LA BIBLIOTECA

por Juan Antonio Massone del C.

 

Existe en cada quien un ser agazapado , subrepticio , acaso remoto que prueba a encontrarse en el reflejo del azogue de las palabras. Así ,él o ella , son un vocablo en espera de revelación , porque ver la propia clave , necesitar su transparencia , es al par un mandato de hondura y una curiosidad sin mengua en que se dilatan las facultades de querer y de comprender , como si esos dos verbos celebraran nupcias y , luego, dieran su fruto al encaminar la autognosis , urgente compañía y equilibrio de quien no acepta perderse en el mundo de lo innominado e indiferente.

¿Qué me sucede en quien soy? o si se prefiere ,¿quién es el que habita el rostro , la memoria , ese temblor de cielo y de tierra que algunas veces armoniza y,las más, disputa , se discordia , sin regalar acuerdo en el viaje de los días?

Probablemente muchos adquieren consciencia de esa extrañeza originada en un florecer de preguntas que no conoce aliados en los hechos ni en las exterioridades que demandan satisfactorias respuestas inmediatas . Y esa consciencia suele tener ,en la rápida quietud de la palabra impresa , un principio de alborada. El silencio desplaza a la ruidosa dispersión , coge los bordes del misterio inquieto que se es ,para luego ofrecer la posibilidad de un viaje interno,trémulo, abismático. Trátase del instante crucial de la palabra que se expande . Alguien vislumbra perfiles de una realidad mayor , a la vez provisional y permanente.

No es de extrañar que el silencio sea la condición más acorde con qué experimentar el principio de un encuentro consigo ,y el alfabeto diseñado en el texto , la ocasión de expandir geografías y posibilidades de lo humano. Periplo de ida y de regreso , la lectura es una experiencia integradora ,totalizante. Invita a la atención preferente , especialísima, como el amor ; y como éste, procrea ecos , vincula lo distante , proyecta en el incierto futuro la decisión de conocer y de comprender ,pues en su activo silencio alcanzan respaldo los movimientos de reacción interior en que se comprometen las facultades del intelecto , del afecto, de la imaginación y hasta de la voluntad.

El ruido enerva , rebasa , desestabiliza. La transitoriedad es prisa que acrece y a las jornadas humanas las colma pronto el cumplimiento de sus límites. En razón de esos condicionamientos insalvables , el ser humano dispone de limitadas ocasiones para darse alcance. Entonces busca modos de registro de esa fugacidad que si ,de un lado ,lo libera de la petrificación ; del otro, lo consume con prolijidad voraz. A pesar de ello, o, quizás, por esa misma caducidad, se entusiasma e ingenia en eternizar sus instantes. Para conseguirlo , inventa modos de preservarse en lo que escapa. La fotografía , la grabación y el texto responden, de modo eminente, a esa lucha en que se compromete apenas columbra su tránsito.

Pero el ser humano ,ante todo , es alguien que se habla. Al hacerlo emplea palabras—es un modo de decir—que si le acercan nociones , también esas palabras le ofrecen variadas formas de apertura a los demás, a lo otro como es la naturaleza y las cosas, y al Otro, esa presencia suprema que, para algunos, es Dios, y para otros,una conjetura o ,tristemente, un vacío. "Converso con el hombre que siempre va conmigo,/ quien habla solo , espera hablar a Dios un día" , nos recuerda Antonio Machado.

Y esa conversación debe iniciarla la persona muchas veces para saber quién es , curiosidad que,desde antiguo, se reanuda de modo particularísimo y no tiene viso alguno de ausentarse de la existencia . Sí, necesitamos conocernos, pero ,además, nos urge vernos vivir, como bien lo dijera el ensayista y poeta Fernando Durán Villarreal. Y una ocasión de hacerlo es la lectura, esa experiencia silenciosa que se transforma en espejo ,ventana y ,a veces, en camino, formas de encuentro que nos depara, especialmente, el libro . Su realidad silente adquiere ,en una biblioteca, una connotación realzada de su espera, espera de nuestros ojos , porque en sus páginas alguien quiso ofrecer a otros experiencia de imaginar o de deplorar, su memoria o su comprensión, su miedo y su temblor, la sangre que supo ser línea o episodio, la grandeza y la miseria de sus afectos,o bien, la expectación de un llegar trascendente donde no disponen de asiento el hastío ni la muerte.

De cuantos sitios pueden ofrecer al ser humano el privilegio mayor de que venimos tratando , una biblioteca es el que mejor conserva la variedad de la peripecia vital. Reunidos lomos y páginas, formatos y decires en sus anaqueles , aquélla sabe constituir una suerte de andén o de refugio , de esquina mayor en la que el silencio hospedará la mirada de un tiempo que , curiosamente, resucitará presencias , sorteará tiranías de fatigosos movimientos o deparará goces inefables . En una biblioteca existen tantas páginas capaces de enriquecer el tiempo vertical de cada uno y de reanimarlo en envergaduras insospechadas. Por eso mismo , la biblioteca puede ser una isla ,pero también el necesario puente a través del cual enriquecer el periplo de nuestra inquietud. Los libros son tiempo concentrado; una biblioteca , el lugar en donde sus pacientes realidades quieren hacerse patentes dentro de nosotros.

Comprendiendo que la lectura es apetito desplegado hacia un horizonte que, invariablemente, se sobrepone a nuestras menguadas previsiones , Roque Esteban Scarpa estampó en un poema el perfil del inopinado encuentro que puede experimentar el lector:

 

"Escribo para alguien que me espera.

No sabe que me espera. Cualquier día

encontrará la palabra quieta con su ansia

y le dirá mi sentido a su sentido.

Quizá resbale por ella y no la entienda.

Hay que respetar al tiempo. El sabe madurarnos."

 

("Leerán algún día")

 

Cierto, el tiempo fugaz que somos debe madurar desde lo íntimo y, en la vigilia de esa alborada, una biblioteca no mezquinará jamás el silencio activo y secreto de la palabra , semilla que,en algún instante, germinará dadivosa en nuestro corazón inquieto.