Crónica Literaria
Todavía
Por Jorge Arturo Flores
El amor es un tema que, desde diferentes prismas artísticos,
ha sido utilizado por el hombre desde que tiene uso de razón, aunque
se diga que el amor lo que menos tiene es lo razonable (nos referimos al enamoramiento).
Pues bien, en nuestras letras existen una variada gama de textos que aluden
al amor como tema central de sus nudos narrativos, incluso la poesía
se ocupa de él como base sustentatoria. Frente a tal avalancha monotemática
el lector podría preguntarse con toda propiedad: ¿y cómo
estamos en cuanto calidad literaria?. La abundancia, a veces, no provee este
detalle importante.
La calidad la ofrece la diferencia.
Y en estos campos hay autores que han sabido ser diferentes en el tratamiento
del asunto.
En narrativa, por ejemplo, hemos releído la novela del escritor Carlos
León, “Todavía”, que trata sobre el tema en comento.
Es un motivo manido, sin duda alguna, pero como decíamos anteriormente,
la diferencia es lo que lo hace interesante y motivador.
Es la historia de Carlos, el alter ego del autor, en sus inicio amatorios
durante su adolescencia. Más precisamente, en sus tiempos de Liceo.
Ambientada en Iquique, a comienzos de siglo, el narrador nos relata con algún
detalle, no mucho, el dramatismo, el dolor, la esperanza del amor en ciernes
y que posteriormente, por el abandono de ella, se transforma en algo parecido
a una enfermedad.
La enfermedad del amor.
¿Quién no la ha sufrido, específicamente, en los años
mozos?. Pocos puede negarlo. La mayoría ha padecido esos dulces tormentos
que nos hacen ver la existencia de forma oscura, con suicidio a la puerta
y con una mirada distinta a los demás. Algunos se sobreponen (siempre
un clavo saca otro), pero otros, los más sensibles no olvidan nunca,
se aferran al recuerdo, a la imagen, permanecen incluso célibes, cuestión
esto último difícil de entender, habiendo tantas mujeres...
Carmen es la heroína de la novela. Una muchacha bella, gata y paloma
en sus reacciones, dueña de un arsenal de groserías impropio
de una señorita de aquellos tiempos (hoy ya no importa tanto) , pero
que en sus labios resulta hasta agradable. Dura, fuerte, con una personalidad
superior, causa admiración y rara vez recelo. Es una protagonista que
acapara el interés del lector al igual que su hermana Susana, que es
lo contrario.
Esta dos mujeres llenan las páginas y la conciencia de nuestro personaje,
que sufre por Carmen. Menos mal que al final, cuando todo estaba perdido,
ella retorna a él, deja al marido y es consecuente con lo que siempre
le dijo y que Carlos, escéptico, nunca creyó: lo amaba a él
y nunca se separarían. (Claro que, amable lector, no se entusiasme:
ese no es el final del cuento).
Una cuestión tan simple, pero tan bellamente relatada.
Carlos León domina la escena con un estilo claro, simple, llano, dibuja
perfectamente a sus personajes, recrea la época en que se ambienta
y hace fluir la conciencia con acierto, sin alardes estilísticos y
sin aburrirnos, cosa esta ultima muy importante para un buen lector. El erotismo
está tratado con pulcritud y cierta delicadeza.
La imagen de Carmen es lo que quedan en el magín. Es una mujer interesante,
muy bien recreada y más de algún lector la habrá perfilado
como la muchacha ideal : arisca y tierna, compañera ante todo y fiel
al cumplimiento de sus promesas.
Nos causa agrado.
Susana es la antitesis y nos preguntamos cómo Carlos no se fijó
en ella. Era ideal. Pero el amor, ya se sabe, tiene razones que la razón
ignora.
En definitiva, una novela de amor que se puede leer con tranquilidad en estos
tiempos, de suyo ajeno al dramatismo pasional, provisto de un relato que cautiva
la mirada y la atención del lector, con una regia ambientación
y con bocetos de personajes perfectamente delineados, a tal punto, que en
el caso de Carmen y Susana, ellas quedan grabadas a fuego en nuestra memoria.
¡Qué mejor prueba del talento de un escritor!.