todos ustedes.
Y es que varias imágenes y recuerdos pasados se entremezclan en estos instantes. En lo primero, y sólo para intentar una estructura, vuelve a la memoria aquella otra tarde, esa del mes de julio de 1981, hace casi 24 años ya, cuando tuve la grata misión de presentar en ese entonces el más reciente libro publicado de Muñoz Lagos, aquel "Entre adioses y nostalgias", que como todas sus obras poseía y posee esa evidente dedicación, es pulcritud, esa finura casi artesanal tan característica de su autor. Y digo artesanal porque cada ejemplar, en contenido y presentación, parece haberse hecho en exclusivo para cada lector que lo tenga entre sus manos.

Resulta imposible, junto al recuerdo de aquella presentación, no retrotraerse a una no tan dilatada pero sí eficaz y fructífera labor conjunta en la directiva de la Sociedad de Escritores de Magallanes, allá en los comienzos también de los años ochenta. Y colándose entremedio de las remembranzas nuestra participación como conductores, uno en poesía y el otro en narrativa, en las jornadas sabatinas del taller literario que ambos dictamos un invierno en el Museo Regional de Magallanes. En lo inmediatamente anterior a esas labores de difusión conjunta se hace patente más de una veintena de artículos de prensa publicados en el diario Las Últimas Noticias", que su autor fotocopió y me obsequió como signo de amistad. Aún guardo pigmentado por el paso del tiempo, no por soles mañaneros ni atardecidos, sino por el teñido sutil del gas domiciliario y el humo de los cigarrillos, aquel "Jaime Lazo en Ushuaia", esa "Defensa del curanto", ese "Buscadores de oro" o el "Recuerdos de Nicomedes Guzmán", entre otros, y que años después nuestro autor reuniera en su libro de prosas titulado "Crónicas del diario soñar".

No fue el obsequio de aquellos artículos su único gesto de amistad. También sus primeros libros de poemas, "El solar inefable" y "Un hombre asoma por el rocío", fotocopiados, anillados y dedicados con su siempre letra estilizada, y la rúbrica mostrando el nombre de pila acompañado por una estrella y una gaviota, símbolos esenciales e inequívocos para su nombre marinero. La misma impronta escrita en varios de libros de bolsillo, con el sello de la desaparecida Editorial Quimantú, que también me obsequiara generosamente junto al préstamo de una serie de novelas de su biblioteca particular, sabiendo que le serían devueltas oportunamente, y dando a entender en forma soterrada que no basta haber leído mucho, sino entender que siempre habrá otro tanto más por leer.

Pero esta relación literaria no se circunscribió a meros préstamos o regalos enmudecidos. Maestro al fin, y entre afanes categóricos, Marino Muñoz Lagos supo desprenderse además de una serie de buenas y correctas prácticas que fue compartiendo en un desprendimiento tan conocido y característico suyo al menos para quienes lo conocemos. A veces, incluso, elevando la voz, estableciendo su parecer sin miramiento. Y sin miramientos quedó plasmado el mensaje de dejar en el olvido algunos hábitos poco y nada literarios para un escritor que se supone tal, como el abuso de las comillas y la derogación definitiva, la proscripción absoluta de la palabra etcétera y con mayor razón su abreviatura. Si de enumerar se trata habrá que hacerlo, pero sin caer en vaguedades con la etcétera que menos que ahorrar palabras deja en evidencia una falta irresponsable en el uso del lenguaje. Tanto y más igual que la recurrente y poco sana costumbre de los puntos suspensivos: el suspenso, como cualquier otra idea o concepto, debe estar expresado con palabras, insinuado con palabras, pero nunca arrastrarlo agónico en esa puntuación que demuestra una falta o despreocupación por los recursos de la expresión escrita.

