Zurita Reeditado

Patricio Tello

 

 

En 1982 aparece la primera edición de Anteparaíso, libro precedido por Purgatorio y gracias al que, Ignacio Valente, el crítico oficial de aquel entonces, calificó a su autor como un “verdadero heredero de los grandes”.

Desde entonces, Raúl Zurita ha desarrollado una importante tarea poética iniciada en el contexto traumático del Chile post golpe de estado y cuya escritura revela la aparición de novedosos recursos técnicos y, sobre todo, un tratamiento del sujeto que obliga a pensar en una figura para la cual el opacamiento y seudodisposición de éste en la escritura son extensivos al descentramiento de la identidad propia: Juan Luis Martínez.

Elaborada a la luz del dolor y la diáspora, y bajo la égida tripartita de Dante, la perturbadora labor de este integrante de la llamada “neovanguardia” ve la luz nuevamente en la bella reedición de Editorial Universitaria (188 páginas, 1997) acompañada por las fotografías de textos escritos por el autor en los cielos de Nueva York no publicadas antes en el país y que han sido extraídas de una cuidada edición alemana.

 

La incorporación de estas fotografías al texto de Anteparaíso abre, evidentemente, la posibilidad de una nueva lectura, operación que las nuevas generaciones de lectores escasamente ha llegado a formularse; porque la confluencia de estos dos espacios textuales -la efímera escritura celeste capturada en el acto y el texto mismo de Anteparaíso- perpetra una mirada cuya significación rebasa en mucho la aparente desvinculación de gestos en realidad unitarios: el cielo como espacio de escritura implica la proyección de un dominio humano sobre otro sagrado para, en el conjunto de una obra que llega hasta nuestros días, arrojar su sombra sobre la otra gran página -ésta perenne-: el desierto de Atacama, escritura colosal que cierra el tríptico Purgatorio-Anteparaíso-La Vida Nueva y abre las puertas a la visión final.

La recuperación literaria de los grandes escenarios efectuada por Zurita, se afinca en una larga tradición que ha interrogado al mundo como a una gran página -o libro- cuyos signos, en la actualidad, han enmudecido por ausencia de interlocutores. El carácter épico del paisaje es la metáfora justa para un estado del mundo que reclama el resurgimiento de una historia en la que arte y vida reunifiquen sus dominios.