Tengo miedo torero: “sobre los monólogos vacíos”

por Cristian Brito

 

Hablar de Pedro Lemebel es referirse a un universo por la mayoría desconocido. Un mundo en el que se manifiestan ideologías, tendencias, modas y posturas, un sector de la sociedad que pasa casi desapercibido, pero que está ahí y que vale la pena conocer. En este sentido, “Tengo miedo torero” (Seix barral, 2001) -primera y única novela del autor-, nos ofrece un relato decidor, donde el asunto gira principalmente entre lo marginal y lo político. Con un discurso crudo, descriptivo, irónico e incluso cómico, escenificado en el Chile de 1986, y con la figura de Pinochet como sombra inequívoca de todo lo que en el país acontece, se nos presenta una novela en la que se conjugan amor, odio y política.

Así, Lemebel nos abre las puertas a una realidad marginal, periférica y desconocida, la de los travestis, el submundo al que pertenecen y entrevé su particular opinión implícita sobre el periodo de la dictadura, teniendo siempre presente la ya reconocida postura izquierdista del autor. “Tengo miedo torero” posee la gran cualidad de satirizar a diversas realidades y sectores de la sociedad chilena sin distinción. En la obra Lemebel desnuda el actuar de los travestis realizando una auto ironización, sus diálogos y formas de ser, y, al mismo tiempo, nos ofrece la visión de su personal configuración de la intimidad de Pinochet, en narraciones donde mezcla principalmente el humor y el miedo, con un marcado hincapié basado en la ridiculización de la figura de su esposa, Lucia Hiriar: la Primera dama.

Es en este personaje en quien basaré mi análisis, con el sustento teórico que José Amícola nos entrega sobre el camp, planteando como hipótesis a la figura de la Primera dama como la personificación de la ironía, de la sátira que en el camp se menciona. Es oportuno aclarar que “el fenómeno del camp utiliza siempre la parodia y la sátira, pero, al mismo tiempo, se caracteriza por hacer de ellas un modo general de su discurso “(Meyer, 1994:188). Con una voz narrativa omnisciente -que devela el pensamiento de Pinochet- Lemebel ridiculiza la superficialidad, cursilería y frivolidad de Lucía Hiriar. Son sus monólogos los que Lemebel utiliza como recurso narrativo para entregarnos su mirada sobre este personaje, quedando en la retina del lector como un ser de inferior capacidad intelectual, más preocupada de la moda y el qué dirán. “Sí, como te digo, es una pesadilla saber que todos esos comunistas patipelados, que se creen escritores, se relimpian la boca contigo…tan diferentes oye a don Jorge Luis Borges, un caballero, un gentleman…dicen que el pobre se perdió el Premio Nobel porque habló bien de ti…pero la verdad Augusto yo no entendí ni jota cuando traté de leer el Olé, Haley, Alf. ¿Cómo se llama ese libro famoso? (Pág. 113). A pesar de que en sí, los monólogos de Lucia Hiriar no poseen una real importancia dentro del asunto de la novela, sí nos entregan, por contraparte, la crítica y virulenta visión de Lemebel sobre la figura de la Primera dama de la época dictatorial.

La superficialidad que irradia en cada una de sus intervenciones, es también el reflejo de la inopia importancia que, para el autor, su persona posee, y que Lemebel ironiza incansablemente “la gente no está descontenta contigo ni con tu gobierno…la culpa la tiene el gris de los uniformes, ese color tan depresivo tan sobrio, tan apagado tan poco combinable…y tú con ese uniforme plomo, color burro cerrado hasta el cogote” (Págs. 31-32).

Esta particular personificación que el autor en reiteradas ocasiones realiza, parece abusiva, claro, considerando que dentro de la historia no posee mayor relevancia, pero se explica tomando en cuenta la postura sexual de Lemebel, en especial si se le relaciona a lo referido en el concepto de gender, definido como “el status social del sexo” (Laquear,1990) como característica de la prosa homosexual, marcada por lo confrontacional, donde se pretende realizar una regulación social y en la que la familia será el primer núcleo, para que luego la idea sea desarrollada y abarque a un sistema social más amplio, es decir, la intimidad de Pinochet y su señora servirá como base para comprender el porqué Lemebel recurre a la pareja como hilo conductor que permita vislumbrar la psicología que el escritor le imprime a Lucia.

No necesariamente pretende englobar a la mujer en la figura de Lucia, pero de igual forma nos muestra la enemistad y celos de los homosexuales travestidos frente al sexo femenino en voz de la protagonista la Loca del Frente “Qué patudez venirse a meter con a mi propia casa con esa mina facha de puta. Con esa minifalda apretada y esos globos de tetas que se le arrancaban por el escotazo, y ese largo pelo sedoso que se alisaba sacándole pica a sus tres mechas de vieja calva” (Pág. 90) A pesar de que escenas como esta, donde los celos y envidia del travesti hacia la mujer se manifiestan, nunca se les da el carácter de estupidez y vacío intelectual que le otorga a Lucia, en este sentido Lemebel realiza una declaración de principios del mundo homosexual pero no desarrolla esa enemistad hacia todas las mujeres, será en consecuencia, la figura de Lucia la que únicamente representará lo más torpe que se puede llegar, su verdadera enemiga, y que será a lo largo de la novela el objeto de ironización y burla.