Juan Antonio Massone
Fernando Durán Villarreal
Cuadernos de la Academia Chilena de la Lengua
2000
Fernando
Durán Villarreal
(1908-1982)
1. Facetas
y datos biográficos
"todo destino es una vocación aérea"
F.D.V.
El escritor y periodista de quien se escribe en estas páginas fue
un apasionado forjador de humanidades a la vez que lúcido analista
del siglo que termina ,durante poco más de cincuenta años,especialmente
desde las tribunas de prensa escrita en que trabajara: La Unión,
de Valparaíso, El Mercurio, de Santiago y el diario homónimo
del puerto, sin olvidar otros medios en los que también escribiera
algunas veces: Revista Zigzag, Atenea,Estudios, Boletín de la Academia
Chilena de la Lengua,Finis Terrae,Santiago del Nuevo Extremo, la Enciclopedia
de la Editorial Rialp, en España ,y algunas más.
Hijo de don Cornelio Durán y de doña Carmela Villarreal
, nació en Quilpué el 19 de mayo de 1908, sin embargo cursó
la escolaridad en el Colegio de los Sagrados Corazones de Valparaíso,
para luego estudiar Derecho, titulándose de abogado en 1930, después
de aprobar su tesis que versó sobre La propiedad de las obras literarias.
Formó hogar con doña Berta Díaz, con quien tuvo seis
hijos: María Consuelo, Fernando, Mónica, María Verónica,
Ximena y Teresita.
Desde muy joven mostró la índole de los talentos recibidos.
Estos dieron fruto en la palabra, materia y forma de sus labores profesionales
, principalmente el periodismo ya dicho, aunque también en las
cátedras de filosofía del derecho y derecho privado en las
universidades Católica de Valparaíso y Adolfo Ibáñez,
también de la quinta región. Durante algunos períodos
fue comentarista radial y parlamentario del Partido Conservador, entre
1937 y 1941 ,y luego, entre 1946 y 1949.
Como abogado trabajó en la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego,
durante doce años; también lo hizo en la Sociedad de Astilleros
"Las Habas", Sociedad Ganaderos de Magallanes, Compañía
Chilena de Electricidad, Cámara Central de Comercio de Chile y
en la Compañía Chilena de espectáculos. Testimonio
de su desempeño en la primera de las empresas mentadas fue su memoria
Sociedad explotadora de Tierra del Fuego (1943). Contribución en
materias legales, fue la redacción del DFL 2, en las postrimerías
del gobierno de don Jorge Alessandri Rodríguez (1958-1964).
El primer artículo publicado en La Unión, de Valparaíso,
cuando Fernando Durán Villarreal apenas tenía 21 años,
lo dedicó a Manuel Rojas. Era el año 1927. Extendió
su presencia en dicho medio durante tres décadas. Desde entonces,
innumerables colaboraciones suyas y en formatos tan distintos como editoriales,
meditaciones, notas, comentarios y ensayos sucediéronse hasta alcanzar
una cifra estimativa superior a las tres mil , ignorándose la autoría
de otras tantas que publicó sin su firma.
Columnista, subdirector de El Mercurio de Santiago (1964-1967), Director
de El Mercurio de Valparaíso (1967-1973), aportó ,sostenidamente,
un lenguaje preciso, elegante,poético, de honda raigambre clásica,
ésta última más por la claridad de sus nociones y
argumentos que por alarde de un conocimiento y formación amplios
y sólidos, los que sin duda poseyó y,en grado eminente,
contribuyeron a singularizarlo.
Como otros importantes redactores , la prisa del tiempo que en el periodismo
acelera el paso mucho más, hizo que dejara dispersos sus numerosos
escritos, los que parcialmente hemos reunido hasta ahora. La versatilidad
fue otro de sus rasgos sobresalientes. Escribía meditaciones ,tales
como las firmadas con el seudónimo Androvar (1962-1964), nombre
que recuerda una obra de su admirado escritor Pedro Prado (1886-1952),
o aquellas otras, más leves y untadas de humor, como son las firmadas
por Cándido, en El Mercurio porteño;en La Unión firmó
muchas de sus colaboraciones con el seudónimo Lord Dunsany,escritor
inglés, autor de Cuentos de un soñador; en ocasiones , las
columnas acerca de lugares del mundo, del carácter espiritual de
nuestro tiempo o de acontecimientos importantes del país, las solía
firmar con su nombre o bien, daba preferencia a sus iniciales: F.D.V.;
F.D.; D; F. Después de servir la embajada chilena en Francia (1974
y principios del año siguiente), país de su atención
permanente, publicó varios artículos con el seudónimo
de Lucien Regard. En fin, la lista de iniciales y nombres de fantasía
puede crecer mucho más. Con todo, la amplitud de registro temático
de que fue capaz le mostró autor de artículos acerca de
libros, de expresiones artísticas, de economía, de política,
de asuntos religiosos y de sucesos más volanderos.
La calidad de periodista le fue reconocida en sendos galardones: Premio
Alejandro Silva de la Fuente (1955) y Premio regional de Periodismo (1981).
Asimismo, recibió otras distinciones, tal como la de "Ciudadano
benemérito de San Felipe", el 13 de junio de 1969.
Aparte de la diversidad de cuestiones sobre las que escribiera, resalta
de sus textos la impecable concepción de ellos, sus planteamientos
siempre claros, la infrecuente erudición que los ilustra y refrenda
sus puntos de vista, aunque sin agobiar ni ofender la atenta lectura que
requieren, lectura que a su vez es ocasión de goce estético
debido a su lenguaje rico y depurado.
Poeta y ensayista, tuvo la alegría de recibir el galardón
otorgado por la Sociedad de Escritores de Chile, en 1949, en el concurso
de poesia inédita que, por entonces, entregaba anualmente dicha
institución. La SECH era presidida por el poeta Carlos Préndez
Saldías. Ese año integraron el jurado los escritores Pedro
Prado, Premio Nacional de Literatura (1949), Jerónimo Lagos Lisboa
(1883-1958) y Pedro Sienna (1893-1972), seudónimo de Pedro Pérez
Cordero, quienes fallaron en favor del libro Velamen, poemario que publicó
al año siguiente Editorial Nascimento, en tanto que el autor recibió
la cantidad de cincuenta mil pesos de premio.
A pesar del estímulo , Durán no publicó nuevas obras
líricas, salvo en ocasionales entregas a diarios y revistas.
En 1959 fue elegido Miembro de Número de la Academia Chilena de
la Lengua en el sillón vacante dejado por el escritor Eugenio Orrego
Vicuña (1900-1959). Se incorporó en sesión solemne
el 2 de octubre de dicho año , pronunciando un enjundioso y brillante
discurso: "Valor,Creación y Trascendencia de la crítica
literaria", siendo recibido en el seno de la corporación por
el historiador Jaime Eyzaguirre Gutiérrez (1908-1968).
En calidad de académico le correspondió recibir a su vez
a los escritores Lautaro García (1891-1982) y a René Silva
Espejo (1904-1980), como también disertó acerca de temas
diversos en otras sesiones. En la última de sus asistencias lo
hizo acerca de la obra de Pedro Lira Urquieta, trabajo que publicara la
Academia en 1985, año centésimo de su fundación.
Perteneció a diferentes instituciones culturales, tales como los
Institutos Chileno-Francés y Chileno-Hispánico, los cuales
presidió en varios períodos.
Con posterioridad a su fallecimiento acaecido en Viña del Mar el
11 de septiembre de 1982, fueron publicados algunos trabajos inéditos
en el El Mercurio, de Santiago. Se trata de los breves ensayos "Nueva
España en Bernal Díaz del Castillo" , aparecido el
26 de septiembre de 1982; "Goethe y su lucha entre el bien y el mal",
con fecha 6 de marzo de 1988. Se agregan a las publicaciones póstumas
la mencionada semblanza de Pedro Lira Urquieta (1900-1981) , Poesía
y Ensayo, seleccionada por el sacerdote y escritor Enrique Pascal García
Huidobro, en 1985, al igual que la anterior; Biblioteca del periodista
chileno, antología de prosas que seleccioné con el patrocinio
de la Universidad Diego Portales, en 1997.
De su parte la Escuela de Negocios Adolfo Ibáñez le rindió
un homenaje, con motivo de su fallecimiento, el 26 de noviembre de 1982,
en el que intervinieron los señores Adolfo Ibáñez
Santa María, Luis Correa P., Hermógenes Pérez de
Arce y el Pbro. Enrique Pascal. Los textos leídos en esa oportunidad
fueron publicados en un volumen el año siguiente.
2. Angulos de una semblanza
"estamos
en medio de la creación para dar testimonio
de ella y mostrarla, y para vivirla en una unión estre-
cha a través de la cual avistamos, aunque entre som-
bras, al que pasa apresurado por los sotos del mundo,
dejándolos trémulamente vestidos de su hermosura."
F.D.V.
Todos quienes han vertido opiniones y recuerdos acerca del autor coinciden
en destacar de él rasgos de personalidad que se avienen al temple
de sus textos. Sólida cultura, versatilidad de intereses y de temas,
actitud respetuosa hacia los demás, pero firme en la expresión
de sus convicciones. De carácter sereno, reforzaba su rápida
comprensión de lo esencial , en cada uno de los temas que abordaba
,con el trato directo de grandes ideas y de la experiencia de fe. Trasuntaba
una seguridad que los demás sentían y traducían como
magisterio, a pesar de que careciera de ese interés hacia por lo
propio que suele acompañar a los escritores.
"Su desapego y desprendimiento de todo provecho personal próximo
o remoto,-escribe Adolfo Ibáñez-- en una palabra, su desinterés
por las metas materiales, por las glorias de este mundo. Traducía
ello su desasimiento de las cosas, una largueza que se concretaba en un
permanente dar. Ello explicaría la dispersión de sus artículos,
ensayos y conferencias que nunca archivó, que nunca pensó
en coleccionar, para una eventual publicación. Sólo la convicción
de que sus trabajos expresaban una "finalidad ya cumplida" es
concordante con su desapego por las exterioridades. Carecía de
la tendencia a obtener beneficio o utilidad a partir de su labor."
(1)
Hombre culto en el pleno sentido del término, vivió cultivando
sus facultades intelectivas y poéticas a base de un equilibrado
mirar el acontecer humano y los frutos más estimables de la conducta
personal y social, fueran éstos libros, espectáculos, investigaciones
, ejemplos nacionales de países e instituciones, o el sabio discurrir
de pensadores esclarecidos. En sus exámenes y cavilaciones destacaba
las tensiones propias que conoce el hambre de ser que distingue al ser
humano; los peligros y las perspectivas que, por igual, acompañan
las jornadas de la pequeña localidad, así como la del mundo
entero. Interesado de saber, esto es, de adquirir el gusto del acaecer
de actualidades, veía más allá del reclamo clamoroso
del delgado presente, percibiendo de éste requerimientos y fuerzas
más perdurables en juego.
Humanista , conocedor de lecturas e informaciones,supo conferirles una
forma personal reconocible: la de quien habla consigo y es capaz de asomarse
al abismo y a la grandeza de un espíritu que, recibiendo estímulos,
influencias y requerimientos numerosos de cada circunstancia, se hace
responsable de todo ello, en tanto los acoge y examina, pero sin perder
de vista que ningún episodio o influencia ostentan soberanía
en quien la existencia se descubre como misión azarosa y perfectible
de consuno. Acierta el ya citado Adolfo Ibáñez, cuando en
el homenaje rendido a la memoria de Durán Villarreal,escribiera:
"Había en él una humanidad fundamental que guiaba su
espíritu, otorgándole esta dimensión específica,
centrándolo como persona que era, impidiendo, en su caso, toda
posible tipificación a las que somos tan proclives y que como ya
lo mencioné, nos resultan tan necesarias. Sería violentar
el recuerdo de don Fernando tratar de clasificarlo como filósofo,
como sociólogo, político, econimista, tampoco como jurista.
Que por título profesional fue abogado y por actividades periodista
y profesor nada nos dice, pues pasaron de ser meros accidentes en él.
Su vocación era ser hombre y en función de ello realizó
su vida." (2)
Persona de fácil trato, Fernando Durán fue un conversador
de asuntos interesantes, aunque no prodigaba la charla entre muchos. Prefería
la incitación escrita a base de asuntos concernientes a temas estéticos,
políticos, económicos, legales y eticos, todos los cuales
eran enfocados por el humanista cristiano que armonizaba lo fugaz con
lo permanente, en cada caso, mostrando de las materias fundamentos y consecuencias
, estableciendo enlaces o pispando dimensiones inadvertidas para la mayoría
de las gentes. Y esa claridad conceptual la vertió con diafanidad
y elegancia, siendo respetuoso de la especificidad de los asuntos que
trataba , sin ceder al embrollo de una cultura , como la nuestra, ayuna
de nociones vigorosas, habitada de multitud de opinantes y confundida
entre gustos , perspectivas y escasos fundamentos. En esa maraña
de experiencias y sensaciones , de tartamudeo espiritual y arrogantes
parcialidades, expuso con lucidez una posición que aliaba un brioso
ideal trascendente con el realismo venido de las constantes humanas que
veía expresas en las grandes obras de poetas, novelistas y pensadores,
así como en las variadas peripecias de la historia, especialmente
la contemporánea, de la que fue atento examinador.
Pero esa unidad y convergencia que se advierte en su escritura , obedeció
a un sentido unitario que ,parejamente, aspiraba a vivir y a encarnar
en su persona. El escritor y el periodista, el abogado y el profesor,
el economista y el viajero ocuparon un sitio y mantuvieron plena correspondencia
en el total de su persona. Según su amigo, el presbítero
y escritor Enrique Pascal, Durán "Vivía los valores
que otros comentaban sin vivirlos." (3) A colación de ello
destaca cinco dimensiones de ese vivir : la familia, el trabajo,la amistad,
el magisterio y la fe. Dichos cauces de su biografía adquieren
interés, en este caso, porque sus ensayos y crónicas, meditaciones
y glosas, apuntes y reportajes, y en menor número, los poemas,
nos lo acercan como un valioso escritor , digno de conocer en los frutos
de una tarea cotidiana en la que se comprometió . Haciéndose
eco de la calidad de la obra de este autor, Jaime Eyzaguirre, en su discurso
de recepción de Fernando Durán en la Academia Chilena, escribió
acerca del ensayista: "En cada uno de estos estudios no se sabe qué
admirar más, si el rigor lógico del crítico o el
vuelo elegante del artista. Pensamiento y lenguaje, forma y materia se
asocian con maestría y se muestran atados por una fibra recia y
luminosa.(4)
Parte de esa obra elogiable complementa las páginas de este volumen
con que la Academia Chilena de la Lengua quiere justipreciar el aporte
y significado de quienes , como Fernando Durán, en un tiempo, la
enriquecieron con su presencia y con su trabajo consagrado a la palabra.
3. Periodista de opinión
"El
periodismo debe tener conciencia de la
rapidez de sus juicios y de la fragilidad de
sus fundamentos."
F.D.V.
Fernando
Durán inició desde muy joven sus colaboraciones en el periodismo
escrito. Como se afirmara en páginas anteriores, el primer diario
que recibiera sus textos fue "La Unión" de Valparaíso,
en 1927. Con escasas interrupciones, prolongó su labor de redactor
durante tres décadas en dicho medio y,luego, desempeñó
tarea similar en "El Mercurio" de Santiago, llegando a convertirse
en Sub-director del mismo hasta 1967, para posteriormente dirigir en calidad
de Director el homónimo de Valparaíso, hasta recién
iniciado 1974.
La sólida formación humanista de que hizo gala , la amplitud
de horizontes culturales con que respaldaba sus columnas , la versatilidad
temática en que vertió sagacidad y hondura, su constante
preocupación por el libro, especialmente de autores chilenos,americanos,
españoles y franceses, sin perjuicio de sus crónicas acerca
de países, de la quinta región, así como el tratamiento
constante de asuntos económicos,políticos , legales y religiosos
habla a las claras de la facilidad expositiva y del tono familiar con
que abordaba cuestiones de índole tan diversa como específica.
El método con que ayudaba sus exposiciones y planteamientos correspondió,
grosso modo, como sigue: planteo del tema, reflexión acerca de
los posibles fundamentos esgrimidos por los sostenedores de una u otra
posición, consecuencias teóricas y prácticas en la
existencia personal y social de una conducta, de una filosofía
o de una tendencia, refutación de aquéllas y conclusión
del tema. Sus escritos fueron , al mismo tiempo, exposición cavilosa
y fulgor idiomático, sólida argumentación y acercamiento
reconocible de la realidad.
Para mejor exponer sus pensamientos los ilustraba con ejemplos reconocibles
del lector y con aquéllos establecía vínculos entre
la información y su punto de vista. Así, sus artículos
de meditación y los ensayos , sus formatos preferidos, avanzaban
argumentaciones polémicas, muchas veces, sin que jamás restara
oculta su posición enérgica de los principios defendidos,
ni debilitada la armazón que la vertebraba.
Pero todo lo anterior tuviera seca impecabilidad si no fuese acompañado,
como lo hizo, de impulso poético, capaz de conferir alada gracia
y potencia evocadora a los párrafos más sesudos y exigentes.
Léxico riquísimo , pero sin resabios de especialización
gravosa, el de Durán Villarreal sabía aclararse en el contexto
de las oraciones encabalgadas de enlaces propositivos , cuando no en el
despliegue de su meditación a base de contrastar posiciones que
se proponía esclarecer. A satisfacer el mismo fin empleó
frecuentemente los recursos de la analogía y el paralelismo.
Todas estas virtudes le fueron reconocidas sin reservas por sus pares.
Roberto Zegers de la Fuente, uno de ellos, ponderó: " Su gran
talento, captador del instante, su inmenso poder de trabajo, así
como su memoria prodigiosa, su bondad siempre puesta al servicio de los
necesitados". (5 )
Tono similar empleó Homero Bascuñán (1901) a propósito
del alejamiento de Durán de la dirección de "El Mercurio"
porteño, a principios de 1974: "En todos los cargos que le
correspondió desempeñar junto a nosotros (...), lo hizo
siempre con la eficiencia y capacidad poco comunes del periodista visionario,
culto y ágil para desarrollar una idea o transformar un cable en
algo más que una noticia, haciendo de él, casi siempre,
un relato vivo e interesante por su claridad." ( 6)
El centro de sus preocupaciones fue la persona humana y en torno de ella
desplegó, como está dicho, heterogéneos aspectos
y temas de la realidad. Podía examinar lo real sin forzosidad,
desde la faz más leve a la más hosca, su perfil inefable
de sutilezas así como la brusca prosa del acontecer caótico,
la singularidad insobornable de cada quien o la suerte multitudinaria
de la época, sin que careciera jamás del necesario espesor
informativo cuando la crónica imponía un recuento del asunto
en cuestión.
Los motivos directos de los escritos obedecían a causas no menos
variadas: la lectura de un texto, una noticia, algún hecho, las
declaraciones de alguien, el debate encendido de la actualidad ,o bien,
el mensaje espiritual de libros y de autores que le conmovían.
Estos variados puntos iniciales de sus crónicas, meditaciones,
editoriales, comentarios y ensayos le hicieron dúctil para dar
cabida al fragor inmediato y al trato de lo permanente. Lo uno aligeró
consideraciones y, lo segundo, vigorizó el paso volandero de lo
meramente noticioso. A pesar de ello, no cabría pretensión
de pervivencia de todos sus escritos periodísticos, pero es fácil
obtener un alto número de ellos , representativo de sus distintas
facetas expuestas en miles de colaboraciones.
Fernando Durán fue un periodista reflexivo y poético; nunca
autor de pasatiempos. No escribió para seres aburridos ni lectores
de páginas sociales. La suya fue pluma que enalteció la
actualidad haciéndola interesante. Y si tenemos presente que esa
actualidad fue la del turbulento y clamoroso siglo XX, acerca del cual
examinó, como se ha dicho, cerca de cincuenta años de dolores
y de esperanzas, en dimensiones tan variadas como fuera capaz de interesarse
él mismo en los cauces por donde corría la suerte y desgracia
humanas, no es posible desconocer de su aporte esa mirada comprensiva
de lo complejo, mirada jerarquizadora de valores con que se identificó,
empezando por el valor sagrado de la existencia y recordando , en un mundo
vacilante, el sentido misterioso que anima al ser humano a trascender
de lo inmediato,de lo oportunista y fugaz, alzando por encima de las zozobras
el carácter personal y solidario de la existencia, exhortado por
la esperanza de un encuentro definitivo en el Creador. Y esta animación
de su pensamiento y de su quehacer obedecía, según queda
claro de los textos, de un centro de irradiación cristiano, destacado
por su colega periodista Horacio Hernández: " la fuente primera
de su inspiración y transparencia, no era otra que su fe religiosa
y profundamente cristiana; de modo que los asuntos que atraían
su atención tenían-en su pluma-un toque de espiritualidad
que, ora los alejaba en la proyección del tiempo, ora los hacía
médula y riqueza del existir cotidiano". (7 )
4. El ensayista : nociones vertebradoras
"La
existencia es radicalmente libertad,pero esto
no quiere decir que dicha libertad consista en
un vacío."
F.D.V.
La multiforme actividad cultural en que comprometió su vida Fernando
Durán Villarreal dispensó atento mirar y examen a la condición
humana y a las facultades expresivas manifiestas en las artes y, muy particularmente,
en la literatura. Desde la cátedra universitaria como en las volanderas
páginas de diarios y revistas analizó, propuso o fustigó
criterios que, desde su adscripción al humanismo trascendental,
le interesaba comprender,animar o enderezar, especialmente cuando advertía
peligros de decadencia o deserción ética como estética
que, a su juicio, ponían en entredicho fundamentos necesarios de
respetar, al par que comprometían gravemente el porvenir de nuestra
civilización occidental. Por eso mismo, sintió inaplazable
la tarea de esclarecer los móviles de la conducta tanto como los
frutos y omisiones que de ella se derivan.
Pensar desde y sobre lo humano, el suyo buscó tornar presente la
herencia de una tradición cultural viva y, con el mismo convencimiento,
sometió las condiciones y tendencias históricas a la lógica
vitalizadora de la fe cristiana.
En el formato ensayístico halló el carril ideal de exposición
y tratamiento de los asuntos humanos. Los modos y pormenores de ese su
meditar acerca del compromiso moral-no moralista-que implica vivir de
acuerdo a la dignidad de ser creado y, como tal, consonante con la espera
que se tiene de la existencia por parte de los demás y, ante todo,del
mismo Creador, le llevaron a concebir lo humano como tarea central de
cada quien y de la sociedad en su conjunto. Vivir,para él, era
oportunidad de responder al don de la existencia recibido gratuitamente,
a través de las generaciones, por extensión generosa de
Dios. De acuerdo a ello, el ser humano no debería recusar ninguno
de los talentos habidos en su naturaleza de persona en vistas de ese llamado
vocacional principalísimo.
Los respaldos de su cavilar se reconocen provenientes de la tríada
cultural que nos constituye, a saber: la vertiente greco-latina, la judeo-cristiana
y la hispanoamericana. Las tradicionales nociones de naturaleza y trascendencia
vertebran sus exposiciones de la existencia humana. En virtud de la primera,
el hombre aparece como alguien inacabado, sobre quien actúa una
convocatoria a unificarse desde un quehacer que lo explicita y vincula
a sus semejantes; de acuerdo a la trascendencia, su ser es irreductible
a cualquier parcialidad de circunstancias o restricciones inmanentes.
Ser persona significa asumir la propia condición desde su naturaleza
peregrina, esto es, un proyecto de vida que tiene en sus distintos estadios
o etapas del tiempo la pre-ocupación de sí como tarea, a
la vez que una solidaridad con los demás y, en última instancia,
la forja de un vivir que, al fin, ofrende a Dios , ante Quien cada uno
espera, o puede confiar, alcanzar plenaria aurora cuando el tiempo sea
ausencia y cumplida jornada de los pasos en la tierra.
Siendo, pues, tales los fundamentos de la existencia humana, el análisis
del tiempo contemporáneo-sobre todo el siglo XX--, en que comprometiera
buena parte de su esfuerzo analítico, se explaya en mostrar y demostrar
cuán frágiles e ineptas resultan, la mayor de las veces,
practicas y filosofías deshumanizantes que suelen gozar de adhesión
populosa. Así, los sistemas político-ideológicos,
las doctrinas científicas y las conductas errantes son desnudadas
en sus respectivas insuficiencias pretendidamente humanistas al oponerles
el carácter misional de la existencia que, indudablemente, polemiza
con la ínfula autosuficiente de nuestro tiempo que, en no escasa
medida, ha pretendido borrar todo rasgo sagrado y misterioso del ser humano,
negando, en último trámite, el carácter de copartícipe
que le cabe en la Creación.
Desde luego, nuestro autor fue heredero de una rica tradición de
pensamiento y convicciones ,principalmente de Occidente. A los Padres
de la Iglesia y los sabios filósofos griegos le acompañaron
innúmero de nombres y de obras , mostrándole acorde en más
de un concepto con Paul Claudel, Etienne Gilson (1884-19 ) , José
Ortega y Gasset (1883-1955), Martin Buber (1878-1965), Pedro Laín
Entralgo (1908), María Zambrano (1904-19990),Albert Camus (1913-1960),
por citar unos pocos.
Meditar desde el hombre vivo, sin concesiones a reduccionismos ni arrogándose
absoluta lucidez respecto de la realidad , a la que pretenden acercarse
las provisionales palabras comprometidas en la reflexión que, en
su caso, fue un ver y un sentir, una disección y una síntesis.
5.
Noción de persona
"la vida regalada en promesa sólo despunta en realidad
en la medida en que alguien se interesa por cumplirla,
esto es, por desplegarla y extenderla."
F.D.V.
Metafísica y fenomenología, fe y experiencia personal colaboraron
a formar su noción de persona humana.
Gustaba citar de Leonardo da Vinci ( 1452-1519) el pensamiento que glosamos
así: la filosofía conforma el proyecto; los hechos de su
conducta, la práctica. De este modo enfatizaba la necesaria coherencia
que deben observar el ser y el quehacer a través de vínculos
inescusables , poniendo en acción el carácter esencial de
persona y el testimonio expreso que , a lo largo del tiempo, muestra perspectivas,
motivos y voluntad en espera de logros conducentes, en último trámite,
a la realización plenaria de sí propio.
Inventor de su forma de vivir, al hombre es dable este calificativo porque
corresponde a una interioridad en cuyos ámbitos fluyen el misterio
que clama develamiento, las herencias y los límites de la existencia,
el apetito de más ser a pesar de la caducidad y las ostentaciones
de la muerte. Y todo ello fráguase en el tiempo a partir del dato
que es el propio ser.
