Acuña, Luis Alberto: Píldoras para el estrés
Santiago de Chile. EditoRial GéneSis, 2001, 63 págs.

por J.A.Massone


El aforismo es un modo incisivo y breve de registrar verdades y puntos de vista insólitos en torno de las más variadas materias brindadas por la vida. Algunas líneas bástanle a un(a) autor(a) para desnudar de oropeles y de untuosos ropajes aquellas experiencias que ofrecen semblantes y perfiles estatuarios.
Antiguo formato, el aforismo es un alfilerazo y un desacato en su concisión. Suele servirse de la paradoja en su tarea de estampar alguna considerable y sorprendente perspectiva. Nada le es ajeno. Ni el amor, ni la muerte, ni la ufana actualidad, ni lo más reverenciado por nuestra especie. Su instrumento es el escalpelo; el propósito más evidente: dejar en evidencia, abierta las carnes de la realidad. Por eso duele, sorprende, menoscaba e ilumina alguna zona de lo real.
Esta tarea es la emprendida en este impreso de Luis Alberto Acuña, cuentista chileno destacado, autor de obras como: La noche larga (1967); Jarrón de porcelana china (1979); Carmelo se fue a la guerra (1995), entre varias más.
Humor, crítica, severo examen y desnudas verdades habitan las variadas secciones de estas "Píldoras". Las hay blancas y negras, según calificación del propio autor. Casi siempre obtienen una sonrisa o un asentimiento con que la lectura premia lo insólito y , a veces, lo inaudito del enfoque con que asesta un lancetazo en el pecho de lo existente. He aquí algunos ejemplos:
"La mujer y la corbata se parecen mucho: ambas son bellas y suaves, y ambas pueden servir para ahorcarnos"; "la vida es demasiado seria para tomarla en serio"; "El crimen y la corrupción moral no tienen ideologías"; "Una idea debe destruirse con otra idea, no con una zancadilla"; "No deseemos tanto que nos reconozcan méritos y virtudes. Ya lo harán cuando estemos entre cuatro tablas". "Las dictaduras corrompen a las fuerzas armadas que las sustentan"; "No hay que mirar a un asesino como político, como héroe o antihéroe, sino como asesino".
Luis Alberto Acuña se incorpora a una larga e ininterrumpida tradición aforística. Cicerón, Raimundo Lullio, el refranero popular, Francisco de Quevedo, J.W.Goethe, Georg C. Lichtenberg, Federico Nietszche, Franz Kafka, Emile Cioran y entre nosotros, Gabriela Mistral, Vicente Huidobro, Raúl Simón, José de Val, Eliana Simón, Inés Cornejo, por ejemplo.
Síntesis de experiencia, estos pensamientos se transforman en una suerte de saber de la vida, como bien lo dice en el prólogo el escritor Fernando Quilodrán.
Texto que puede originar en el lector un examen de sinceridad desde el propio vivir y, de paso, un estímulo para escribir las íntimas percataciones acerca de esto y de aquello.