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Cuentos Breves

Selección de una selección

CIEN MICROCUENTOS CHILENOS

de Juan Armando Epple

 

Leer aquí el prólogo de esta selección escrito por su autor

 


TRAGEDIA

Vicente Huidobro

 

María Olga es una mujer encantadora. Especialmente la parte que se llama Olga.

Se casó con un mocetón grande y fornido, un poco torpe, lleno de ideas honoríficas, reglamentadas como árboles de paseo.

Pero la parte que ella casó era su parte que se llamaba María. Su parte Olga permanecía soltera y luego tomó un amante que vivía en adoración ante sus ojos.

Ella no podía comprender que su marido se enfureciera y le reprochara infidelidad. María era fiel, perfectamente fiel. ¿Qué tenía él que meterse con Olga? Ella no comprendía que él no comprendiera. María cumplía con su deber, la parte Olga adoraba a su amante.

¿Era ella culpable de tener un nombre doble y de las consecuencias que esto puede traer consigo?

Así, cuando el marido cogió el revólver, ella abrió los ojos enormes, no asustados, sino llenos de asombro, por no poder entender un gesto tan absurdo.

Pero sucedió que el marido se equivocó y mató a María, a la parte suya, en vez de matar a la otra. Olga continuó viviendo en brazos de su amante, y reo que aún sigue feliz, muy feliz, sintiendo sólo que es un poco zurda.

 

En Antología, edición de Eduardo Anguita. Santiago: Zig-Zag, l945, pág. l90. También en Obras completas. ed. de Hugo Montes, Tomo I. Santiago de Chile: Editorial Andrés Bello, l976, pp. 909-l0.


NO ES ORO TODO LO QUE RELUCE

Raquel Jodorowsky

 

En los tiempos de antes, el Elefante era una flor masculina.

Un día los pétalos comenzaron a pensar en su tamaño.

Al cielo no le pareció nada bien que un floro razonara por su cuenta.

Y lo castigo convirtiéndolo en carne para siempre.

 

Raquel Jodorowsky. Cuentos para cerebros detenidos. Con Licencia de los superiores. Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1974, pág. 17. Reprod. en Plural, l57, México (Octubre l984), pág. 43.


EN NOMBRE DEL PUEBLO

Antonio Montero Abt

 

El patriarca ordenó:

!Que los fusilen a todos en nombre del pueblo!

Y los soldados fusilaron a los hombres.

Entonces las mujeres gritaron:

-!Eran nuestros hombres y nuestros hijos ésos que fusilaste!

Y el patriarca ordenó:

-!Que las fusilen a todas en nombre del pueblo!.

Y los soldados fusilaron a las mujeres.

El pueblo entero gritó entonces:

-!Eran nuestras madres y nuestras mujeres y nuestras hermanas y nuestras hijas ésas que fusilaste!

El patriarca ordenó:

-!Que fusilen al pueblo en nombre del pueblo!.

Y los soldados fusilaron al pueblo. Pero como los soldados también eran pueblo se fusilaron entre ellos.

Entonces el patriarca se retiró a escribir sus memorias a la solitaria e inexpugnable fortaleza. Pero también contrató los servicios de un extranjero erudito y muy famoso para que narrara la epopeya del pueblo. En nombre del pueblo.

 

Antonio Montero Abt. Historias para no contar. Santiago de Chile: Editorial Emisión, l986, pág. 86.

 


A PRIMERA VISTA.

Poli Délano

 

Verse y amarse locamente fue una sola cosa.

Ella tenía los colmillos largos y afilados.

El tenía la piel blanda y suave: estaban hechos

el uno para el otro.

 

Poli Délano. Sin morir del todo. México: Extemporáneos, l975, pág. 54.

 


UNA MADRE, GRACIAS A DIOS, PUEDE ELEGIR EL FUTURO

DE SUS HIJOS

Alfonso Alcalde

 

La Flaca al ver por primera vez un preservativo asoció la idea a un acuario con pequeños peces.

Su sentido del humor llegaba a tales extremos que se permitía cortarles la punta sin que el galán la sorprendiera, de modo que todos sus hijos eligieron la carrera del mar cuando llegó el momento de ganarse la vida por su propia cuenta.

 

 

Alfonso Alcalde. Epifanía cruda. Buenos Aires: Ediciones de Crisis, l974. pp. 94.


EXCESOS

Mauricio Wacquecz

Para Bernardette y Claude Faraggi

Antes, ayer, yo amaba a Irene. Hasta ayer en que ella se fue, yo la amaba locamente.

