“El advenimiento de las resacas muertas”
por Rodrigo Véliz L.
Boris Calderón nació en San Bernardo el 12 de Septiembre de 1934, pero su vida la desarrolla en el pueblo de Buin. A los siete años de edad perdió a su madre, hecho que marcará la vida del poeta, forjándole una personalidad fuerte y un carácter independiente.
Desde muy joven demostró una preocupación por las clases más postergadas de la sociedad, lo que lo impulsó a fomar fila el las Juventudes Comunistas y en los frentes de combate del proletariado.
Estudió en las Escuelas Primarias de Lindero y Buin, luego terminó sus estudios secundarios en el Internado Nacional Barros Arana y el Liceo de San Bernardo, en estos dos últimos dirigió las respectivas revistas literarias. Ingresó a la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, carrera que abandonó al segundo año. Actuó en los programas artísticos de Radio Prat y Radio América y dirigió durante un tiempo Radio Soberanía de Linares.
Boris Calderón entabla una fuerte amistad con Pablo de Rokha, con quien viaja por Chile y Argentina dando charlas y recitales poéticos.
Calderón publicó tres libros de poesía:
- “Estío en la Materia” (1954), prologado por Víctor Lohenthal y comentado por Mahfud Massís, Angel Gukumatz y Hermógenes Markovich.
“Se suicidan
las palomas
cuando los
espectros danzan
en
la piedra de los alaridos.”
(Fragmento de Estío en la Materia)
- “El Libro de los Adioses” (1956), prologado por Pablo de Rokha, quien escribe:
“Hay material humano, ensangrentado y pujante en sus poemas, prematuramente heridos por los añosos y polvorosos dolores del hombre.”
El Libro de los Adioses es el poemario más conocido de Boris Calderón, en el cual se denota un fuerte y profundo canto a la muerte. Son de un carácter notable poemas tales como: A LA SOMBRA, DANZA DE ESPECTROS BAJO UNA LUNA DESPEDAZADA, ELEGÍA – INVOCACIÓN ANTE UN CEMENTERIO SIN MUERTOS.
“ No cantes
sepulturero ese treno de mármol,
ya no tengo
hijo, el hueco
de mis manos
está hueco
y encima
de mi frente el
cielo
es una joya perdida sin sonido”
( Fragmento de ELEGÍA – INVOCACIÓN ANTE UN CEMENTERIO SIN MUERTOS)
- “Canciones para una niña que se llama Francisca” (1959), es un libro que contiene un poema de siete cantos, del cual sólo se publican dos ejemplares y Boris C. lo firma anónimamente, sobresale una pequeña nota que dice “Es propiedad de su inspiradora”.
Es un libro extraño, pues Calderón se aleja de todo lo escrito antes. Dan fe de ese cambio los siguientes versos:
““Furioso
de hojas azules
redoblan
su canto viento
amparado
entre los mimbres
nunca quietos
del estero
crece en
sus flautas de seda
increíble
sortilegio;
se quiebra
en arcos de fiesta
como
si fuera un lucero”
(Canto V de Canciones para una niña que se llama Francisca)
Boris Calderón siempre rindió culto a la amistad de sus nobles amigos: la familia de Rokha, Antonio Massis, Andrés Sabella, Jorge Teillier, Victor Lohental, entre otros.
Los últimos dos años de su vida Calderón los dedicó a la pintura y aún sobreviven algunos bosquejos enumerados y titulados que nunca concretó.
Boris Calderón muere el 1° de mayo de 1962 a los 28 años, producto de un tumor cerebral, quizás una cruel coincidencia, pues muere justo el “Día de los Trabajadores”, con los cuales siempre compartió un ideal de lucha por buscar la dignidad del hombre.
Los restos de Calderón se encuentran el cementerio de Buin, donde un busto de él sobrevive al tiempo y se alza sobre las malezas que cubren su tumba, pues siempre los cementerios de los pueblos tienen un poeta olvidado, que recita poemas a quienes nunca lo escucharon.