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CORAJE DEL CORAZÓN EN EL TRANSPORTE DEL DOLOR

Por Virginia Vidal

“Recordar para actuar: he aquí la clave del recuerdo activo. Reafirmación de la identidad personal que se quería destruir.”

Sergio Vuskovic.

Leer y releer Un viaje muy particular, es enfrentarse con los problemas trascendentales que han animado mi espíritu desde que tuve conciencia de poseerlo. Su autor es Sergio Vuskovic, el profesor de Filosofía y alcalde de Valparaíso durante el gobierno de Salvador Allende, que fue torturado en la goleta “Esmeralda”, buque-escuela de la armada de Chile, y luego enviado a la austral isla Dawson, para meterlo después en otros campos de concentración.

Conocí a Sergio Vuskovic cuando éramos estudiantes liceanos y fundamos la Federación de Estudiantes Secundarios e integramos su directiva. Inseparable de Elena Villanueva, nunca dejé de verlos, sobre todo en los duros días del exilio. Gracias a Sergio, conozco a Valparaíso, su amor, y me ha hecho caminarle cerro por cerro. Así también, caminando corredores me enseñó la belleza de Boloña, llegando por cierto al Colegio de España donde se educaban aquellos señores tan arrogantes de la Conquista y de la Colonia, tanto que antes de tener universidad propia, preferían viajar hasta la docta, la roja, la noble Boloña.

Un viaje muy particular nos enseña el camino al fondo de la propia mente en un transporte muy singular y en circunstancias que no desearíamos a ningún ser nacido sobre el planeta. Avizorar este camino resulta necesario, más aún cuando en este país surgen supracensores, cauteladores de la moral y peritos en dolor y sufrimiento que pretenden cubrir bajo siete velos los sufrido y lo insufrible y apagar los recuerdos para que las abominaciones no sacudan la memoria.

Este vehículo mental es conducido en el curso de la tortura y obliga al viajero de la mente a enfrentar su destino en completa desnudez y absoluta orfandad. Pero al revés de la criatura que ve por primera vez la luz al salir del seno materno, este viajero posee a la vez el potencial humano mental y su propia historia personal. Su travesía se va a producir en un espacio y tiempo interiores.

Entrevistar a torturados no es ejercicio de complacencia sino oficio imperioso para denunciar la infamia. Es posible encontrar en ellos una gran resistencia a comentar su experiencia. Uno me dijo que era muy difícil hablar de eso, porque era hablar de la máxima humillación, del haber sido degradado, rebajado en su dignidad. Por esto, considero que el laborioso empeño de Sergio Vuskovic para ofrecernos este viaje donde habla del comportamiento de una mente bajo la tortura, es un aporte humanista, una contribución a la mejoría del hombre y de sus relaciones. Muchos seres con su respectiva cultura y experiencia genética realizaron este cruel y doloroso viaje y, como el autor, descendieron a las raíces mismas de la especie es una revalidación de la fe en el ser humano y su destino. Muchos perdieron las energías, fueron traicionados por su envoltura corpórea, el Pájaro Torturador les rompió el cuesco, pero sus almendras quedaron intactas.

Quien logra preservar la envoltura de su almendra, constata que mientras sufre lo desconocido: dolor y vejación, mientras le llegan mensajes no sólo de su lengua materna sino también sonidos que su inconsciente grabó otrora, ya fuera en íntimo lenguaje familiar o desde fragmentos de lenguas extrañas, a partir de lecturas o emitidos por personajes cercanos. La intensidad del sufrimiento puede anestesiar momentáneamente el cuerpo maltratado, pero la conciencia está iluminada y va registrando, grabando todo lo que sucede, sin agregar ni censurar nada sobre la vida personal y sobre lo que está sucediendo a mi alrededor; pero, alerta sobre un solo punto, un aspecto decisivo que requiere esencial y expresa vigilancia.

En esta situación límite, el ser vejado, escarnecido y vulnerado, puede lograr su suprema condición humana: sentirse una parte de la carne del mundo, del vivo organismo formado por todos los hombres. Y sumergido en el océano del dolor, ser una pequeña isla capaz de aprehender la esencial unidad viva de todos los seres pasados, presentes y futuros. Esa unidad es un proceso donde se da la muerte y el nacimiento a una nueva vida que pertenece a una mente universal de insospechada potencia.

Esa mente universal y la conciencia humana colectiva, la memoria humana, los valores y experiencias que yacen en los genes mismos. La pequeña isla de conciencia es un cuesco que guarda una almendra. Ese cuesco está siendo taladrado por el Pájaro Torturador, pero puede discernir e interpretar cuanto le acontece y actuar en consecuencia. Puede resistir para preservar la almendra y asistir a “la transformación del dolor físico en el dolor de una pasión”.

La pasión es un camino con muchas estaciones, con muchas etapas. Como constata el autor: “el ser padece porque quiere ser total y por eso la escisión era periférica porque la observaba desde un centro unitario: la totalidad del cuerpo y la conciencia completa”. Esa pasión es un tránsito que determina la existencia del individuo como integrante indispensable inevitable de todo el cuerpo humano universal: la historia de un hombre es la historia de todos los hombres, el dolor de un hombre es el dolor de todos los hombres. Remontar el dolor es trascender, es eternizar al hombre, demostrar que la especie es una unidad indestructible que se apoya en amor y fe, en confianza en los otros, en esperanza y confianza en la solidaridad de los que comparten la misma pasión. Esta fe ratifica “la existencia y la acción de un poder real que estaba infinitamente más allá de la violencia animal, sobre la cual el pájaro torturador fundaba sus poderes”.

Regresar del viaje comporta el deshielo del dolor, salir de esa anestesia que induce al olvido y recuperar el cuerpo amortiguado, recobrar la conciencia, saberse vivo. Sufriente pero vivo. Sufriente pero alerta. Constatar la vida es asumir el dolor, la precariedad corporal y también asumir la condición de cuerpo humano integrante de una especie pensante preservadora de valores que la tortura no puede aniquilar. Parte de una “unidad viviente” que coexiste con la oscuridad y la luz con “los círculos concéntricos luminosos y los tenebrosos, del miedo cerebral y el coraje del corazón”.

Coraje y corazón tiene la misma raíz. Tiene que ver con impulso, emoción, pasión, brío, eso que en lenguaje popular se mienta como “hacer de tripas, corazón” Es decir, sacar de las entrañas una fuerza insospechada para enfrentar la dificultad, el miedo, para remontar desde el polvo mismo. Sólo así se puede trascender.

Este coraje del corazón permite "aprehender la esencial unidad viva de todos los seres pasados, presentes y futuros”. Esta unidad esencial viva posee una mente integrada por las conciencias de todos que permite refundar a quien preserva su almendra de los ataques del Pájaro Torturador.

Un viaje muy particular revela que aun el mayor de los sufrimientos corresponde a una escogencia. Si te ves obligado a hacer ese recorrido significa que hiciste una elección en libertad. Y toda elección en libertad comporta riesgos y la determinación de no eludirlos y de no renunciar a las propias ideas y responsabilidades. Has decidido poner a prueba el coraje de tu corazón y asumir la vida con todas sus estaciones sin hacerle el quite al camino de la pasión.

 


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