Junto a la amistad y su nunca mezquina consideración, sumado a su franqueza, su método, su exactitud relojera, su risa espontánea o su silencio de pensador de ida y vuelta, una seguidilla de dobles satisfacciones. Por ello, le agradezco a Muñoz Lagos la oportunidad de presentar esta selección poética suya, avalada además como pares en nuestra condición de miembros correspondientes de la Academia Chilena de la Lengua y de ser los dos únicos actuales autores magallánicos galardonados alguna vez con el Premio Municipal de Literatura de Santiago. Por esas cosas de la literatura, por esas cosas enigmáticas de la literatura, acudí una vez a una definición poética suya para el remate de mi conferencia "Magallanes donde acumula las palabras", dictada en el centro Cultural Fernando Pessoa de la capital portuguesa, de esto hace ya siete añorados años. Pemítaseme incluir parte de aquel párrafo final:

¿Cómo se expresa, cómo se comunica esta geografía tan avasallante, esta epopeya cotidiana del hombre austral? Ciertamente a través de la palabra escrita; de los autores, admirables en el pasado, pujantes en el presente y promisorios en el futuro. Expresó en su oportunidad el poeta Marino Muñoz Lagos: “Vivimos al final de los mapas, habitamos donde comienzan las distancias. Aquí toca el viento sus flautas torrenciales, sus partituras violentas”. En verdad allá, en Magallanes, el viento pareciera recoger las palabras de todos aquellos que no saben o no pueden expresarlas y hacerlas brillar. Allá, entre chilotes taciturnos y croatas corpulentos - principales componentes de la "raza magallánica"- las ráfagas heladas se revelan como una suerte de sicología comunitaria, y revierten esa mudez en el arte de la escritura. Hasta aquí la cita.

Pero se trata por cierto de darle la bienvenida al motivo de esta convocatoria, a esta selección de poemas bajo el título "La muerte sobre el trébol", y que lleva el sello de Ediciones La Garza Morena. Conocedor de sus símiles boyeras, que en esta época del año visitan tímidamente y en muy escaso número algunos sectores de la llanura fueguina, es imposible no asociar esa imagen editorial con la de aquellas albas aves jorobadas, caminando displicentes entre las patas de una tropilla de caballos en pastoreo e intentando subirse a las ancas de aquellos, a falta del ganado vacuno de sus instintos y preferencias. Una garza morena, como parangón de la nostalgia, sentimiento característico en la poesía de su autor, que marca y remarca toda su creación poética.

De allí que no podía faltar como pórtico de esta entrega aquel ya tantas veces antologado "Retrato vivo de mi padre muerto" (Murió en abril, tiempo de lluvia, de lluvia / colonial, antigua lluvia, dolorosa campana), y sirviendo de colofón aquel otro poema tan conocido suyo, "Primeras noticias de mi muerte" (Lo soñado: los trenes de mi patria / que atraviesan sus ríos sempiternos / noche a noche, aullando tristemente / sobre el musgo de los techos / irán conmigo, como quien va llevando / una niebla cordial de sus espectros). Entremedio, aquel decidor "El pan vuestro" (Pan redondo, tibio / pequeño mundo amasado / por tus manos, madre mía / pan / de las últimas estrellas), ese resuelto "Perdonad a los traidores" (Madre, te hemos traicionado / somos los más ilustres / vagabundos de la tierra), o aquel evocador "Compañero de banco" (Aún te veo frente al mapa / buscando la rosa de los vientos / descubriendo países / donde crecen el amor y la armonía / el trigo y la manzana).

Cada uno de estos poemas seleccionados vuelven a mostrar y a refundar en nosotros la naturaleza de Marino Muñoz Lagos, símbolo de poeta sureño, de poeta evocador, de poeta agradecido de las cosas cotidianas, con sus inconfundibles versos afables, seguros, generosos, derrochando agradecimiento por la vida propia y de los demás, como lo testimonian estas "Nociones para un autorretrato", tomado de su libro "Un hombre asoma por el rocío" (Punta Arenas, 1949):

Soy pobre como el agua
y claro como esas tardes de otoño
que me aroman el rostro de silencio.

Mi vida ha sido un blanco
deslizar de espumas
y mi paso una limpia
canción para los astros.

Y soy triste también
como esos árboles que esperan dulcemente
esa luna tan diáfana del lirio.

Solo como un niño perdido
en medio de la noche
vengo a ser la más fina carta
de los naipes del sueño.

Y moriré tal vez si haber dado
ni un paso de rocío
por los astros.

 

Punta Arenas, 27 de mayo de 2005.

* Marino Muñoz Lagos, nacido en Mulchén, el 19 de julio de 1925, cumplió 80 años de vida con un acto realizado el día de su natalicio en el Teatro Municipal de la ciudad de Punta Arenas, dentro del marco del "Proyecto Sismo, Magallanes se mueve con Arte.