Ahora, que trato que la línea principal del párpado no se corra, dibujarla como siempre ví que ella la dibujaba, un ojo ya terminado, el otro sin embargo que sospecho quedará un poco distinto, más oscuro, con la sombra menos violeta, tirando al malva (!lo que es la inexperiencia!), la raya menos dócil y ondulada y sobre todo de otro color -me estiro el ojo con el índice de la mano izquierda mientras la otra mano tiembla repasando el borde donde están plantadas las pestañas -sin saber por qué, ya que he utilizado el mismo lápiz para uno y otro ojo; quer parece que este arreglito va a resultar un desastre, parado como estoy sobre el piso mojado del baño y que sus pantuflas de raso me oprimen salvaje los pies, equilibrándome entre resbalones pues me tengo que inclinar hacia el espejo donde la luz es más fuerte y todo para que este ojo quede en lo posible igual al otro, lo que dudo; que siento que el calor de la ampolleta funde la crema base haciéndola gotear por la frente y las mejillas como un excesivo sudor que amenaza también con inundar y echar por tierra el paciente trabajo de los ojos; que me doy cuenta que antes debí ponerme el pancake y los polvos ya que de este modo la piel estaría ahora seca y no chorreando esta especie de esperma: la siento correr silenciosa por el cuello y es por esto que me quedo quieto, para no arruinarme el vestido: las manchas de grasa se impregnan para siempre en la muselina blanca; que advierto, de una ojeada, que las uñas me quedaron ásperas e irregulares y -lo más terrible- que no tienen el mismo tono que ella usaba; que no sé cuándo voy a terminar de darle al ojo ese aspecto ensoñado que ella conseguía cada vez que en el pasillo me decía estoy lista; que, eso sí, recuerdo que en la misma comisura del párpado la línea subía hacia la órbita, debilitándose, terminando en punta con una colita; que, también, debo apurarme porque debe faltar poco para que él llegue, tengo que ir a sentarme a la sala, encender la tele, repetir los movimientos que acompañaron nuestras últimas veladas lentas y silenciosas; que aún me falta ponerme los zapatos y todo por este ojo, que, mierda, no va a quedar nunca igual al otro y parece que será mejor dejarlo así; ahora, sí, ahora soy Irene.

 

Mauricio Wacquecz. Excesos. Santiago: E. Universitaria, l97l, pág. 47-48.


EN LA PARAFERNALIA

Eugenia Echevarría

 

A este cuerpo, a sus cimbreras, a este vientre que despojado se diseña en subterfugios de amasijo fresco, se esparce en sonámbulas zonas prohibidas y en costillas y cicatrices postoperatorias, a esta entidad que recibe tres veces a la semana en sesiones de cinco a seis baños de vapor y masajes de talco y vaselina, dobladuras, tornos, ondas ultrasónicas, cepillos rotatorios, duchas escocesas y maquinarias que pueden palidecer al mundo con simulacros de aplanadoras o guillotinas, a estas piernas bruñidas en el mejor desvelo de Boticelli y ademAs jabonadas, limadas, frotadas, encremadas, estas rodillas que huyen o se genuflexan, a estos muslos olorosos a alcohol alcanforado y a cera depilatoria, a estos pies que el mar besa y que caminan, recorren, entran donde el pedicuro salen hacia el podólogo, vacilan ante el zapatero y se golpean, crashhh, en heladas pistas de baile, a estos muslos tersos, prestamente dorados en verano cautamente censurados en invierno, a estas axilas, a estos brazos, a este cuello que ordenadamente sin faltar a las leyes gira de izquierda a derecha, de adelante hacia atrás, que transporta perlas y medallas e injurias y medios lutos, a este cuello que se entume en el cine y en las salas de conferencias se quefda muy quieto y casi escucha, y pródigo también se distrae en mandíbulas y mejillas, ah, mejillas clorofiladas, vaporizadas, hidratadas, pellizcadas, desinfectadas, engrasadas, palidecidas allí coloreadas acá y con un lunar en su cima izquierda, entrometido y a todas luces de contrabando, a esta cabellera al viento, cabellera, coloreada descoloreada y vuelta a inventar, a esta sonrisa protocolar y ortodoxa revisada dos veces al año y cepillada tres veces al día, a esta nariz de puro trazo según catálogo y a estos ojos donde nada pasa, en donde nada queda, a este atributo que una vez así iniciado hay que pesar, purgar, desodorizar, hervir, abanicar, amordazar, estirarlo con una gran sacudida de aire que le dé animo que le quite el apetito que lo impulse a trabajar, a esta transparencia, digo, a este cuerpo, lo amará alguien, o tendremos que venderlo en la parafernalia?

