VISIÓN
DE CHILE
A TRAVÉS DE LA ESCRITURA RECADERA
DE GABRIELA MISTRAL
I
Caso singularísimo
en la literatura chilena la muy vasta labor creadora de una mujer como Gabriela
Mistral (1889-1957) que no sólo escribió una poesía cargada
de intensidad y sentido humano, en sus no más de cinco libros de desolaciones
y lagares, de ternuras y talas, sino, y de manera muy principal, una mujer
chilena del siglo veinte que supo decir buenamente lo suyo –y en lo
suyo lo de los otros- ya en el poema, ya en la prosa, y en otros muchos textos
de su motivadora escritura: artículos, recados, cartas. Su pensamiento
y su acción en los temas tutelares que harán de esa escritura
un acercamiento al prójimo y una enseñanza cotidiana de vida.
Ella, Gabriela
Mistral, que nos nace en un estrecho valle cordillerano de Elqui, que se recorre
el territorio chileno (“nunca fui una ignorante del suelo patrio, y
me he vivido el país desde sus salinas hasta sus hielos patagónicos”)
en andanzas educacionales, se nos irá luego por otros países
y continentes en una errancia o extranjería de vagabunda voluntaria.
Será como quien echa cuerpo y alma a rodar tierras, hablando con dejo
de sus mares bárbaros, y con no más que su destino por almohada:
Pero en todo lugar será siempre fiel a sus permanentes preocupaciones
y motivaciones de su Chile natal. Y a las gentes de ese país en sus
geografías y sus costumbres, en sus vivires y realidades, en sus maneras
de rescatar lo mal deletreado o lo mal averiguado: “Aquellos que conservamos
una memoria despejada, tal vez por vivir lejos, tenemos presente nuestra reputación
americana de patria justiciera”.
A lo largo de
toda su vida Gabriela Mistral siempre estará escribiendo no sólo
su propia poesía y su sorprendente prosa sino, también, de otros
muchos temas fermentales que la nutrieron: su patria natal, su continente
americano y sus patrias adoptivas del mundo. Amén de sus devotos artículos
de fe o de su mujerío muy listo vueltos temperamento y pasión
humana. La que anduvo en múltiples actividades de educadora, de congresista,
de ajetreos consulares, se dejó su tiempo, su roba-noche para escribir
sus recados tan tipificadores de escritura en sus temas y lenguaje: estilo
y tratamientos muy suyos. Intenso y poderoso lenguaje –lenguaje mistraliano-
tan de manifiesto en las visionarias y sorprendentes páginas de estas
materias chilenas tratadas por la autora.
Gabriela Mistral,
con esa donosa manera de contar tan suya y en su permanente acercamiento a
lo más auténtico y nutricio de la tierra patria, nos revela,
texto a texto, sus vivencialidades y sus reflexivas ideas en torno a una chilenidad
genuina, que no descuida su historia y su idiosincrasia. Y en ese espíritu
y sentido, lo más vital de la vida chilena en su desarrollo crítico
y ciudadano de una época. “Yo, la insufrible demócrata”,
se definió una
vez, muchas veces. Y al recibir el Premio Nobel de Literatura (1945) se declarará
“una hija de la Democracia chilena”. Y escribe la palabra Democracia
con mayúscula, ajena a todo patriotismo quisquilloso, remarcando más
bien un “patriotismo vuelto religión natural y pulso sostenido
de la raza”.
