Marcela Muñoz:
"Poemas para no matar"

 

Hace algunos años conocí el libro de Marcela Muñoz ­ "Angeles y
limusinas"­que la destacó como una voz singular en el panorama de la poesía
magallánica de los últimos años. Una voz que se apartaba de la retórica
paisajista y reflejaba un tono íntimo, vinculado a las preocupaciones
existenciales del hombre y la mujer viviendo en un entorno más desencantado
que lúdico. A ese libro, se sumó recientemente "Poemas para no matar",
poemario que llama la atención por la dureza y desgarro vivencial que
despliega, de la mano de una voz poética que se ve a sí misma como la única
posibilidad de espantar a la muerte. Una poesía que nace de cierta
oscuridad, de ciertos espacios de la tristeza que llevan a la autora a
reconocer que la vida actual es una lucha que se entabla desde cierta
impostura.

La poesía de Marcela Muñoz brota desde el lado oculto de las máscaras, del
maquillaje que cubre los sentimientos que cuestan confesar, y desde esa
posición apunta hacia la sociedad actual que impone sus roles y miserias. El
desencanto es el motivo central de este libro. Cito algunos versos: "me da
lo mismo el golpe de los días", "vivimos medios muertos", "y se te va
cayendo la vida". Desencanto que va más allá del llanto, de la rabia, que no
pide nada; que cubre la vida diaria, el amor, las labores domésticas, la
maternidad, los sueños e incluso el propio acto de escribir que no se asume
con afán de entregar un mensaje ni como tabla de salvación.

"Poemas para no matar" nos propone una poesía que se instala en el dolor del
lector y que lo obliga a reconocerse en la propuesta desesperanzada de los
poemas. Y si hay alguna esperanza en esta poesía es una esperanza que se
enuncia y luego se declara imposible: "Hoy no me salva, ni el amarillo de
este cielo abierto, ni el mar imponente a menos de tres cuadras, no me salva
el recuerdo, no me salva una nostalgia, no me salva la envoltura de mi alma.
Hoy sólo me salvaría encontrar la máquina de borrar". No hay
autocomplacencia en la poesía de Marcela Muñoz. Sus versos, los sentimientos
que en ellos describe, son duros como pedradas, despojados de toda retórica,
llenos de rabia contra una vida que se anunció feliz, pero a la que alguien
le cambió el libreto. El libro es una suerte de crónica del duro
enfrentamiento con la vida; una crónica que no deja indiferente a sus
lectores, porque más allá de la historia personal que refleja, hay en ella
una visión del mundo que hoy vivimos, y en el cual la esperanza es un bien
escaso y la soledad se ha constituido en un modo de existencia.

Ramón Díaz Eterovic.