 

Eugenia Echevarría. Cambio de palabras. Santiago de Chile: Editorial Universitaria, l972, pp.57-58.


REENCUENTRO

Jorge Díaz

 

Nacimos en el mismo barrio. Meamos en las mismas esquinas. Descubrimos juntos el sexo una tarde de risas con otros compañeros. Compartimos e pupitre y el tintero.; la cerveza, el aire, la miseria y la primera prostituta. Lo compartimos todo con esa camaradería de machos suburbiales, ternura disfrazada con rudas y grandes carcajadas. Un día, dejé de verte.

Nos hemos vuelto a encontrar en esta habitación sin ventanas, llena de aullidos. Tú eres el torturador y yo, la víctima.

 

Jorge Díaz. Breviario impío. Santiago: Red Internacional del Libro, 1994, pág. 13.


DESNUDO EN EL TEJADO

Antonio Skármeta

¿Y qué pretendes?

¿Que viva desnudo en el tejado?

 

Antonio Skármeta. Desnudo en el tejado. Buenos Aires: Sudamericana, l969, pág. l43.


LA MANADA

Roberto Araya

Aquel era el tiempo en que los hombres de esa lejana república caminaban en cuatro patas.

El rebaño iba congregándose en torno al más anciano que comenzaba a narrarles una vieja historia:

-Aquel era el tiempo cuando los hombres de este reino andaban en dos pies...

 

Carlos Olivárez, ed. Nueva York ll. Santiago de Chile: Galinost, l987.


MALDONADO Y GABRIELA

Hernán Lavín Cerda

 

Maldonado escribió casi sin fuerzas y con una letra apretada y menuda como granos de arroz: "Perdóname, Gabriela, el destino es así y mi determinación ya está tomada" y !clic!, !clic!, la bala se quedó tiesa, no sale, y el gatillo huero y el fulminante apagado. A Maldonado le corrían gotas de sudor por la frente y estaba pálido y frío como la Virgen del Carmen.

Enfundó la pistola y abrió la persiana. Miró su reloj, eran las ll. Echó sus seis balas sobre la colcha verde y las tocó, las dio vuelta, estaban frías, las volvió a tocar y pensó en Gabriela. Se sentía un pobre pajarraco: "Soy un pobre pajarraco a quien a diario despluman, soy una triste rata de oficina. No podemos, Gabriela, seguir así, desplumándonos; sería un suplicio si siguiéramos viviendo juntos. Hasta ahora tú has sido la reina del carnaval. Pero mañana. Yo soy, tú lo sabes, un neurótico de siete vidas, un insufrible gato con botas, el dueño del veneno".

Ahora suena el timbre y doña Blanca le pasa el telegrama. El lo abre, temblando: "Perdóname, Maldonado, el destino es así y mi determinación ya está tomada". El siente cómo ella se lleva el cañón del revólver a la sien derecha y gatilla !paf! y el fulminante da su alarido y estalla una nube negra y hay un espeso olor a carne chamuscada y "Adios Maldonado, perdóname, no me guardes rencor, yo no podía vivir así, tú lo sabes, hasta nunca, tuya, Gabriela".

 

 

Hernán Lavín Cerda. La crujidera de la viuda. México: Siglo XXI,

 


HISTORIETA DE AMOR

Renato Serrano

 

Dos hombres aman desesperadamente a una misma mujer y librarán por ella un colosal combate...Pero ella decidirá después si se queda con el vencedor o con el vencido.

 

Renato Serrano. Prosas de humor negro. Santiago de Chile: Arancibia Hermanos, l976, pág. 2l


TOQUE DE QUEDA

Omar Lara

 

-Quédate, le dije.

Y la toqué.

 

En Juan Epple, ed. Brevísima relación del cuento breve de Chile. Concepción: Ediciones LAR, 1989, pág. 61


PROPOSICIONES

Juan Armando Epple

 

La mujer de luto recibe las sentidas condolencias, dejando que las lágrimas le descompongan el sobrio maquillaje de circunstancias, y permanece en su silla hasta que todos abandonan la sala. Entonces se levanta, seca sus lágrimas, se pinta con cuidado los labios y antes de irse se inclina sobre el féretro por última vez. Una mano le acaricia la nuca, en un gesto comprensivo.