"El hombre existe porque emerge de un dato originario, porque se
crea y elabora con un material que no coge del aire sino que capta en
su propia intimidad. Al defender esa intimidad,venero donde habita el
espíritu y de cuyo caudal brotan todas las hazañas y las
acciones que ennoblecen y dignifican al individuo, no se está defendiendo
un vacío, sino un lleno." (8)
Como dato inicial de realidad, el hombre es un ser llamado a ser. En el
pensar del autor, aquél obedece a un principio de creación,
que podemos llamar adánico, y a otro de autogestación, que
nombramos prometeico. Ambos se enlazan en la existencia y cada uno exige
el debido reconocimiento. Fluye del primero el acontecimiento misterioso,
genésico,amoroso del antecedente divino que hay en la partida de
nacimiento del ser humano, pero también como manifestación
de Alguien que acompaña y espera durante el tiempo y más
allá de éste, pues lo divino en la revelación y tradición
cristianas, en la que se inserta la meditación de Fernando Durán,
corresponde a la incesante presencia de un Dios Persona que es Creador
y Padre, en primer lugar. En frente de El, su creatura humana debe corresponder
al don de la vida recibido, a costa de un esforzarse en el desarrollo
de esa misma vida. En la visión cristiana, el vivir humano recorre
las extendidas sendas del tiempo entre dos actos radicales que lo vinculan
a Dios y a todo lo existente. Aquéllos son: Creación y Redención.
Fiel a esa mirada , el escritor chileno concibió lo humano como
apetencia constante de ser uncida de responsabilidad grave e insoslayable.
De acuerdo a lo anterior, el principio de autogestación, que hemos
llamado prometeico, consista en el imperativo de explayar por el hombre
aquellas potencialidades de su esencia a través de elecciones y
de actos que lo exponen a los rigores del riesgo, del sufrimiento y hasta
del fracaso , pero también su ejercicio de la libertad puede depararle
la conrapartida del acierto y el triunfo. Sólo que esa victoria
es, en primer lugar, sobre sí mismo, alzándose por encima
de la molicie, la dispersión y las seducciones falaces de cuanto
quiera y pueda esclavizarlo.
Siendo, pues, el hombre una creatura , su tarea de cumplir con la posibilidad
cierta de vida que le ha sido regalada le exige, además, convertirse
en intérprete de lo creado. Debe habitar el mundo, nombrándolo
y comprendiéndolo , mientras él mismo es parte suya ,junto
a otros semejantes y diversos, para emprender una labor de hacerlo habitable,
llevándolo a la máxima perfección de que sea capaz
de intuir,forjar y exponer en el afán perfeccionista que lo anima.
Durán ensancha el concepto de realidad al insistir en el ideal
como factor preponderante de acción humana. Al hacerlo, se distancia
por igual de vagos espiritualismos como de materialismos cegados de inmediatez.
Vivir es proyecto que despliega simultáneamente lo interno en lo
exterior y, en virtud de éste, se hace patente aquél. Incesante
relación de hombre y mundo: hombre en el mundo y mundo en el hombre
que descubre una noción de existencia como acontecimiento , tan
rico como frágil, en su tender a lo porvenir.
Pero la condición temporal en que debe hacerse el ser humano y
su mundo es ,de suyo,dramática , rasgo que no le pasa inadvertido
al autor, cuando escribe:
"Porque esta misma brevedad transitoria, este ser, en el fondo, una
especie de ir siendo a pausas y, a la vez, de no ir siendo, confiere al
existir la dramática contradicción de estar circunscrito
a un pasar, pero sobrepasarlo en un afán irresistible de quedarse."
( 9 )
Con todo, esa dramaticidad innegable que lo mueve obtiene, en el pensamiento
del autor, una vertebración justa en su perspectiva finalista de
la existencia. En efecto, el hombre es alguien que aspira a coincidirse
en la identidad más insobornable que habita, pero a la vez tambi´`en
es aspirado por la inquieta clave alojada en su naturaleza. Ser que anhela
un ser que , a su vez, lo aspira, en una suerte de espera. Ida y vuelta;
viaje y encuentro. Unir superficie y bordes correspondería al ideal
de auténtico vivir. Por eso, en el fondo de sí mismo, la
persona intuye que corresponde a una clave , en pos de la cual avanza,
a trompicones, las más de las veces.
La labor integradora que se obliga a realizar se la confirma la naturaleza,
en cuyo reino los entes y los seres existen entrañablemente unidos,
correspondientes y jerarquizados. Semejante a dicha concordancia, el ser
humano busca ser él, porque le acucia la unicidad de su espíritu.
De ser sólo materia, tendería a lo gregario únicamente,
conformándose en estado categórico.
Mas, ¿de dónde proviene tal forzosidad en nuestra especie?
Durán deja en claro el papel determinante que desempeña
lo espiritual a partir de la inteligencia, capaz ésta de "colocar
en la realidad algo que ella no posee, de que esencialmente carece"
( 10 )
He aquí una característica exclusiva del hombre que le regala
una curiosa y hasta inaudita presencia en lo creado. Pertenece a la naturaleza,
pero no le queda sumiso del todo. La trasciende por su alma racional,
como dijera el autor de De civitate Dei. Al hacerlo, pasa del nivel de
ente a la dignidad de sujeto. Y en ello radica la prueba más fehaciente
del rasgo espiritual que le distingue, pues sólo lo inmaterial
se exime de la fatalidad causalística de los cuerpos y de la muerte.
Pero el estar humano en el mundo lo es, fundamentalmente, en una cultura.
Es en calidad de partícipe, y de trasuntarla, como es dable habitarla
en vista de un perfeccionamiento de sus condiciones y realizaciones. En
este sentido, la cultura debería observar la misma senda ascensional
de la persona.
Por lo dicho, es claro que para el autor queda descartada de la mejor
conducta cualquier autarquía insolidaria. Más todavía,
la libertad de que goza el hombre está uncida de valor moral en
cuanto encamina a la perfección de las versiones humanas de la
vida. Sólo así se le deparará cierta felicidad: fruto
de esfuerzo creativo y solidario.
Aun entonces, la finalidad no ha sido hallada. Falta enfrentar la insoslayable
muerte, consumación del tiempo y de las posibilidades habidas en
su trascurso. Es el momento en que el autor corona sus argumentos desde
la experiencia religiosa:
"La muerte nos angustia en cuanto final,pero hay una forma de "hacerla
nuestra", de revestirla con claridad y amor, que es la forma de la
esperanza cristiana. Asumir, reconocer nuestra vocación hacia la
muerte, es vano intento si esta conclusión es una mera constatación
de un hecho sin significado. Vivir como si la muerte no existiera, es
encerrarse en una porfiada negativa o propugnar un heroismo de la ceguera
y de la soberbia. En cambio, sentir y experimentar la muerte como un despojo
de nuestras pobrezas, como un acceder constante hacia la plenitud de nuestro
propio ser, y ubicar todo este ultramundo a que nos referimos en la persona
de Dios, es trazar la línea completa de nuestra historia y recoger,
sin mutilación, la voz total de nuestras aspiraciones y querencias."
( 11 )
Cúlmine humano es la llegada a puerto, lugar en donde cada quien
conocerá la experiencia de abrazo pleno y dilucidación absoluta
en Aquel que es origen y meta última del vivir. En ese trascender
salvífico radica la perfecta felicidad, según la revelación
cristiana,y en ello puede fundarse la esperanza de la persona. Dicha promesa
derriba incertidumbres y confiere sentido al total de la vida. Hasta allí
la parte de Dios a través de Jesucristo. Antes, el ser y el quehacer
humanos ponen la suya. El morir-y no la muerte-en tanto que acto personal
e intransferible , cosecha los afanes y logros, los fracasos y los esfuerzos
de la creatura. Para entonces ésta habrá cumplido ,en alguna
medida, su papel de co-creadora que se le dio en el ser. La última
palabra es la del Restaurador y ésta no es otra que Vida. Con todo,
el autor dejó en claro a este respecto su afinidad con el pensamiento
agustiniano que reza: "El que te creó sin ti, no te salvará
sin ti".
6. Acerca del arte
"crear es ,en el fondo, creer.Nada se eleva en
medio de la realidad si no lo nutre una subs-
tancia que le confiere vida. La semilla cree en
el árbol y por eso se pierde en el surco para
subir,ascendida,en hojas,en ramas o en flores.
El artista cree en el mundo que mira en su
interior y,por lo mismo, imprime a la tela
o a la palabra el estremecimiento que recorre
después al que observa o musita lentamente
el poema."
F.D.V.
Tocante al arte, las connotaciones de éste no son ajenas a la experiencia
personal de intimidad despierta,soñadora e insatisfecha. El afán
creativo que sustenta las diferentes especificidades artísticas
está preñado de un impulso de fe que acompaña toda
gestación y nacer , pues en esa confianza habita la espera de un
logro: la obra. Y ésta , mitad ansia, mitad imaginación,
impulsa a buscar la forma necesaria que la torne presencia, es decir,
como un bien posible y necesario de existir.
En la concepción de Durán, el arte se alimenta del proceso
general del vivir. Las dos fuerzas que disputan, pero también enriquecen
la existencia son: el deseo de unidad y el no menos imperioso de comunión.
Los avatares de aquella armonía inestable entre ambas necesidades,
genera tensiones y de éstas se nutre el arte, dado que la expresión
artística pretende forjar una versión comunicable de lo
subjetivo esencial, de ese más allá inagotable y secreto
que es lo humano, echando mano de formas,sonidos,metáforas, volúmenes
o movimientos para cifrarlo. En este sentido puede afirmarse que el arte
es creación y, por ende,anhelo de orden.
Pero el arte es un decir haciendo. Acto y preocupación. Es un añadido
al mundo. Su valor no surge de un deseo de reemplazar lo vivo, sino del
esfuerzo en mostrarlo en aquellos pliegues omitidos o imposibles de ser
traídos a la luz mediante otras actividades o disciplinas. El arte
cumple, entonces, una doble tarea:mostrar al ser humano en la más
ancha realidad de lo virtual y hacerlo evidente como un ser que se ve
mientras vive. He ahí el trasver de que habla Félix Schwartzmann
en Teoría de la expresión, ese ver lo íntimo como
externo, pero íntimamente.
Intérprete del universo y de sí mismo, el hombre dispone
en el arte el medio explícito con qué responder a esa nostalgia
de perfección perdida o de espera por recobrar con que es acuciado.
Su permanente ensayar nuevas formas revela que el arte es un crear que
concierne al creer, por aquello de que "Nada se elva en medio de
la realidad si no lo nutre una substancia que le confiere vida" (12)
, como escribe nuestro autor. Creer, en este caso, viene a constituir
la base de una confianza en los medios expresivos artísticos y
a insistir en la indoblegable voluntad de decir algo más que una
mera reproducción de exterioridades. Por eso el arte es metáfora:
nombra el otro nombre de lo real, muestra al mundo en traslación
y cada cosa es, al fin, también su alteridad.
Pero el arte, según Fernando Durán, tiene la virtud de actuar
sobre lo humano en un doble sentido: engaña y desengaña.
Al fundir lo distinto en el haz de una forma novedosa, la obra enlaza
ámbitos externos con el interior del hombre, produciéndose
una encarnación habitada de sentido y de poder significante. Mas
esta encarnación engaña en su perfecta visión que
ofrece del mundo (persona, acaecer, objeto), para luego desengañar
en su fugaz y relampagueante permanencia, porque la unidad de la obra
y la comunión que proclama no pueden suplantar la vida. Así,
el hecho artístico es un impulso de totalidad, aunque de logro
precario si se mira la fragilidad de quien lo lleva a cabo.
7. La obra literaria
"
el hombre habló para crear y crearse y crea cada
vez que vuelve a hacer revivir la realidad en esa
especie de maternal regazo que es la palabra."
F.D.V.
Nada extraño tiene la recurrencia meditativa que , sobre el valor
expresivo y revelador de la palabra, abunda en los escritos ensayísticos
publicados, ya en revistas, ya en diarios, por Durán. Innumnerables
páginas suyas alojan reflexiones acerca del lenguaje artístico,
sin olvidar a aquel que nos comunica día a día, pues en
ese erguirse desde el vocablo debate el ser humano el cariz y la dimensión
de sus actos fundamentales.
Capaz de pronunciar otra vez la Creación desde su propio interior
en que la ordena y formaliza, el ser humano crece al comunicar, al poner
en común los pulsos de la especie y de lo singular, adquiere dimensión
social al expresar aquello que le sucede como abundancia o como privación
en tanto que peregrino en el mundo, y más realce obtiene aún
cuando crea-recrea en él-los ajustes y los desencuentros habidos
entre la propia soledad y la inmensidad externa, facetas que hablan a
las claras de una existencia eminentemente relacionada y relacionadora
de intimidad y alteridad.
Vertebrado entre lo fable e inefable del lenguaje, el hombre es un ser
que habla-que se habla--, y al hacerlo dice a otros y se dice quién
es, quién cree ser, quién anhela ser. Para ello hurga en
sí, escucha voces del mundo , su clave personal criba mensajes
que le despiertan afinidades o repulsas y, por cierto, de tanto en tanto
es sorprendido por la extrañeza de ser alguien tan cotidiano e
insólito al mismo tiempo.
Gran interés por la literatura mantuvo Durán a lo largo
de décadas. Un hecho sintomático es el que tanto el primero
de sus artículos aparecido en La Unión, de Valparaíso,
como también los póstumos que vieron la luz en El Mercurio,
de Santiago, estuvieron dedicados a obras y autores. A esta cara dedicación
suya se refirió Roque Esteban Scarpa (1914-1995) en su discurso
pronunciado, en nombre de la Academia Chilena de la Lengua, durante las
exequias del escritor:
"Esa búsqueda de lo humano en la literatura, ese devolver
seres vivos con todos sus sueños y la encarnación de ellos,
constituye uno de los aportes de nuestro autor de los que no se podrá
prescindir en el estudio de muchos de los escritores que renacían
de sus ensayos. El poeta alentaba esa unidad y el vuelo de su visión
penetrativa. Lo otro era el oficio de amor del lenguaje, que se plegaba
sabiamente a la intención, tejiendo con sus matices la unión
de la exactitud y el encantamiento." ( 13 )
Las letras nacionales , las hispanoamericanas, españolas, francesas
y , en menor medida, las de otros países fueron motivo de sus análisis
y penetrantes enfoques. Lugar muy central el pensar suyo en torno de la
palabra. Ella ostenta el poder de completar la realidad del mundo, haciendo
íntima la vida y obteniendo de esa intimidad una versión
nueva de lo real. Ese despertar ecos se extiende sobre la base de todas
las zonas y todas las magnitudes existentes: lo actual, lo virtual y lo
imposible. Como en Heidegger, la virtud principal de que goza la palabra,
según el autor, es tornar patente aquellas latencias o potencialidades
de lo vivo. En virtud de la palabra, sobre todo, nuestra especie dispone
de un recurso supremo en frente de lo otro y de sí propio, como
es: volver a crear, creándose.
Posibilitadora de comunicación, de expresividad y de poder creativo,
la palabra deviene de su raíz ontológica como un bien comunicable
por excelencia. En ella y por ella el universo toma forma y lo diverso
conquista unidad inteligible.
De otra parte, función a todas luces definitoria de lo humano es
la autognosis y la vinculación entre persona y mundo, entre lo
individual y lo vario. La necesidad de conocerse le acerca a su paisaje
interior; en vistas de la segunda, abre puertas a un diálogo entre
sujetos o entre alguien y los numerosos algos , en movimientos alternados
de acción y de reacción espirituales.
Hablar consigo y con los demás, con lo propio y con lo otro, corresponde
tanto al soliloquio como al intercambio iluminador del diálogo,
formas de articulación de una simultaneidad como es la de ser el
hombre una mismidad y una diferencia. A través de hechos y de años,
toda persona puede acercarse, a veces, a superiores niveles de consciencia
o a encarnar un vivir al límite de sus posibilidades. En la palabra
habita lo humano en las dimensiones que le son propias, pues ya antes
la Palabra ha creado el universo , colmándolo de potencias germinantes.
De acuerdo a lo anterior, de la palabra puede decirse que es casa y soplo
vivificador de consuno.
Desde luego, el nivel humano más alto que puede mostrar la palabra
es el estético, ya que según Durán " es forma
capaz de vivir por sí misma, se estructura dentro de un sentido
y una jerarquía y se hace, por lo tanto, universal y comunicable."
(14)
Pero esa autonomía subsiste orientada en una suerte de escala axiológica
o de estratos expresivos que transforman lo individual en universal, mientras
el silencio subjetivo de la palabra se trasiega en acto comunicable. Naturalmente,
tales caracteres creativos se actualizan en la lectura de alguien, quien
al hacerlo, despierta del escrito aquella intencionalidad alojada en la
entraña del lenguaje , en tanto ese lenguaje despierta el potencial
de humanidad silente que porta.
De su parte, el rasgo transitivo del arte-y de la literatura en especial--,
ese su ir más allá de la materialidad que le presta cuerpo,
habla de la insatisfacción que rige a toda persona. Por eso mismo,
lo estético diseña un ideal de realidad, ideal inédito
que sólo encuentra aliado en la expresión del espíritu
insumiso del ser humano que se atreve y sabe forjar a base de lo propio
una creación de valor perenne y comunicable. El contenido de esa
experiencia es la vastedad de vivir expuesta en su máximo resplandor
de que es capaz cada artista, resplandor de júbilo o penuria. Es
entonces cuando la intensidad expresiva y la unicidad creativa conquistan
el laurel del temblor estético.
Pensar acorde a la ontología fundamental de grandes pensadores
modernos y del pasado, tales algunos Doctores de la Iglesia, como también
Maritain, Scheler, Menard,Valery, Gadamer o Pfeiffer, el autor expone
sus nociones de lo estético guiado de un sentido ascensional, como
ascendente es también la aspiración de plenitud que distingue
al hombre. De este modo, la palabra literaria -sobre todo la poética-es
dueña de un sentido, de una significación y de una musicalidad
provocadores del bien espiritual como lo es la intensa fruición
que regalan. Lo bello que fulgura en la obra actúa al modo de percutor
que posibilita el encaminarse a un conocimiento superior:el del ser en
su máxima apertura reveladora.
En tanto que obra escrita, la literatura cumple tres misiones inesquivables:
la del escritor, la del lector y la del crítico, según lo
expuso en su discurso de incorporación a la Academia de la Lengua,
en 1959. La primera de esas misiones está signada por la "continua
exigencia" de ver lo existente en "su mejor totalidad y en su
dimensión más amplia y enriquecedora", con el afán
de recordar la plenitud que alienta y espera más allá de
lo circunstancial. Al lector corresponde una labor completadora que, sin
duda, implica una traducción de la virtualidad humana i mpresa
en el texto. Y este acto lector es ya el esbozo de una interpretación.
Por último, al crítico toca la comprensión más
profunda de la obra. Con el propósito de conquistarla estima, valora,
relaciona, pregunta y analiza, para así entregar de su trabajo
hermeneútico una revelante interpretación. La interrogante
principal que debe encarar es el verdadero logro estético del texto
y, por su mediación, saber dirigirse hasta el origen del sentido
o de la intencionalidad que, de cualquier modo, representa un clamor de
infinitud, un jadeo de ilimitación que, en lo ya dicho de la persona
y del arte, obtiene razón y fundamento.
8.
El poeta
"La flor es el resumen de una obscura paciencia
que a fuerza de esperanza se transforma en fragancia"
F.D.V.
Fernando
Durán Villarreal publicó únicamente el poemario Velamen
(1950), Premio de la Sociedad de Escritores de Chile el año anterior,
que recibiera en marzo de 1950, durante una ceremonia celebrada en el
salón de honor de la Universidad de Chile, ceremonia que fuera
presidida por el entonces ministro de educación, don Bernardo Leigthon
Guzmán. Se sabe de otros dos libros inéditos hasta el momento:
Cantatas Místicas y un libro de sonetos, forma que le fuera predilecta,
según dijera en una entrevista: "Me gusta escribir en esa
forma poética porque obliga a la precisión, al rigor, y
a hacer rendir más la intención." (15)
Fuera de lo anterior , existe una muestra poética en Poesía
y Ensayos,(1985), antología del escritor y presbítero Enrique
Pascal. Lo demás, son poemas aparecidos en revistas y en diarios
nacionales. Raramente antologado, Alone (1891-1984) seleccionó
algo suyo en Las cien mejores poesías chilenas y, en 1989, lo incluímos
en la colección Hoja de poesía N.80, publicación
del Area de Comunicación de la Conferencia Episcopal de Chile.
La escasa difusión de su obra toda , y de la poética en
particular, quizás debióse a su carácter reservado,
ajeno a la entusiasta publicidad de sí mismo, en la que otros emplean
tanto esfuerzo y consiguen, en lo inmediato, parabienes y respaldos.
Parejo rigor y contención de su prosa muéstrase en los versos.
Mal que bien el impulso poético nacía del mismo hondor de
afinidades y preocupaciones que los desarrollados en los formatos ensayísticos
y opinantes del periodismo. Aunque deba, eso sí, apartarse de éstos
el carácter trémulo e intimista que domina a sus poemas.
Existe en los poemas de Durán una serenidad de espíritu,versión
de su personal sobre-estar que es pujanza y comprensión de lo tenido
por experiencias supremas: afectividad, condición fugaz y anhelo
de Dios. Las tres son vertientes que consagran unidad de ser y de sentido
a la existencia . En efecto, "convierte sus poemas en oración,
meditada palabra y alabanza (... ) Su capacidad de síntesis la
ejemplifica en la rotulación de sus poemas, de casi todos, a partir
de una sola palabra. Los elementos naturales son el espejo interior que
prima en el esfuerzo ascensional, en la pugna por acercar el alba,o bien,
en trance de clarificación espiritual." (16)
Fe y razón , meditación y sentir actúan de consuno
en el logro de eficaz sazón poética. Ninguna estridencia
se entromete. Cada verso vive animado de una interioridad clásica
y cristiana, sin que alguno de dichos atributos le cohiba emoción
o acalle un ligero temblor en que se siente al hombre paradójico
, a la vez confiado y anhelante. Y en esta doble condición espiritual
el poeta hizo propio el legado de otros autores que, como él, hospedaron
con naturalidad en sus obras graves consideraciones acerca de la existencia,
junto a una conmovedora reacción de confianza o de dubitación.
Ajeno a esta última, Durán siente la delgadez de que pende
la frágil y delicada vida humana, y de ella resalta su calidad
inquisitiva por su natural inacabado y su hambre de culminar la amenazada
contingencia en un encuentro plenificante, cuyo norte y destino no es
otro que el Creador.
La vida es huida que se expande en la confianza de que está sembrada.
Continuo perder que, sin embargo, es ganancia misteriosa . Al ser le anima
un más ser, un continuo seguir , aquella trama de unidad extensiva
que, de hito en hito en su íntimo verse, aprende a aceptar el límite
y, en el forcejeo de su trato, vuelve a crecer el paso y el anhelo. El
vivir recuesta su sentido en el misterio que es lucha e invitación
a desplegarse.
"Si
nada a mi deseo limitara,
si en el querer lograse ya mi anhelo,
no sostendría el aire al ala en vuelo
ni la mano a la piedra modelara.
Si el cuerpo
al alma el gesto no prestara
no sabría su goce ni su duelo,
árbol no unido por raíz al suelo,
vago y difuso ser sin voz ni cara.
Puedo existir
porque algo me limita,
porque algo me combate y me da forma
y a mi pasión confiere un alma nueva,
sed de
totalidad, ansia infinita,
raudal ceñido por radiante norma,
ala que vence al aire y a él se eleva."
(Límite)
Ese coloquio de cuerpo y de alma , esa convivencia de términos
y realidades a menudo antitéticas o algo esquivas al abrazo armónico
es constante de estos poemas que ,a este respecto, pertenecen al mismo
linaje de la agonía unamuniana, o de la vacilación de Antonio
Machado(1875-1936),aunque contenida y pacificada frente a la creciente
caducidad de la existencia y de la necesaria salvación que el ser
requiere como respuesta al peligro de anonadamiento. Un parentesco o afinidad
que mejor le calza es la obra de Paul Claudel (1868-1955). En nuestro
poeta existe aplomo de aceptación de la realidad. Las filosas pendientes
o las escarpadas vallas son incorporadas al ambular del alma como la estrecha
senda por donde debe comparecer a la prueba de la vida. Mientras fluye,
agua o aire se recrean en el dinamismo que les es consubstancial. Semejante
a las palabras de Beethoven (1770-1827), la condición viatoria
de la vida huye a la sombra para que vuelva el alba. Salida para el regreso,
los gestos del cuerpo dicen espíritu, el adiós insinúa
retornos, "surco abierto en el agua/ que el agua desvanece",
realidad desrealizada, suma sabiduría de tránsito y promesa.
Emparentada con la poesía de Pedro Prado (1886-1952) en su tonalidad
conceptista, se aleja de ésta en la misma medida en que traba amistad
con la emanación del misterio animado por Dios. Si el poeta de
No más que una rosa interrogaba la calidad mortal y a lo sumo evanescente
del espíritu, sin dar con la esperanza de un hogar sin fin, sintiendo
el trastiempo como una incertidumbre o un arcano invencible, Fernando
Durán reconcilia la hora y lo eterno, pues el aquí es fugacidad
que anuncia culminaciones de tránsitos y sueños. Su poesía
es a un tiempo emanación de surtidores como son entes y seres ,
y también anticipadora de más vida. Su argumento es la confianza.
Y de ello no se excluye al expresar el hecho de su futura muerte:
"Un día llegarás, tras vaga espera,
y, sin que nadie advierta tu venida,
apagarás la llama de mi vida
y volverás su página postrera.
Entonces esta mano conmovida
que alguna vez volvió el amor ligera,
se quedará , ya inmóvil, extendida,
como si de fatiga se durmiera.
Nadie habrá que nos sirva de testigo,
nadie que oiga mi diálogo contigo
ni haya asistido al inefable encuentro,
pero aquel
que examine mi mirada
sabrá que se ha quedado deslumbrada
al ver llegar a su alma hasta su centro."
(A mi muerte)
Tampoco queda mudo el ímpetu lírico que al espíritu
toca en su presencia de paso o de gesto entre las innúmeras presencias
de lo existente. El poeta hace oir las encarnaciones y metamorfosis del
espíritu humano que , si en ocasiones consideran límites
azorantes, también se regocijan de sus circunstancias, así
sean éstas corporales , contemplación de lo bello o untar
de regocijo en las fragancias de tiernas plenitudes. Corroboran lo dicho
pupila y mano, voz y melodía. Verde o azul: las horas presentidas
y las muertas.
Poesía de contemplación y de experiencia íntima,
su cotidianeidad vive en la cima del ansia de ser . La expresión
de Durán no es espejo que redunda una figura lastimada de menosprecio
o soliviantada de autoestima. El poema que escribe y dirige a su consciencia
y comparte con los demás carece de carácter especular, en
cambio es convivio del ser con lo existente en esas vaharadas nacidas
de contracciones y hallazgos por las que habla y suspira la agitación
de vivir o por donde se desliza el alivianado resuello de luz en la sombra
que la palabra proyecta de seres y de cosas, en su trabajo de otra vez
nombrar lo ya dicho con tal de alcanzar núcleo o atisbar secreto
de una realidad que se resiste a mostrar todas sus cartas y sus caras.
