Un río es como un coro

Por Juan Antonio Massone

Para que escuchemos las voces del Maule, tres poetas: Matías Rafide, Naín Nómez y Marcela Albornoz han preparado una espléndida antología poética: Poetas delMaule, en una espléndida edición con sello de la Universidad de Talca. Es hora de festejar la calidad de los libros que viene entregando la mencionada casa de estudio.

Dos selecciones debidas a Rafide—una de 1973, de 2001 la otra-- preceden a ésta que, en 331 páginas, nos torna audible el timbre vocal de 58 poetas. El primero, Pedro Antonio González nacido en 1863; el más novel, Santiago Azar, en 1976. Es decir, más de un siglo de data muestran los extremos biográficos que cubre la antología. Y esa amplitud tiene su correspondencia en la abundante bibliografía que sirve de fundamento a las lecturas de los antólogos.

¿Qué lleva el río Maule en sus aguas sino sueños, edificaciones de la memoria, admiradas presencias, inolvidables reveses y parabienes del afecto? ¿Podría concebirse otra fluencia más germinadora de ese no sé qué de un alma en soliloquio, de una humanidad conmovida, como este río que nombra una región de historia y de sensibilidad hecha obra?

Intimidad y épica tienen un sitio en estos poetas tan diferentes en su común origen telúrico. El objeto rural y el episodio citadino abrazan estos poemas, de acuerdo al énfasis de cada autor; semejante papel alcanzan los motivos de la existencia cotidiana y del ensueño, lo mismo que el asunto sacro o el profano dan pie, por igual, a la expresión literaria.Tampoco falta a la cita el verso métrico y el libre, muestras de la riqueza heterogénea de las modulaciones líricas seleccionadas. Por último, lo más importante: no todos los textos quedan tributarios del telurismo, pero ningún autor sabría desoír su pertenencia originaria a la tierra maulina.

Bien puede espigarse en esta antología muestras señeras de creación poética:

“La chichita bien madura brama en las bodegas como una gran vaca sagrada,/ y San Javier de Linares ya estará dorado, como un asado a la parrilla, en los caminos/ ensangrentados de abril, la guitarra// del otoño llorará como una mujer viuda de un soldado…”, escribió Pablo de Rokha.

A su turno, Enrique Gómez Correa reflexiona acerca de la mortalidadexistencial: “Dónde hacia adónde nos dirige la muerte/ con la mirada/ uno sabe que el desvanecimiento de los pasos/ termina en el amor”.

Entre los nombres que integran esta hermosa edición, es imprescindible recordar los de: Jorge González Bastías, Jerónimo lagos Lisboa, Armando Ulloa, Pablo Neruda, Augusto Satelices,Carlos René Correa, Stella Corvalán, Eduardo Anguita, Emma Jauch, Edilberto Domarchi, Manuel Francisco Mesa Seco, Rubén Campos Aragón, Efraín Barquero, Miguel Moreno Monroy, Fernando Quilodrán, José Francisco Carrión, Bernardo González, Isabel Gómez, Edgardo Alarcón, Enoc Muñoz, además de los tres antólogos, todas voces muy diferenciadas.

Aparte de las selecciones respectivas, M. Rafide y N. Nómez escriben algunas notas introductorias que resultan serviciales. Con todo, el aporte bio-bibliográfico a propósito de cada poeta aumenta la importancia de este trabajo. Fechas, títulos y la acertada percepción valorativa de los poemas refrenda la importancia consultable de este volumen.

Concluimos con una cita de Manuel Francisco Mesa Seco; sus versosacuden a respaldar el sentido de esta cosecha poética:

“Ser hombre al fin es eso:/ descender a rescatar al hombre.// Descender para abrir el mundo/ y que se abra el brillo libre/ de su belleza.// No otra cosa son el llanto y la muerte./ Será entonces la mano escribiendo/ el resplandor”.