Crónica Literaria
CESAR CASCABEL: UN NECESARIO REDESCUBRIMIENTO
Jorge Arturo Flores

 

Las expresiones “estilista” y “humorista” han mudado su primigenia acepción. “In illo tempore” era de normal ocurrencia tratar de estilista al escritor que daba un tratamiento decoroso al estilo y humorista al autor que escribía desde la perspectiva del humorismo, llámese ironía, sarcasmo o ingenio.

Pues bien, hoy se puede confundir.

Si bien el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua coloca como primera acepción lo enunciado, más abajo surge otra interpretación del estilista (peluquero) y humorista (persona que dice chistes en un espectáculo).

Por ello que tratar a Cesar Cascabel de humorista cuesta un poco y al lector poco avisado le costará romper la estructura primitiva, es decir, un escritor que escribe en forma amena, entretenida, dándole especial realce al humor.

Un humorista, para él, será el tradicional artista que, frente a un público, dice chistes.

Y no saldrá de ahí.

Como también asociará la imagen de estilista al peluquero que le corta el pelo en forma creativa.

Pero en términos literarios, Cesar Cascabel es un humorista y como tal lo veremos en sus libros y en las historias, las escasas historias, que torcieron su vista hacia el trabajo que realizó.

Como se sabe, la historia literaria chilena no está plagada, ciertamente, de autores que cultivaron el humor en sus trabajos, como una forma de dar aire fresco y cálidas sonrisas a los lectores criollos. Estos estaban y están más preocupados de la economía, la política, el deporte, la religión, la farándula, el chisme, la habladuría o la quintaesencia de la banalidad.

En Chile sobresalieron, ya lo sabemos, interesantes escritores que abanicaron la cara vinagre de nuestros compatriotas.

Nombrarlos, a estas alturas, no viene al caso.

Solamente nos preocupa quien, en la primera mitad del siglo XX, tuvo destacada participación en la prensa nacional con sus originales interpretaciones de la vida cotidiana y, posteriormente, quedó en la inmortalidad al través de la publicación de sus escasos libros.

Hoy es una rareza bibliográfica.

Por eso conviene redescubrirlo.

Nacido en la bella ciudad de Constitución, es decir, maucho por antonomasia, Raúl Simon Bernard, de profesión ingeniero, se las ingeniaba para surtir a los diarios capitalinos de sus originales variaciones burlonas, basadas enaforismos, esos pequeños concentrados de chispa, ironía e ingenio, que hizo reír, sonreír y provocar más de alguna carcajada a nuestros compatriotas de entonces.

Su fecunda tarea la realizó entre los años 1946 a 1969, año de su muerte.

Con el seudónimo de Cesar Cascabel, cultivaba con apasionada disciplina y peculiar talento el arte de condensar en unas pocas palabras una reflexión humorística relativa a los tiempos.

La gracia de ello es que, aparte de ser absolutamente respetuosa, obligaba al lector a pensar, actividad poco dañina y necesaria, sobre el acontecer de la nación. Sus dardos abarcaban un mundo de variaciones, desde la mujer, el machismo, hastalos animales, la política, el matrimonio, la religión, el deporte, etc. No estaba exenta de un profundo conocimiento filosófico y la precisión, síntesis y brevedad le venían sin duda de su formación matemática.

En el fondo, y como todo humorista que se precie de tal, Cesar Cascabel remecía el ambiente serio, grave, circunspecto, tacaño e hipócrita;decía las verdades que muchos se guardaban y hundía el estilete de la parodia y el sarcasmo con excelentes modales y un lenguaje grato, bien manejado, lejos de la soberbia y la suficiencia.

Todos le entendían.

Rafael Frontaura lo tildó como el Rey del Pitorreo.

En síntesis, su trabajo era un modelo de penetración, brevedad y gracia.

Las generaciones contemporáneas no lo conocen y no pueden conocerlo porque sus libros son inencontrables. Además, bien le haría al país saber de las gracias de este escritor maucho, puesto que el humorismo no tiene fronteras ni tiempo. Muchos de sus decires hoy son perfectamente actuales y, pese a la notoria evolución, muchas cosas no han cambiado y no tienen visos de mudar en un buen tiempo más.

Leer a Cesar Cascabeles recibir un aire fresco en la cara, es someterse al imperio del desahogo y la plenitud espiritual.

Es admirable y se concibe una sana envidia frente al cúmulo de ingenio allí presente. Por ello, es ineludible que la alegría que se ha tenido al conocerle sea transmitida al resto como una forma de aligerar la carga cotidiana y la mediocridad cultural.

Dejemos, finalmente, en la “pluma fuente” de Cesar Cascabel, algunos de sus tantos hallazgos humorísticos:

“La mujer que nos dijo no en la juventud, siempre aparece con el sí cuando está vieja”

“Los políticos son magos que no saben sacar conejos de sus sombreros”

“Al soltero le gustan todas las mujeres. También al casado le gustan todas…menos una”

“Hice a don Quijote soltero, para que pudiera salir de casa. Cervantes.”

“Ayer escribí sobre las navajas Gillete. Hoy me llegó un cajón de regalo. Mañana escribiré sobre los autos Ford…”

“El rico siempre está dispuesto a considerar que no es ninguna desgracia ser pobre”.

“La biografía de un grande hombre siempre es más corta que su autobiografía”.

“Nadie es profeta en su tierra…y de nada sirve serlo en otra parte.”

“La Venus de Milo es la mejor demostración que en la antigüedad existían los cirujanos”.

“Lo llamaron el prudente Ulises. Y, sin embargo, se casó”.