Múltiples textos despegan
Nota sobre Tren de aterrizaje, cuentos y relatos, publicación colectiva del Taller Mapocho, Río y Estación, 2002 - 2004

por Jorge Etcheverry

La literatura representa a la realidad--qué duda cabe-- para los lectores, pero por otro lado exige llegar como algo no real, ficticio, para seguir siendo lo que es. Quizás alguien quiera proponer alternativas en lo que respecta a la poesía, cuyo carácter referencial se puede mediatizar casi hasta desaparecer, dando paso así a la pura materialidad del lenguaje, o a ‘otro’ mundo sobre o trans real, que sin embargo por ser ‘alternativo’, se sigue refiriendo a éste. Pero la prosa es recalcitrante. En el momento mismo de su producción se deja anular como lenguaje para desaparecer en la objetividad, como estrato en mayor o menor medida diferenciado, para dejarse permear por la así llamada realidad. La multiplicidad de detalles y perspectivas, la proliferación discursiva y textual de la realidad urbana, hacen que la ciudad sea un territorio privilegiado de la literatura, sobre todo de la prosa, que de alguna manera nace con la ciudad. Pululan los ejercicios narrativos en este espacio, mientras los autores noveles ejercitan su capacidad narrativa y descriptiva, de selección y síntesis, solicitados y armonizando la doble perspectiva de la mirada sobre los ámbitos enfrentados pero mutuamente necesarios de lo real y de la escritura. La productividad de la prosa se da en ese momento en que el escritor busca su foco y su estilo. Luego viene la captación por el mercado de lo más asimilable a lo que ya se difunde y vende, a través del continuum crítico-académico-editorial.

El libro Tren de aterrizaje, producto del taller Mapocho, Río y Estación, que dirige el prosista Roberto Rivera Vicencio, está situado en una etapa previa al eventual arribo de los diferentes autores al ‘mercado’, pero no es que se trate de un libro de principiantes, sino de prosistas que creo que no han entrado aún al circuito comercial. Este libro es producto de un trabajo minucioso de taller de autores con experiencia previa variable, de muy variados antecedentes profesionales y formativos y que abarcan a más de una generación . Es en este tipo de antologías intermedias en que los autores seleccionan los textos más queridos o que consideran más logrados. Este libro muestra una rica gama de narraciones con distinto grado de formalización, con diverso foco y lenguaje. Esta variedad da testimonio de un taller con una orientación que no impone un patrón o una norma, de un colectivo cuyos miembros trabajan en ‘lo suyo’, le van dando forma y lo van afinando. Quizás en la instancia concreta de la producción del libro esa libertad -- de la que además da cuenta el subtítulo del libro, cuentos y relatos-- se haya extendido hacia su producción material, lo que explica que el grado de edición y corrección de pruebas varíe de texto a texto. Pero esos son pelos de la cola.

La lectura de este libro es una experiencia de entretención y conocimiento, e incluye textos narrativos que van desde viñetas de la vida en Mozambique, de Igor Buscaglia, al Santiago habitado por fantasmas de Oscar Carmona, pasando por el Brasil de Aníbal Ricci, el Londres de Raúl Cañete, la ex Yugoeslavia de Mario Torres, la República Checa de Marcela Undurraga, y llega hasta la Cordillera de Marcelo Weibel. Lo interesante en una primera aproximación es que la variedad de espacios presentes en estos textos se podría correlacionar o integrar con el macro o mega texto de un Chile en proceso de globalización, como se dice, volcado hacia fuera. Lo otro, es que estos espacios narrativos, contra lo que pudiera esperarse de una posible correlación entre esta obra literaria con el proceso de liberalismo de libre mercado en el país, no son el espacio seudo utópico de América del Norte o sus símiles en las megaciudades del mundo, a lo Fuguet, sino que el espectro tiende a correrse hacia otros ámbitos más bien marginales respecto al centro metropolitano, de América Latina, Europa Central, África. Incluso cuando aparece New Orleans en el cuento La deserción de Salgado, de Alonso Morgado, es arcaico, un poco mítico y nostálgico, no todavía un espacio urbano norteamericano actual con sus implicaciones de vida rápida, promiscua y violenta. Pero sigue siendo lo urbano lo que predomina. Básicamente la textura vivencial o los hitos topográficos del Gran Santiago en sus múltiples facetas y desde diversas perspectivas, trátese por ejemplo de la Catedral como punto de un encuentro que nunca se materializa, en la Ruth de Igor Buscaglia; de la plaza Mulato Gil a la que llega un abuelo fantasma en Mientras ellos siguen bailando, de Oscar Carmona; del Parque Forestal, punto del encuentro fortuito pero de algún modo predestinado de Hasta cuando, hasta siempre, de Horacio Espejo; del barrio alto como escena en que se representa un robo iniciático, de El Gueo de David Espinoza; de la Biblioteca Nacional, sede de un encuentro vicario con la muerte, en Accidente de tráfico, de Sylvie Moulin. Densa se despliega la atmósfera y materialidad santiaguinas que sirven de trasfondo histórico y contextual a la titilante/sórdida biografía de la escritora Patricia Martínez en el Libro de Antonia Cuervo, de Carolina Palma.

Todo esto y más entregado en una variedad de estilos, con diferente intención narrativa, que va desde la viñeta hasta el fragmento de novela, pasando por el cuento, como el hemingwayiano Tocar de oído, de Juan Carlos Ramírez, y cuyos casos límite son dos aproximaciones a los géneros de la poesía y el teatro: Los textos de Norman Saniter son prosa poética, y en ella el elemento narrativo se ajusta a un párrafo donde lo que cuenta es en gran medida la apoyatura rítmica, vaya este ejemplo: “Dos veces la vi hasta ahora, espectral estrella con ropa transparente, ambas veces flameaba su camisón viento en contra”. Otro texto de prosa colindante con otro géneros son los textos de David Costa, su narración El sentimiento de amor ido, por ejemplo termina con estructura de verso, incluyendo su narrativa a veces elementos teatrales.

De alguna manera este volumen constituye un argumento en favor del trabajo literario en talleres, de la literatura producida en etapas intermedias o marginales, de la pequeña editorial, incluso de la autopublicación, en lo que tienen de libre y creativo en una situación en que las editoriales ya establecidas, en los diversos géneros, buscan el libro mercantilizable, acabado y ortodoxo, o sancionan mediante la publicación a los temas y estilos que perciben como vigentes o emergentes, o a los representantes de los grupos que van adquiriendo importancia y poder social o cultural, en lo que a veces pareciera un hambre de creación de instituciones, en este caso la así llamada ‘institución literaria’. En un país cuya relativa entrada en la sociedad de consumo global lanza en brazos de la homogeneidad, erosionando la institucionalidad anterior y reorientando todos los aspectos de la sociedad hacia el mercado.



Ottawa, febrero de 2005