TESTIMONIO
Las batallas ignoradas

por Hernán Poblete Varas


Cuando se habla de guerras, de gran o menor tamaño, lo habitual es que, ante todo, aparezcan los nombres de los ilustres generales, los lugares de los sangrientos combates, el heroísmo de los ejércitos en lucha.

Pero hay otros combatientes de los cuales poco se habla y cuyos héroes permanecen en el olvido, salvo de los que íntimamente conocieron las silenciosas luchas, el horror, la desesperanza, el exilio. Es la población civil, víctima anónima.

Y esto es lo que nos trae el interesante libro de Hildegard Rasch: La última amapola. La autora nació en Argentina, de padres alemanes. Sólo tenía cinco años cuando la familia se trasladó a la Alemania gobernada por Hitler y el nacionalsocialismo, y con la Segunda Guerra Mundial a punto de comenzar. Sólo nueve años más tarde logra volver a su tierra natal.

¿Qué ocurrió en esos nueve años? Los bombardeos, la partida del padre hacia el frente ruso, la destrucción de hogares y familias, el exilio (los niños de Berlín son enviados a Checoeslovaquia como un medio de protegerlos). Entonces, es la soledad, la lejanía de la familia, las tentativas de regreso, la peregrinación por caminos desconocidos, a través de bosques sobre y bajo la nieve, sin más derrotero ni destino que los que recuerda la valiente maestra que guía tan desesperada peregrinación. Y el regreso a Berlín, una capital semidestruida, donde no hay dinero ni alimentos.

La autora cuenta la infantil epopeya en un estilo que va recreando el tiempo transcurrido, con las variaciones del idioma, que van desde el tartamudeo infantil germano-español a la prosa ya madura de la joven escolar.

Una dolorosa historia, digna de ser leída.