II
Preocupada siempre
del destino de Chile –“una república que cumple con el
régimen democrático que se dio y juró”-, Gabriela
Mistral siente nuestros pulsos nacionales como una tarea histórica,
como una urgencia de los tiempos. Circunstancias nada de antojadizas o meramente
ocasionales, sino que obedecen a las permanentes preocupaciones que siempre,
en todo momento y lugar, tuvo nuestra autora por las cuestiones inmediatas
y quemantes de su Chile natal, país civilísimo –como lo
llama-, del civis político y del civis social. Hay en ella un apego
profundo por la voluntad de un Chile con sentido moral y ciudadano, que es
su honra y su orgullo. Por sus recados y artículos va y viene la historia
sin mito de nuestro Chile total y, a su vez, su pensamiento y su reflexión
de mujer contemporánea. Sus juicios, que tan resuelta y elocuentemente
quedan al trasluz y a la luz cenital de sus páginas recaderas, tienen
así la energía que da la sobriedad y la verdad de su lenguaje,
amén de una notable belleza de escritura.
“A mí
me gusta la Historia de Chile como un oficio de creación de patria”,
dirá Gabriela Mistral por la década constitucional chilena de
1925. “Y no es que me complazca como la cara de la madre al hijo, por
pura filialidad. Si yo hubiese nacido en cualquier lonja terrestre, me gustaría
lo mismo al leerla. Me da un placer semejante al de una faena bien comenzada,
bien seguida y bien rematada”. En esas fervorosas y nada de chovinistas
frases, que no descuidan las demás historias nacionales, está
vocacionalmente su identidad ciudadana y su visionario compromiso con las
realidades contingentes patrias.
Y en frase epistolar
a su venerado amigo, el Presidente Pedro Aguirre Cerda, dirá también:
“Por mi voz hablan muchas mujeres de la clase media y del pueblo”,
identificándose -en ese “hablar”- con las realidades ciudadanas
del país patrio y los acontecimientos políticos, sociales, agrarios,
educacionales, mujeriles, religiosos e ideológicos que le tocó
vivir tantos en sus años de permanencia en Chile como en los otros
muchos de su errancia por el mundo: “Yo soy una chilena ausente, pero
no una ausentista”. Los certeros y rotundos escritos de Gabriela Mistral,
en tiempos urgidos de democracia, pueden arder y quemar. Y tienen la energía
de “mi primitiva lengua mía”, diciendo su palabra desmitificadoramente,
importándole, por sobre todo, la justicia social y “el destino
del pueblo, que es el vidente mayor”.
No sólo
autora de una obra poética fundamental y trascendente en la literatura
chilena e iberoamericana del siglo veinte (Desolación, 1922; Ternura,
1924; Tala, 1938; Lagar, 1954; y su póstumo Poema de Chile, 1967) ,
sino que a la par también una mujer-ciudadana en su tiempo y en su
porvenir. Se diría conciencia viva de una época que resume en
sus recados y ensayos el ritmo, visión y voluntad de un país
más allá de su descriptiva forma y tamaño: “Han
dado a Chile los comentaristas la forma de un sable, por remarcar el carácter
militar
de su raza. La metáfora sirvió para los tiempos heroicos. Chile
se hacía como cualquier nación, bajo espíritu guerrero.
Mejor sería darle la forma de un remo, ancho hacia Antofagasta, aguzado
hacia el Sur. Buenos navegantes somos en país dotado de inmensa costa”.
III
Los textos de
este volumen -recados, motivos, artículos, estampas, cartas- atraviesan
cronológicamente casi toda la vida de Gabriela Mistral. Desde una conferencia
(El patriotismo de esta hora) dictada un 18 de septiembre de 1919 en la australidad
del territorio magallánico; y aun antes, con un originalísimo
primer artículo (La instrucción de la mujer) escrito cuando
apenas pasaba de sus 15 de edad y era todavía una muchachita coquimbana
escribiendo certeras y nada de balbuceantes prosas; hasta un descarnado texto
agrario de apego a su campesinería, o un Oficio al Ministerio de Relaciones
Exteriores fijando posiciones políticas y rotundamente pacifistas en
aquellos años de posguerra del cincuenta; pasando por toda la vértebra
central de un Chile republicano y constitucional con sus patronos-próceres-presidentes-políticos-demócratas-derroteros
morales nuestros. Tal es la esencia recopiladora de este libro hito en la
búsqueda y rebúsqueda de lo que somos como país geográfico
y como humana geografía..
