Valparaíso, la ciudad extrañada, vista por 4 poetas extraditados: Alberto Rojas Jiménez, Osvaldo Rodríguez, Eduardo Embry y Juan Cameron.
Por Marcelo Novoa Sepúlveda (Doctorando Literatura PUCV)

 

A partir de algunas premisas inciertas (iluminaciones, diría, sino sonase hoy pedante y demodé adjudicarse tal videncia) quiero desarrollar en las siguientes páginas, estas notas preliminares que deberán ser necesariamente revisadas y corregidas, quisiera revivir los ecos y reverberaciones que la poesía moderna porteña palpita sobre la arquitectura simbólico-residual de esta ciudad tan “versada” como “cronificada” (si ambos neologismos me son permitidos instalar aquí) sin que ello comporte agotamiento o disolución de un imaginario local postizo. Entonces, convendrá exponer, en forma acotada, algunos de los pliegues y/o pespuntes de estos textos concéntricos a la vez que divergentes (como cualquier hecho cultural y literario que se precie) resultantes de las prácticas literarias, que con distinto énfasis en cada autor estudiado, se refieren a la incapacidad de nostalgiar-se del Valparaíso siglo XXI, sino es ante una imagen cristalizada por los poetas, que cada vez más se desdibuja en la retina, aunque sea coloreada incesantemente por una desmemoria colectiva que ensalza –sin leerles ni productivizarles– sólo logra integrarlos al imaginario social al uso, como portaestandartes de toda gloria literaria pasada de una ciudad que se viene abajo.

De vez en cuando debiéramos salir de la obsesa representación del Otro -llámese crítica, comentario o simple lectura de textos ajenos- para airear nuestra perspectiva, como quien practica un pasatiempo sin otro ánimo que estimular la mente y ya no practicar una indiferencia. Esta especie de distancia auto-medicada nos permite "enfriarnos" del consumismo lector y cesar, aunque sólo sea como mínimo consuelo, nuestras prédicas en el desierto panorama de la crítica local. Si ya hemos sido discapacitados para más altas funciones que mantener en perfecto anonimato a ciertos autores fuera del uso -canon comercial dictaminado por la moda y/o el mercado dominantes- se vuelve innecesaria toda defensa de posiciones. Peor, sobra cualquier diatriba contra los escasos lectores informados, se encuentren estos en las universidades o fuera de ellas. Aquí hablo de cuatro autores "porteños" yendo y viniendo desde el extranjero: Alberto Rojas Jiménez (Francia), Osvaldo Rodríguez (Italia), Eduardo Embry (Inglaterra) y Juan Cameron (Suecia). Cruce de caminos y extravío de sentidos convenientemente regido por las crueles leyes que rigen los intercambios de bienes y servicios culturales, pues sus textos suceden al descampado de nuestras sacrosantas aulas mass mediáticas. Puestos a meditar sobre estas y otras más espinudas urgencias del espíritu provinciano que me anima, no puede dejar de resultarme conmovedor que aún existan lectores interesados en tales pasajes de lucidez, esos inciertos espacios interpretativos que resultan de la lectura (des)atenta que aquí ejercito, sobre y contra dichos textos nostalgiantes. Sin olvidar, que tanto la simbolización de los textos aquí aludidos, como la urbanización del Puerto, marchan parejas hacia la demolición, producto del olvido lector.

CARTA-OCÉANO de Alberto Rojas Jiménez (extracto)

Yo era el poeta vestido de niño
en el año triste en que los niños rompen las flores.
Ningún hombre me dijo nunca que debía cantar.
Corría la luna por detrás de las nubes.
El sol quemaba los frutos y el lomo de los cerros.
Mis manos buscaban luciérnagas
en la sombría humedad del invierno (…)

Infancia triste rayada de oraciones.
En la noche el galope de los caballos
amedrentaba mi sueño, y el sol tardaba en llegar.
Hubo una vez un circo.
Una mujer verde se balancea en mi memoria
colgada de un trapecio.
Admiré los peces dorados en el agua de plata.
Lloraban los campanarios al caer de las tardes.
Hay un volantín dormido en el cielo de mi infancia.

Adolescencia acodada al marco de las ventanas,
comenzó por entonces la canción que hoy continúo.
Era la vieja historia del arcoiris y la palabra amor.
Vi cruzar sin asombro el primer aeroplano
y subí sobre mi casa para tomarlo en las manos.
Era la edad doliente del deseo y la espera.
Vestido de negro acompañé el primer funeral.
Entonces vieron mis ojos el retrato de los héroes
adornando las vidrieras de todas las farmacias.
La casa se llenó de convidados.
Escribí la primera carta
Me llevaron hasta un puerto para mostrarme el mar. 

