El Duende Serafín

Fragmento del libro “El Duende Serafín” de la escritora chilena Estela Socías Muñoz

— ¡Ah!... usted es Oreste el soñador que enseña a los niños cómo entretenerse y a jugar con cosas tan simples como los tarros, con que se pueden hacer zancos, perforándolos y poniéndoles lienza, o saltar a la cuerda!

— Ese soy yo –respondió con humildad y simpatía Oreste- la verdad es que mi trabajo lo he hecho con mucho cariño y siempre pensando en que nuestros niños puedan ser felices con los mismos juegos que sus padres y abuelos practicaron y disfrutaron. En realidad son juegos que se han transmitido de generación en generación. Yo también jugué de esa manera en mi niñez y fui muy feliz.

— ¡Qué hermoso es escuchar eso! -exclamó Ángeles. Ahora los niños sólo quieren jugar con cosas tan terribles como naves para la guerra y con muñecos musculosos llenos de armas por todos lados. Algunos niños llegan a creer que la guerra es sólo un juego… otros pasan todo el día frente al televisor o al computador.

— Qué bueno que puedas ver las cosas con tanta claridad.

— ¿Sabe Oreste? – interrogó Ángeles – me gustaría saber cómo surgieron esos juegos que usted enseña a los niños.

Oreste se sentó en el medio de la habitación donde Ángeles tenía su máquina de coser. Hizo que los niños se sentaran a su alrededor y empezó a contarles la historia.

— Me llamo César, ustedes me conocen por mi seudónimo o nombre de fantasía que me puse para escribir sin ser reconocido en un principio, o sea Oreste Plath. Siempre he querido entregar a los niños y jóvenes la realidad popular de mi país, para que de ese modo se dieran cuenta que el folclore no sólo era música, letra y danza, sino que también muchas otras tradiciones y costumbres de nuestro país.

Carmelita, Ángeles y sus amigos escuchaban con mucha atención mientras Oreste los cautivaba con su relato.

— ¡Pero, basta de tantas palabras…manos a la obra!... Pásenme esa soga que está amarrada en aquel árbol.

En aquel momento, Ángeles que estaba muy entusiasmada con la idea le dijo: “Oreste antes de continuar, usted tiene que ser transformado en muñeco de trapo”.

— Por supuesto, procede- respondió con simpatía el escritor.

— ¡Entonces… “por el poder de Ángeles la brujita de la vida que Oreste y Nico nuestros nuevos amigos sean convertidos en muñecos de trapo!”

Y ambos fueron convertidos en muñecos de trapo, Oreste se miraba y se reía, no podía creer lo que estaba viendo. Con la sonrisa en su rostro prosiguió con su relato.

—Acérquense Carmelita y tú Igor, les voy a demostrar cómo se juega a saltar la cuerda. Tomen esa soga uno en cada extremo… ahora agítenla dándole vueltas y más vueltas, mientras ustedes. Lucía y Paula, pónganse en un extremo una detrás de la otra, luego la primera se pone al centro de la soga y vas saltando de manera que la soga les pase por debajo de los pies y por encima de la cabeza, y luego te sales del juego por el extremo contrario al que entraste… y así sucesivamente… si falla alguna, cambia su sitio por una de las que da el movimiento a la soga.

Carmelita y sus amigos no podían más de felicidad y ésta llegó a su máxima expresión cuando Oreste les enseñó una canción, hizo ver que era mucho más entretenido cantar cuando se estaba jugando a la soga.

Y fue así como empezaron a cantar mientras saltaban

“Al pasar la barca
me dijo un barquero
que niña tan linda
no tiene dinero.
Un, dos, tres.
Pedro, Juan y José
lima, limita y limón
Rosa, clavel y botón

Salta niña que vas a perder”.