 

El cuento. Revista de imaginación, 8l, México, (Mayo-Junio de l980), pág.82


EL PRONOSTICO

Andrés Gallardo

 

En el funeral mismo de don Sergio, la compungida doña María Cecilia se dedicó, entre otras cosas, a recordar algunas de las escenas más notables en el discreto pasado del occiso. Uno de los sucesos que más conmovió el corazón de los oyentes fue la misteriosa anécdota de la gitana de Cartagena. La gitana le había dicho a don Sergio 'aquí veo dos muertes, usted se va a morir dos veces; no lo entiendo'. La compungida viuda acotaba 'miren que morirse dos veces para destrozarme dos veces el corazón; no lo entiendo'. Don Sergio, unos metros más abajo, entendía.

 

Andrés Gallardo, Obituario. Concepción: Ediciones Cuadernos del Sur, l986, pág. 20.

 


GOLPE

Pía Barros

-Mamá, dijo el niño, ¿qué es un golpe?

Algo que duele muchísimo y deja amoratado el lugar donde te dio.

El niño fue hasta la puerta de casa. Todo el país que le cupo en la mirada tenía un tinte violáceo.

 

Pía Barros. Miedos transitorios (De a uno, de a dos, de a todos). Santiago de Chile: ERGO SUM, l986, pág. 39.


TEOLOGIA DEL HAMBRE

Eduardo Llanos Melussa

 

Cada día aplastaba su rostro de niño contra la vitrina de la panadería, cuya chimenea encañonaba el cielo y tiznaba la túnica de San Pedro y la otra mejilla de los ángeles. El dueño le decía que el pan era el rostro de Dios: "Hay que aprender a ganarlo con el sudor de la frente".

Ahora es hombre flaco...y ateo.


ESPEJOS

Jorge Montealegre

 

Pinza en manos la señora se cuida las cejas.

El chofer desenfrenado la observa en el espejo.

La señora no ceja.

El chofer frena bruscamente.

Pinza en mano la señora sin espejo siente que su ojo la mira

desde la cuneta.


MOTIN A BORDO

Germán Arestizábal

 

Al grumete de la esquina, en el espejo escrito con tiza blanca "Rico Cola de Mono", le preocupa saber por qué ayer el mar se perdió en el horizonte, deslizándose como un largo mantel, y hoy yace aquí, bajo la mesa.

 


PALITOS

Hernán Venegas

 

Le gustaban las mujeres, desde pequeño le gustaban. Con su prima Gladys había jugado al doctor y los papás desde los cinco años. Al principio le bajaba los calzones y le introdocía un palito, uno cualquiera, a veces del parrón. La Gladys, respetuosa de las reglas del juego, no se quejaba. Así debía ser. Los meses perfeccionaron la técnica, hasta el día en que vio unas fotos y supo que no era con palitos, ni cepillo de dientes.

Ahora, ya grande, recordaba la infancia de letargo bajo el parrón o en el baño, con la Gladys boca abajo, los calzones a veces rotos, las nalgas frías y su cotidiana búsqueda de palitos.

Tal vez se encuentre con ella adulta, casada, con niños, o soltera y flaca, y le mire las posaderas y no sepa cómo esconder el sonrojo de otra forma que no sea el cruzar la calle en dirección contraria.

 

La Castaña, 6, Santiago de Chile (Invierno l986).


TATUAJES NAVEGABLES

Luis Albornoz

 

Un manotazo frío de viento nos dejó en la esquina la figura rechoncha del marino recortándose contra el fondo difuso del puerto.

Traía a la espalda una bolsa ennegrecida y avanzaba arrastrando ruidosamente un pie.

El juego fue disminuyendo en intensidad a medida que se acercaba, hasta que se detuvo por completo. Entonces nos dedicamos a observarlo con calma, mientras se acercaba, para terminar estrujándolo en un cerco de curiosidades y bromas infantiles.

El continuó impasible mascullando oscuras letanías hasta perderse entre los cerros.

Mucho tiempo después comprendimos su paso por el puerto marcando con el pie la línea divisoria del planeta.

 

 

Ensacados. Selección de Pía Barros. Santiago de Chile: Ediciones Ergo Sum, l987. (Saco de arpillera con 26 trípticos ilustrados).


ROSAS

Alejandra Basualto

 

Soñabas con rosas envueltas en papel de seda para tus aniversarios de boda, pero él jamás te las dio. Ahora te las lleva todos los domingos al panteón.

 

Alejandra Basualto. La mujer de yeso. Santiago de Chile: Documentas/Literatura, l988, pág. 80.

 

 

 

 

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