También,
y en ese respaldo de la chilenidad, sus mujeres y sus hombres en sus oficios
de creación de patria; y aquellas gentes tantas -llámense Efigenias,
Rosalías, Soledades; o Juanes cosecheros, mineros o pescadores- que,
sin orfeones y escarapelas, hacen su ciudadanía o su patriotismo más
allá de sus telares, de sus artes y de sus afanes cotidianos: “Bueno
es espigar en la historia de Chile los actos de hospitalidad, que son muchos;
las acciones fraternas, que llenan páginas olvidadas”.
Páginas,
entonces, que bien representan aquí cabalmente las circunstancias,
los sueños, los destinos y las realidades de un país, en su
vivir o desvivir, en su pensar o repensar, y que dejan al descubierto un mirar
o remirar aquellas pretéritas décadas fundacionales de la República
y, por sobre todo, el cuerpo y el alma de un Chile Siglo Veinte en su proyección
de presente y de porvenir. El cuerpo moral de un país, como ella dice,
destacando esa limpieza republicana. O con más énfasis: los
pulsos nacionales, definiendo así un ritmo de acción o una voluntad
de ser del chileno.
Escritos por
Gabriela Mistral en diversas épocas y en diferentes lugares de sus
residencias por el mundo, y publicados originalmente en periódicos
y revistas tanto de Chile como de otros países del Continente, así
sea en libros antológicos varios, estos textos-ensayos mistralianos
se reúnen unitaria y armónicamente por primera vez, dando origen
a lo que ella siempre, y desde muy temprano, tuvo como anhelo fundamental:
la identidad histórica, cultural y ciudadana de Chile. Con razón
abundan en su prosa los chilenismos, las expresiones verbales originalísimas,
los neologismos, las locuciones populares, los diminutivos y hasta las voces
indígenas. Son, por cierto, sus decires en lengua criolla y arcaica,
en americanidad de lo chileno-chileno, y en lo ecuménico de su lengua
castellana: “No soy ni una purista ni una pura, sino una persona impurísima
en cuanto toca el idioma. De haber sido una purista, jamás entendiese
en Chile la conversaduría de un peón de riego, de un vendedor,
de un marinero y de cien oficios más”. Expresiones iluminadoras
para entender y comprender el tratamiento y el lenguaje muy suyo. Rudeza -si
se quiere-, rodado de piedra de cordillera, pero en sobriedad y goce lectural.
Sus recados
-críticos y cuestionadores muchas veces- no sólo son una epifanía
o una alabanza en los elogios muchos de las cosas de Chile (cordillera, mar,
flora, fauna, costumbre, artesanía) o un revelador interés por
asuntos y cuestiones sociales, educacionales, mujeriles, agrarias, indigenistas,
ecológicas, materias todas que fueron siempre su desvelo y su rezongo,
sino también un redescubrir un país en su historia -“expresión
de nuestra conciencia”- y valorarlo en su dimensión geográfica,
en su dimensión económica, en su dimensión moral: “cuando
digo aquí moral, digo moral cívica”. Y, en definitiva,
pensar y reflexionar un país en su aposentamiento de la llamada chilenidad.
Y hasta imaginarlo creadora y prodigiosamente a través de sus artistas
y pensadores.
Mucha historia
y mucho devenir ciudadano pasan por estas vivificadoras páginas que
conservan, además, toda su belleza de escritura y sus netas verdades.
Y en frase muy sinceramente suya: “Quieran oír a su compatriota
que nunca ha mentido”. En ese afán de contar y pensar lo nuestro,
lo chileno en su extenso e intenso panorama, Gabriela Mistral trata las emociones
más puras y profundas que le dictaron seres y cosas, y que ella consideraba
dignos de contárselos a sus semejantes. Contadora de patria, después
de todo.
Jaime Quezada
Santiago de Chile, septiembre 2004.