Y a tamaña tarea siéntese invitado el poeta, este poeta,abierto
el espíritu en la mirada de lo creado y atento , a la vez, a las
resonancias de esa enormidad de mundo en la no menos enorme alma de cuyos
viajes y meandros sus poemas son intérpretes destellos.
La entrañable cogitación de esta poesía posee en
el ímpetu admirativo de la vida que se rebasa permanentemente en
despliegue de insatisfacción gozosa, un acento infrecuente entre
nosotros. No es optimismo la razón de ese ánimo jubilar,
sino la confianza de ver y de oír en lo creado , ese diálogo
de las creaturas suspirantes con el aspirante Creador.Y puesto que todo
marcha hacia lo pleno, cada momento se enriquece de la fortaleza que deviene
del sentido finalista y trascendente que lo embarga, sentido que, por
otra parte, se descubre manifiesto en las demás especies , pero
quédale al ser humano la tarea de conquistar su plena aceptación
de ello, mientras experimenta el crecimiento sin fin en tanto viaja ,
zarandeado y paradojal,oculto y revelado,a lo largo del tiempo de su nostalgia.
Así lo dice en "Regreso":
"La
pupila no ve y a ver se niega
el alma es evasiva y no se entrega
y rehusa el amor y huye su encuentro,
pero la
voz resuena en nuestra vida
y a su llamado el alma dividida
regresa a su unidad y halla su centro."
Si dejamos para el final estas consideraciones en torno de la poesía
de Fernando Durán Villarreal no se debe ello a menosprecio alguno
hacia ésta que, como puede advertirse en la breve selección
que sigue, posee méritos evidentes, sino al carácter de
máxima síntesis,propia del formato en que se aloja y fluye,
lo que ha parecido ser ella la culminación más adecuada
a estas volumen de recuerdo valorativo y de invitación a leer la
obra de nuestro autor , escrita con cálido espíritu humanista
y alta realización estética.
Citas
(1) Herencia espiritual de don Fernando Durán V.
Escuela de Negocios de Valparaíso, 1983, p 7
(2) Op cit,
pág 14
(3) Enrique
Pascal, Op cit, pág 56
(4) "Pensamiento
y obra de Fernando Durán"
La Unión, Valparaíso, 4 octubre,1959
(5) Zegers de la Fuente, Roberto
"Recuerdo de Fernando Durán"
El Mercurio, Valparaíso, 16 septiembre,1982
(6) Bascuñán,
Homero
"Fernando Durán V."
Las Ultimas Noticias, 25 enero,1974
(7) Hernández,
Horacio
"Fernando Durán, una esencia"
La Estrella, Valparaíso, 15 septiembre,1982
(8) Durán
Fernando
"¿Existe el hombre?"
El Mercurio, Santiago,27 enero,1963
(9) Durán,
Fernando
"Matar el tiempo"
El Mercurio, Santiago, 23 septiembre,1963
(10) Durán,
Fernando
"Invención y descontento"
El Mercurio,santiago, 7 octubre,1962
(11) Durán,Fernando
"Muerte para más vida"
La Unión, Valparaíso, 1 noviembre,1952
(12) Durán,
Fernando
"Crear y Creer"
El Mercurio,Santiago, 13 septiembre, 1962
(13) Scarpa,Roque
Esteban
"Un recuerdo para Fernando Durán"
La tercera de la Hora,19 septiembre,1982
(14) "Valor,
creación y trascendencia en la crítica literaria"
En: Poesía y Ensayos. Selección y prólogo del Pbro.
Enrique Pascal
Valparaíso. Ediciones Universitarias, 1985, pág 275
(15) Alamos,
María Teresa
"Retrato hablado: Fernando Durán"
El Mercurio, Santiago,27 enero,1974
(16) Massone,
Juan Antonio
"Fernando Durán Villarreal". Hoja de poesía N.80,
Area de comunicaciones de la
Conferencia Episcopal de Chile, noviembre,1989
Fernando Durán Villarreal
Selección de textos
I. Meditaciones de Androvar
La nostalgia
Este sentimiento
azorante de movernos entre realidades que se escapan y huyen veloces y
otras que sobrevienen inesperadas y sorpresivas, confiere al existir una
condición natatoria, un carácter de flotación o fluctuación
en un medio líquido y estremecido por sucesivos oleajes. Se explica,
así, que la inseguridad inherente a la vida haya hecho a muchos
percibilra como un sueño imaginario,siempre escapando a nuestro
afán de asirnos de ella y dejándonos entre los dedos lo
que Juan Ramón Jiménez tan bellamente llamó la "forma
de su huída".
Cuando Calderón sostiene que la "vida es sueño"
y Shakespeare añade que estamos hechos de la tela de nuestro propio
soñarnos, no sólo afirman esta condición en cierto
mdo irreal del vivir, sino que recogen un eco veladamente platónico,
en que el existir se aparece como un hecho y, a la vez, como una imagen
perfecta y redonda al cual tratamos de hacerlo ceñirse. O sea,
nos vivimos tratando de juntar en un solo haz la vida concreta, ondulante
y mudadiza entre cuyo oleaje nadamos, y otra vida ideal y sin defecto
que sobreponemos al cuerpo siempre imperfecto de lo logrado.
De allí que el fondo del existir esté constituido por una
esencial nostalgia, por una emoción cuya raíz tiene algo
de venir naciendo y mucho también del regreso. Eso que se entiende
por "nostalgia", consiste en el "deseo doloroso de regresar".
Pero ¿a dónde podemos querer volver los que siemre nos hallamos
de partida, los que estamos sujetos a una existencia viatoria, de peregrinos
y caminantes sin descanso? He aquí la ironía dulcemente
platonizante que hace de la existencia algo an poético y henchido
de promesas.Anhelamos retornar a un mundo al cual no hemos llegado, en
cuyo territorio jamás pusimos el pie, pero algo dentro de nosotros
nos asegura y confirma que ese territorio existe, y que debemos bracear,
venciendo el oleaje, para llegar hasta él. Buscamos un universo
ideal, exento de impurezas y limitaciones, límpido y ardoroso,
con algo de cristal y mucho de llama. Llevamos su imagen alma adentro
y recorremos los caminos buscando lo que en ellos no podremos encontrar.
Por eso la poesía, las frmas artísticas todas, se hallan
henchidas de nostalgia y sólo su contacto es capaz de apagar un
poco la desazón en medio de la cual vamos viviendo. Un gran filósofo
francés, Louis Lavelle, lo comprendió y explicó maravillosamente
en una frase inolvidable. "Es desfigurar la naturaleza, dijo, no
ver que ella es una figura". Y justamente porque todo en torno nuestro
es figura, cosa que alude a otra de la cual es reflejo, nuestro existir
posee esa desgarrada y errante condición de ir pasando a través
de cuanto nos rodea, como la mano que hiende la fragilidad del aire o
rompe la superficie líquida de un orbe que se quiebra con sólo
tocarlo.
El Mercurio, Santiago,30 agosto,1962
Leer
Aquel problema que plantea Pirandello en sus Seis personajes en busca
de autor, acerca de cuál es más verdadero, si el hombre
de carne y hueso o la creación emanada del poeta o del novelista,
encierra el dramático dilema del existir humano. El hombre carnal
y temporal nace y muere y se desarrolla en una esfera necesariamente limitada
y constreñida. El personaje nace y ya no puede morir, porque quien
lo creó supo extraerlo de su ámbito mortal y alzarlo por
encima de las contingencias y las frustraciones humanas. La Beatriz del
Dante vive y vivirá más que multitud de mujeres, como el
Tristán del poema medieval seguirámuriendo, imperecederamente,
por la bella y blonda Isolda, de quien la evocación lo ha hecho
inseparable. Igual acontece con la pareja vagabunda del Quijote y de Sancho,
con la siniestra y endurecida figura de un Macbeth o la indecisa, dubitativa
personalidad del filosofante Hamlet.
Por eso leer forma parte del existir y el libro complementa y enriquece
la vida. La existencia es esperanza, imagen que ella elabora de sí
misma para proyectarla en un ademán que está siempre lanzado
hacia el futuro. Más que vivirnos, nos soñamos y lavida
se nos pasa entre pugna por soñar lo que seremos y por ser lo que
soñamos.
El libro, con su galería de personajes, con las múltiples
y ricas formas de vivir,de sentir, de pensar y de ver, que nos ofrece,
sbrepone a nuestra existencia real la imagen idealizada e irreal de otras
existencias psibles. De allí que, al recorrer sus páginas,
al internarnos por las avenidas de sus conflictos, de sus análisis
y disquisiciones, la atmósfera que nos rodea sufra un cambio imperceptible.
Parece que alguien mágicamente disuelve los muros de lahabitación,
alza el techo que cierra nuestra mirada, dilata las perspectivas del paisaje
hacia el que se dirigen nuestros ojos. Estamos aquí, en este sitio,
en este lugar preciso, concreto, pero, al mismo tiempo, nos hallamos muy
distantes, en zonas y regiones en las cuales penetramos por primera vez
o volvemos a recorrerlas con inédito frescor y amanecida admiración.
El libro acompaña, exalta, enriquece. No es esa simple suma de
páginas encuadernadas, que se entreabren y examinan y luego se
cierran para que se olviden. Son esencias de otras vidas que fueron y
depositaron en esas páginas la flor mejor de sus anhelos y de sus
sueños. Los sentimos amigos, fraternales, ricos de una proximidad
prodigiosa. Porque en ellos, como algún día sostuvo líricamente
Mallarmé, se encierra la ceniza de ardorosos vuelos humanos y basta
con que tomemos uno, cualquiera, entre nuestros dedos, para que las alas
se liberten y crucen en bandada por el cielo de nuestro corazón.
El Mercurio, Santiago, 8 noviembre,1962
El sacrificio
El universo
se encuentra en constante conmoción, en apresurado hacerse a sí
mismo. La madera se alegra de convertirse en llama y el fruto se enciende
cuando se apaga la flor. El hombre también es un caminante, el
peregrino de paso siempre hacia un más allá. Seres y cosas
se esfuerzan por romper su límite y por exhalar un oculto aroma
o decir el entrañable secreto que los habita y los devora.
Pero esta movilidad no se explicaría si no estuviesen buscando
algo que se les ha perdido. Platón llamó reminiscencias
a nuestras ideas y el ansia que sentimos de un estado perfecto e ideal,
alude al recuerdo de otra época que vivimos y a la que intentamos
incesantemente regresar. Y es que el universo dialoga con algo que no
es él, pugna por alzarse a estadios superiores y está internamente
empujado por un afán de ascender a lo alto, desprendiéndose
de lo que lo cierra y lo constriñe.
El Padre Teilhard de Chardin ha explicado el cosmos mediante este impulso
de divinización que lo corroe y lo agita, como si llevara en en
sus entrañas una creatura anhelante a la cual se empeñara
en dar a luz. Somos devoradores de absoluto y algo nos avisa que esa plenitud
se halla en nosotros y debemos libertarla, desligarla de sus ataduras,
para que emprenda el vuelo definitivo.
A este desligamiento que implica la elección entre el hombre adventicio
y pasajero que nos oculta y el eterno y definitivo que hemos de descubrir,
llamamos sacrificio. Algo debe morir en nuestro interior para que otra
forma más perfecta emerja a la realidad; algo tiene que borrarse
para que podamos escribir de nuevo y, a veces, es preciso que borremos
todo lo escrito para que se revelen los signos que bajo el texto aparente
se escondían.Porque sacrificar significa hacer sagrado y este borrarse
de la externa escritura puede, a menudo, revelar la imagen perfecta, el
poema prodigioso, que llevábamos calladamente adentro.
¿No fue ése, acaso, el destino de Violana, la dulce y trémula
heroína de La Anunciación a María, de Paul Claudel?
Cuando contrae la lepra por besar, en signo de perdón, al que un
día la ofendiera, una mano celeste empieza a borrar de su vida
todo lo hasta entonces escrito. Perderá a Jacques, su prometido,
despertará el odio implacable de Mara, su hermana, y deberá
retirarse de la presencia de los hombres para recluirse en un leprosario.
Pero otro ser habrá nacido dentro de ella y, en la aceptación
de esta nueva creatura, su existencia quedará transfigurada. Un
día Mara irá llevándole su hijo muerto, pidiéndole
que lo devuelva a la vida, y Violana, temerosa y apiadada, lo abrigará
contra su pecho, para descubrir después que el pequeño ha
resucitado, tiene los ojos azules como ella y ostenta en sus diminutos
labios una nacarada gota de leche materna.
Es el sacrificio que, tocándola con sus dedos misteriosos y extraterrenos,
la ha vuelto sagrada.
El Mercurio,
Santiago,11 abril,1963
Viajar
Fue Platón el que, esbozando las líneas de una república
ideal, aconsejó que se hiciera viajar a los jóvenes a fin
de que, en sus apasionadas correrías por el universo, recogieran
las experiencias necesarias para el gobierno de la ciudad. El filósofo
tenía razón. No hay mejor medio de enriquecer y aplicar
nuestro punto de vista que adoptar el de los demás. En el fondo
¿qué otra cosa es la experiencia sino un viaje sutil hecho
en torno a cosas y a personas, gracias al cual volvemos sabiendo lo ajeno
y, como consecuencia, lo nuestro? Mirado desde este ángulo sorprendente,
el egoísmo se resuelve en un apego absurdo al lugar propio, en
una renuncia estéril a las emociones del viaje.
Sólo viaja el que tiene curiosidad, el que concede atención
a los otros y sale en su busca para abandonar su reclusión.
Todo viaje implica un renunciamiento a nosotros mismos y una entrega confiada
al destino que quieran improvisarnos las circunstancias. Por lo mismo,
el que viaja ya en son de aventura, vale decir, en ánimo de aprendizaje.
La curiosidad es la madre de las ciencias, como la pereza, su antípoda,
es la madre de todos los vicios. Aristóteles hizo del asombro elmorigen
de la filosofía. Le faltó decir que la filosofía
es también un viaje:el crucero que hace la inteligencia en busca
de la verdad para volver con ella capturada.
Nadie concibe un amor más ardiente a su tierra que el que la mira
desde lejos, porqu esa lejanía revela sus encantos y el lugar que
ocupan en nuestro corazón. El cotidiano contacto con las mismas
cosas nos vela su presencia. Los que viven junto a las cataratas del Niágara
no perciben su estruendo. Los que se deslizan en el ábito se internan
en un sueño invencible. Se necesita salir de lo que nos rodea,
mirarlo como distante y distinto para poder reconocerlo.
La amistad misma, el amor profundo, son un viaje. Paul Morand afirma que
amar no es más que ir de un corazón a otro. El espíritu
levanta entonces las velas de su nave y zarpa hacia un país prodigioso,
mientras el viento tiembla en los cordajes y el cielo se ensancha con
una mirada propicia.
El Mercurio, Santiago, 6 abril, 1962
La avaricia
La gran diferencia entre el ser humano y la simple cosa es que el primero
tiene destino libre y consciente y la segunda es mero instrumento, realidad
mediatizada que se utiliza para servir al hombre. Pero tener un destino
que uno se da a sí propio y lo elabora con plena inteligencia de
lo que está haciendo, equivale a ser, en cierto modo, uno su propio
fin. La cosa está a nuestro lado, sumisa y quieta, en espera de
las órdenes que vamos a darle y que,por su propia naturaleza, tiene
que cumplir. Depende de nosotros, cobra su sentido en la medida en que
se lo damos al emplearla:en otras palabras, se elva al borde de la condición
humana en la medida en que la sirve y le franquea la entrada en el mundo
y la realidad.
Hay ,sin embargo, quienes invierten el orden. No se sirven de las cosas
sino que se ocupan en servirlas. Lejos de considerarlas medios, las transforman
en fines, las vigilan, las cultivan, porque se sienten sometidos a ellas.
Pronto dan un paso definitivo:viven acechándolas, temiendo que
en cualquier momento se disipen en el aire y suelten la amarra que las
ata a su mano. Porque en el instante en que esas cosas no existiesen,
o les fueran ajenas, ya no serían ellos mismos y sentirían
obscurecerse su vida, cegarse las únicas fuentes del escaso y triste
goce de que se hallan capaces.
Tal es el caso de la avaricia, que no es sólo del dinero, codicia
de bienes económicos, sino cegamiento del alma para todo lo que
la invite a entreabrirse y a dar alguna parte de sí misma. El dinero
para el avaro no es símbolo, moneda que figura idealmente todo
lo que con ella se puede hacer o adquirir.
Es, por el contrario, habitación en que el individuo se recluye
para no salir, morada donde quiere olvidarse justamente de que existe
un universo que se le franquea, ancho y espléndido, para recorrerlo
con pie elástico y libre. La moneda tasa y encubre la realidad,volviéndose
en su contra y suprimiendo todo su encanto y su poder de sugestión.
El avaro puede serlo todo, incluso de su propio talento o de su saber.
En él se ha hecho hábito, naturaleza más fuerte que
su ser profundo, el ademán denegatorio, el gesto de rechazo. La
mano se alza para alejar, para impedir que los demás se acerquen
a ver sus tesoros, que podrían disminuirse con sólo que
otros los miraran.
Georges Braque dijo del individuo tecnificado de nuestros días
que antes el utensilio prolongaba al hombre, pero que hoy éste
es mera prolongación del utensilio. Con la avaricia pasa igual:el
individuo se vuelve cosa y termina en los límites de ella, sin
horizonte, ilusión ni libertad.
El Mercurio, Santiago, 10 enero,1963
Las edades
Es apasionante la lucha que el hombre libra para descubrir el universo
y encontrarse a sí mismo, no obstante las limitaciones con que
tropieza. No puede ver físicamente los objetos sino a través
de enfoques parciales:lo que está delante oculta lo que se halla
detrás, la visión de arriba suprime la de la base. Como
se ha dicho certeramente, ver es tanto mirar como imaginar. La cosa resulta
creada por el ojo tanto como por el espíritu, que lo utiliza a
manera de una cámara cinematográfica que explora la realidad.
Igual acontece con el conocimiento. No entendemos sin descomponer el objeto
a través del análisis que lo desintegra y sin recomponerlo
mediante la síntesis que cmbina y asocia todos los elementos.Procedemos
del todo al detalle y del detalle retornamos, nuevamente,al total.
Algo extraordinariamente semejante acontece con la vida humana y su despliegue
en el tiempo. De la misma manera que la pupila y el espíritu requieren
atacar las cosas en sucesivos y opuestos enfoques, para sólo así
capturar una visión unitaria y unitiva, el hombre debe ir viviéndose
a sí propio en una experiencia que cruza por sorprendentes alternativas.
El día se abre con el amanecer; llega, mediada la mañana,
a la transparente luz que luego se transformará en mediodía;
comienza a declinar cuando el sol deshace su peregrinaje y, por fin, concluye
en la noche en que la opacidad de la atmósfera permite que se revelen
las estrellas. La infancia tiene también una indecisión
matinal, a la que se engarza la transparencia adolescente, hasta el instante
en que el sol de la existencia apunta a la plenitud de su mediodía,
para declinar en una nueva penumbra vespertina y apagarse, finalmente,
en la sombra de la ancianidad.
Porque las edades son como las estaciones terrestres, en que la naturaleza
prepara su inmenso ciclo. Debe, por tanto, comenzar por las vacilantes
notas iniciales, henchidas de gérmenes, en que se preludian las
densas floraciones, se perfilan los frutos y se logran las cosechas. Gracias
a este cambiante y enriquecido enfoque, el hombre asiste al universo y
se asocia, rítmicamente, a él. Lo entiende, lo vive y lo
explica, y se hace naturaleza para emerger más allá de la
naturaleza.
En el principio era el Verbo. Sí, porque en el principio era también
el ritmo, que es musicalidad asomada ya al borde de la palabra.
El Mercurio,
Santiago, 16 enero,1964
La insolencia
Nuestra
vida oscila entre el hábito y la invención, entre la costumbre
y el descubrimiento. Para mantener el alma en vilo y hacerla capaz de
inventiva y creación, hay que conservarla alerta, empujándola
hacia lo insólito e inesperado. Por lo mismo, es indispensable
derramar en su entraña un cierto grado de insolencia, de desafío
y de reto. Porque la insolencia es la frecuentación de lo insólito,
de lo desacostumbrado, en una palabra, de la sorpresa. No hacer siempre
igual cosa, erguirse en actitud de resistencia, implica un afán
de vivir y acusa la presencia de una fuerza capaz de romper el cerco agobiante
de la circunstancia adormecedora.
Lo sólito es, en efecto, aquello que suele o acostumbra hacerse.
Dicho de otro modo, representa el peligro del anquilosamiento en lo habitual,
la amenaza de la petrificación en un mundo carcelero que nos rodea.
Con expresión novedosa, y ,en consecuencia, poética, Julián
Marías ha propiciado la adopción del vocablo "solencia".
Esta solencia vendría a ser lo que habitualmente se hace y, por
su propio impulso, se convierte en un soler hacerlo. A la inversa, la
"insolencia" significa lo desafiante, la actitud que toma la
vida como el torero afronta a la bestia que lo acosa y se encara con ella,
sin hurtarle el cuerpo, antes ciñéndolo en ágil y
elegante esguince que prevé y burla los torpes movimientos del
animal.
De ordinario reservamos la expresión insolencia sólo para
el gesto que ofende o agrede insultantemente a otro. Bien mirada, dicha
actitud es más positiva que la fuga cobarde o la prudente escapada.
El insolente desafía porque quiere apoyarse en alguien que le resista
y, si es el mismo un ser insignificante, a menudo buscará en ese
reto la manera de trocar su vacío por el lleno de una protesta.
Acaso en muchas conductas desafiantes se hace patente lo que el quevedesco
José Bergamín dijo alguna vez de ciertos personajes: son
extravagantes, retadores del medio, porque con ello distraen la atención
e impiden que reparen en la tremenda oquedad que los habita.
Pero existe la otra inslencia: la creadora y fecunda. Esa que se forja
a menudo en la soledad y sale al ruedo del existir en son de destruir
vetustas ruinas, acartonadas costumbres. Erguida como algo insólito,
arroja sobre la cara del mundo un ancho viento renovador y arranca todas
las hojas marchitas, para dejar al árbol desnudo, altivo y dispuesto
a esperar una nueva primavera.
El Mercurio,
Santiago, 23 agosto,1962
Misión
El hombre es en su intimidad un mensajero, un portador de noticias. Por
eso piensa, habla, siente, y en todas estas manifestaciones esboza ya
el intento de comunicar lo que ve y lo que conoce a los demás.
La verdad que entendemos o la belleza que descubrimos no nos pertenecen.
Las hemos encontrado en algún sitio donde preexistían y
estaban esperándonos. Callarlas sería absurdo y casi delictuoso.
Implicaría apropiarse de un bien ajeno y negar a sus dueños
el derecho y la posibilidad de disfrutarlo.
Por lo mismo, nuestro existir no consiente la inmovilidad ni el silencio.
Es indispensable que actuemo, que expresmos nuestro pensamiento y nuestras
experiencias, y que los dirijamos a otros seres como nosotros. La conexión
a que está destinado el mundo dben establecerla los hombres. El
científico no se guarda sus descubrimientos;tampoco el filósofo
o el artista, porque ellos empiezan por desbordarlos y concluyen por alcanzar,
a su través, a otros espíritus que los buscan y los necesitan.
La verdad y la belleza tienen, en consecuencia, que ser reexpedidas por
quien las captura y, a su vez, llegadas a las puertas de otras almas,
éstas deben admitirlas. Admitir, ene efcto, es acoger, escuchar,
recibir lo que se nos envía. El que se resiste incurre en una dimisión,
porque abandona su deber humano e interrumpe y silencia el coloquio de
la creación, negándose a propagar un secreto de que se le
hace depositario para que lo extienda y difunda.
Ahora bien, una condición misionera del existir humano supone la
apertura de éste para que el mundo lo penetre y circule a través
suyo. Una nota musical que, dentro de la textura sinfónica, no
da acogida a las que preceden y no continúa a las que la prosiguen,
no sólo destruye la obra sino que se aniquila a sí misma.
Hemos nacido para servir de intermediarios y de mensajeros: no tenemos
posibilidad de excluirnos de este encargo y de cerrar la puerta a un cosmos
que necesita que vayamos continuándolo y ensanchándolo.
En una obra del escritor Jerome K. Jerome aparece un personaje desconocidoque
ingresa a vivir en una casa de huéspedes. Casi no se le escucha
ni advierte, pero muy pronto todos sienten sus vidas transformadas. Un
influjo benéfico se esparce de alma en alma, despertando sus nobles
propósitos, destryendo sus bajas intenciones. Casi no actúa,
limitándose a estar allí. Su misión es una transmisión.
Eleva un invisible espejo ante cada rostro, le muestra una imagen deificada
y le entrega un modelo que hacer suyo. Uno tras otro, los habitantes de
la casa empiezan a amar esa imagen y a anunciarla como un ideal que los
solicita. Porque esa imagen los envía a ellos mismos y les revela
su fugitiva condición misionera.
El Mercurio,
Santiago,24 octubre,1963
La verdad
Las cosas
que están a nuestro alcance pueden ser capturadas y entendidas
por nuestra inteligencia. Esa captura o comprensión establece una
igualdad entre lo que caracteriza a la cosa y lo que existe en nuestra
mente, que se llama verdad. En resumen, el conocimiento es verdadero cuando
efectivamente refleja el objeto conocido y se lo dice, sin deformación,
a sí mismo.
Pero también hay otra forma de verdad, ésta reside propiamente
en las cosas. Del mineral que examino, de la flor que analizo, de la actitud
en que se manifiesta el ser de una persona, puedo decir también
que son verdaderos. El verdadero oro, la verdadera rosa, son aquellos
que comprueban a la inteligencia su efectiva realidad de tales. El falso
oro o la falsa rosa son los que aparentan una realidad, pero, bien examinados,
no la contienen y, en cierta manera, la simulan. La actitud humana que
exterioriza la auténtica intimidad, mostrando el fondo entrañable
del ser, es en este sentido verdadera. Cuando se presenta en forma opuesa
o encubre su efectiva intención o propósito, es engañosa
y falsa.
La falacia, el engaño, consisten en esra adulteración del
propio ser, que se echa sobre el rostro una máscara y se empeña
por hacerla circular como real. Pretende engañar al otro , desorientándolo
, haciendo que su conducta escoja como base lo que el falaz trata de hacerle
creer.Pero, inevitablemente, se engaña también el que se
parapeta tras el disfraz, porque utiliza un postizo rostro físico
o espiritual y falsea su propia personalidad. Por eso la etimología,
siempre certera y definitiva, formó la palabra engaño con
la unión de dos fonemas que, en substancia, vienen a decir que
no se gana, que se pierde siempre en la falsedad.