Tales son, entre muchas otras ociosas variaciones, los alcances de el presente estudio, para poner en relación aspectos de diferente índole, que vistos en su conjunto, muestren que el escritor porteño que malvive en una sociedad en eterno proceso de transformación desde el siglo XIX y hasta principios del presente (es decir, durante la más de cien condenados años), establece una compleja relación con su época, pero aún más, una equívoca relación de negación-apropiación de la ciudad que le contiene y rechaza, a la vez. Así pues estos escritores actúan bajo el signo saturnino de la ambigüedad, en muchos distintos niveles: tanto en cuanto a su actitud social manifiesta, a un tiempo desprecio y deseo de dejar por escrito la materialidad de su escenario verbal. Junto con establecer una clara división entre la escritura poética (la verdadera visión, la mirada destinada a permanecer) y la periodística o nominal (cierta prosa práctica, para el consumo instantáneo del ojo enceguecido por los medios de comunicación). Y con respecto a dicha condición de escritor-vigía, ellos además, torcerán su visión hacia los mundos interiores, logrando aunar de manera inédita –en estas costas- los espacios mentales del arte y las concreciones simbólicas de la vida corriente de la mayoría de los habitantes de esta ciudad.

Presagio de Osvaldo Rodríguez

Un día te levantarás y no amanecerá,
querrás cantar y no recordarás palabra.
Esa mañana el sol saldrá de pronto
y alguien me nombrará en Valparaíso.

Oirás a la distancia un ruido de ascensores,
los aplausos de un teatro
y la palabra adiós se quedará
pegada a tu memoria como una cosa muerta.

Será un día muy largo, no sé si en el otoño,
pero el viento vendrá con otro rostro
y las gentes se mirarán como asustadas.

Cuando mi último aliento se vaya,
sentirás que te llaman y abrirás esa puerta.

No habrá nadie, sólo el viento
con la misma mirada amarilla de miedo.

Ahora examinemos la formalización literaria que este continuo de prácticas escriturales ha podido inducir en el imaginario local. Al examinar esos antecedentes que rodean la obra y la realidad social del poeta porteño, es posible ver que tales autores despliegan una conciencia de extrañamiento respecto a su condición social e intelectual (serán siempre poetas, aquí o allá, dentro o fuera del lar propio, concibiendo su lugar de residencia, cualquiera sea, como la pequeña casa del autor). Esta suerte de ideología portátil, que en último término configura la práctica social de dichos escritores, pues su autenticidad (no su fidelidad a un modelo, ni menos su veracidad con el referente) es inducida por una “conciencia extrañada” que carga a su vez —y esta es nuestra hipótesis— con una percepción dicotómica del mundo; pues, frente a la evidencia concreta (pero no deseada) de la Ciudad de Valparaíso, ellos opondrán una visión de lo ajeno (pero sí deseado) como es el Puerto de la Memoria.

Qué lindo sería ver a Quinto Horacio Floco de Eduardo Embry

Qué lindo sería ver a Quinto Horacio Floco
Bajando en un colectivo veloz
por estas calles
de punta hacia el mar,

yo cerraré mis ojos para ver
sus simpáticos palafitos,
que ningún temblor los mueva,
semejantes
a las ruinas romanas
donde descansan sus piernas;

de haberle conocido de muchacho,
le habríamos visto lucir
sus pantalones blancos y su chaqueta azul
llena de botones dorados,
en primera fila, entre incendios y derrumbes,
que - si abriéramos  bien los ojos -
en todos estas cimas

y por mucha maravilla que hubiere,
qué honor, yo quisiera verlo, fuera de sus odas,
marchando adelante
ante los héroes de Iquique.

