Padres e hijos escritores
CON TINTA EN LA SANGRE

por Ramón Díaz Eterovic

 

"A menudo los hijos se nos parecen y con eso nos dan la primera satisfacción" dice Serrat en una de sus canciones, apuntando a un sentimiento común en los padres. Y así como los padres son felices al verse reflejados en sus hijos, querer ser como los padres es una tentación de la que pocos hijos se escapan, y que en algunos casos los llevan a seguir el oficio de los padres. Muchos hijos e hijas de escritores y poetas tampoco han sido inmunes a esta tentación, y ya sea por afán de imitación, por un asunto de "tinta en la sangre" o por influencia del medio familiar, han terminado elaborando sus propias creaciones, con tanto o más acierto que sus progenitores.

En la literatura chilena los casos abundan. La pareja de poetas formada por José Miguel Vicuña y Eliana Navarro, y sus hijos Leonora, Pedro, Miguel y Ariel; Alberto Rubio y Armando, su hijo, fallecido cuando se proyectaba como uno de los mejores poetas de su generación; Jorge Teillier y su madre, Sara Sandoval, autora de bellos y casi desconocidos versos; la escritora Elisa Serrana y su hija Marcela Serrano, Alfonso Calderón y sus hijas Teresa y Lila. La lista, desde luego, es más numerosa, y en ella incluyo dos casos que he conocido de cerca, los de Diego Muñoz Valenzuela y Poli Délano.

Muñoz Valenzuela es hijo del escritor Diego Muñoz y de la escritora Inés Valenzuela. A través de sus padres, Diego hijo, conoció de cerca ambientes literarios frecuentados por autores de la talla de Pablo Neruda o Juvencio Valle, sus "tíos poetas" que lo tomaban en brazos o le ayudaban a elevar un volantín. La relación literaria con su padre, autor de novelas memorables como "De repente", la sentía exigente y respetuosa, y reconoce haber aprendido de él la rigurosidad del oficio. Ninguna concesión con los textos de su hijo era la norma de don Diego y también mucha amplitud para compartir y comentar lecturas que, al hijo le permitieron un amplio conocimiento de la literatura chilena y universal, y al padre, conocer las obras de autores más jóvenes, para los cuales siempre tuvo palabras de estímulo.

Lecturas comunes y revisión de los textos que ambos escribían también fueron frecuentes en la relación que sostuvo Poli Délano con su padre, Luis Enrique Délano, autor de libros como "La Base"y "Sobre todo Madrid". De algunas conversaciones sobre el tema que he tenido con Poli Délano, rescato ideas como respeto, compañerismo y apoyo. También largas jornadas de lecturas compartidas y el trabajo que el hijo hacía y aún sigue haciendo, para conseguir espacios editoriales para la obra de su padre. Esta relación entre escritores, Poli Délano la continuó con su hija Bárbara, poeta que nos dejó un par de libros de notable poesía.

Sin duda que crecer en un medio donde el quehacer de los escritores es próximo y cotidiano, debe ser un estímulo poderoso para adentrarse con acierto en los misterios de la creación literaria. En los casos mencionados ha sido así, aunque también existen los hijos de escritores que, tal vez asustados por los rigores del oficio, optaron por oficios totalmente ajenos a las letras, o que sus incursiones literarias fueron opacadas por la figura del padre, como podría ser el caso de Carlos de Rokha, hijo del poderoso poeta de "Los Gemidos".

Por último, y apartándome de los escritores chilenos, una relación particular es la que sostuvo Alejandro Dumas hijo con su padre, el inolvidable autor de "Los Tres Mosqueteros". Ya adulto, el joven Dumas debió socorrer a su padre de la miseria a la que lo condujo una vida de aventuras y derroches; y frente al hecho creativo, una experiencia conmovedora que cuenta en sus memorias, Dumas hijo se refiere al día en que, al hablar con su padre que se encontraba postrado en su lecho de muerte, éste le pregunta: "Dime, Alejandro, en tu alma y conciencia, ¿crees que quedará algo de mí". La respuesta del hijo fue una caricia que iluminó los cansados ojos del viejo escritor.