Continuación de la historia inconclusa por Jenny Rodriguez

Hubiese alguien imaginado jamás que esta aparentemente inocente señorita campechana, llena de sueños e ideales, se convertiría en en el monstruo que ese día el tribunal habría de juzgar???

 

Culpable, culpable, culpable...uno tras otro, los miembros del jurado dictaban su veredicto. Las caras de los familiares de Ana mostraban una mezcla de alegría y pena. María recibiría su merecido. Pero qué era realmente lo que merecía??? Después de todo no había habido puñal que se haya clavado más hondo el en corazón de todos que las mismas palabras de María:

 

"Sí, fui yo! Y lo haría de nuevo. Estúpidos!!, ¿creen que me importa si me condenan de por vida o me matan?. Es suficiente para mi recordar el placer de ver sus ojos mirándome, pidiéndome, rogándome compasión."

 

"Mira quien es la puta ahora!!! Mira..."

Esa noche fue como tantas otras. María, como siempre, impenetrable, distante, inclusive ahora que había accedido a ir con Ana a entretenerse un poco. Ana, su amiga y confidente...

 

"Esto me tiene harta, siempre la misma gente, siempre la misma música, siempre los mismos poetas..." Ana, siempre preocupada, insistía en complacerla, "si quieres nos vamos de aquí a otro lado entonces" "no, para qué?? siempre me quejo e igual es mejor esto que nada."

 

La primera persona que María conoció al llegar a la ciudad había sido Ana. Ana en la estación esperaba por alguien, María nunca supo por quién, pero todo lo que tomó fue una pregunta para que Ana se desbordara en conversación.

 

"Sabes cómo salgo hacia la calle principal?"

"Sí, te explico...¿sabes?, cuando vine por primera vez aquí igual me confundí. No hay letreros ni señales que te indiquen nada. Tengo un amigo que dice que esto es un laberinto y yo creo que....

"un poquito parlanchina la chiquilla", pensó María para sí. Pero se mostraba amable y dispuesta a ayudarla. Eso bastó para que María le siguiera la corriente.

 

"¿Y a qué vienes a la ciudad?"

"Vengo a cambiar de ambiente".

¿Cambiar de ambiente? Cambiar de ambiente...Sus propias palabras resonaron en su cabeza y María se sintió ridícula. ¿Con 40 años pretendía cambiar de ambiente? Como si alguna vez hubiese tenido uno!

 

Nadie pensó que saldría de allí. Ella misma tenía miedo de salir. Pero 40 años no era una edad para estar con miedos cuando no tenía nada que perder; por el contrario, tenía plenas ganas de perder alguna que otra cosa.

 

Ana la acompañó unos cuantos metros hacia el lado por donde debía salir y fue en ese preciso instante cuando....