Revistas Literarias

por Diego Muñoz Valenzuela

 

 

Nuestro medio literario se ve bastante desprovisto de las revistas que lo han animado en distintas épocas. Desde mediados de los setenta hasta fines de los ochenta las revistas, trípticos, diarios y hojas literarias hicieron furor en Chile. Tal vez las ansias de expresión alimentaban este caudal de papel impreso bajo condiciones muy difíciles, que incluyeron una censura oficial que sólo expiró en 1984. Sin embargo, la necesidad de asumir una voz - en este caso la voz poética o narrativa - no explica completamente el auge espectacular de este tipo de medios, ni tampoco justifica su casi desaparición en la presente década.

 

Si efectuamos una síntesis tan apresurada como arbitraria, es posible citar publicaciones que destacaron por una u otra razón, en particular por su gran calidad y amplitud en términos estéticos. La gota pura tuvo una alta permanencia, y bajo la dirección de Ramón Díaz Eterovic superó la barrera de los diez números, difundiendo la poesía chilena y universal. La Castaña fue otro hit del momento ; dirigida por Jorge Montealegre, destacó por su gráfica y si bien se concentró en la poesía, también dio espacio a la narrativa. Obsidiana , quizás la única revista del período consagrada a la difusión del cuento, alcanzó la modesta edad de cuatro números, pero debe considerarse un antecedente relevante de los inicios del movimiento narrativo actual. A esta lista habría que añadir al menos a El Organillo, El gato sin botas, Huelén, el 100topiés, Poesía Diaria, entre muchas otras. En el extranjero también se editaron revistas de gran significación, entre las cuales podemos destacar Literatura Chilena Creación y Crítica, dirigida en Estados Unidos por David Valjalo, y América Joven , editada en Holanda por los hermanos Juan y Rigoberto Heinson.

 

En la actualidad contamos con muy pocos espacios literarios, ya sea en revistas especializadas o en suplementos exclusivos, con las excepciones de rigor que todos conocemos. Las escasas revistas existentes afrontan una difícil situación de sobrevivencia, ya que los auspicios de empresas privadas o del estado suelen ser escasos y magros.

 

Eppur si muove. El Juglar es el nombre bajo el cual circula en Estados Unidos la más reciente iniciativa editorial de José Paredes, editor y escritor chileno residente en Washington desde hace algunos años. Se trata de una revista literaria con formato de periódico, de excelente diagramación y fácil lectura por su atractivo gráfico, donde encontramos una variedad de contenidos que abarca la producción de escritores latinoamericanos, aunque siempre con una fuerte presencia de Chile. El Juglar ha llegado incluso hasta nuestros lejanos territorios, dando cuenta del quehacer de escritores latinoamericanos desperdigados por todo el continente.

 

No es una casualidad el surgimiento de esta revista que se empina ya hacia la decena de números, edad considerable para proyectos de esta especie. Pero lo que ocurre es que José Paredes no es un neófito, basta recordar su admirable incursión como editor y creador del sello Sinfronteras, bajo cuya colección publicaron autores destacados, entre los cuales podemos mencionar a Enrique Lihn, Jorge Teillier, Poli Délano, Ramón Díaz Eterovic, José María Memet. Además, es preciso agregar a los méritos de crear una editorial alternativa, que no dispuso de grandes recursos económicos en ningún momento, el hecho de que el experimento se desarrolló en condiciones muy difíciles, cuando pocos empresarios del libro osaban publicar a autores que podían ser vistos como conflictivos o poco "comerciales". No sorprende tanto entonces que este Quijote emprenda nuevas aventuras caballerescas en las lides literarias.

 

Hace mucha falta este tipo de energía que José Paredes derrocha más allá de nuestras fronteras, asumiendo estas aventuras editoriales que parecen insensatas en nuestra realidad "posmoderna". Es necesario definir políticas concretas de incentivo a la producción de revistas literarias, independientes o asociadas a otros medios de comunicación. En esta materia el estado - como fundamental garante de la educación, la cultura y la libertad de expresión - deberá tener la primera palabra y definir mecanismos que soporten y alienten la generación de este tipo de medios. Resultaría del todo esperable que el Consejo Nacional del Libro abarque este ámbito en sus próximos concursos de proyectos, ateniéndose - como siempre - a parámetros de calidad y excelencia, así como de amplitud en su sentido más amplio.