¿De dónde viene esta necesidad, este afán tan hondo
de verdad, que el hombre experimenta? De una raíz metafísica
profunda, que le exige la realización total de su persona. Nadie
puede ser él mismo si no se acrecienta en la verdad y despliega,
por tanto, su existir completo. El que simula deja de ser en la medida
en que coloca sobre su persona otro ente supuesto y artificioso. El que
sufre la simulación ajena va interceptando su existir, que anhelaba
desplegarse confiadamente, por la artera maniobra de un semejante.
En la raíz del universo y del hombre está la verdad, es
decir, la necesaria coincidencia, inteligente y libre, del individuo con
el mundo, con sus semejantes y, a través de ellos, consigo mismo.
Las cosas fueron creadas, como apunta la frase platónica, para
vivir en divina conexión. La falsedad, la traición a la
verdad, destruyen esta conexión y nos ofrecen un cosmos fracturado,
reducido a escombros, en que el ser humano vaga como el sobreviviente
de una inmensa catástrofe.
El Mercurio,
Santiago, 10 octubre,1963
La claridad
La estancia está obscura y no se ven los objetos que hay dentro
de ella. Si abrimos la ventana, la luz penetra en instantáneas
ondas y dibuja el perfil de cada cosa. Lo antes invisible se hace súbitamente
visible, pasa a existir y penetra en la esfera de nuestra vida permitiendo
organizarla en relación con él. La claridad ha introducido
su mano distra y animadora y ha despertado lo que estaba adormecido y
secreto.
He aquí un problema matemático, filosófico, económico.
Una persona lo examina, lo analiza, percibe algunos e sus aspectos, pero
otros se le escapan . Alguien llega y lo explica, tornándolo transparente
, diáfano, inteligible. Sutiles puentes mentales se tienden entre
datos que parecían inconexos y demuestran su íntima correlación.
Se ha dicho también la claridad y la bruma de lo incógnito
se ha disipado.
Leemos o escuchamos un poema o una obra musical. El que repite las palabras
henchidas de sentido o de ritmo o el que ejecuta la partitura vacila,
tropieza, omite algunas breves, rápidas partes. Frases o acordes
determinados no son lúcidamente perceptibles y huyen, evadiéndose
en insaprehensible carrera. Pero, de pronto, una voz segura o una mano
diestra asume la interpretación y dibuja acabadamente sus diversos
aspectos, sus metáforas, ritmos o sonoridades, como quen teje una
túnica leve y a la vez perfecta.
Es la victoria de la claridad que, sin variar la realidad de los objetos,
les añade algo que no está en ellos pero sin lo cual no
se advertirían: la luz, el resplandor que cada ser requiere para
dar cuenta de su existencia y ofrendarla a la mirada de los demás.
No nos engañemos, sin embargo. La luz misma no es visible sino
que se sobrepone a las cosas para que pùedan ser vistas. No le
es dable ver al que sufre de ceguera o al que mira distraídamente
lo que tiene delante. El problema científico o la obra artística
exige de quien las contempla no sólo posibilidad sino aptitud,
claridad interior para apoderarse de la claridad que mana de los datos,
de las líneas, de las palabras o los sonidos. Sin una pupila capaz
de registrarla, la belleza entera del mundo yace silenciosa y olvidada.
Goethe pidió en su hora final: "Luz, más luz".
Entiéndase como el deseo de disipar la sombra que apagaba sus pupilas
o como el anhelo de anonadarse en la plenitud infinita, fue un llamado
a la claridad y un reconocimiento de que ésta exige internamente
el afán de vencer la propia inercia y perderse en lo absoluto.
El Mercurio, Santiago, 31 octubre,1963
La distracción
Arquímides, saltando desnudo del baño y corriendo por las
calles en la embriaguez de su descubrimiento, no estaba fuera de sí.
Se hallaba, a la inversa, tan ensimismado, tan ocupado por su hallazgo
científico, que no podía advertir nada de lo que lo rodeaba.
Ni siquierqa la extraña desnudez de su figura o el hecho de que
esa falta de indumentaria no fuese la más adecuada para exhibirse
ante los demás.
No era, por tanto, el profesor distraído, el "absent minded"
de las historias británicas. Su aparente distracción consistía
en una oculta concentración que no conseguía apartarse o
alejarse del descubrimiento que acababa de hacer. Cuando el espíritu
se encierra violentamente en algo, todo lo que no caiga dentro de la esfera
de ese objeto pasa inadvertido. Una labor que ocupa intensamente una vida
es capaz de mantenerla en vilo a través de todos losobstáculos
y adversidades. Guyau, el filósofo francés hoy olvidado,
soportó una mortal enfermedad hasta terminar una obra que estaba
escribiendo. Concluida ésta, desaparecido el motivo que concentraba
sus fuerzas, el mal vio despejado el camino y concluyó con su víctima.
Al lado de estas distracciones, que son polarizaciones absorbentes de
la atención, existen las otras, las que desparraman el ser vacante
en ese alegre y fluido abandono en que consiste la diversión. También
el espíritu se fatiga de exigirse una tensa presencia en el foco
de un asunto o una actividad. La rigidez que esa atenci´´on
reclama da paso, ida ya la causa, a un relajamiento, a una suave y agradable
flojedad que permite a los músculos del alma recuperar su elástica
condición para el nuevo esfuerzo.
La moderna filosofía considera el juego como algo serio y trascendente.
Frente al trabajo excesivo y enajenante es indispensable la libertad en
que el espíritu puede inventar una actividad gratuita, desinteresada
y, por lo mismo, jubilosa. Eugenio D Ors propugnó el ejemlar del
hombre que "trabaja y juega" y Romano Guardini mostró
que dentro de "la profunda seriedad de la liturgia" cabía
también una dimensión lúdica, de juego confiado y
regocijante.
La exigencia insistente de loq ue determinadas circunstancias nos compelen
a hacer requiere ese otro instante en que es posible regresar a un como
momento inicial de la creación. El mundo parece surgir frescamente
de nuesttra alma, los relojes se hallan detenidos y el tiempo se disuelve,
esfumándose, en un presente inacabable.
El Mercurio, Santiago, 7 noviembre, 1963
Lo inefable
¿Vemos
las cosas porque existen o existen ellas porque las vemos? Lejos de querer
deslizarnos en la metafísica, sólo pretendemos aludir a
esa sutil relación de nuestro espíritu con la realidad,
que hace que ésta se nos descubra en la medida precisa en que la
anticipamos. El hombre de ciencia percibe en la naturaleza aspectos que
el simple vagabundo, por mucho que haya recorrido bosques y caminos, jamás
ha imaginado. El poeta desentraña en el ruido de las hojas, en
el torbellino vacilante del viento oo en el monólogo del agua,
rumores que los demás no imaginan. El rostro de la amada posee
para el enamorado un lenguaje que no podría encontrar en otro alguno,
y el que ha cruzado por un gran sufrimiento sólo necesita una mirada
para divinar el dolor que habita en otra alma.
Resulta evidente, por tanto, que la vida es como una especie de recuerdo
o reminiscencia, en que las porciones de realidad que se nos entregan
vienen a ser corroboiraciones de lo que andábamos buscando. De
este modo, conocer es en alguna forma reconocer, y al eco platónico
de esta frase responde, condistancia de siglos, la pascaliana frase del
"no me buscarías si no me hubieras encontrado".
Es claro que cuando hermos soñado mucho, el encuentro con nuestro
sueño es superior a todo concepto y ahoga, con su delicado y turbador
peso, las expresiones con que querríamos describirlo. Sólo
se puede hablar de lo que guarda con nosotros alguna distancia. Lo que
nos coge tan adentro que se confunde con nuestra propia raíz nos
fuerza a la mudez y nos impone silencio. Para esa maravillosa catástrofe
se inventó la palabra "inefable".
Y eso le ocurrió al pastor del apólogo de Oscar Wilde. Todos
los días iba al campo con sus ovejas y, al regresar por la tarde,
describía a los otros pastores el prodigio de su jornada. Había
corrido por las praderas, bebido en las fuentes y, allí en un claro
del bosque, se le habían aparecido las hadas. Eran hermosas, gráciles,
plenas de inteligencia, de dulzura, de suavidad. Conversar con ellas era
sentir deslizarse el tiempo sin advertirlo, hallarse cara a cara con el
sueño y salirse trémulamente de la vida. Pero un día
vio efectivamente a las hadas y percibió sus cuerpos esbeltos y
danzantes, erguidos en un prado, quebrándose en la luzl y enlla
transparencia del aire. Y esa noche, cuando sus ompañeros le `preguntaron
anhelantes:" Dinos, dinos ¿viste hoy a las hadas?, el pastor
bajó la cabeza, aplastada por la mano de una visi´çon
inenarrable, y contestó simplemente:" No, hoy día no
he visto nada".
El Mercurio, Santiago, 19 abril,1962
Perdonar
De entre los seres que nos rodean, hay algunos que se adelantan hacia
nosotros y adquieren el poder de darnos o quitarnos la felicidad. Nos
la entregan con su amor y su compañía, nos despojan de ella
con su hostilidad o su indiferencia. A veces pretendemos amurallarnos
contra su influjo, construir laboriosamente una autonomía que nos
defienda. Rara vez lo logramos, y , cuando lo conseguimos, es porque hemos
hecho morir una parte esencial de nosotros.
Pero el gesto o la actitud hostil que nos hieren, la conducta que nos
clava adentro su huella y nos altera o modifica no debe convertirse ,
a su vez, en la hostilidad nuestra, en la enconada y contraída
actitud que trata de hacer de nosotros, a su vez, una aguda punta que
rasgue el alma que nos ofendió.
Pensemos que también los otros seres dejan de ser, a menudo, ellos
mismos, y que en el ademán que nos duele o en el desvío
que nos entristece, hay una parte considerable que no les pertenece. El
que haya vivido un poco, sabe hasta qué punto los hombres luchan
y batallan por ser realmente ellos, por alzarse hasta ese esquema que
cada uno lleva dentro de sí y que constantemente se nos escapa
de entre las manos.
Amar a un ser es entrever en él ese núcleo entrañable
que puede desenvolver si lo ayudamos, advertir que debajo de sus contradictorias,
angustiosas apariencias, se libra un combate en el que podemos prestarle
auxilio. Y a menudo lo que lo hace herir, es la herida que él mismo
siente sangrar en su interior . Todo verdadero amor erige un ser ideal
al lado del ser real e impulsa a este último a que sea definitivamente.
Hamlet fue un indeciso porque le faltó el gran amor que lo sacase
de la oscilación titubeante en que se perdía. El caballero
Des Grieux sufría las infidelidades y la incosntancia de Manón,
porque sabía, con esa certidumbre que da el amor, que bajo las
apariencias de su veleidad, latía otra mujer capaz de perennidad
y de permanencia.
Es necesario que aprendamos no sólo a amar sino también
a perdonar. Es indispensable que sobre el ser querido tejamos la túnica
que lo defienda y lo vuelva a su propio centro. El verdadero perdón
no consiste en decirle al que nos ofende o nos hiere: "Te perdono
porque estoy por encima de tu miseria y olvido la caída en que
mostraste lo que verdaderamente eres." Consiste, por el contrario,
en decirle, como señala el filósofo Alain: "Te perdono
porque sé que no eres así".
El Mercurio, Santiago,21 junio,1962
La vocación
No es verdad que el mundo esté silencioso y quieto a nuestra alrededor.
Por el contrario, nos habla con insistencia y exaltación, pidiendo
que lo oigamos, lo que da penetrante y delicada razón a Walter
Pater, cuando afirma que la vida "es una forma de escuchar".
Pero hay un modo especial de percibir lo que el mundo nos propone o solicita.
Es la vocación. De todos los hombres posibles que llevamos dentro,
existe uno esencial, insubstituíble , que no podemos dejar de ser
sin que nuestra vida se frustre o nuestro destino se apague y malogre.
Algunos no se preocupan de identificarlo o lo descuidan tanto que les
da lo mismo ser Hamlet o Shylock, Melisanda o Celestina . Sinclair Lewis
trazó magníficamente la figura del que es y, sin embargo,
no existe del que tiene figura de individuo y psicología de cosa.
Lo llamó Babbit y creó el personaje de la despersonalización.
Otros, en cambio,sienten surgir su yo, ya sea al alba de la vida o en
la madurez, como un guía interior que les indica la ciudad a donde
se dirigen y el camino que a ella conduce. Porque vocación es llamado,
convocatoria que se nos hace para ser auténticamente nosotros y
no desvanecernos en la vacuidad de lo amorfo.
Mozart y Beethoven no pudieron ser alejados de la música, ni siquiera
por la tosca rudeza paterna, que los uncía al instrumento a la
edad en que otros juegan, alborotan y ríen. Michelson despertó
a su vocación de físico siendo marino, actividad que abandonó
para entregaree a la investigación pura. Gaugin fue, a la inversa,
pintor en la madurez y, para serlo, partió un día a la Polinesia,dejando
atrás carrera, hogar y familia.
Lo irresistible de la vocación es su mezcla de mandato y de libertad,
de imposición y de goce alado con que la aceptamos. La imagen que
de nosotros mismos se nos pone delante no nos consiente otra opción,
porque es la proyección ideal del más íntimo sueño.
La vocación irrealizable puede conducir al sacrificio de la vida
por quitar a ésta toda justificación y sentido. Tal ocurre
en la patética historia de Somerset Maugham sobre el muchacho que
anhelaba ser pianista, contra la oposición de sus padres. Cuando
éstos consienten, condicionando su conformidad a que una concertista
eminente lo escuche y reconozca apto, el examen le es adverso. Entonces,
el adolescente, confrontado con las imposibilidad de ser él mismo,
de unirse a ese yo trémulo que aspira a poseer, sube calladamente
a su cuarto y se atraviesa la sien.
El Mercurio,Santiago,29
noviembre,1962
Recordar
La efímera
condición humana, deshecha en el tiempo como el pliegue de una
vestidura, se recupera a sí misma y se proyecta sin fisuras en
el fluido puente de la memoria. Esa sucesión de estares en que
consiste la vida, se disolvería en fugaz inconsistencia, sin dejar
huella de su fluir, si el recuerdo no viniese a conferir unidad y a tejer
lo que ha sido cn lo que sigue siendo. Por la misma razón Leibniz
señalaba que si el espíritu estuviese circunscrito a un
puro presente, disipado junto con pasar, no existiría como tal.
Sólo la resurrección permanente de nosotros en nosotros,a
través del recuerdo,mantiene la lúcida continuidad del yo.
En lugar del grito cartesiano, que identificaba razón con existir,deberíamos
exclamar: "Recuerdo,luego existo".
Recordar sugiere, en consecuencia, múltiples maneras de ser. Desde
luego, no es sólo traer a la memoria un fragmento de nuestro yo,
arrastrado por el tránsito del vivir, sino que es también
despertar al que se halla dormido y volverlo a la conciencia de sí
propio. Pero, ¿quién recuerda en nosotros? Montaigne decía
que teníamos un alma ndulante,flexivble,capaz de replegarse sobre
ella misma, atendiendo y esperando. Esta alma escoge entre las cosas que
le acontecen, rechazando algunas o apropiándose otroas. Semejante
elección no la hace nuestra inteligencia ni es fruto de un saber
teórico. Por eso nos equivocamos si creyésemos que en el
acto de recordar hay algo deliberado y decisorio.
Lo que ocurre es que es nuestro corazón el que recuerda ,porque
él es quien vive y, en consecuencia, goza o padece. Recordar, por
tanto, consiste en extraer de su interior lo que allí se deposita
, regresar a las cosas fugadas en la medida en que no se fugaron, esto
es,permanecieron alojadas y mudas en nuestra intimidad. De esta manera,
vivir es ir psando, pero recordar consiste en ir repasando lo que el tiempo
pareció aventar con su carrera. Resulta, así, el recuerdo
una dimensión salvadora de nuestra huidiza existencia y un antricipo
o presentimiento de nuesra eternidad. La pequeña y frágil
víscera, que lanza continuas oleadas dulces o tristes de lo que
el tiempo fue disipando. No sólo escapamos a lo que tenemos de
negación de ser, sino que nos enseñoreamos de nuestro pasado,
recorriendo sus estancias y asomándonos a sus ventanales para observar
el paisaje que repentinamente se reverdece.
El Sosías de la vieja farsa griega de "Anfitrión"
decía que "cuando se palpaba y se recordaba", tenía
conciencia de ser él mismo. El sitio en que nos palpamos es aquel
en que podemos encontrarnos con la totalidad de lo que somos, o sea,aquel
en que la vida nos dio sus toques de congoja o regocijo: o sea, ese corazón
que remonta su pasado y lo despliega indestructible y palpitante, en ese
latido que se llama recuerdo.
El Mercurio, Santiago, 6 septiembre,1962
II.
Chile: avatares de una convivencia
La patria, deber y esperanza
Definar la patria es como intentar definir lo que es uno mismo. Late dentro
de ella una urdimbre tan compleja y rica de sentimientos, recuerdos, esperanzas,
que su conjunto viene a ser, a la vez, una historia y un programa. En
tal sentido, la patria se halla constituida por lo que ha sido su pasado,
pero también se sitúa en un presente que implica gestos
y ademanes hacia el porvenir. No hay ninguna nación que no junte
el hecho de ser la tierra donde se ha crecido con la emoción futura
de lo que cada cual, y todos en el haz del país, proyectan hacer
en el mañana.
El recuerdo enorme que nos traen estos ciento cincuenta y dos años
de vida independiente, proyecta su luz sobre nuestras almas y las enciende
en la vibración de lo que un día la hizo posible y dispuso
su nacimiento a la libertad. Pero, al lado de las figuras próceres,
que viven en la veneración de todos nosotros y nos muestran una
enseñanza inolvidable, hay también todo lo que esta patria
nos ofrece como posibilidad futura y como esperanza por cumplir.
Un gran pensador decía que a la patria no se la debe amar tal como
es, entiendo por ello su estado de un momento específico, o sea,
la mezcla confusa de sus cualidades y defectos. Debe amársela,
subrayaba, tal como debe ser, o sea, el amor patrio necesita ser trascendente.
La trascendencia del amor patrio significa, pues, un mirarla más
allá del presente circunstancial y estrecho y un adelantarla en
el porvenir,ensanchando sus horizontes y enriqueciendo sus potencialidades.
En tal amor no cabe conformidad sino recio y exigente inconformismo, que
exige y se exige en todo instante una energía y una violencia creadoras,
capaces de todos los milagros.
De allí que el amor patrio, entendido en una forma puramente recordatoria,
como vuelta del torso hacia el ayer, para sumirse en una contemplación
arrobada pero inactiva, sea sólo una manera de desprenderse de
la patria y de acariciarla o sentirla como una imagen inerte de ella misma.
El amor auténtico hacia la patria es sentirla latir dentro del
espíritu como una entraña palpitante,como una tarea inconclusa
y que es urgente y premioso concluir. Por consiguiente, en esa emoción
tiembla una inquietud anhelante, que revisa y rectifica la tarea cotidiana
y pule el resultado que a cada minuto aparece obteniéndose. La
vigilia que esta emoción supone obliga a mantener el alma alerta,
la inteligencia dispuesta a las nuevas obligaciones y la voluntad tensa
en una especie de milicia que nunca relaja su disciplina.
Si a la altura de estos días contemplamos a Chile y observamos
lo que es y su vinculación con lo que ha sido, tendremos que palpar
un horizonte en el que se reflejan invitantes una multitud de virtudes
tradicionales que debemos conservar, al propio tiempo que se iluminan
numerosos errores o abandonos que es indispensable rectificar.
Nos enorgullecemos de ser una democracia, y mientras más miramos
el contorno de América, más claramente vemos que esta forma
de organización política y social que poseemos entraña
una diferencia de siglos con quines nos rodean. Y decimos de siglos, porque
la práctica de las libertades, el mantenimiento de las instituciones,
el respeto a la ley, la convivencia magnificante confiada y abierta de
toda la ciudadanía, corresponde a un país europeo más
que a una nación de este aislado y remoto rincón americano.
Todo esto ha sido posible porque desde los libertadores de la patria hasta
sus más destacados gobernantes, ha subsistido la convicción
de que un país en forma consiste en una tierra que decide, en libre
y continuado diálogo, lo que tiene que hacer y confía a
sus dirigentes la tarea de guiarlos hacia su realización.
La llamada tradición portaliana sigue manteniendo la estructura
vital del país, en que la colectividad siente estar colocada y
apoyada dentro de un régimen que otorga a cada cual la posibilidad
de expresarse tal como es, de desarrollar y promover sus iniciativas,
pero también de influir en la designación de los que deben
gobernarlo y hacerles llegar,exento de restricciones e inhibiciones, su
juicio laudatorio o crítico. La prensa chilena y losórganos
de opinión en general, la franqueza con que es posible hablar o
reunirse, el debate constante sobre problemas nacionales y sus soluciones,dentro
del Parlamento, o en el seno de los partidos políticos, crean una
atmósfera en que la libertad puede manifestarse con toda amplitud.
Pero, a la vez, la existencia de un régimen jurídico que
marca a cada poder su esfera y, simultáneamente los pone en contacto
con los gobernados, mantiene un equilibrio insubstituible entre todos
los elementos que integran el ser de una nación.
Pero la democracia no existe sola, no es algo material que se encuentre
hecho y definitivamente cuajado. Por el contrario, es un constante hacerse,
una oscilación de conceptos, de ideas, de sugerencias y decisiones,
que requieren ante todo el propio despertar de la conciencia individual.
Si los ciudadanos no sienten a su propio país como un deber y una
obligación, si ese sentir no se comunica a las agrupaciones políticas
y, en fin, si desde éstas no se eleva apremiantemente hacia las
esferas de los poderes públicos, una nación es más
un nombre que una realidad.
La democracia chilena atraviesa, como todas las del mundo, por una crisis
de adptación y de crecimiento. El mundo se ha dilatado, sus fronteras
se han reducido, las técnicas han transformado las condiciones
generales y particulares de vida. Hay problemas angustiosos y complicados
que resolver, fórmulas difíciles y arduas que buscar para
que surja la ecuación que promueva el bienestar colectivo y estimule
y enriquezca el esfuerzo individual. Nada de esto es posible obtenerlo
acomodándose en una soledad abdicante o parapetándose detrás
de una barricada de lucha. Sentir la emoción de la patria es experimentarla
como la gran tarea inejecutada como la enorme obligación por cumplir
y, en consecuencia, como el deber supremo de unión para que la
faena se logre y el progreso de todos y de cada uno cuaje en soluciones
ejemplares.
Es bello y necesario en estos días mirar hacia atrás, sentir
cómo la historia hincha sus velas con el viento de la gloria y
de la grandeza pasada. Pero es indispensable añadir a esa imagen
la de una patria constantemente urgida a rehacerse, necesitada de mantener
sus grandes líneas directrices y de hacer caber en ellas la respuesta
a los supremos interrogantes del tiempo. Y esta última parte es
responsabilidad de cada uno de nosotros, cualquiera que sea el sitio en
que nos encontremos, porque si la patria nos pertenece es mucho más
cierto que somos nosotros quienes pertenecemos a ella.
El Mercurio,
Santiago, 16 septiembre,1962
País
sin alegría...
No somos un país alegre, pero tampoco hay razón alguna para
que nos sintamos tristes. La alegría se lleva en el alma, como
una luz que se transparenta en el rostro, en los gestos, en las actitudes
y las palabras. Si a maneudo la expresión de nuestros ojos es mustia
y en labios todavía juveniles se dibuja un rictus de amargura,
es porque no sabemos mirar la vida con claridad ni tenemos la fortaleza
de confiar en ella o en nosotros mismos.
Chile es, a pesar de todos los males de que nos quejamos, un país
encantador y lleno de posibilidades. Tiene un clima magnífico,
en el cual pueden encontrarse desde los soles caniculares del norte, hasta
los fríos boreales del sur. Y en el centro, en este centro donde
vivimos nosotros, la naturaleza es deuna suavidad deliciosa y embriagadora.
Esa naturaleza chilena, que nos brinda pampas desérticas en Tarapacá,
Antofagasta y Atacama, bosques espesos en los confines australes y cielos
limpios y transparentes en nuestros alrededores, es también pródiga
en beneficios. Mientras en dos o tres continentes, la alimentación
es hoy una angustia y un problema, nosotros podemos regalarnos con abundantes
y agradables comidas. El trabajo no exige sacrificios extraordinarios,
ni la lucha por la existencia tiene la dureza que en otros sitios del
mundo.
Todavía tenemos otras ventajas. Nuestr caácter es asequible
y generoso. Ni aun en las luchas políticas somos violentos, pues
una especie de ligero escepticismo nos hace un poco desconfiados respecto
de nuestras verdades y un poco creyentes en la verdad del vecino.
¿Por qué no somos, entonces, una nación alegre,optimista,
impregnada de fe y de confianza en sí misma y en su destino?
Simplemente porque nos encerramos en nosotros y no sabemos contagiarnos
con lo que nos rodea. Porque en lugar de recibir con regocijo lo que la
vida nos da, volvemos la cara esperando algo que no puede venir.
El optimismo no es una tontería. Es absurdo creer que el optimista
es un hombre dispuesto a entusiasmarse con cualquier cosa, o que debe
parecerse al campesino que se queda boquiabierto en su primera visita
a la ciudad. El optimismo es una actitud ante la vida que consiste en
esperar de ella lo que realmente la vida promete y no lo que nuestra imaginación
disparatada pretende arrancarle.
Hay optimismo en sembrar la tierra y en tener fe en que, trabajándola,
será fecunda y nos recompensará nuestros sacrificios. Pero
hay tontería en creer que ella dará frutos sola y que es
más inteligente dormirse a la sombra del árbol que curvar
la espalda bajo el ardor del sol.
Y ese optimismo nos falta:el de la acción y el del premio del esfuerzo.
Mucha de nuestra gente se amarga y entristece porque la vida no comienza
dándole los premios antes de ganarlos. Le duele el éxito
del vecino, lo fatiga la extensión de los senderos, lo deprime
el tener que esperar... y luchar esperando.
Pero podría volvernos confiados y optimistas la reflexión
de que, como hombres, somos seres de la naturaleza y no podemos escapar
a sus reconfortantes leyes. Para llegar al fruto tenemos que empezar en
la semilla, romperla bajo tierra, trasnformarla después en arbusto,
y sólo más tarde, cuando llegue la flor, sentir cercana
la hora de aquel fruto.
Y esto es Chile. Semilla que no tiene paciencia para que la trabajen los
soles y las lluvias, ni quiere pasar por la sombra y el silencio de la
germinación.
De allí que no seamos alegres, pudiendo serlo, y de que a veces
antes de los treinta años tengamos amargura, en el alma, gesto
de cansancio en los labios y velo de melancolía-de melancolía
sin experiencias-en los ojos turbios y apagados...
La Unión, Valparaíso, 28 mayo,1946
El derecho a la honra
Hay una
enfermedad en un sector del periodismo nuestro, que cada cierto tiempo
muestra sus brotes repugnantes. Es el afán morboso de sensacionalismo.
