Tras la cordillera, bosques, montañas, cataratas de libros
Por Luis Alberto Tamayo



Este viaje de escritores y académicos chilenos a la Feria del Libro de Buenos Aires, corresponde a una invitación cursada por la Fundación El Libro de Argentina, organizadora de este 34° versión de la Feria del Libro de Buenos Aires a un grupo de escritores chilenos.  La participación chilena contó con el apoyo de la Dirección de Asuntos Culturales (DIRAC) del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile. sin cuyo apoyo su realización hubiera sido imposible.

Buenos Aires está a solo una hora y media en avión desde Santiago de Chile. Atravesar la enorme cordillera y llegar a la Feria del Libro de Buenos Aires en su versión número 34 fue una experiencia sorprendente. Volví asombrado, inquieto, avergonzado.
Chile participó de invitado especial siendo representado por escritores de la generación del ochenta: Alejandra Basualto, poeta y narradora; Darío Oses, Roberto Rivera, Max Valdez, José Leandro Urbina y quien escribe estas notas, Luis Alberto Tamayo, todos narradores. Completaban esta delegación el poeta y antologador Gonzalo Contreras y los catedráticos en literatura María Eugenia Góngora y Grinor Rojo.

Para los escritores de la generación del ochenta, criados en plena dictadura y mal acostumbrados a ser reprimidos marginados y ninguneados, resultó un hecho de dignificación del oficio. El gobierno chileno, a través de la Cancillería, se preocupó de que Chile fuera representado por un stand que diera cuenta del quehacer sus escritores en la actualidad.
Buenos Aires es una ciudad llena de libros. No solo por la feria sino por la gran cantidad de librerías que permanecen abiertas hasta altas horas de la madrugada. Una ciudad de gentes sin miedo, en que la delincuencia no es portada en todos los noticieros entonces la gente no está acorralada ni amedrentada. Los bonaerenses usan su ciudad, la policía parece relajada, cordial.
Visitar las librerías de Buenos Aires calculadora en mano es una tortura. Los precios de los libros son en verdad precios a escala humana. Da rabia, ira, vergüenza hacer la comparación, el IVA, sí pero mucho más que eso. Uno siente que ha vivido estafado, alguien nos está robando y se roba nuestra alma. La relación de los argentinos con los libros se ve clara, los precios, la oferta, la variedad. Una librería al lado de la otra y todas venden. Entonces uno cae en la cuenta de qué a ese pueblo le pueden pasar muchas cosas malas, pero como tienen el alma siempre en plan de reforzamiento, bueno, siempre pueden defenderse. Libros, libros libros. La feria en un domingo se viste de pueblo. No es el bonaerense del centro o de los barrios acomodados el que llega en familia , sino de las afueras, se ven los gestos, no son seres de vida fácil, pero están allí y ojean y hojean y compran y comentan. Nos preguntan por Chile.

El viernes 25 de Abril participamos en un homenaje a Roberto Bolaño. El profesor Grinor Rojo da luces desde la teoría y todo parece claro , simple, la obra de Bolaño da cuenta de su tiempo, su relación con Latinoamérica , Chile, México, España, la caída de las utopías. Bolaño iluminado desde el rigor de la cátedra.
Los Argentinos conocen a Bolaño, lo leen, no hay muchos libros en librerías, pero es que se venden, se acaban. José Leandro Urbina cuenta de la relación que tenía con Roberto Bolaño desde su exilio en Canadá. Cartas, poemas artículos para revistas, Bolaño no envía cuentos propios sino de sus amigos. Bolaño un narrador respetado, entre el público muchas caras de universitarios jóvenes. Yo recuerdo que en pleno 1980 hicimos un concurso literario con una organización de escritores jóvenes y convocamos también a los escritores del exilio. Ese concurso lo ganó un cuento llamado “ En España y con peluca” escrito por Roberto Bolaño. La Unión de Escritores Jóvenes de entonces no tuvo dinero para publicar a los ganadores y los cuentos quedaron por ahí y se perdieron o se quemaron junto a algunos papeles comprometedores en espera de un allanamiento masivo. A Bolaño le importaba Chile, tenía rabia, le dolía Chile.

