Crónica literaria

ARMANDO MENDEZ CARRASCO: CACHETON PELOTA

Jorge Arturo Flores


Cuando se termina de leer la novela “Cacheton Pelota” de Armando Méndez Carrasco, se tiene la impresión de haber absorbido una vida dinámica, turbia, cruel, plena de sinsabores y amarguras, con muy pocas alegrías, donde las noches de farra, el lenguaje procaz y las aventuras sexuales, no bastan para ocultar la desorientación, el descontento y la eterna fuga del protagonista.
Esta novela posee ribetes biográficos.
Méndez Carrasco efectivamente fue escribiente de la Escuela de Carabineros. Es por ello que la atmósfera está plenamente descrita y el lenguaje empleado es tan cotidiano y fuerte en su estructura. Aquí se habla tal cual, sin pelos en la lengua. Y eso es lo relevante de esta obra. Nos presenta una realidad que marcha a parejas con la otra, la relamida, la decente, pero no menos hipócrita. Acá se ve a los seres en su transparencia, sin dimes ni diretes, rectilíneos, dentro de lo que la sociedad ha llamado “marginales”. Prostitutas, cafiches, hampones e invertidos, todos juntos en noches de juerga, donde el alcohol y las drogas corren sin limites, toda una escena fantasmal donde cada uno llega todos los días a emborracharse y, con ello, olvidar sus tristes existencias.
Sobrecoge el relato.
Es una novela triste. No basta la alegría falsa de los juerguistas, no basta con las alocadas comilonas, no basta con el sexo libre. Hay melancolía en todo esto, una suerte de tristeza que el autor se obliga a destacar.
Nada brilla bajo el sol.
Es, en el fondo, un muestrario de vidas destruidas, que marchan a golpes, tratando de enderezarse para continuar en la misma senda que los lleva al fin sin vueltas.
Armando Méndez escribe rápido, nervioso, sin muchas imágenes. Los diálogos son chispeantes, directos, sin darles vueltas al asunto. Se enreda un poco cuando comienzan las lucubraciones filosóficas, pero luego regresa la trama y el relato cobra fuerzas, descubriéndonos la belleza que hay en esos ambientes que el mundo civilizado llama “los bajos fondos”.
Armando Méndez Carrasco tuvo su época de oro con sus publicaciones del arrabal. Sus libros contaron con varias ediciones. Sin embargo, a no engañarse. No las tuvo todas consigo. La critica literaria oficial, salvo excepciones, no le dieron cabida. Y por ello pasó a constituirse en un escritor de culto, lejos de la literatura con letras grandes, encuadrado en una que se llama “marginal” o “subalterna”.
Su tarea puede parecer coprolálica o cruda o tosca, pero no es así. Hay un manejo del lenguaje, se nota conocimiento del autor, no tan sólo de lo que describe, sino también en términos de ideas generales. No es un indocto. Es posible que la galería de ignorantes guste a concho de este tipo de literatura, saciando con ello su voyerismo sexual o dando rienda suelta a sus trancas del mismo tipo. Pero se equivocan. Armando Méndez Carrasco no camina hacia esos límites. Enaltece a sus personajes, la realidad es presentada simple y pura, los acontecimientos están grabados al aguafuerte, con simplicidad, no exenta de ternura. Hay una visión superior sobre este segmento de la sociedad y, de tanto verla, nos parece perfectamente natural todo lo que allí ocurre.
“Cacheton Pelota” nos muestra ese ambiente y lo hace bien.
A veces es necesario este tipo de libros o, mejor dicho, esta clase de literatura, porque nos obliga a detener el paso y fijarnos con mayor detalle en lo que ocurre en la otra vereda de nuestra existencia. Sirve, también, para mostrar que la filosofía del bueno y del malo no es tan así y permite matices.
Siempre se obtienen lecciones de la lectura de un libro.