Con tal de dar una noticia que estremezca los nervios del lector, que
golpee violentamente su sensibilidad, algunas plumas no vacilan ante nada.
Si esa noticia se relaciona con un personaje de alta figuración,
conalguien que ocupe un lugar destacado, la información se escribe
a tambor batiente y se publica con profusión de retratos y detalles.
Alguna deformación psicológica, que no podemos cargar al
oficio, pues en éste hay muchos que lo ejercen noblemente, les
hace creer, acaso, que su deber es informar a toda costa y a cualquier
precio. Las personas, su vida entera, su respetabilidad ganada, afuerza
de rectitud e idealismo, no mercen ninguna consideración. Ante
la noticia rica en escándalo, ni siquiera se cree prudente averiguar
con acuciosidad los detalles y establecer lo que tras ellos, en el primer
momento, aparece oculto y puede encubrir una realidad muy distinta de
la que se ve en la superficie. No. La noticia es lo primero de todo. Así
como el investigador en su laboratorio despedaza cuyes y conejos para
el éxito de sus investigaciones, ciertos "fabricantes de noticias"
consideran a los seres humanos como simple material informativo, del cual
se puede hacer el uso que se quiera.
Y, sin embargo,si a algo está ligada la misión periodística,
es a la justicia. Jamás una mano en ella debiera moverse sin que
la animara el amor, la pasión de la justicia. Lo que acontece a
los seres, lo que ocurre en sus vidas, no puede ser alimentado de curiosidades
malsanas ni instrumento de escándalo o de lucro. La noticia no
puede ser una droga espiritual, que se hace ingerir al lector para que
sacie su apetito de sensaciones nuevas o para que agudice su inclinación
perversa a gozarse de la prueba o del mal ajenos.
La buena fama, el crédito moral se forman con mucho esfuerzo, con
gran lentitud. El que ha sabido ganarlos ha dado muestras de fortaleza
de rectitud y de elevación. Quienes lo han visto luchar consigo
mismo y con las tentaciones que la vida ha puesto a su paso, le brindan
su admiración. Lo saben un alma limpia, que ha sabido rechazar
muchas cosas para perseverar en el camino de su ideal.
En toda vida humana puede cruzarse el infortunio. A veces ese infortunio
puede, incluso tomar apariencias condenatorias, formas censurables. El
tejido de las circunstancias es an caprichoso, que nadie está libre
de que sus hilos puedan enredarlo. No son, por desgracia, tan extraordinarios
como quisiéramos los casos en que las apariencias condenan y falsean
la realidad verdadera, esa que Dios conoce desde lo alto y que tarde o
temprano termina por revelar a nuestros ojos obscurecidos.
Pero los hombres saben lo engañoso de las apariencias. Saben que
así como hay virtudes falsas existen también falsos pecados.
Lo mismo que podemos ver sepulcros blancos, que encierran negras podredumbres,
hay aparentes pantanos que esconden tioerras fértiles y generosas.
Sólo se necesita tener fe y constancia para calar en las aguas
cenagosas hasta dar con la tierra propicia.
Cuando esas apariencias torturan nuestro espíritu y caen sobre
alguien condenándolo, un deber de justicia nos obliga a esperar.
No se tiene en vano un nnoble pasado. No se ha vivido con dignidad una
larga porción de la existencia sin que ello dé por lo menos
el derecho de exigir confianza y sin que autorice para pedirnos que al
duro interrogante respondamos con un poco de esperanza y de lealtad.
La vida es un permanente proceso. Proceso abierto a la vista de Dios y
de los hombres, en cuyas páginas van acumulándose los cargos
y los decargos. Algunos sólo Dios alacanza a verlos. Otros los
ven también los hombres, aunque a menudo se equivocan en las acusaciones
y en las absoluciones.
El periodismo debe tener conciencia de la rapidez de sus juicios y de
la fragilidad de sus fundamentos. Forma sus opiniones acuciado por la
urgencia del tiempo y pesquisa sus informaciones donde primero las encuentra.
Esta misma rapidez y fragilidad deben enseñarle la medida de sus
responsabilidades. A la ligereza, como a la seriedad del periodista, están
entregados el buen nombre y la honra de todos, especialmente de los más
altos, pues son los más visibles y los que dan pábulo a
las noticias más impresionantes.
Y la honra que se roba, sobre todo con esa extrema publicidad, no puede
ser restituída, por más esfuerzos que se hagan para reparar
el mal que se ha causado.
La Unión, Valparaíso, 11 enero,1951
El mar, nuevo espacio
Hay países que nacen hechos de pies a cabeza, que tienen su destino
trazado y fijo casi definitivamente. Desde el territorio amplio, extenso,rico,hasta
su ubicación geográfica, parecen abrirles un horizonte fácil
del cual han sido eliminados los obstáculos, apartadas las dificultades.
Es cuestión de que el hombre se ponga a caminar sobre él,
de que haga un oigero esfuerzo, y todo se habrá logrado. La tierra
pródiga multiplica cualquier iniciativa y obsequia al individuo
lo que éste a menudo ni se atreve a esperar. En cambio, hay otros
en que el obstáculo es la única dádiva, el solo horizonte.
Vivir es en ellos como mantenerse en un equilibrio inestable, arriesgándose
a cada minuto, improvisando el resultado de cada hora. Cuanto obtienen
es la conquista de un vigoroso sacrificio, de una lucha tenaz y empecinada,
enque hay que conservar la mente alerta, elánimo elástico
y la vista tendida hacia muy lejos.
De estos últimos países es Chile. Somos apenas una lengua
de tierra fragmentada, que se comprime contra la cordillera y se siente
impelida violentamente por ésta hacia el mar. No es una idea fija
o una monomanía insistir en que constituímos una nación
marítima, cuya existencia está dominada no ya por lo que
es, sino por lo que tiene que proponerse ser. Benjamín Subercaseaux
nos llamó en una obra aguda "tierra de océano",definiéndonos
con exactitud y singular dramatismo. Tibor Mende lo entendió también
con sagaz talento cuando recorrió América y advirtió
que ésta iba entrando rápidamente en escena. En una página
llena de gracia y de penetración,describe nuestro imaginario y
mítico origen. Después de la creación-supone--, Dios
quiso reposar el séptimo día. Pero un ángel inspectivo
y nervbioso, algo así como un contralor celestial, vino a avisarle
que sobraban algunos restos de los materiales con que ahbía fabricado
el orbe. Existían trozos de hielo, pedazos de volcanes, saldos
de metales, de árboles, de ríos, de desiertos. El arcángel
no sabía qué hacer con ellos y pedía instrucciones.
La orden que recibió de los labios divinos fue la de arrojarlas
en alguna parte, tal como estaban, en completo desorden. Y fueron volcados
detrás de una cordillera pétrea y punzante, como quien arroja
a la espalda de un gigantesco muro, al descuido, lo que no necesita. Así
nació Chile. Pero sus habitantes se apoderaron de esos pedazos
fortuitos y forjaron con ellos una nación a su gusto y según
su idea. No nacimos de la naturaleza, sino de la voluntad. No somos hijos
del determinismo, sino de la decisión.
Todo esto que aprece un símbolo o mito se asemeja extraordinariamente
a la realidad. Basta mirar nuestro mmapa, revisar nuestra geografía,
recnocer el territorio por el aire o por los asfaltados o agrestes caminos,
para comprender que constituimos una isla, una ínsula retraída
físicamente de los demás, y forzada, sin embargo, a contar
con ellos.
En consecuencia, somos un país que debe inventar constantemente
su destino, forjar y hacer cada día su programa. No ha habido alrededor
de nuestra cuna hadas pródigas y generosas, que la cubrieran de
presentes. Pero ésa es precisamente nuestra ventura. Debemos vivir
alertas, mirando hacia delante, con el arma sostenida en el brazo. Como
el asceta o el guerrero, necesitamos mantenernos en vigilia y nos están
prohibidas la distracción o la frivolidad.
Tenemos un territorio exiguo, complejo, contradictorio, que va desde las
arenas del norte hasta los grandes bosques sureños, planteándonos
el problema de su diversidad y de su reducida área. Poseemos una
agricultura que necesita hacer prodigios para arrancar al campo sus frutos
y debe vencer los accidentes climatéricos, las vicisitudes geográficas,
los tropiezos de sus vías de comunicación. La minería
es esencialmente exportable y depende de su colocación en el exterior,
en tanto llega el momento en que poderosas usinas la aprovechen y transformen
para enviarla eleborada a otros mercados. La industria revela empuje y
acometividad, pero el consumo interno es estrecho, lo que la pone ante
el límite de no poder expandirse si no se proyecta hacia fuera.
El comercio, finalmente, podría ser un ágil instrumento
de esa expansión, mas para ello necesita estímulos y sólo
se ve rodeada de frenos y de barrotes.
Si el problema terrestre es difícil, disponemos,en cambio,de un
océano vasto, infinito, que se ciñe al cuerpo del territorio
como una túnica densa y, a la vez, flexible. Pero ese océano
mentalmente no existe casi para nosotros. Vivimos tierra adentro, encerrados
en nuestro pequeño orbe sólido, sin recoger el desafío
ni aceptar la invitación que nos brinda el mar, ruta que en otros
tiempos nos fue habitual. Porque basta examinar ligeramente la historia
patria para advertir que, si somos algo, se lo debemos al océano,
y que nuestra anticipación en América como nación
resuelta y organizada no puede explicarse sin su aporte y su presencia.
Al emanciparnos y comenzar a vivir independientemente, fue el mar el que
nos dio los medios para mantenernos libres, para desarrollar nuestra economía
balbuceante y consolidarnos política y psicológicamente
como nación autónoma. El nos aguzó la imaginación,
nos hinchó el espíritu y nos permitió lanzarnos a
libertar a otras naciones y a asegurar a América para sí
misma.
Los primeros setenta años del siglo pasado son la historia de la
expansión comercial de Chile, impelida por su crecimiento naviero.
El Pacífico fue el camino por donde el ánimo de aventura,
la pasión del riesgo, sacudieron nuestra alma, obligándola
a permanecer con la inteligencia ávida de tensión y la fantasía
afincada en la inventiva. Europa, La India, la Polinesia, la California
de la fiebre del oro, conocieron nuestro nombre, nos vieron llegar en
débiles barcos y fueron otras tantas rutas hacia donde la energía
chilena se proyectó y se hizo presente. No importa que esos barcos
fueran frágiles y demoraran largo tiempo: lo esencial es que Chile
pensaba con mentalidad marítima, o sea, tenía un concepto
espacial que lo sacaba de sus fronteras y lo hacía sentirse ingrediente
del universo, competidor de todos los que luchan. Eran los días
de la gran ambición, de los programas arrogantes y audaces. Carecíamos
económica y espiritualmente de fronteras, no porque estuviésemos
desprovistos de conciencia y sentimiento nacional, sino porque la exactitud
y el realismo de éstos imprimían a ese bien entendido nacionalismo
el rigor de una obligación y el alcance de una exigencia.
Necesitamos volver a convencernos de que somos parte del mundo y de que
el mundo es también elemento con el cual debemos contar, edificando
sobre él los proyectos para nuestro futuro. Allí está
el mar,dándonos su enseñanza y abriéndonos su camino.
Hagamos que lo surquen inumerables , eficaes barcos nuestros, y habremos
hecho de cada uno de ellos una prolongación de Chile, un ágil
tentáculo que extiende nuestro territorio y le da la forma líquida
del océano que nos rodea.
Revista Zigzag N.2.659, Stgo,10 marzo,1956
Para una "historia femenina" de Chile
La historia de Chile la han escrito los hombres pero, en el fondo, la
han hecho en gran parte las mujeres. Por eso el tema está reclamando
un historiador que sepa interiorizarse en él y mostrar cómo,
tras los rasgos geniales y las heroicidades de los próceres, siempre
hubo una inspiración femenina que guió sus pasos e iluminó
su corazón.
Porque basta abrir las páginas de La Araucana, escrita ya por Ercilla
en plena gesta de la Conquista de Chile, para advertir que esa guerra
masculina tiene un amplio trasfondo femenino. Las imágenes de Lautaro
y de Caupolicán, los egregios "toquis", son inseparables
de las de Guacolda y de Fresia. La fiera hembra araucana animaba y exaltaba
a los varones y sabía empujarls a la batalla con un ardor que iba
más tarde a circular por las venas de las mujeres que en el andar
de los siglos las sucederían. Ese gesto de Fresia, arrojando el
hijo a los pies del caudillo prisionero, en un despectivo reproche por
haberse dejado apresar, tiene resonancias que llegan hasta nuestros días
y exlican la resistencia invencible de un "sexo débil"
capaz de una maravillosa fortaleza. Es cierto que Ercilla idealiza a la
mujer de Arauco, como lo señala Eduardo Solar Correa, pero también
lo es que en ella había no sólo cierta belleza sino un indudable
atractivo. Basta, para percibirlo, la circunstancia de que la unión
de hembras araucanas con varones españoles fuese tan frecuente
que de ella surgiese un mestizaje rico en las cualidades de ambas razas.
Y lo que se dice de la mujer indígena hayq ue decirlo también
del varón, ya que abundan los ejemplos de cruzamientos de españolas
nobles con indios seductores. Don Antonio de Chicahuala, cacique de maquehue,
erahijo del toqui Guacalán y de la noble española, doña
Aldonza Aguilera y Castro.
De idéntica manera, la fusión física, sicológica
y moral de conquistadores y conquistados, fue nota dominante de la colonización
de España, sin la cual resulta imposible explicarse en el decurso
de nuestra historia y el advenimiento posterior a una independencia que
se fundaba en las bases mismas echadas por los tres siglos de influencia
hispánica.
La mjuer de ese entonces fue enérgica, batalladora, de un temple
extraordinadrio. Una Inés de Suárez que se multipica para
soportar las fatigas de la guerra al lado de Pedro de Valdivia, que atiende
a la pequeña colonia de militares y soldados y que defiende valerosamente
la vida en peligro del fundador, acechado por enemigos y a veces hasta
popr sus propios compañeros, tiene un perfil heroico y grandioso.
Pero no es sólo ellla. También hay que recordar a Juana
Jiménez, empecinada en resistir en Concepción hasdta el
último momento, a doña Mencía de Nidos y a la heroína
de la defensa de la Imperial, Inés de Aguilera.
El hogar español de esos días era ciudad y fábrica,
a la vez que casa familiar. Allía había que preparar el
pan y salar la carne, tejer la vestimenta y hacer las comidas. A todo
atendía la mujer y sobre su vigor y su sacrifico descansaba el
soldado que diariamente exponía su vida.
No tdoas las mujeres fueron de un temple sereno y robusto, como el de
estas guerreras. Cuando llegan los días del Siglo XVII, en que
el Renacimiento cobra la plenitud de sus formas y el barroco desliza sus
primeros compases, surgen---aunque como casos aislados-otrols tipos femeninos.
La vida se ha tornado más apacible, la abundancia empieza a afluir
sobre la colonia y el lujo del agrado de vivir insinúan sus llamadas.
Se abandona la vivienda provisional, tan semejante a una sala de cuartel,
de los años de combate, para alhajar la morada más elegantemente
y organizar una existencia más refinada y muelle. Los saraos, los
bailes y las tertulias congregan a los habitantes de las ciudades y en
ella lucen su belleza las criollas que demuestran su gracia y su juventud.
El vestuario se hace suntuoso, dentro de la parquedad de la lejana y pobre
colonia, y las recepciones adquieren un tono que los primeros conquistadores
habrían observado con pasmo.
La influencia femenina se hace presente de otro modo. Ahora es más
confidencial e íntima. La mujer es la guardiana y el centro del
hogar y aunque el ambiente no oculta síntomas de relamamaiento,
siempre hayunamadre y una esposa que velen por las tradicionales virtudes
y se apoyen en las autoridad para evitar la disolución amenazante.
No es raro el caso de una doña Josefina Larraín que alcance
a ver a sus 28 hijos vivos. Y si una Catalina de los Ríos y Lisperguer
-La Quintrala-ha dejado la huella sangrienta y morbosa de su hermosura
y de su crueldad, no sería difícil explicarlo por la guerra
que en sus venas libran la sangre alemana del carpintero Blumen con la
de la cacica de Talagante y la de los ancestros españoles.
Un Alonso de Ribera, Gobernador de Chile, dejó el recuerdo de una
vida agitada, en que las faldas desempeñaron no escaso papel, peo
también el de un gobernante sagaz e inteligente, que sabía
combinar sus desórdenes con la cautela de sus responsabilidades.
El creó los fuertes para resistir a los araucanos y debió
enfrentarse con los holandeses corsarios que pretendían minar el
poder español.
Un rol decisivo juegan las mujeres en los días de la Independencia.
Paula Jaraquemada y Agueda Monasterio mantienen la resistencia oculta
ante ls atropellos de los gobernantes hispánicos que vuelven en
los días de la Reconquista. Su entereza y su habilidad ayudan a
los chilenos que añoran la Patria Vieja y sus artes les permiten
esconder a los patriotas perseguidos, soportando las vejaciones y los
atropellos de que las hicieron víctimas Marcó del Pont,
secundado por San Bruno. Javiera Carrera sostiene a sus hermanos con admirable
coraje y no vacila en dejar al marido a quien ama, a los pequeños
hijos y hasta al padre anciano , para seguir la suerte de los guerreros
y emplear todo su vigor y su habilidad en secundar sus planes.
¿Qué habría sido de O Higgins, el gran solitario,
sin el callado y constante afecto de su madre, esa mustia y silenciosa
Isabel Riquelme, que desde lejos, y a medida de sus fuerzas, velaba por
el futuro héroe? Para el coraón ansioso de ternuras del
Padre de la Patria, las imágenes de esa mujer y de Rosa Rodríguez,
su media hermana, fueron el aliciente ininterrumpido y una especie de
concreción del Chile por cuya liberación lucharía
hasta su último aliento. Por eso , cuando las horas difíciles
en que un sector de la opinión pública pide la salida del
Director Supremo, y alguien solicita de Isabel que interceda ante el hijo
a fin de que dimita, ella contesta:"Prefiero ver a mi hijo muerto
antes que deshonrado".
Las esposas de los presidentes de los decenios, ilustres y finas, severas
y delicadas, son las compañeras de grandes soldados a quienes acompañan
en todas las vicisitudes, tanto en las horas de la incertidumbre y el
desaliento como en las de la gloria y el triunfo.
En la propia vida de Portales, el enigmático, la mujer actúa
por presencia y por vacío. Josefa Prtales y Larraín fue
el amor fundamenal de su existencia, pero la perdió muy pronto,
junto con el hijo que debía darle. La herida no se cierra, aunque
el herido la oculte. Ya no podrá volver a amar y trasnformará
su pasión secreta en una pasión pública, convertirá
su impulso creador y fecundo en la elaboración de un país
y no en la edificación de una familia. Constanza de Nordenflycht,
enamorada ciegamente del estadista, vagará a su lado como una sombría
Ofelia junto a esta especie de Hamlet político, pero rico en decisión
y astucia, que será el hombre del estanco.
En la guerra de 1879, hay una acción femenina que utiliza todos
sus variados y sutiles recursos. Sin los cuidados de doña Rosario
Chacón, Arturo Prat habría sido un niño enfermo y
acaso frustrado y sin la fortaleza que le daba su esposa, doña
Carmela Carvajal, quizá el magnífico héroe habría
tenido alguna vacilación antes de inmolarse en Iquique. Pero fueron
esa madre que veló por el pequeño débil hasta convertirlo
en varón robusto y esa mujer cuyo retrato lo iba acompañar
hasta el postrer instante, las que templarían el genial carácter
y les darían el toque definitivo de la grandeza.
También en las largas expediciones de ese conflicto, las célebres
" cantineras", en su rol complejo de enfermeras y de socorredoras,
que curaban las heridas y ayudaban a los ejércitos a enfrentar
las duras campañas en el desierto, fueron artífices de la
victoria. Irene Morales y Filomena Valenzuela, entre otras, pasaron por
ello a la inmortalidad.
Junto a esos grandes ejemplos, hay un cúmulo de pequeños
rasgos casi invisibles, pero de considerable valor. Allí está
el gesto de doña Isidora Cousiño, que entrega el barco "Matías
Cousiño" para el transporte de tropas en el conflicto con
Perú y Bolivia, y esa generosa hipoteca sobre sus bienes que la
esposa de don Benjamín Vicuña Mackenna, doña Victoria
Subercaseaux, acepta para que su marido concluya de transformar el Cerro
San Lucía.
Son muchos los nombres que se agolpan y son innumerables los actos en
que la mano femenina ha tejido un hilo o una trama de nuestra historia.
Una Juan Ross de Edwards inunda a Valparaíso y a toda la provincia
de orfanatos, hospitales, casas para ancianos, moradas para viudas e infinitas
obras de caridad. Una Gabriela Mistral escribe poemas que imprimen nuevo
vigor a la lengua castellana y alcanza el Premio Nobel por primera vez
para Chile y por una rara excepción para una mujer.
En los años que acaban de terminar, y que se cierran en este diciembre,
fueron también las mujeres uno de los factores más sólidos
y eficaces de la resistencia democrática y del rechazo al totalitarismo
que intentaba aplicarse. Sus voces vibrantes en las calles,en los gremios
y en las universidades, y el popular estrépito de las "cacerolas"
batidas al aire en las noches urbanas, dieron ánimo a los varones
y los decidieron a mantener una oposición pertinaz frente a los
intentos de amedrentamiento del extremismo.
Se ha hablado del "poder femenino" . El calificativo es certero.
La mujer posee un extraño poder, hecho de ssutileza, inuitición,energía
y gracia. Vence donde otros son derrotados, conquista donde otros fracasan.
Es madre, es esposa, es hija, es enamorada, es una trabajadora múltiple,
y tiene en sus manos la suerte del varón.
Sería de justicia escribir la "historia femenina " de
Chile. Ojalá alguien decida hacerlo con rigor y acabado estudio.
Mientras tanto, allí quedan estos apuntes, que son una invitación
a que otros sientan la incitación y lleguen a donde las presentes
líneas apenas alcanzan a enderezar una vagabunda e incierta flecha
disparada al horizonte.
El Mercurio, Valparaíso,30 diciembre,1973
Ciencia, Técnica e Ideologías
Hay tres aspectos sobresalientes y extraordinariariamente útiles
para nuestro porvenir, subrayados en las penetrantes y bellas palabras
del profesor Héctor Croxatto, al recibir su diploma de miembro
de la Academia Pontificia de Ciencias, hace pocos días. Ellos son:
la importancia de la ciencia pura y desintresada, la limitación
que ella lleva inherante y, por tanto, la necesidad de que admita con
modestia sus fronteras y, en fin, la uregencia de que tras la ciencia
yazga una conciencia humanista, que le imprima el aliento de un saber
dispuesto a encararse con todos los múltiples rostros de la realidad.
La errada concepción de que la universidad es fábrica de
profesionales olvida que es, sobre todo, una fuente de saber. La investigación
científica, que persigue sólo el desvelamiento de la realidad,
la penetración continuada en sus secretos, es desinteresada. No
busca ni puede buscar resultados pragmáticos. Esto le incumbirá
a la tecnología, pero sin la ciencia la técnica nunca aparece.
El hecho de que hoy la investigación del laboratorio se transforme
rápidamente en artefacto útil se debe a que la economía
moderna y sus instrumentos industriales recogen con rapidez los datos
de aquélla. Jamás nació un descubrimiento científico
en una usina: lo más que podrá hacer ésta es fabricar
aparatos cuya función haga utilizable el hallazgo del investigador.
La penicilina llegó al consumo de la masa, salvando millones de
vidas, porque Fleming la encontró entre iluminaciones y obscuridades,
entre aciertos y yerros. La industria abarató su costo y multiplicó
las unidades aprovechables.
La investigación requiere, por lo mismo, silencio y libertad. No
se concibe a un hombre de ciencia en las asambleas polìticas o
en las secretarías de los partidos, como tampoco es posible un
laboratorio a cargo de los jefes de una elección. Por eso tampoco
cabe una ciencia dependiente de un signo partidista ni puesta al servicio
de una ideología. Bajo Stalin, el biólogo soviético
Lysenko puso en ridículo al régimen por querer fraguar una
teoría de la herencia destinada a demostrar que el hombre es fruto
y reflejo de la colectividad y sus caracteres transmisibles pueden ser
modificados por el Estado. Hoy los propios biólogos soviéticos
alzan los hombros cuando se nombra a Lysenko, pero aprovechan las layes
de Mendel para escoger los contingentes mejores de la juventud rusa y
formar una aristocracia gobernante.
Condición de la investigación creadora es, pues, la libertad,
que elimina automáticamente tanto la coerción de las ideaologías
deseosas de subordinarla como la de los "practicistas" impacientes
por verla entregar contingentes de tecnócratas o funcionarios diestros.
Sin esa libertad no hay investigación y sin investigación
tampoco hay técnica. O sea, no hay formación de buenos profesionales
ni material para que las industrias produzcan nuevos artefactos.
La ciencia, además, es un camino hacia la realidad, pero no el
único ni tampoco el sendero real. Iluminar la naturaleza,descubrir
sus secretos, escudriñar en su interior, es impulso incontenible
del espíritu humano. Lo grave es cuando una rama científica
se declara dueña de toda la realidad y llave única de entrada
en ella. Un Einstein genial, disertando sobre filosofía o religión,
incurrió en gruesos errores. Un Jean Monod pretendiendo hacer del
espíritu una forma superior de la bilogía a través
de su principio "teleonómico", constitituye una caída
de la complejidad investigadora en una generalización simplificadora.
Algo análogo puede decirse de la extrapolación del "estructuralismo"
de Levi Strauss.
Quien aspira a ser un gran científico, convendrá con Bohr,
Schrodinger o Weiszacker, que la ciencia necesita complementar su visión
parcial con una concepción universal, donde quepan todos los aspectos
de la varia y contradictoria condición humana, hecha de naturaleza
y por ella adscrita a la física y a la biología,pero elevada
sobre ésta por una espiritualidad que pertenece a otro orden y
no a nuevos grados de la esfera viviente.
Chile necesita muchas mentes para impulsar su progreso y crear los profesionales,
técnicos y trabajadores especializados que acrecienten su economía.
Pero ellas sólo podrán encontrarse si sabemos dar a lña
investigación pura y libre, cuyo sitio es la universidad, el rango
que le corresponde. Lo demás ,bien encaminado y alejado de la miopía
política e ideológica, vendrá por añadidura.
(Sin firmar)
El Mercurio,
Santiago, 24 enero, 1976
Destrozo
del castellano
Oir hablar a las juventudes y a un buen grupo de chilenos que presumen
de educados, es un verdadero sufrimiento mental y de los oídos.
Desde luego, hemos modificado bárbaramente la pronunciación
de los verbos, y el presente indicativo se ha convertido en una jerga
que deja cortos a los argentinos que acentúan como agudas las declinaciones
de la tercera persona del singular. Ellos dicen " sabés",
"querés","hablá", por sabes, quieres,
habla,etc. Nosotros hemos empeorado el castellano y a cada instante escuchamos
a alumnos salidos de enseñanza media, incluso a universitarios,
que en sus conversaciones telefónicas y en su charla diaria,usan
un "sabís", "querís", "hablai"
que ponen los pelos de punta.
