EL POETA ANDRÉS SILVA HUMERES

 

El Santiago que se fue. Apuntes de la memoria por Oreste Plath

Editorial Grijalbo, Santiago de Chile, cuarta edición mayo 1998 p. 41-43

 

En la calle Bandera y por el año 1926, se encontraba "El Teutonia", en el que se comía bien y con espléndida música, por cinco pesos. El Teutonia ejercía atracción por unas damas vienesas que conformaba la orquesta. Ahora si eran vienesas nunca nos interesábamos por comprobarlo. "La banda de Neruda", llegaba al oscurecer, veíasele seguido de ocho o más parciales de sombrero alón y capa. Caminaban hacia el río y se metían en el bar Teutonia. "Sólo ahí se escanciaban el buen vino de Verlaine", así lo escribió José Santos González Vera. Un cliente destacado era el poeta Andrés Silva Humeres, que también frecuentaba El Jote, El Hércules, El Zum Rheim, sin dejar de visitar El Roxy y La Bahía. Andrés Silva Humeres había sido estudiante de teología en el Seminario de Concepción. Aficionado al teatro subió al escenario de la Compañía de Manuel Díaz de Haza a principios de 1911. Dedicado a la poesía publica en 1920 "Versos Humanos" con prólogo de Luis Daniel Cruz Ocampo, crítico literario, ensayista de Concepción.

Estuvo entre los primeros para la fundación de la universidad, que es en parte no pequeña creación suya. Fue su secretario general de ella y profesor. Ideó y creó las donaciones con sorteo, las que andando el tiempo, se transformaron en la actual lotería de Concepción, organismo que permitió contar con el adecuado financiamiento en los primeros años de vida de esta universidad. Por el año 1931 publica La intelectualización del arte, respuesta a la obra de Ortega y Gasset La deshumanización del arte. Fue traducida al francés. Primer director y organizador de la biblioteca central y uno de los fundadores de la revista Atenea, la que dirigió entre 1924 y 1935. Entre los aspectos que comentábamos figuran sus estudios de grafometría. Tal vez le servirían en el desempeño de su carrera de abogado, ya que es paralela a la grafología; la grafometría quiere fijar en la letra una serie de movimientos típicos que no desaparecen nunca, es decir, pretende averiguar por las particularidades de la letra algunas cualidades psicológicas de la persona. Este caballero de las letras, tan poco recordado, fue Embajador ante el Vaticano y en la Unión Soviética y delegado ante las Naciones Unidas.

Volvamos al poeta Andrés Silva Humeres, quien se dejaba llevar por su inspiración, hizo poesía de ocasión, improvisaciones que se perdían. Hay algunas picarescas, eróticas y otras con intención sobre el litigio de Tacna y Arica. Aunque no escribía con vista a publicar, el año 1943 entregó su segundo libro Poemas de Andrés Silva Humeres, con prólogo de Benito del Villar, quien fue para él su segundo padre y al cual está dedicado. Vocalizaba de manera perfecta, raro entre nosotros, lo que le daba gracia a su poesía cuando la declamaba. Lo definía su facilidad y fluidez poética. Era profesor de declamación y actor en todas las horas de su vida. Actuó en la película nacional Escándalo. Alone lo incluyó en su libro Las cien mejores poesías chilenas y lo presentó así: "Temperamento emotivo, romántico, cargado de aspiraciones hacia una vida mejor, vibra dolorosamente e insinúa el drama de un corazón atormentado que no se resigna y se debate, clamando".

Convivió con poetas y actores, Rafael Frontaura lo recuerda en su libro Trasnochadas, 1957. Amigos o lectores le sabían de memoria sus poesías "La costurerita", "El sablazo", "Mi huerta". La muerte de su mujer, la tragedia de una hermana y el desaparecimiento de su madre, fueron duros golpes. Escribió para ella:

 

 

 

Con el último aliento de la noche

mi madre expiró

Un zorzal madrugaba como su alma

y la sintió.

La sintió cuando se iba la noche...

y las dos

se fueron juntas, apaciblemente;

mas, como en todo viaje hay confusión

por muy serena que la marcha sea,

a la noche, al partir, se le quedó

olvidado un lucero, y a mi madre

su amado vaso de amarguras: yo.

 

Tuvo una compañera, de la que dijo "sin que se lo pida nadie, cada mes lleva al cementerio flores con un respeto muy grande para mi primera esposa y ahora... para mía madre". Esta compañera le hacía su plato favorito, el caldo de gigote.

 

 

Yo también como Darío

tengo mi Francisca Sánchez

se llama Inés mi Francisca(1)

 

María Inés de los Ángeles".

 

Al final de sus días visitaba, casi a ciegas, bares y restaurantes, donde entre amigos decía sus versos. "Señor, quisiera terminar mis días, si a Tí retorno y en tu amor persisto, lejos del mundo que pecar me ha visto". Y el poeta que gustaba tanto del vino, de la poesía y de la amistad fue a morir, en 1956, en La Ligua, tierra de los dulces, donde había nacido en 1887. "Pasó por el mundo entre el vivir y el morir", dijo Joaquín Edwards Bello.

 

 

  1. Inés Figueroa.