En Buenos Aires se camina a otro ritmo, más lento, cordial, en Chile estamos todos locos, no sé quién nos convenció de la urgencia, urgencia de qué… En la calle me topo de frente con la presidenta Cristina Kirchner que sale de la Intendencia, de una actividad oficial y no hay policías prepotentes que repriman por nada ni hay rostros tensos. Estoy allí a pocos metros de la presidenta y nadie me corre ni me mira feo. Extraño. Me encuentro con una amiga chilena muy joven y me cuenta que estudia allá porque la universidad es gratis. La universidad es gratis, pienso, a una hora y media en avión. Eso es otro planeta.
Una noche somos invitados por el Sindicato de Escritores Argentinos, nos hablan con devoción de nuestros poetas. Un hombre ya entrado en años y de ojos muy vivaces se acerca y nos recita de memoria el poema La Mamadre de Neruda. Allí suena ese poema del sur, del amor más puro dicho por Israel Levy, gran lector, hombre bueno, un judío activista por los derechos de los niños palestinos. Neruda un milagro que sigue girando alrededor del mundo. La escritora Nora Alicia Perusin me regala un libro de poemas llenos de afecto, risas, sueños “ La distancia es esa frontera que se mueve”.

Leemos esa noche, compartimos, recordamos como nos organizamos, como fuimos perdiendo el miedo y a pesar de todo escribimos . Somos sobrevivientes. Hablamos del papel de la iglesia Católica en medio del genocidio. Entonces nombramos con orgullo de ateos al Cardenal Raúl Silva Henríquez, a tanta distancia moral de sus pares argentinos. También reivindicamos el papel de la SECH, Sociedad de Escritores de Chile, institución no tocada por la represión, pero no precisamente por no ser un peligro, allí en esa casa de Simpson 7 nunca se apagó el espíritu del Chile de antes. Allí se discutía, se leía poesía de denuncia, desde allí se iba a los sindicatos, a los barrios, a las universidades. Recuerdos de historias de chilenos y argentinos, historias de libros.

En el barrio de Palermo compartimos en un restaurant con escritores argentinos. Oche Califa brinda por el presidente más digno que ha tenido Latinoamérica: Salvador Allende. Estamos en Palermo, a pocas cuadras de allí, murió el general Prats y su esposa. Ha pasado el tiempo. Un grupo de escritores chilenos y argentinos hablamos de libros, inventamos juntarnos en Chile, bromeamos. Nos dicen que Manuel Rojas y José María Memett son nacidos en Argentina. Desde la calle el viento trae olor a humo. Son los agricultores ricos que encienden pastizales defendiendo sus intereses, se toman las carreteras. Nada nuevo bajo el sol.
El domingo 27 de Abril fue el día dedicado a la poesía. Leyeron Alejandra Basualto y Gonzalo Contreras. Grinor Rojo pone la lucidez del análisis.
Era un gran marco para comunicarse, un gran evento, un buen stand, una buena delegación de escritores, pero faltó hacer los puentes, avisar, tejer las comunicaciones, la Embajada de Chile, a través de su aparato cultural, debió hacer una mejor promoción de la presencia chilena. Interés había, las letras de Chile tienen prestigio, voz reconocida. Miles de argentinos recorrían la feria y tenían cientos de conferencias, lecturas, recitales para elegir. Los eventos no se avisan por altoparlantes, cada país promovía sus eventos, y eso no se hizo, o no se hizo bien.

Los días siguientes llegó Reinaldo Lacamara y una delegación de la Sociedad de Escritores de Chile. Una fiesta del libro, una gran oportunidad para dialogar y contarnos nuestras historias para conocernos y reconocernos para llegar con las maletas llenas de autores de todo el mundo a precios que no violan los derechos humanos del lector. Compré una antología de Jorge Teillier de Editorial Colihue, con prólogo de Jaime Valdivieso, varios libros de poesía de Editorial Losada, un libro usado de José Donoso, La Desesperanza; muchos libros elegidos porque me tincaron. Era una fiesta, fiesta de las ideas, los sentimientos, la historia, los recuerdos, las grandes mentiras entretenidas. No vi a Julio Cartazar, no me topé con Sábato, Borges debe haber estado en su departamento escribiendo, Mempo Giardinelli debe haber estado en su Chaco, Graciela Cabal debe haber estado dando clases, pero fue una bella cosa ir allá tan cerca y aprender que nuestra relación con los libros y la vida puede ser mejor.