Esto ocurre en grupos y niveles que podrían considerarse selectos,
porque han recibido una cierta formación adecuada. No debería
extrañarnos en el lenguaje popular, de trabajadores y de oficios
modestos, pues muchos de ellos no han tenido siquiera la oportunidad de
pasar por una escuela primaria.
Si examinamos la ortografía, nuestra inquietud toma mayores proporciones.
Los estudiantes, y allí están las llamadas pruebas de aptitud,
en las que se observa que para el que escribe no hay noción ninguna
de la diferencia en el uso de la "c", la "s" y la
"zeta", detal modo que emplean indiferentemente y como de oídas,
cualquiera de esas letras. Podemos leer, así, que se escribe discusión
con "c" en la tercera sílaba, "canción"
con "s" en la segunda sílaba y así, en un trastrueque
que deja pasmado al que recorre la página. Nada digamos de las
"v" y las "b", ni del uso o desuso de la "h",
porque allí nos encontramos frente a un verdadero caos.
El mal se ha generalizado, no siendo extraño encontrar que a algún
cronista se le escapa por allí, en un descuido, alguna de estas
faltas ortográficas, pero afortunadamente, son casos muy excepcionales,
porque el periodista lee y además tiene nociones gramaticales que
le ayudan a evitar esos deslices.
Este fenónmeno tiene causas visibles y, por lo mismo, susceptibles
de corrección oportuna. Porque todo proviene de dos factores:la
deficiente enseñanza de la gramática y del idioma y el peso
cotidiano de un ambiente en que predominan los malos hábitos.
La verdad es que prácticamente casi no se enseña a escribir.
En los colegios, las clases de gramática se reducen mucho más
a interrogaciones verbales y a pocas pruebas escritas, y por todo ello,
además de las fallas anotadas, surgen las de sintaxis, que dan
origen a frases realmente ininteligibles.
En la enseñanza básica y media, sea porque el mal es cotidiano,
los profesores están demasiado recargados de trabajo, por tener
que ganarse la vida corriendo de un colegio a otro y dictando lecciones
superficiales, sea porque se ha hecho perder el hábito de la lectura
y, sobre todo, de la buena y sólida literatura. No leemos casi
nada y los libros más en boga son lamentables traducciones de best-sellers,
hechas por improvisados autores, que no sólo no saben bien el idioma
castellano sino que,además,tampoco tienen noción precisa
del idioma del cual están traduciendo. Por negligencia, comodidad
o simplemente ignorancia de nuestro léxico, a menudo se contentan
con dar apariencia castellana a palabras inglesas o francesas, que producen
escalofríos. Escribir, traduciendo del inglés, que una persona
se veía elegante o bien vestida, por "luce" bien, vertiendo
bárbaramente el "look well", o que se apele a un "premunir"
por proveer, es algo de ordinaria frecuencia.
La falta de lectura produce la ausencia de relación entre las palabras
como sonido y las palabras como signos. Ambos son idénticos en
sí mismos, de modo que si se leyera con frecuencia y se asimilara
correctamente el idioma, evitaríamos estos errores por desgracia
tan frecuentes.
Otro factor que incide en el mal empleo del idioma, es que en la enseñanza
se ha introducido un método fatal. Ls interrogaciones se hacen
con mucha frecuencia en hojas mimeografiadas en que el alumno lee la pregunta
y debe responder trazando una raya en un cuadrado lateral, borrando el
sí o el no, según sea la interrogación que se le
hace. Se deja así de usar el pensamiento, la reflexión y
apunta un tanto al caso, como quien juega a la lotería o a otra
diversión de azar. Si la puntería anda bien, el resultado
es bueno; si falla es malo. Por eso desde mucho tiemo hemos venido calificando
este extraño tio de interrogaciones, como una réplica de
la también bárbara expresión del juego del fútbol,
la polla-gol.
Ahora que está por iniciarse el nuevo año escolar, se hace
indispensable que meditemos en este problema y que le pongamos atajo.
De otro modo, terminaremos por una especie de "analfabetismo ilustrado",
en el que el individuo ignora el alfabeto-de otro modo no usaría
sus signos en forma tan absurda-y sin embargo lo emplea para escribir.
De otro lado hemos caído en el abandono de la relación entre
lectura y escritura, que, como ya decíamos, son inseparables. La
asociación de la imagen verbal con la imagen escrita es el único
método eficaz para enseñar un lenguaje o idioma. Porque
pensamos con ideas, o sea, con lo que los filósosfos llaman el
"verbo mental" Nuestra mente reflexiona con palabras y mientras
más la usa, más enriquece su acervo idiomático. También,
al pensar, hacemos trabajar nuestra mente, la estimulamos a que forje
ideas y si a esto agregamos a que las cree de nuevo cuando las escriba,
tendremos un método valioso para obligar a pensar y a compenetrarse
de la riqueza y exactitud del idioma.
La reflexión mental que se abandona trae, por último, una
inercia que se refleja en la conducta en la actitud personal, en la conciencia
que ponemos en lo que hablamos y en lo que hacemos. Quien es negligente
en su pensamiento y descuida sus formas de expresión, tendrá
una mente desordenada y este desorden pasará a todo lo que tome
a su cargo. No podemos imaginarnos ni a un abogado, ni a un médico,
ni a un gerente o dirigente de negocios, que escriban informes o dicten
cartas incoherentes, con fallas graves de sintaxis y que se expongan a
oscurecer su pensamiento o a confundir sus expresiones, con el peligro
de decir una cosa por otra. La precisión mental es un valor que
se requiere para todo y esta exigencia crece a medida que se eleva el
nivel de responsabilidades.
No nos convirtamos en una nación de "analfabetos ilustrados".
Sería lo peor que podría ocurrirnos, porque llegaríamos
a ser una nación superficial, irreflexiva, inconsciente de lo que
dice y lo que hace. Y si esto es grave ya hoy, en que aún subsisten
sectores más maduros que no caen en estos vicios, podemos ir pensando
en lo que nos esperarría si nos convirtiéramos en una colección
de improvisadores sin solidez, encargados de manejar y de hacer vivir
a un país.
El Mercurio,
Valparaíso,25 febrero,1981
III. El reloj de arena de Cándido
El mejor amigo
Los hombres escépticos, a quienes sus congéneres les han
jugado una mala pasada, se refugian en los perros. Estos no hablan ni
opinan y si se acostumbran a su amo lo siguen a todas partes obedientemente
y mueven con insistencia la cola para darle la razón. De allí
deducen algunos, convirtiéndolo en aforismo, que " el perro
es el mejor amigo del hombre".
No piensa lo mismo hoy día William Landridge, comerciante londinense,
cuya mujer acaba de obtener el divorcio invocando como causal que debía
elegir entre el perro y su marido y ella estaba muy inclinada hacia el
can.
La buena señora Landridge, cuya predilección canina excedía
de toda mesura, había acostumbrado a llevarse por la noche al perro
predilecto a la cama, que compartía con su cónyuge. Este
tropezaba a cada rato con el animal, confundía el cabello de su
esposa con los rizos del bicho y no pocas veces se despertó en
medio de ladridos por haber dado un pellizco mal ubicado.
Como el esposo protestara y exigiera separación de camas, la señora
Landridge acudió a los tribunales y obtuvo el divorcio por "crueldad
mental" de su cónyuge. Este ha perdido esposa y perro y, lo
que es peor, hasta el lugar de su lecho.
Tales caprichos de la justicia colocan al can por sobre el matrimonio
y la vida conyugal. Lo que contradice el refrán y hace de cualquier
perro un enemigo tan enconado del hombre que incluso lo arroja de su hogar
y lo lanza al medio de la calle.
Después de esta aventura el perro regalón disfruta de toda
la casa y el marido está que ladra...
El Mercurio,
Valparaíso, 15 octubre,1967
Neurosis
La noticia es pésima para los que creen que la neurosis es una
especie de signo aristocrático del hombre o de la mujer. La creencia
vulgar de que sufren esas alteraciones nerviosas sólo los refinados
y exquisitos, cuya sensibilidd les juegga malas pasadas, se hallan ahora
llenos de vergüenza.
Por que en Sudaáfrica han descubierto nada menos que a un caballo
neurótico... El animal,que es de carreras, atraviesa por violentas
crisis de nervios. Se irrtita con exttrordinaria facilidad y reacciona
contra los que lo molestan. Como no puede gritar y desmayarse, a la manera
de las damiselas, se acerca disimuladamente a los que le desagradan y
les pisa un pie.
El domigno acaba de hacerlo con el cantante Solon King, a quien tuvieron
que llevar a un hospital. El animal acababa de ganar una carrera, estaba
con los nervios dignos de María Callas y se sintió disgustado
porque el cantante se acercó demasiado, lo palmeó con familiaridad
y lo trató sin las debidas deferencias.
Un pisotón del caballo y el molesto admirador quedó eliminado.
La neurosis, pues, ha perdido toda su gracia. Un ataque histérico,
con desmayo, gritos y pataleta ha bajado ya al terreno zoológico.
Maridos, novios y padres de familia tienen ya su defensa y haasta han
mditado en lo que dirán a las señoras o muchachas neuróticas:
No pienso hacerte caso. Tu ataque es simplemente caballuno...
EL Mercurio,
Valparaíso, 10 diciembre,1968
Reivindicación del camello
La justicia
tarda,pero llega. Eso de que el pobre camello exhibiese sus agobiadoras
jorobas y de que fuera la fiel expresión de la lentitud burocrática
en sus movimientos lo ha hecho blanco de insolentes y cobardes ataques.
Aludir
a la joroba como a una carga inaguantable, llamar "camello"
al que hace una tontería, injuriar al noble animal suponiéndole
torpeza y holgazanería es lo más equivocado del mundo.
El noble bruto vive en el desierto, cosa que los hombres vulgares son
incapaces de hacer y fue siempre privilegio de cenobitas y seres de excepción.
Conduce pesadas cargas, lo que el animal racional debería agradecerle.
Puede pasar días y días sin comer ni beber, lo que no podría
hacer jamás ninguno de sus denostadores. Es casi un ejemplo del
"marido ideal"...
Ahora muestra otra de sus raras vrtudes. Según el doctor Erizalde
Ruiz, presidente de la Academia Mejicana de Ciencias Agrícolas,
el camello tiene una sabrosa carne que puede asarse y alimentar excelentemente
a los habitantes de regiones áridas, con un costo de mantención
mínimo y sin necesidad de praderas. Asegura incluso que saboreó
laa carne de camello en buenos restaurantes de París.
De modo que el buen animal ayuda al hombre tanto vivo como muerto y sería
el compañero indicado de los habitantes de pueblos en subdesarrollo.
Nada tiene de extraño. Cada uno tiene que sacar provecho de la
joroba que le tocó en suerte...
EL Mercurio, Valparaíso, 1 marzo,1969
Comida
hecha
El matrimonio implica dos cosas: el amor, que es la garantía de
su supervivencia a lo largo de toda una vida, y el arte de saber convertirlo
en una camaradería continua, en que la pareja sepa hacer de ese
amor la base de una necesidad mutua de compartir todos los momentos de
la existencia.
A veces esta solidaridad brota de la identidad y de la armonía
de gustos. Otras es el fruto de simpáticas diferencias, que completan
las virtudes de que uno carece con las que el otro posee. El hombre quieto
y tranquilo se enriquece con la mujer animada, alegre y optimista. La
mujer serena, y a veces tímida, se siente amaparada y robustecida
por el hombre dinámico, fuerte y realizador.
Pero pocos podían imaginarse que el matrimonio fuera " la
soledad de dos en compañía" o la "buscada ausencia
de la presencia".
Un británico lo ha descubierto e incluso ha hecho una proposición
matrimonial, a través del "Times", aunciando que busca
una mujer a la cual le guste comer arenque ahumado con vino blanco los
domingos, mientras resuelve un crucigrama.
Lo que no dice es lo que sucederá una vez terminado el almuerzo
y resuleto el crucigrama. Porque tan flemático y solitario esposo
bien puede poner en práctica el viejo refrán de: "comida
hecha y amistad deshecha". Que ahora podría complementarse
con éste:" Crucigrama solucionado y cada uno por su lado".
El Mercurio,
Valparaíso, 2 marzo, 1969
Sea
usted mediocre
La mayoría de las almas carecen de generosidad. Reconocer que nos
hemos equivocado o que no hemos visto oportunamente una cosa es algo que
se vuelve imposible si alguien se adelantó a poner en evidencia
el error o tuvo el mal gusto de demostrar nuestra ceguera.
Por lo mismo, quien quiera tener una vida apacible, tranquila y merecer
que todos hablen bien de él cuando asistan a sus funerales debe
tener cuidado con lo que piensa y, sobre todo, con lo que opina.
Los invitados más agradables y que reciben más llamados
a almorzar o a comer son los que siempre están de acuerdo con el
dueño de casa. Si éste se halla en posición inconfortable
ante las opiniones de otra visita, el que quiera volver a la casa debe
apoyar al invitante. De otro modo será puesto en la lista de los
proscritos y, lo que es peor, se correrá la voz y acabará
en el desamparo más absoluto. Los políticos, tan inclinados
a discutir unos con otros, se fastidian cuando alguien no les da la razón.
Tener juicios contrarios a los de ellos es caer en la herejía,
lo que significa el juicio final, la condenación y el despeñamiento
en el infierno.
Hay que calcular, en consecuencia,qué piensan los demás,
y sobre todo los que invitan,para ajustar nuestra opiniones a lo que ellos
digan. Más vale mesa segura que crítica
a la ventura. Opine como los demás y adquirirá fama de buen
criterio.
En el fondo tome el camino medio, que es el de la mediocridad, y vivirá
tranquilo y gozará-si los oye-de elogios fúnebres en el
cementerio.
El Mercurio, Valparaíso,19 abril, 1969
Oradores
El orador es un personaje difícil de definir y de comprender. Chile
era hasta hace poco un país sobrio, de pocas palabras, pero desde
algún tiempo atrás se ha convertido en una tierra de oradores.
Lo peor de otod es que la facilidad de oalabra va en proporción
inversa a la facilidad de realización, con lo que muchos creen
que un asunto bien explicado es un asunto definitivamente resuelto.
Churchill, que era un extraordinario orador parlamentario, no sentía
demasiado aprecio por los oradores. Les reprochaba falta de precisión,
elocuencia inútil, verbalismo desnudo de ideas.
Con su caústico lenguaje, describió a varios de los parlamentarios
más connotados de su tiempo, haciendo de ellos un retrato que la
posteridad acogerá con sonrisas y, a menudo, con francas carcajadas.
Ramsay Mac Donald hablaba mucho, pero decía poco. Churchill lo
retrató incisivamente: " Tiene el don como ninguno de hacer
caber el mínimo de ideas en el máximo de palabras".
Al propio Eden, pariente y correligionario suyo, lo caricaturizó
cruelmente:" Ha dicho todos los lugares comunes del idioma inglés,
salvo : "Dios es amor" o "Se ruega a los caballeros arreglar
su ropa al salir de los lavatorios".
Su franqueza no perdonaba a nadie. El día en que en un almuerzo,
Lord Londonderry, ceracano miembro de su familia, le preguntó si
había leído un libro recientemente publicado por él,
no vaciló en responderle:
--No, sólo leo por agrado o por provecho...
El Mercurio,
Valparaíso, 21 abril, 1969
A domicilio
Las viejas edades asignaban a la magia un poder incontrastable. Suponían
al mundo manejado por fuerzas sobrenaturales que actuaban directamente,
favoreciendo a quienes se aliaban con ellas y persiguiendo implacablemente
a los que les oponían resistencia. Esas fuerzas eran tan parciales
como una directiva política y ayudaban a los " correligionarios",
haciéndoles la vida imposible a los "adversarios".
Hoy tenemos la magia en casa y el terror se produce en forma industrializada.
Televisión, cine, radioteatro, libros, etc., pueden llevar a domicilio
el grado de pavor que el cliente pida. Desde el susto moderado para que
los niños se porten bien hasta el pánico que hace saltarse
los ojos de las órbitas y deja sin dormir toda la noche, podemos
pedir y obtener cuanto nos interese.
El mundo moderno siente verdadero placer en asustarse. Ya no le bastan
las bombas atómicas, las revoluciones, los asaltos: necesita aumentar
la dosis de terror diaria, como el enfermo tiene que incrementar el número
de grageas somníferas cuando su organismo se ha habituado.
No sería difícil que en poco tiempo más, hubiera
empresas que organizaran escenas de horor a gusto de los consumidores
y las expendieran, o sirvieran, al cliente a las horas y en los días
del pedido.
--Imposible, señora. Está todo contratado. Pero, en cambio,
podemos ofrecerle una sublevación de locos en un sanatorio, con
asesinato de director e incendio del establecimiento.
El Mercurio, Valparaíso, 30 abril, 1969
Pesos pesados
Los investigadores deparan cada día una sorpresa. La de ahora es
que mientras más pesado sea un recién nacido, más
posibilidades tiene de ser inteligente y, por lo tanto, de que el porvenir
le sonría.
Según estos rastreadores de datos, de 50.000 bebés observados
desde que nacieron hasta que cumplieron 11 años, los que pesaron
menos de 2 kilos al nacer, fueron de inteligencia inferior a los que pesaron
de 4 y medio kilos para arriba. También resultaron más habilosos
los hijos de madres altas y corpulentas, y los que tenían hermanos.
Pero la palma se la llevan las niñas que alcanzan promedios muy
superiores a los varones.
No puede negarse que hay una cierta confusión en los análisis.
Las niñas pesan menos que los niños y, por lo tanto, no
se explica cómo el mayor peso iría en relación directa
con la mayor inteligencia, o viceversa.
En todo caso, la encuesta ha hecho suspirar de alivio a los pesados.
Hasta ahora los gordos y de muchos kilos, así como los altos y
corpulentos eran tenidos por menos inteligentes que los delgados y pequeños.
Una mala costumbre asociaba a la pesadez física la pesadez espiritual.
Ahora descubrimos que era un absurdo prejuicio. Los pequeños, que
por lo menos ten´çian la esperanza de recuperar en habilidad
lo que perdían en peso, no tienen hoy ni siquiera ese diminuto
consuelo.
No deberá extrañarnos que los pesados se pongan todavía
más pesados y que el volumen de su físico intenten sumar
el de su presunto talento.
Habrá que ser muy cauto. Será preciso evitar a los pesados.
No vaya a suceder que en cualquier momento nos dejen caer el doble peso
de sus puños o de sus pies, sumado al de la agudeza...
El Mercurio,
Valparaíso, 20 diciembre,1969
La importancia de ser vulgar
¿Tiene usted talento? Prepárese para que lo ataquen. ¿Tiene,además,éxito?
No dude de que un enjambre de enmigos se le dejarán caer encima.
Si, por añadidura, es inteligente, tiene éxito y se le ocurre
incursionar en política, el resultado será que todo el mundo
se confabulará para cerrarle el paso.
Los primeros serán--¡ qué duda cabe!-los políticos.
Porque el gremio forma una casta cerrada en la que no deja entrar ni a
los que sobresalen, ni a los que poseen un elevado nivel cultural, ni
menos a los que se resistieron a pasar por el ventanillo de control de
una directiva.
Los segundos serán--¡tampoc hay duda!-la masa de la mediocridad,
alerta para evitar que nadie se eleve por encima de la raya de la vulgaridad.
Marcel Pagnol, el comediógrafo francés, cometió,
en este sentido, varios errores. Primero, ser un escritor de categoría;
segundo, triunfar en los escenarios; tercero, escribir, entre otras obras,
ese famoso "Topaze", que es la sátira viva de los acomodos
políticos, que terminan por hacer triunfar a las mediocridades.
El pobre Pagnol trató de presentarse como candidato a un modesto
cargo de edil municipal. La campaña se desató contra él.
Los anónimos le llovieron y los ataques lo desalentaron. En resumidas
cuentas, abandonó la candidatura y volvió desilusionado
a su casa. El tiene un nombre y un prestigio. Los anónimos se escudan
en su anonimato. Los que no tienen nombre derrotaron fuera de las urnas
a un hombre inteligente y con nombradía. Cometió el pecado
de tener talento y de no disfrazarse en la obscuridad de la tiránica
masa.
EL Mercurio, Valparaíso,15 marzo,1971
Cultura
de títulos
El tiempo es un valor abstracto que ha obsesionado a poetas y filósofos
hasta hacerlos escribir grandes libros, muchas veces más grandes
por el formato que por el contenido.
Obviamente que el tiempo es siempre el mismo, inmutable. Lo que varía
es el enfoque que le da la gente según sus propios intereses. Por
ejemplo, para alguien que trabaja en puras empresas el tiempo parece más
corto que para uncesante, sin que por ello ahora deje de tener exactamente
sesenta minutos para mabos. La falta de tiempo, que aqueja a algunos,
es sólo una autosugestión.
Muchas personas que aducen no leer por falta de tiempo, en verdad no leen
por falta de interés real. Es casi lo mismo que argüir "
no como por falta de tiempo" ,pues llegada la hora del hambre, el
afectado lo posterga todo por engullir.
A estas personas hoy se le dan amplias facilidades para que "estén
al día". Existen publicaciones con textos sintetizados, donde
"Hamlet" es despachado en ocho páginas con todas sus
dudas resueltas.
La facilidad mayor la dan los títulos de los diarios y rrevistas
que se exponen en los quioscos. Ahí, cualquier reportaje aparace
encabezado con varios títulos y subtítulos que lo resumen
todo. Los transeúntes los leen y se quedan del todo satisfechos.
Y como los quioscos están en casi todas las esquinas del centro-por
donde dijérase que desfila a diario toda la población del
país-hay un alto porcentaje de ella que no dispone de otro tipo
de información.
De este modo se irradia diariamente desde numerosos focos toda una cultura
de nuevo cuño, desconocida en otras épocas. Una cultura
de títulos.
El Mercurio,
Valparaíso, 25 julio, 1971
IV. Dolencias de la época actual
El problema de las humanidades clásicas
El problema
de las humanidades clásicas vuelve a ser discutido entre nosotros.
Algunos hombres estudiosos, de esos escasos ejemplares que aun sobreviven
en el ambiente de indiferencia que nos paraliza, discuten en este instante
sobre el valor de los estudios humanísticos, vale decir, sobre
el valor de la filosofía, el griego y el latín en la formación
del espíritu humano.
Ya el hecho de que se plantee el problema y se mantenga una discusión
al respecto, denota la persistencia de una inquietud espiritual y constituye
un síntoma alentador. Cuando la indiferencia es total, el problema
desaparece porque ni siquiera se le siente. Plantearlo es sentirlo, y
debemos alegrarnos de que así suceda.
El debate entre los partidarios y los adversarios de las humanidades clásicas
es, en el fondo, un repunte del viejo debate entre la enseñanza
práctica y la enseñanza a base de disciplinas superiores.
Aparte de las muchas razones que pesan en el espíritu de los enemigos
de la enseñanza clásica, siempre es fácil advertir
que su hostilidad radica en el menosprecio que sienten por los estudios
que se traducen en una utilidad inmediata y tangible para el alumno.
Basados en el concepto de que la educación tiene una misión
meramente utilitaria, consideran que es perder el tiempo ocupar la inteligencia
y el esfuerzo en adquirir nociones de una filosofía que interesa
a las universidades-cuando les interesa--, o de unas lenguas pretéritas
que sólo expurgan los eruditos y los monjes.
Por consiguiente, las concepciones que se contraponen en la intimidad
de esta querella, son la utilitarista y la espiritualista, la que parte
de un hombre destinado a aprovechar los bienes materiales para su sustento
o su goce, y la que parte de un hombre que tiene actividades y funciones
superiores a las materiales y, por ende, una vida que no puede ser absorbida
ni ocupada por una técnica, un oficio o una profesión.
El error en que incurren los defensores ardientes de la enseñanza
práctica y utilitaria, consiste en que no prestan ninguna atención
al individuo en cuanto tal, y sólo se detienen a considerar aspectos
seundarios, superficiales y transitorios del mismo.
En última instancia, la educación práctica debe resolverse
siempre en una enseñanza técnica. Mediante ella el alumno
aprende a hacer ciertas cosas, se habitúa a ejecutar determinados
actos u operaciones y adquiere, en consecuencia, una destreza especial
para ellos. De este modo, si se trata de formar un comerciante, un ingeniero
o un abogado, la educación se limitará a dotar al alumno
de la preparación específica para tales ocupaciones, sin
entrar a dar la más mínima importancia a otras disciplinas
que no sean directa e inmediatamente traducibles en negocios, puentes,
caminos o pleitos.
Ahora bien, el problema que debe resolver la educación es no uno
sólo de éstos, sino el conjunto de ambos. Está obligada,
por lo tanto, a capacitar al hombre para el ejercicio de una actividad
determinada dentro de la sociedad, pero a la vez necesita considerarlo
como hombre, es decir, en aquello fundamental que lo constituye como ser
humano y no puede ser plenamente satisfecho por ninguna actividad práctica.
En una palabra, necesita considerarlo también en cuanto espíritu.
Cuando se examina la idea que nuestra época se ha formado del hombre,
es fácil ver cómo lo ha empequeñecido y desfigurado.
Alterando la imagen humana ha resultado también creando una civilización
que, lejos de satisfacer al hombre, lo tritura y lo destroza. El que haya
leído L"Homme, cet inconnu, de Alexis Carrel, ha tenido ocasión
de ver cómo la vida moderna en su régimen general, ha sido
establecida sin reflexión ninguna previa en las necesidades humanas
fundamentales. La velocidad, los ruidos, las consecuencias todas de nuestra
horrible revolución técnica, han convertido al ser humano
en una víctima de sus propias invenciones. Tan importante es que
la técnica misma se halle sometida a una idea o imagen del hombre,
y que,por lo mismo, sea puesta al servicio de éste y no a la inversa.
No se requiere un esfuerzo prolongado de meditación para advertir
la inferioridad de lo meramente técnico sobre lo primordialmente
espiritual. El técnico es el diestro en hacer determinadas cosas,
más diestro mientras más limite voluntariamente sus actos
y los encuadre dentro del marco que se haya trazado. Sabido es, por ejemplo,
que el operador de una máquina llena con más acierto su
labor mientras más mecánicamente la ejecuta. Así,
por ejemplo, la dactilógrafa, que se detiene a reflexionar en cómo
está haciendo su trabajo se perturba rápidamente, pues introduce
la reflexión en la esfera de los hábitos mecánicos.
Basta la interferencia de aquélla en los últimos para que
éstos pierdan su expedición y destreza.