Aquí, no se trata de buscar causas directas «reflejadas» en sus obras literarias (deportación, destierro, exilio, expatriación), sino de examinar la realización discursiva que desemboca en una recepción crítica del mundo erigido desde las palabras. Dicha actividad nostalgiante, unida indisolublemente a las circunstancias materiales en las que desarrollaron su actividad poética, marca dicha productividad: pues se han obligado a vivir desde fuera el país y su lengua, y por ende, la ciudad letrada que construyen, recuerda más un espejismo, el reverso de un espejo, o una melancólica imagen especular, a la vez que evanescente, que la fotografía, retrato o instantánea del lugar citado, por orden tácita de una conciencia política o un deber ideológico programático. Con frecuencia, los lectores actuales hemos comprobado que a los exiliados latinoamericanos (y por ende, su escritura) se los instrumentalizó en Europa, utilizándolos como objetos, se los estudia, pero no se los comprende. La solidaridad que reciben, fue hipócrita. Pues, al Viejo Continente no le importaban tanto las dictaduras que asolaron Latinoamérica, sino la pérdida de sus enclaves comerciales. Así, para este recorrido por tales poéticas extrañantes, resulta modélico el caso de Rubén Darío, (llegado desde fuera, su mirada descomprometida, pero afectivamente vital sobre la ciudad que le acoge, es ciertamente, reveladora) pues será el único -en la época- capaz de diferenciar los dos Valparaísos que subyacen ocultos al habitante: la ciudad bursátil y cosmopolita, a la vez que la región creadora de mitos e imaginarios literarios locales.

Camisa blanca para mi hijo Pablo (Juan Cameron)

De todas las camisas la de color blanco
la de todos tus días   la de todas tus semanas
Dédalo tenía una camisa blanca y de ella hizo alas
y en ella diseñó su laberinto

¿Tendrás camisa blanca en este lunes?
¿Están zurcidas tus calcetas?
¿Diseñas unas letras para olvido?
Es otoño allá afuera
La palabra nieve y la palabra lejos
comienzan a blanquear sobre la página
aparecen como leves canas
hollín sobre los puños
blancas camisas allá en Valparaíso
donde el viento me agita todavía

La camisa es el velamen en la imagen
La transparente hoja donde escribes

Nunca pierdas el rumbo    anda    sigue   vuela
cuida tu camisa blanca
Las camisas blancas se lavan en la artesa

En Extrañamiento del mundo (2001) Peter Sloterdijk piensa al hombre como mediocridad insatisfecha, una vitalidad atontada que triunfa, hundido en la ambigüedad del propio yo. Y hallará en la poesía el abastecimiento de la necesidad de huida del mundo y en el viaje, un fallido intento para derribar dicha ontología de la trivialidad. Así, Sloterdijk concibe la adicción (que diferencia del consumo de drogas como parte de un ritual de éxtasis o de embriaguez) como una "dialéctica de huida y búsqueda de un mundo", esto es, un intento individual de suplir la ausencia de experiencias existenciales genuinas. En cambio, los poetas, dotarán a esta nomadía de un norte: encontrar un arraigo para la vida. Y nuestros poetas viajeros huyen, entonces, para reencontrarse con la ciudad más odiada, aquella que los ha constituido como poetas, y que les trae de vuelta, cada vez, en cada poema. Por ello, Sloterdijk al hablar de "la autoexperiencia pánica del acto de presencia", concluye que 'la ausencia' sería un 'darse cuenta' del mundo interior, sin interferencias, como si esa zona de fantasías, anticipaciones y deseos, o si se quiere, a la sublimación, la capacidad neurótica de estar en el mundo, pero apartado, extradicto, siendo causa y consecuencia de su desdoblaje. Y allí veo a estos poetas porteños, capaces de mirar-se autobiográficamente y evitar la mirada espejeante de la ciudad-fetiche, para nostalgiar un futuro, sólo posible de ser construido desde las ruinas del lenguaje, sí, pero siempre desde una poética distante y distintiva, como la que aquí señalan estos poetas ejemplificados y ejemplares.
Por ello, hemos denominado poetas extraditados a los citados ejemplos de Rojas Jiménez, Osvaldo “Gitano” Rodríguez, Eduardo Embry y Juan Cameron, pues según consta en la definición penal al uso: extradición es el procedimiento por el cual una persona acusada o condenada por un delito conforme a la ley de un Estado es detenida en otro y devuelta para ser enjuiciada o que cumpla la pena ya impuesta. Y este proceso sucede vía la palabra, la escritura es quien despenaliza al poeta y le devuelve a su ciudad-imaginada, restaurando así, el orden secreto de una realidad más permanente, aquella que reside en las palabras fundantes, aunque en estos casos estudiados, se base en una "dialéctica de huida y búsqueda del mundo", a la vez. Por ello, habitantes del Valparaíso letrado, como fuimos y seremos, saludamos estas miradas poéticas que recomponen la fracturada visión de la ciudad “hundida para arriba”, para invitarnos a morar en la ciudad “del viento y el olvido”, en cada amorosa relectura de estos poetas que van y vienen.

Valparaíso, 2010.