Por otra parte, sólo es posible cultivar el espíritu, potencia
esencialmente libre, atendiendo a esta condición suya fundamental:
la libertad. El espíritu se caracteriza por su riqueza, por su
imposibilidad de sumisión a ninguna fuerza material, por su independencia
del tiempo y del espacio. Una formación técnica prescinde
de estas condiciones suyas, pues lo somete precisamente a una instancia
determinada del tiempo y del espacio, y lo encadena a una materia dada.
En efecto, el técnico es un transformador de cosas, llámense
fuerzas materiales o nociones utilitarias. El ingeniero convierte los
materiales combinados con las energías de la electricidad de la
máquina o de otras fuerzas en obras tangibles y provechosas. El
comerciante, distribuye bienes preexistentes, o los elabora para que encuentren
mejor acpetación del público. El abogado señala a
su clientela la mejor forma de utilizar la legislación existente
para acomodar a ella sus relaciones contractuales, sus actividades o sus
proyectos.
Pero todos ellos trabajan sobre la base de algo que ya existe y que el
técnico simplemente aprovecha o utiliza, llámense máquinas,
materiales, productos o códigos.
Ahora bien, cada uno se encuentra sometido a la imposición ineluctable
y forzosa de lo que existe. Si el ingeniero fuese un mero técnico
no aprendería a utilizar sino las máquinas que ya conoce,
a emplear los materiales que le han sido indicados y a plaicarles las
fórmulas que le fueron enseñadas. El comerciante u hombre
de negocios, sólo repetiría las fórmulas de intercambios
ya adoptadas y consagradas por la técnica. El abogado sería
un simple repetidor de códigos y leyes, que manejaría disposiciones
pero que nunca tendría libertad de espíritu para superar
el marco de ellas.
León Brunschvieg, el eminente universitario francés, ha
resumido admirablemente esta insuficiencia de la técnica en unas
palabras que expurgamos en su libro La educación de la libertad.
" Nuestro deber para con nuestros hijos-dice-es de una amplitud totalmente
diversa, de diferente dificultad también para cumplirlo. Tenemos
que reservar para ellos y en el interior de ellos, la libertad del porvenir.
Queremos que sean realmente, en espíritu y en verdad, los contemporáneos
de la humanidad en que deberán vivir: faltaríamos a esta
finalidad si tuviésemos la presunción de adptarlos de antemano
a un medio que incesantemente se modifica. Lo que importa es comunicarles
la fuerza necesaria para que se adapten ellos mismos, es constituir dentro
de ellos una provisión de riqueza intelectual y de energía
moral de donde extraigan flexibilidad de concepción y capacidad
de transformarse. En lugar de ser fabricados como autómatas en
vista de ciertas funciones económicas o de cierta disciplina social,
ellos mismos se habrán forjado para su propio uso el instrumento
que les permitirá dominar el nuevo orden de cosas, ser árbitros
de éste por la independencia de su juicio y colaborar a su desarrollo
mediante el esfuerzo reflexivo de su voluntad. El aprendizaje de hábitos,
por admmirable que sea la habilidad y rapidez de que el artesano dé
muestras en una especialidad determinada, convierte al hombre en esclavo
del pasado; por eso, debido a que ella se preocupa del porvenir, que ha
asumido la responsabilidad de asegurar las condiciones necearias al progreso
de la humanidad, la universidad se propone, sobre todo, desarrollar en
cuanto tiene de espontáneo, de original, de imprevisible, a esa
potencia interior que se llama el espíritu."
Pocas páginas podrán resumir mejor que éstas escritas
por el gran pascaliano la misión fundamental de las humanidades
clásicas.
La Unión,
Valparaíso, 9 abril, 1942
Tontería,
humorismo y esperanza
La risa y la sonrisa westán desapareciendo gradualmente del rostro
de nuestro tiempo. Ello es indicio de que las cosas no andan bien en la
intimidad del hombre. Reír o sonreír requieren no solamente
estar libre de zozobras y de temores y tener el espíritu desembarazado
de angustias. Exigen, además, y esto es de honda importancia, poseer
una cierta libertad interior. No se puede reír sin que haya una
distancia mínima, una perspectiva entre el mundo y nosotros, sin
que nos sintamos lo suficientemente desligados y dueños de nosotros
mismos como para poder dibujar sobre las cosas y la realidad la ágil
cabriola de una sonrisa.
El orate no ríe. Por el contrario, es eminentemente serio y grave,
porque vive enquistado y prisionero dentro de su obsesión. Tampoco
sabe reír el tonto, y si ríe su gesto es mecánico,
caricatura de la verdadera risa, pues de ella sólo tiene la inanimada
careta de los labios abiertos y de los ojos estúpidos. No se puede
ver el mundo humorísticamente si se es incapaz de poseer una intimidad,
si no se cuenta con una conciencia o mirada interior desde donde ver lo
que nos rodea y percibir lo que tiene de gracioso, esto es, de gratuito.
Por eso, las breves páginas del libro de un español-Antonio
Botín Polanco-llamadas Manifiesto del Humorismo, merecen un comentario,
un elogio, un aplauso dignos de él una constante, sostenida y firme
sonrisa.
El mundo está lleno de manifiestos. Es curioso que a medida que
el hombre tiene cada vez menos cosas que manifestar, escriba más
manifiestos. Manifestar es descubrir, poner a la vista. Pero ello supone
que se tiene dentro algo que sacar afuera, que hay una intimidad escondida
a la cual se necesita revelar... El hombrede nuestros días, cada
menos individuo y más muchedumbre, cada vez menos hombre y más
cosa, se encuentra con bien poco por manifestar. La cosa es justamente
una pura apariencia, una carencia de intimidad. El objeto no tiene nada
que descubrir, pues tampoco nada encubre, y su volumen es esencialmente
igual a su superficie. El hombre-multitud es también un objeto,
un ente impersonal. No caben en él manifestaciones, ya que vive
por definición fuera de sí mismo y es un vagabundo extraviado
a las puertas de su propia casa.
El grave peligro que corre en el mundo de hoy el humorismo es que el hombre
ha perdido su intimidad. Cuando se pierde la intimidad, el individuo se
convierte ennun tonto. La tontería es la falta de interioridad,
la carencia de malicia, la falta de sospecha de los peligros que el hombre
corre a sí mismo y no revisa lo que en él ocurre.
Pero como anota Botín Polanco, el hombre puede ser calificado ni
como un tonto ni como un perspicaz o listo. En la contradictoria condición
humana, todos llevamos dentro al tonto y al listo juntos, estrechamente
hermanados y a veces en constante pugna. Ortega y Gasset, a quien Botín
Polanco ha tomado como guía en sus meditaciones, apuntaba ya hace
años que el hombre inteligente es el que hace un esfuerzo constante
para que no asome el tonto que hay dentro de él. Su perpetua vigilancia
, su vida con el arma al brazo, mantiene al tonto a raya y le impide decir
o hacer tonterías. Es una lucha homérica que no admite descanso
y de la cual no siempre se sale vencedor. El tonto, en cambio, no se sabe
tonto ni sospecha remotamente que pueda serlo. Se cree inteligentísimo
y en su confianza está precisamente su tontería, porque
nunca se pasa a sí mismo al través de ese tamiz agudo de
la desconfianza que es el espíritu crítico o el sentimiento
de la interioridad.
El humorismo es por esencia espíritu crítico, desconfianza
alerta en la tontería humana para corregirla con la sonrisa o con
la carcajada y no dejarla que se extravíe en su ingenua ceguera,
en su pueril bastarse a sí misma. Porque el tonto es suficiente
y, como decía Unamuno, " está lleno de su vacío"
Y ese vacío que lo llena todo dentro de él no le deja hueco
para advertir que está en permanente peligro y que que a cada uno
de sus pasos puede deslizarse en la estupidez.
Porque , en fin de cuentas, ¿qué nos hace reír? Primeramente,
y en un grado muy elemental, reimos de lo que sale de lo común.
El hombre zafio ríe de todo lo que le parece nuevo o distinto.
La novedad en la mente torpe provoca una sacudida, y con ella, una risa.
Pero cuando esa risa se hace consciente, sabedora de sí misma,
el hombre ,en el fondo,ríe de lo paradójico de su condición
, de lo contradictorio y extraño de su suerte.
Como señala Guardini, alguna otra vez hemos comentado, el hombre
es un ser fronterizo. De esta carácter´çistica suya
de animal frontera , que una parte de su ser está enclavado en
lo terrenal y con la otra se proyecta sobre lo eterno, surge un tema hondamente
humorístico. La disparidad del hombre con su vida, la desproporción
entre lo que de ella esperamos y lo que ésta nos dá, revela
un contraste agudo. Ese contraste representa la oposición entre
nuestro destino y nuestro querer.
Si miramos aquella contradicción sin esperanza, tendremos la tragedia.
En toda tragedia hay un "fatum" que nos coge en sus redes, juega
con nosotros y nos aniquila. El teatro griego nos ofrece el ejemplo del
hombre combatido por los dioses, convertido en pasto de sus sobrenaturales
caprichos , a los cuales aquél responde con la caída o con
la rebelión. El humorismo enfoca aquella contradicción introduciendo
en ella el correctivo de una esperanza, de una fe en el hombre y en la
existencia de una divinidad también humanizada y propicia. Si el
hombre cae, sufre pruebas, soporta fracasos, es porque su condición
débil y frágil lo expone a ellas. Pero nada de esto es fatal
y trágico, desde el momento en que la divinidad está también
del lado del hombre y es cuestión de que no se encierre en sí
mismo para que el mal se disipe y la obscuridad sea rota por la luz.
Sonreír ante las dificultades del ser humano, mirarlo con ternura
de batirse entre los obstáculos que le embarazan el camino, verlo
desde una perspectiva en que resaltan la debilidad de su condición
presente y la grandeza de su destino y, sobre todo, en que se hace patente
su torpeza para encontrar el camino y su insistencia en hallarlo solo,
son temas humorísticos por excelencia. Pero son también
temas de esperanza, de alegre fe en que nada está definitivamente
perdido y que todo, encualquier instante, podrá salvarse.
Desgraciadamente, en nuestros días el hombre no tiene sólo
un tonto dentro de sí ,sino que el mundo contemporáneo está
empèñado en fabricar desde fuera al individuo sobre el modelo
de una tontería colectiva. La creación de un hombre "medio"
, de un ente vulgar y multitudinario , que obedece a las exigencias de
la masa, al influjo de la propaganda, a la ausencia de riesgos, a la ceguera
de la especialización, a la adoración de la técnica,
es la obra suprema de la tontería socializada y dirigida.
Ya no se trata solamente de defenderse del tonto interior sino también
del tonto externo, del tonto colectivo hacia el cual todas las fuerzas
políticas, económicas, sociales y culturales quieren en
nuestro tiempo arrastrarnos. Estamos en la era de la dirección
de todo cuanto existe y, en primer lugar,de la dirección de la
tontería.
Si el humorismo no interviene con su perspicacia salvadora, con su aviso
sonriente, estamos perdidos. Los totalitarismos detestan por eso a los
humoristas y los consideran disolventes y revolucionarios. El grano de
sal del sentido crítico, la advertencia de una aguda risa son un
arma más temible que un avión a chorro o una bomba de hidrógeno,
porque son el indicio de que todavía el hombre juzga, ve y sobrevive.
Lo que nuestro tiempo se propone es la abolición de las diferencias,
la supresión de las desigualdades. Pero esto que se justifica en
lo material, pasa a ser una amenaza terrible en el orbe de lo espiritual.
Sólo se parecen entre sí, igualándose en forma cabal,
las máquinas y los rebaños. Los automóviles, las
máquinas de escribir, los teléfonos son idénticos,
salvo diferencias imperceptibles. Los rebaños tienen también
la misma monótona semejanza, pastan en los mismos campos, lanzan
los mismos mugidos y ofrecen mansamente sus lanas para que las esquilen.
Hacia ese mundo de la identidad vamos siendo llevados, y caeremos en él
si no se unen resueltamente los que todavía son capaces de sonrisa,
de ternura y, lo que es más, de esperanza. Por eso tiene íntima,
dramática razón Botín Polanco al cerrar su Manifiesto
al grito de: "Borregos de todos los rebaños del mundo, desuníos..."
La Unión,
Valparaíso, 1 febrero, 1953
Pasado
y porvenir del hombre actual
En estos
días en que cruzamos la frontera de un año hacia otro, el
hombre se pregunta con cierto azoramiento por su futuro. Ha dejado tras
de sí una porción de existir, pero tiene al frente otra
aún no vivida. Le inquieta, por tanto, saber qué podrá
sucederle, en suma, qué destino le aguarda. Y si esto le acontece
y cada hombre con su propia existencia, con mucho mayor razón debe
inquietarle a todos los hombres, es decir, a esa suma de miradas que intentan
horadar el porvenir y que se llama: la humanidad.
Por eso nada nos parece más ajustado a la hora que subrayar algunas
reflexiones del último y delicioso libro de Ortega y Gasset: Pasado
y porvenir del hombre actual. Delicioso, decimos, porque la delicia consiste
en la alegría del alma, en el gozo que experimenta cuanto descubre
verdades bellas o bellezas verdaderas. A lo que debe unirse inevitablemente
ese toque de sorpresa y de desconcierto, que es como la pausa o el cambio
de compás de los instrumentos orquestales para atacar una nueva
frase musical.
Lo cierto es que el libro nos plantea el problema decisivo de nuestros
días: qué pensar de nuestro presente y cómo enfocar
y ver el porvenir que está a la vuelta inesperada del camino. Y
ante todo, cuánto vale ese presente, como carga oculta del pasado,
para proveernos de las armas y de los instrumentales con cuya ayuda salir
al encuentro del ágil y combativo futuro.
El drama del hombre contemporáneo es la delgada capa de presente
de que dispone por la muchísimo más delgada corteza de pasado
con que pueda contar. Vivimos en días de absoluta, total inseguridad,
porque el mundo que habíamos construido se nos ha evaporado entre
los dedos. Los hombres de épocas anteriores, de los siglos de oro
o de las edades que a sí mismas se llamaban progresistas se apoyaban
sobre un pasado denso y sólido. Tenían a sus espaldas un
orden en que creían, un conjunto de instituciones que daban por
definitiva y definitoriamente establecidas, un orbe asentado sobre ejes
pesados y resistentes. En suma, como Ortega los llama, eran herederos
de una fortuna cuantiosa, de un caudal sobre el que se podía girar
sin temor de verlo agotarse.
Pero en nuestros días ese pasado se ha volatilizado, se ha disuelto
inesperadamente en el aire. Ni las instituciones responden de una manera
total a lo que les habíamos pedido, ni los hombres sienten dentro
de sí mismos la serena seguridad anterior, ni las economías
prosiguen al paso ritmado del pretérito, ni la ciencia nos preenta
un cuadro de la realidad que ostente los caracteres de estabilidad que
durante mucho tiempo vino prometiéndonos.
Por lo tanto, no hemos heredado un mundo hecho, sino que nos hallamos
con la espalda al descubierto, con el suelo removido por continuos temblores
y con una inseguridad circundante que es ella misma crítica.
Un pesimita diría que asistimos a un fin de mundo, a un derrumbe
insólito y para defendernos del cual no hay refugios a cuya paz
acogernos. Pero el pesimista no se ha caracterizado nunca por saber mirar
ni menos por ser un maestro de las horas de espera. Su tarea ha consistido
siempre en no ver más que catástrofes y, muchas veces, en
provocarlas por la misma insistencia con que las llama y las exige.
El no disponer de un mundo seguro y, por tanto de un porvenir estable,
dista mucho de ser un inconveniente. Para quien tiene ojos con que atisbar
y oídos con que escuchar, la cosa se reduce a que el universo se
halla en transformación y que el hombre ha provocado por una serie
de caminos, incalculables dislocaciones que exigen volver a colocar las
cosas en una nueva disposición; en suma, a erigir y establecer
un orden inédito.
Pero que no se alegren demasiado los que están constantemente hablando
de cambios y de transformaciones, henchendo estas palabras de la cómoda
y burocrática significación de reducirlo todo a escombros
sin tener siquiera en mente la más vaga noción de lo que
deben construir. Porque lo esperanzador de tener un futuro por crear es
que exige del que va a crearlo una fe inmensa en el hombre y una desconfianza
radical en las fórmulas.
La física moderna, apunta agudamente Ortega, ha establecido el
principio de indeterminación. Esto significa que ya dicha ciencia
no encaja el fenémeno en fórmulas inmóviles, ni lo
limita a una pasiva comprobación. Quiere decir que el científico
crea o fabrica una imagen y produce una especie de incitación a
que la realidad, sin dejar de ser tal, se ciña a la mente y adquiera
el ágil sobresalto de ésta. Magnífica lección
de libertad y de esperanza que despoja a una ciencia preconizada como
el símbolo del determinismo de toda inmovilización mecánica.
Pues bien, lo que acontece en la física le ocurre también
al hombre. Es verdad que su pasado se ha desvanecido, que carece de seguridades
hechas en las cuales apoyarse. Pero este mismo retorno a la desnudez original,
esta vuelta a un instante que, por falto de pasado, se torna casi paradisíaco,
implica dos magníficas, dos tremendas posibilidades: la de la libertad
y la de la esperanza.
En efecto, si el mundo está abierto y expedito ante nuestro paso
para que lo construyamos, nos corresponde forjar los materiales con que
hemos de construirlo. Nadie podrá hacerlo por nosotros y nosotros
no tenemos más que lo que íntimamente somos: nuestra libertad.
Ahora bien, una libertad que se encuentra a solas consigo misma, sin imagen
de su propio ser, no es libertad sino vacío, oquedad obscura y
agotada. Unicamente puede llenarla la confianza, no ya en lo preexistente,
sino en lo que seamos capaces de crear, nos invita a ser los autores de
nuestro propio destino.
Tenemos un escaso pasado utilizable. En cambio, contamos con toda la riqueza
del hombre, reducido a su propia improvisación y a su ademán
esperanzado para forjar el destino futuro. De esta manera, somos como
pocas veces, un extenso y dilatado porvenir. Dudamos de nuestro tiempo,
porque nunca un tiempo ha existido como tal, sino como una terrena superficie
sobre la cual edificar. Y ya que el pasado se ha volatilizado, por agotar
su materia, nuestra tarea es gozosa y entusiasta:inventemos nuevas formas
de vida y hagámoslo con esas dos grandes riquezas del alma humana,
que son su libertad y su esperanza.
El Mercurio,
Santiago,30 diciembre,1962
Teología del absurdo
La proliferación del tema del absurdo en la filosofía, la
literatura y la vida modernas, señala que es llegada la hora de
hacer un análisis que pase de lo elegíaco a lo teológico,
de lo meramente lloroso a lo trascendente y positivo. Porque el absurdo
no es sólo el tema de ciertas metafísicas que colocan al
hombre frente a los requerimientos íntimos de su ser y a una concepción
del mundo que los frustra y niega radicalmente,ni el de una literatura
que trata personajes sin presente ni futuro, o sea, casi sin conjugación,
ni la actitud de ciertas capas juveniles que intentan destruir todo lo
que encuentran, porque están destruidos por dentro. Es, sobre todo,
un estado crítico, un instante en que el individuo siente, pugnantes
en su alma, la insistencia de un mandato vital y el choque con una realidad
nominada o innominada, que le impide cumplirlo y ser el que debe ser.
El cuadro de fondo sobre el cual se proyecta la absurdidad es la afirmación
de algo que se asegura que es, pero que, según todos los datos
de nuestra conciencia y de nuestra experiencia, no puede ni debe ser.
Hay, por tanto, en el substrato de lo absurdo una relación de negación
y de repulsión entre dos cosas: la que se señala como soporte
de algo y aquello que de ella misma se predica. De este encuentro imposible,
de este acercamiento inexplicable, se concluye que el substantivo y su
predicado no pueden conciliarse y que su acoplamiento es absurdo.
Sin embargo, la cosa no queda allí. Es preciso internarse más
al fondo del fenómeno y tratar de ver por qué y cómo
acontece. El absurdo ha sido siempre rechazado por la mente humana, al
menos en cuanto tal absurdo. Lo más que ha hecho es considerar
reales cosas que no lo eran, como es el caso de sirenas, centauros, gnomos
y otros habitantes de aguas o de florestas. En cambio, hoy día,
lo que se acepta y se postula es el absurdo en sí mismo, con toda
la contradicción que implica. Es decir, el hombre se siente arrojado
en el seno de una cavidad misteriosa, doliente, cuya forma y dimensiones
ignora y de la cual sólo sabe que lo englute, lo aprisiona y no
lo devuelve nunca más a la luz.
Quien se remonte un poco en la filosofía y la literatura advierte
con rapidez que en otras épocas se ha dado una situación
parecida. En la tragedia griega y en determinados aspectos de su cultura,
hubo una situación semejante para el hombre. En Esquilo, en Sófocles,
como también en Eurípides, apareció un "fatum",
un destino, contra el cual el individuo se debatía en estéril
esfuerzo. La fatalidad iba rodeándolo, ordenando las circunstancias
metódicamente, anudando los lazos, apretando los nudos, hasta que
el hombre caía en ellos. El coro, incluso, ilustraba al espectador
para marcar, como sinfónico compás, la aparición
de ese destino inquebrantable, entre cuyos dedos caprichosos y arbitrarios
el héroe debía sucumbir.
Sin embargo, hay una intensa diferencia con nel absurdo moderno. Lo que
la tragedia griega describe es la pugna entre el hombre y la divinidad.
Los dioses son hostiles, ya sea porque sienten aversión al individuo,
ya sea porque porque lo cercan hasta hacerle expiar la vieja culpa en
que incurrió. Esa fuerza enemiga tiene nombre, significación,
fisonomía. Se sabe de quien viene el ataque, en qué forma
sobrevendrá, qué estructura deberá asumir. Es cierto
que el hombre no podrá defenderse y que su fuerza, infinitamente
menor, carecerá de posibilidades de contrarrestar la que viene
de arriba. La fatalidad es, precisamente, lo inevitable, el peñasco
que cae sobre la víctima atada y que no tiene posibilidad de esquivarlo.
En el absurdo de nuestros días lo que el hombre siente es que está
incluido, deslizado en nun mundo inabarcable. El Proceso de Kafka,como
el Calígula de Camus, o Esperando a Godot de Becket, y las numerosas
expresiones del "antiteatro", apuntan a un mundo en que la especie
humana,como tal, no tiene ni destino ni rival individualizado. Además,
el absurdo ha pasado de elemtno conceptual a realidad física,tangible,amenazante.
Lo temible que posee es que existe y está envolviéndonos,
ansorbiéndonos, consumiéndonos.
Ahora bien, cuando se cala un poquito más en el problema, se advierte
otra nota. El absurdo implica que el poder contra el cual luchamos, en
cuya entraña estamos prisioneros, se halla sordo. La absurdidad
es eso:la imposibilidad de oír de alguien a quien hablamos o nos
dirigimos. Pero esto ya afirma que hay "alguien", persona, dios,
ser identificable y consciente, que es quien voluntaria o involuntariamente
no escucha. La lucha se torna estéril porque entre sus datos está
el de que se libra contra quien es más fuerte y no sabe, no puede
o no quiere oír.
De aquí el dramatismo de esta concepción moderna del absurdo,
condenada a la pérdida, a la condenación.
Con todo, bien vale la pena señalar que en ella hay tácitos
elementos positivos. Desde luego, no cabe hablar de absurdidad sin reconocer
implícitamente que existe "otro" a quien se adjudica
esa sordera. Debería oírnos pero no nos oye. En seguida,
si debería oírnos es porque podría no sólo
recibir nuestra protesta o nuestra aspiración sino, también,
disfrutaría de poder para salvarnos. Al dolernos de su sordera
declaramos sin más ni más que en sus manos radica la decisión
suma, propia de la esfera divina:satisfacer lo que las creaturas reclaman
de ella.
Por eso decimos que el absurdo moderno es una especie de prueba de Dios
por el vacío. Mediante un curioso escamoteo y una evidente contradicción,
se postula un Dios que debería oír, que podría satisfacer
y que,negándose en su propia esencia,decide no hacerlo.
He aquí cómo el absurdo desemboca, impensadamente, en la
esfera de lo teológico.
El Mercurio,
Santiago, 4 agosto,1963
Fanatismo y Contemplación
La mirada
humana no puede registrar las cosas que ve sin crear respecto a ellas
una cierta distancia. Este alejamiento implica establecer una relación
indispensable para que se forme la respectiva imagen. Observadas las cosas
desde lejos, se borran y difuminan, pero miradas desde demasiado cerca
también confunden sus rasgos. ¿Dónde está
o pueder estar el punto preciso para que el perfil de lo real se entregue
nítido y transparente? En la visión física es sencillo:
basta con saber dónde se cortan la línea que parte del objeto
y la que encuadra el radio de alcance del ojo. Pero en la visión
ideológica o mental la cosa es muy diferente, y ello, porque la
dimensión del campo visual lo aporta el propio observador con todos
los supuestos previos que emanan de su disposición o predisposición
frente a lo que ve.
Por eso es extraordinariamente útil analizar la contemplación
para advertir su importancia y darse cuenta de la jerarquía que
posee como actitud humana primordial, así como lo que de precipitado
y enajenante tiene el fanatismo justamente por abstenerse de contemplar.
Por lo pronto, el que contempla comienza por mirar, esto es, por someterse
la cosa que se dispone a ver abdicando de sí mismo. Trátase
de un paisaje o de un pensamiento, contemplar significa colocarse ante
ellos como si ellos solos existieran. Tan pronto intentamos introducir
en la visión de otros factores que tratan de subordinarla a una
imagen preestablecida, el encanto está roto. Medir el volumen de
agua del río que circula inmediato o los millares de pulgadas de
madera representados por los árboles entre los cuales incursiona
la brisa, equivale a substituir la percepción valorativa en que
lo útil o sea, lo que puede hacerse con el paisaje una vez fragmentado,
cobra rango excluyente. Igual acontece con las ideas.
Si no las consideramos como vías de acceso y formas de visión
de los seres y los objetos,administrándolas sólo como imágenes
que debemos someter a la prueba de su coincidencia o no coincidencia con
las nuestras, dejamos de examinarlas en cuanto tales para atender úniucamente
a su identificación con las propias.
La otra característica de la contemplación radica en su
apertura ante lo otro en cuanto tal otro, sucitando la disposición
receptiva del caso. Eliminadas las predisposiciones, hecha una especie
de tabla rasa de las limitaciones que podamos introducir en la visión,
quedamos también en aptitud de comprender mejor. No son las ideas
ajenas las que tratamos de ajustar a las propias, sino las propias, las
que se trata de ajustar a las ajenas. Con esto se ensancha perspectiva,
se dilata a términos insospechados y se adquiere, conjuntamente,
la visión extraña y la íntima enriquecida por la
iluminación de una perspectiva distinta.
En el fanatismo, a la inversa, la posición cerrada, contiene una
exclusión anticipada. No sólo se subraya hasta el delirio
lo que se piensa o cree individualmente, sino que, antes de escucharlas,
se condena y elimina las ideas del que no esté en nuestra misma
ubicación. El fanático está tan lleno de sí
propio y de lo que cree su visión real de las cosas, que no deja
sitio para que penetre en él la visión de los demás
y da ya por establecido que esta perspectiva ajena, no es simplemente
errónea, sino, además, nociva.
Ya dentro de las palabras mismas, por algo contentivas de las concepciones
correspondientes, la contemplación sugiere una visión ordenada
y serena, en tanto que el fanatismo destaca una delirante enajenación
negadora. Porque contemplar es hallarse en un espacio abierto, libre en
el "templum" antiguo, donde la naturaleza fluye en su espontánea
originalidad y se liga a un poder divino que desciende hasya ella y se
aposenta en ese espacio. Del mismo modo, el acto contemplativo eleva hacia
una región sidérea, astral, en que el espíritu y
la mirada ingresan a la esfera celeste y entran a habitarla, considerándola.
El fanatismo, por el contrario, es una posesión, una enajenación,
a la que no obsesiona el afán de entender sino de transformar el
universo conforme a un esquema dado. Lo que en la actitud fanática
hay de más peligroso, es precisamente su tendencia irresistible
a hacerse acto y a reemplazar toda admiración por una acción
alteradora.
Quien tenga en su alma el recuerdo de cualquier fanatismo, advierte de
inmediato que el fanático no mira y menos admira. No tiene para
qué hacerlo porque lo estima todo visto previamente e incluso juzgado.
Pero ese juicio es de elemental simplicidad y, por lo mismo,de una potenciadestructora
incalculable: su sentencia siempre condena, salvo cuando el otro deja
de existir como tal y se identifica con la idea y la actitud fanática
total.
Esta visión en negro y blanco, en bueno y malo absolutos, no deja
resquicio para la auténtica justicia, que es también juzgadora
pero de seres humanos en situaciones concretas y no de entes abstractos
en circunstancias igualmente abstractas. Aquí reside el absurdo
y la inhumaniudad del fanatismo. Toda abstracción simplifica y,
en cuanto al hombre, deshumaniza, ya que se apoya en una reducción
absolutamente irreal. Al deshumanizar a los hombres y al mundo entero,
el fanatismo se deshumaniza a sí propio. Esto le permite operar
con suma eficacia pero también con una crueldad que escalofría.
El fanático es un autómata que actúa entre objetos
y puede, por lo tanto, destruir sin piedad. Si hiciera el más leve
sitio a la contemplación estaría vencido, porque con ella
entraría a su alma la realidad en toda su rica variedad. Y entonces
se daría cuenta de que cada ser es único e insusbtituible
y refleja en su espíritu una porción de la verdad, hacia
la cual todos debemos movernos pero que,en cuanto hombres transitorios
y fugaces, no nos ha sido ni podía sernos dada en plenitud.
El Mercurio,
Santiago, 1 septiembre,1963
La insensatez de sufrir
Los españoles,
maestros en el arte de vivir y de morir, que son inseparables, han dicho
a través de sus filósofos y poetas que no existe una cultura
de la vida sin una alta concepción de la muerte. Huizinga, a quien
se debe esa prodigiosa historia que se llama El otoño de la Edad
Media, reitera dicha convicción. Y no es difícil entenderlo.
La vida vale por el sentido que se le asigna, por los valores a los que
adscribe. Una vida sin significado es insignificante. Una muerte absurda
hace absurda la vida a la cual pone término.
Sin embargo, nuestro tiempo, debatiéndose entre sus contradicciones,
quiere jugar a ambas cartas, endiosando la vida en lo que tiene de más
elemental y primitivo y dando a la muerte el alcance de un episodio estúpido
o de una escapatoria por cuya puerta podamos fugarnos tan pronto como
el vivir se haya hecho odioso. O sea, se vive para cualquier capricho
y se muere de improviso o de impaciencia.
Tal es la conclusión a que , acaso sin proponérselo, llegan
tres científicos eminentes, Premios Nobeles los tres, en una reflexión
sobre la autanasia publicada en una importante revista científica
estadounidense. El manifiesto suscrito por Jacques Monod, Linus Pauling
y George Thomson, aparecido en "The Humanist", contiene nada
menos que esta frase: "Es cruel y bárbaro exigir que se mantenga
a una persona con vida contra su voluntad, negándole la liberación
que desea, en tanto que su vida ha perdido toda dignidad, belleza, significación,
perspectiva futura. El sufrimiento inútil es un mal que debería
ser evitado en las sociedades civilizadas."
Saquemos toda las conclusiones y establezcamos las equivalencias. La vida
equivala a su utilidad y debe justificarse por su capacidad de seguir
subsistiendo dentro de los cánones de belleza y dignidad, más
la extensión de un futuro delante de ella. Sufrir porque sí,
cuando ya la fealdadff recubre al sufriente, cuando el dolor lo acorrala
hasta destrozarlo indefenso, no tener nada delante, salvo la muerte, es
estúpido. Más aún, es incompatible con el concepto
y la razón de ser de una sociedad civilizada.
Parece imposible, pero así es. Los hombres de ciencia, algunos
al menos, lo proclaman. Si tuviera en su mano la muerte piadosa, la eutanasia,
el homicio por compasión, debería tener carta de ciudadanía
en toda comunidad cultta y que se aprecie de tal. Un sistema bien organizado,
con médicos que juzgaran del estado del enfermo incurable y otros
que velaran por la corrección del procedimiento, debería
decidir cuándo y cómo corresponde poner fin a la vida de
un tercero que haya decidido no seguir viviendo para no continuar sufriendo.
El interesado mnifestaría su propósito y haría la
correspondiente declaración de voluntad.
El debate que ha provocado esta declaración no necesita ser descrito.
Los juristas, desde luego, los celadores del derecho, han planteado sus
reservas y sus dudas. ¿Cómo frenar las pasiones, los odios,
las venganzas, los intereses, que se escudarían tras smejante posibilidad,
desde el cónyuge que quiere deshacerse del otro hasta el heredero
que ansía alcanzar la fortuna del pariente remiso en exhalar el
último suspiro? ¿Cómo, también, establecer
un consentimiento válido, si el sufriente está en un momento
en que el dolor mismo le quita lucidez y suprime, si no todo, parte de
su albedrío? ¿De qué modo introducirse en la intimidad
personal para averigüar si el consentimiento había sido retirado
en el siguiente?
Pero hay otro aspecto más hondo, más secreto. La muerte
es la culminación de la vida, la desembocadura, a donde conduce
el largo río del existir. En esos segundos o minutos, el ser llega
a su límite, desanuda y despliega todo lo que acumulaba de experiencia
del mundo y de penetración de sí mismo. En el relámpago
de un instante, pasado y presente se juntan, ser y acabamiento del ser
se entrelazan y confunden. Todo lo que hasta allí fue expectativa,
esperanza, anhelo, triunfo o fracaso, toca su frontera final. Ya no hay
nada más. Aquí concluye el peregrinaje, y una realidad súbita,
brusca como una cordillero, se precipita sobre nosotros. Es el momento
de la suprema definición, del enfrentamiento con el total de lo
que fuimos y somos, el desafío que nuestro existir nos lanza para
que lo afirmemos o lo neguemos, para tomar la copa densa del sufrimiento
o rechazarla con desgarrado gesto.
Sin duda que nunca el ser humano es más él mismo que en
ese trance extremo. Porque hasta entonces la vida se extendía como
un futuro postergable, disponía de horas en cuyos márgenes
ubicar el programa de cada uno, disponer sus detalles, cambiarlos, rectificarlos,
rehjacerlos. Pero en este otro, todo termina, no hay retirada; no hay
sitio para el aplazamiento. O todo o nada, o sí o no.
Pues bien, ese drama sideral acontece dentro de la conciencia que se debate
consigo misma, que dialoga con su luz y con su sombra en una entrevista
inefable. Morir es, en el fondo, una decisión que está en
la mano del muriente. No se elige, es cierto, salvo en el suicidio, ni
la hora ni la forma de morir, peo si se opta por la manera de hacerlo,
encarando ese desafío postrero como héroe que lo asume o
como pusilánime que huye. Cada uno es su muerte personal y el espíritu
diáfano de Rainer María Rilke lo sabía cuando rehusó
todo sedativo para soportar la suya y tomarla como hechura propia, como
creación y obra de su más exigente y apremiada conciencia.
Por eso también ese enfrentamiento con el dolor, esa desgarradura
del sufrimiento insoportable, es un acto que nadie tiene derecho asuprimir
en nadie, ni aun en nombre de una compasión que es tantas veces
cobardía del espectador, incapaz de tolerar el drama que ante su
presencia se desarrolla.
Pero los científicos partidarios de la eutanasia no consideran
civilizado el dolor estéril, como si ellos supieran hasta qué
cumbres de lucidez, hasta qué cimas de saber condice el aparentemente
inútil sufrimiento. Ya decía León Bloy que hay partes
enteras de nuestro ser que sólo se asoman al existir cuando el
dolor las acucia y les clava su garra. Y nunca tampoco alcanza una altura
mayor el ser humano que cuando hace cara a ese desafío y se sumerge
en ese resplandor tremendo de la prueba absoluta.
Hemos llegado al nacimiento y a la muerte dirigidos. Nacemos en un laboratorio,
morimos con una inyección. Mientras tanto, la sombra del hombre
se pasea por un desierto lleno de probetas, de tuberías, de blancos
delantales y la muerte pasa a ser un detalle despreciable, un ligero accidente
que silencia al que ya no se atreve a saber más de su siempre inesperado
y revocable ser.
El Mercurio, Santiago, 4 agosto, 1974
Vacío de poder y Vacío de sociedad
En un drama que nunca subió a escena, el gran pensador español,
Eugenio D Ors, imaginaba el encuentro entre Guillermo Tell y el emperador
Habsburgo, cuando el primero ha herido de muerte al segundo. En el diálogo
de esa hora final, el revolucionario y el monarca dscubren que luchaban
por lo mismo, pero que la interposición de Gesler había
desfigurado sus recíprocas imágenes, haciendo de uno el
anárquico irresponsable y del otro el odioso tirano.
Es éste, en síntesis, también el problema que aflige
a las democracias modernas. De un lado, los que ejrcen el poder buscan
cómo inerpretar a una opinión pública que el sistema
hace invisible e inalcanzable. Del otro, esta última intenta llegar
a los dirigentes que detentan el mando y halla que no hay caminos de acceso.
Unos y otros viven de imágenes, de ficciones que tornan difícil
su entendimiento y su conciliación.
Los regímenes democráticos, en la forma que aún subsiste,
parten de la noción de una opinión públiuca amorfa
y abstracta. Está compuesta por la mayoría, pero ésta
no se halla representada o personificada por nadie. A lo sumo, de tarde
en tarde, una encuesta o sondeo arroja un cierto resultado que, por recto
y honestamente obtenido que se le suponga, refleja sólo la respuesta
desperdigada de grupos aislados e inorgánicos. Lo que opinan determinados
interrogados en un barrio, en una rama profesional, en una actividad laboral,
en un estudiantado, en un núcleo de consumidores, entre las madres
de familia, es útil pero no eficaz ni representativo.
Además, sólo refleja opiniones sumarias, enfoques generalmente
limitados a una situación inseparable de un interés inmediato
y sin perspectiva.
La vida pública moderna, que lo abarca todo porque ya casi no existe
vida privada, se mueve entre dos polos extremos: el de los que tienen
la responsabilidad prácticamente total de las decisiones y el de
quienes se encuentran con éstas cuando ya han sido resueltas y
sólo cabe acatarlas. Los órganos de comunicación
intermedios no existen, porque la concepción social respectiva
sólo supone a una multitud frente a una minoría, sin que
haya puentes vinculatorios.
Las quejas que se formulan en las democracias todavía apegadas
a un viejo estilo, son ya conocidas. La autoridad es tachada de arbitraria,
cuando hiere algún interés, o de débil cuando se
doblega o cierra los ojos ante los embates de los más fuertes o
de los más audaces. El vacío de poder, que es, en el fondo,
un vacío de sociedad, deja a grandes cuerpos ciudadanos entregados
a la indefensión. El caso de las principales democracias europeas
no es otro. El gobierno que adopta resoluciones enérgicas, como
el alemán ante los brotes anárquicos, es tildado de dictatorial
y sufre la represalia de los terroristas, que raptan a sus políticos
o matan a sus jueces. El que oscila bamboleándose de un lado a
otro, como en Italia, es acusado de inepto, de irresoluto y de abúlico.
Haciendo abstracción de otras razones morales o psicológicas,
se vueleve innegable que los estallidos de violencia crecen y se agravan
a medida que los gobiernos dejan de ejercer su autoridad. Con ello los
más dañados son los ciudadanos de grupos humildes o medianos,
que sólo pueden contar con la protección del Estado, a la
vez que los continuos desórdenes arrastran al caos económico,
a la pobreza y generan, así, un círculo vicioso de descontentos
seguidos de represiones.
Resulta en esta forma que el régimen con pretensiones de más
igualitario y democrático, termina por permitir los abusos más
violentos y tiránicos, no porque el gobierno lo desee sino por
su renuncia a enfrentar a los grupos más agresivos, en la ingenua
creencia de que son los más representativos.
El Mercurio,Santiago,
1 julio, 1976
Poemas
De Velamen
(1950)
Alberca
Aquella
antigua sed que soñara apagada
de nuevo en tu presencia, dominándome ,brota.
En la fuente de mi alma, muda ayer y callada,
el agua enciende ahora su templor gota a gota.
Estaba de
mí mismo, como en sueños, ausente.
Un silencio profundo con su voz me envolvía.
En vano sol y estrellas me besaban la frente:
era ciego al asombro de la noche y el día.
De nuevo
hoy la canción surge pura en mi entraña.
De nuevo blancos astros iluminan mi sombra.
Otra vez soy cristal en que el cielo se baña
y labio estremecido de emoción que te nombra.
Las aguas
de la tierra en mí rompen sus venas
Para ofrecerse diáfanas a la sed del que pasa.
Aunque soy sed sin límites, a las fiebres ajenas
da la mía sus ansias en frescura sin tasa.
Henchido
de cristales y vibrantes rumores
Como una urgente música en la voz me derramo,
me anonado en los surcos y me yergo en las flores
y en todo ser me infundo, pues a ti en todos amo.
Hoy que
me has despertado, ya no quiero defensa.
en tus manos depongo mi secreto albedrío.
En tu dulce dictamen mi destino comienza,
pues sólo siendo tuyo podré también ser mío.
Desde el
alba a la noche mi encendido desvelo
esperará que vengas a mirarte en mi alberca
y, cuando te interpongas entre mi alma y el cielo,
me haré entero tu imagen para verte más cerca.
Hora
Hora sagrada
y pura
que un astro crea y vence,
surco abierto en el agua
que el agua desvanece,
entre mis manos tiembla
tu impalpable presente
como un don que los cielos
al espíritu ofrecen.
Cazador que las sombras
de obscura noche envuelven,
tu claridad persigo
en relámpago breve.
Se dispara
mi dardo
hacia ti, inexistente,
para clavar la forma
que en tu interior se yergue,
pero cuando mis manos
avanzan a cogerte
sólo encuentran la huída
de tu presencia indemne.
Y entre mis dedos queda
como un despojo tenue,
la huella de ti misma,
sola, resplandeciente...
Palabra
La palabra
a la cosa da existencia
y la colma y desnuda de sí misma,
alma en la cosa que, íntima, se abisma,
cosa en el alma que se vuelve esencia.
Clara emoción
de dolorosa urgencia
en el mundo la arroja y ensimisma,
hontanar de ansiedad, ideal carisma,
amor en la embriaguez de la evidencia.
Ella sabe
dar vida a cuanto toca,
nombre que el mundo, al designar, explica,
música que surgir se desvanece,
sonido que
pronuncia nuestra boca,
alma que en lo real se multiplica,
unidad que trasciende y permanece.
Tristeza
de Pelleas
Esta es
la blanca casa en que vivía,
esta la verja que el jardín cerraba,
esta la fuente en que ella se miraba
y este el camino que ella recorría.
Este el
sol que en su frente refulgía,
este el viento sutil que la besaba,
este era el aire en que su voz temblaba
y esta la luz que en su mirada ardía.
Estas las
cosas son que ella quería,
estas las cosas que ella contemplaba
y están llenas de su alma todavía,
y esta es
mi soledad de cada día,
alma que en otra sin sentirlo estaba
y hoy no tiene ni ser ni compañía.
Plegaria
Tú
eres en mí la fugitiva escala
que desde mi raíz su impulso eleva,
voz que en el alma todo lo renueva,
transfigurando al labio que la exhala.
Tú
eres en mí para volar el ala
que por el aire en libertad me lleva,
torre que el viento con sus manos prueba,
grada que al pie cómo subir señala.
Tú
eres en mí lo que a ascender aspira
y deja atrás el moribundo instante
como una vestidura innecesaria,
pisada que
del suelo se retira,
alma que vuela de su amor delante,
escala celestial de la plegaria.
Sonetos del amor interior
II
¿Qué voz es ésta que a mi voz se anuda
y, floreciendo luego en mi garganta,
al mismot tiempo que yo canto, canta,
y al compás de mi voz es suave o ruda?
¿Qué
pie es éste que pisa la desnuda
huella formada por mi propia planta
y a cada paso mío se adelanta
y acude donde quiera que yo acuda?
¿Qué
mano es ésta que a la mía asida
me comunica su vigor temprano
y en cuyo dulce ardor mi fiebre templo?
¿No
es ,acaso, tu imagen confundida
a mi ser que, hecha voz y planta y mano,
como otro yo más interior contemplo?
VI
Tan pura
estás de sombra o de deseo
que tu rostro no es más que transparencia,
y tu alma en él tan clara se evidencia
que si miro tu rostro no lo veo.
Aunque mía,
de ti nada poseo
más que esta luz perenne de tu ausencia
en que se me descubre tu honda esencia
como elverso en la página que leo.
Te miro
y, al mirarte, ya adivino
tu alma que, en un destello repentino,
su gracia misteriosa me anticipa,
y al brotar
, luminosa, desde adentro,
viene hasta mí en un fugitivo encuentro
y, encendiendo tu rostro, lo disipa.
Eternidad
El alma,
como un cristal,
se yergue ante la inminencia
del mundo, pura y total:
siempre afirma en el raudal
la rosa su permanencia.
Acento
Tu palabra
se aleja y está fija
como el rumor extático del agua,
pasa a través del sueño de las cosas
y siempre permanece donde estaba.
Poesía y Ensayos
(1985)
Verde
Verde la tierra su verdor proclama,
verde de ensueño, verde de alegría,
verde en el fino brazo de la rama,
verde en la cima límpida del día.
En el verdor
culmina la esperanza
y propaga el amor su ola de gozo.
La luz esgrime su delgada lanza.
El cielo tiembla verde de alborozo.
Rasga el
velo del aire el verde monte.
La mañana de verde, está más alta.
Todo el espacio ahora es horizonte
y el viento en él su libertad exalta.
Verde es
el cielo, verda la colina
verde el dedo del trébol que se asoma,
verde el agua en el sauce que se inclina,
verde el arco dorado de la loma.
Verde abandona
el campo su regazo,
verde está el alma de nostalgia pura,
y el cielo verde es como un verde brazo
que le ciñe a la tierra la cintura.
El agua
quiebra el vidrio de su risa.
Tiembla en el aire la emoción de un beso.
La primavera con su flor avisa
que, verde, está en la tierra de regreso.
Madero
Nunca pude
soñar, cuando era sólo,
en el silencio de los bosques, árbol,
que un día su cabeza sostendría
como un nido fugaz entre mis brazos
y que, sobre mis ramas abolidas,
se abrirían las rosas de sus manos
para darme las flores que hoy no tengo
porque los hombres me las arrancaron.
Sabía de la gracia de los nidos
y de la tibia pluma de los pájaros,
de la brisa alisando mis ramajes
con su caricia como un suave llanto,
pero no conocía esta ternura
de cobijar a Cristo en mi regazo
y de sentir la seda de su rostro
entre mis duros nudos apretados,
y ser sostén para su cuerpo herido,
sangrienta flor colgando de mi tallo.
Ignoraba esta pena misteriosa
de que ahora soy como un obscuro vaso,
Eternidad que se doblega al tiempo,
Vida en la muerte el río derramando,
Gozo que se renuncia porque asume
la noche en que los hombres se quedaron.
Me acuerdo ahora de mi clara savia
subiendo por mis venas, paso a paso,
como una sangre que sostiene el brío
con que las ramas dan al aire brazos
para el estío revestirse flores
que por su entraña vienen caminando.
Me vuelvo
hacia los días en que yo era
en el tumulto de los bosques, árbol,
columpio de los juegos de la brisa,
atalaya del sol, faro del campo,
hasta que un día el ímpetu de un hacha
me derribó en la tierra con su tajo.
Yo creí que mi vida terminaba
y que, hecha leña, en diminutos brazos
el fuego con su furia sorpresiva
mi ser iría en lenguas derribando.
Pero las manos duras de otros hombres
mi tronco en una Cruz entrelazaron,
contradicción herida de maderos
que se niegan y afirman simultáneos,
símbolo del chocar de tierra y cielo
como el Cristo a mis brazos destinado.
Y aquí
estoy, sostenido sobre tierra,
recuerdo de mí mismo, sueño de árbol
que se implanta sin flores ni raíces
y ha perdido sus ramas y sus pájaros.
Pero hoy
un nuevo brote me reviste
para que vuelva a renacer, salvado,
y Cristo moribundo es hoy mi rama
y la divina flor en que me abro,
raíz del ser restituida al fruto,
semilla abierta nuevamente en árbol.
Yo losiento sufrir sobre mi tronco
y en sus oídos,dulcemente le hablo,
y lloro de dolor porque no tengo,
para limpiarle sus heridas, manos,
para ofrecerle por almohadas, nidos,
para con nidos ofrecerle cantos.
Cristo está
solo y es mi prisionero
y yo, ahora, no puedo libertarlo
porque los hombres que le dieron muerte
de mis brazos también me despojaron.
Poemas
dispersos
Valparaíso
Verde te ciñe el mar, Valparaíso,
con sus brazos de espumas y de sales,
y en tu dorado cielo, terso y liso,
la luz corre encendiendo tus vitrales.
En el aire
celestial tu ser desbandas,
más ansioso de sol mientras más subes,
y vas como esquivándote en volandas,
como escapando en espiral de nubes.
El mar,
fino escultor, te palpa y te ama
y con su ardiente escoplo te modela,
tejiendo junto a ti su móvil trama
con olas de pasión y de cautela.
Para escapar
del mar cumbres escalas,
arboles yergues, cerros interpones,
y se te sienten trémulas las alas
por llegar a tus últimas regiones.
La luz resbala,
plena, de tu copa
de oro en la brisa, en el ramaje verde,
y el viento, azul corcel, por ti galopa
y en tus praderas, sin final, se pierde.
¡Libre
es tu corazón, alto tu anhelo,
clara la voluntad que en ti se siente,
porque te esculpen juntos mar y cielo
y al infinito te abren, transparente!
¡El
mar te entrega, límpida, su ruta,
se abre a ti el cielo, diáfano y preciso,
con esa plenitud tan absoluta
que es tu celeste ser, Valparaíso!
Bibliografía
básica
I.Del autor: obras
Libros:
Velamen
Santiago. Editorial Nascimento, 1950
Premio Sociedad de Escritores 1949
Poesía
y Ensayos
Selección y prólogo del Pbro. Enrique Pascal García-Huidobro
Valparaíso. Ediciones Universitarias, 1985
La obra
de Pedro Lira Urquieta
Santiago de Chile. Cuadernos del Centenario de la Academia Chilena de
la Lengua,1985
Biblioteca
del periodista chileno:Fernando Durán V.
Selección y prólogo de Juan Antonio Massone del C.
Santiago. Universidad Diego Portales, 1997
En obras
colectivas:
"Engaño
y desengaño de la obra de arte"
En: Poesía, Ensayo, Narración
Santiago de Chile.Editorial del Pacífico, 1961, pp 131-138
"Las
Uvas y el Viento" (Pablo Neruda)
En: Literatura crítica de Chile (Raúl Silva Castro)
Santiago de Chile. Ediciones Andrés Bello, 1969, pp 519-528
"Elogio
y condenación de Maquiavelo"
En: Estudios en honor de Pedro Lira Urquieta
Santiago. Editorial Jurídica de Chile, 1970, pp 211-226
"Los
Diez y la literatura chilena"
En: Los Diez en el arte chileno del siglo XX
Santiago. Editorial Universitaria, 1976, pp 17-27
"Infancia
y adolescencia de Bello"
En: Homenaje a don Andrés Bello
Valparaíso. Ediciones Universitarias, 1982, pp 47-59
II. Acerca
del autor
Ibáñez , Adolfo ; Correa, Luis; Pérez de Arce, Hermógenes;
Pascal,Enrique
Herencia espiritual de don Fernando Durán Villarreal
Escuela de Negocios de Valparaíso. Fundación Adolfo Ibáñez,
1983
Massone,
Juan Antonio
"Concepción del arte en la obra de Fernando Durán Villarreal"
Atenea N.470, Universidad de Concepción, segundo semestre,1994,
pp 199-221
--"Fernando
Durán Villarreal o la trascendencia de un periodismo estético"
Reflexiones Académicas N.6, Universidad Diego Portales, 1994, pp
117-125
--"Un
chileno frente al tema de nuestro tiempo"
Revista Universidad Diego Portales, Año 1, N.2, octubre, 1997-marzo
1998, pp
36-42
Indice general
Semblanza del escritor
1.Facetas
y datos biográficos
2.Angulos de una semblanza
3.Periodista de opinión
4.El ensayista: nociones vertebradoras
5.Noción de persona
6.Acerca del arte
7.La obra literaria
8.El poeta
Selección
de textos
I.Meditaciones
de Androvar
La nostalgia
Leer
El sacrificio
Viajar
La avaricia
Las edades
La insolencia
Misión
La verdad
La claridad
La distracción
Lo inefable
Perdonar
La vocación
Recordar
II. Chile:avatares
de una convivencia
La patria,
deber y esperanza
País sin alegría
El derecho a la honra
El mar, nuevo espacio
Para una "historia femenina" de Chile
Ciencia, técnica e ideaologías
Destrozo del castellano
III. El
reloj de arena de Cándido
El mejor
amigo
Neurosis
Reivindicación del camello
Comida hecha
Sea usted mediocre
Oradores
A domicilio
Pesos pesados
La importancia de ser vulgar
Cultura de títulos
III.Dolencias
de la época actual
El problema
de las humanidades clásicas
Tontería, humorismo y esperanza
Pasado y porvenir del hombre actual
Teología del absurdo
Fanatismo y contemplación
La insensatez de sufrir
Vacío de poder y vacío de sociedad
IV.Poemas
Velamen
Alberca
Hora
Palabra
Tristeza de Pelleas
Plegaria
Sonetos del amor interior:
II
VI
Eternidad
Acento
Poesía
y Ensayos
Verde
Madero
Poemas dispersos
Valparaíso
escritores.cl
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