Eduardo Anguita
 


El 14 de noviembre de 1914 nace en Linares uno de los poetas chilenos más importantes del siglo XX. Perteneció a la generación del 38 y compartió noches de poesía con Vicente Huidobro, Pablo Neruda y Volodia Teiltelboim, entre otros. Se mantuvo vinculado muchos años al grupo "Mandrágora".

A los 3 años llega a San Bernardo junto a sus padres, hermanos (Mariana y Alberto) y su abuela materna. Al año siguiente ingresa al Liceo de San Bernardo donde permanece hasta segundo año de humanidades para cambiarse al colegio de los Padres Agustinos en Santiago. A los 16 años ingresa a la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile, sin embargo, llegó hasta tercer año y de ahí en adelante se dedicó a escribir.

Su primer poema, "Tránsito al fin", fue publicado en 1934 y traducido al inglés en 1942. Luego le seguirían "Antología de poesía chilena nueva" (Recopilación de poetas considerados como los más importantes de la época) en 1935 en donde comparte pluma y papel con Volodia Teiltelboim.

Sobre su personalidad se podría decir que fue un hombre ermitaño, le gustaba la soledad, muy hermético, lo que queda demostrado en sus escritos, sobre todo en "Definición y pérdida de la persona". Él mismo la define como una obre difícil de entender aún para quiénes saben de poesía.

Se casó con Alicia Tejeda y tuvo 3 hijas, pero se separó para vivir solo.

Trabajó en la empresa editora Zig-Zag, radios Agricultura y Minería como redactor de publicidad, escribía artículos cortos y ensayos para Artes y Letras del Mercurio. En 1955 trabajó para el gobierno de Ibáñez como agregado cultural en la embajada de Chile en México.

Por último, prestó sus servicios a Editorial Universitaria como Asesor del Departamento de Publicaciones.

Premios

1963 Premio de la Municipalidad de Santiago en poesía (por "El poliedro y el Mar")
1972 Premio de poesía de la Municipalidad de Santiago (por "Poesía entera")
1981 Premio María Luisa Bombal de la Municipalidad de Viña del Mar
1988 Premio Nacional de Literatura

Su Obra

En todas sus obras podemos notar que utiliza dos temas recurrentes: la belleza y la muerte. Según una entrevista que dio al periodista Juan Andrés Piña, explica que la muerte está adosada a él desde que tenía 8 años, pues el hijo de la criada, que tenía su misma edad, murió de día y él nunca pudo concebir la idea de muerte a plena luz del sol, sino que la asociaba a la obscuridad.

Se dice que fue muy influenciado por Vicente Huidobro, sin embargo, no en una forma literaria sino anímica. Tanto así que a pesar de haber sido siempre muy católico, mientras estuvo con él - que era ateo - dejó de lado la religión y después de la muerte de su amigo, volvió a profesar esta fe. Cabe mencionar que en sus poemas también incluye a Dios.

Durante su vida como escritor formó 2 movimientos, el primero llamado David, donde pretendía convertir la palabra en acción, producir una conducta a partir de la poesía, algo así como una poesía práctica, pero fue un movimiento frustrado por culpa de 2 ó 3 personas. El segundo movimiento fue el Decoracionismo, donde intenta darle un valor musical, auditivo a las palabras de un poema, es decir, que la palabra esté exenta de todo significado, una palabra como puro sonido. Publicó 2 poemas de este estilo en la revista Lecturas en 1931.

Sólo escribió 4 obras poéticas:

1981 Anguita, 5 poemas

- Negocios ardientes
- Definición y pérdida de la persona
- El verdadero momento
- El verdadero rostro
- Dos rostros se reúnen en el amor

(Posteriormente, el segundo poema es publicado por separado y traducido al inglés)

1962 El poliedro y el mar
1967 Venus en el pudridero (Además de ser la última obra que escribe, es un poema especialmente elogiado por ser comprensible y accesible a un análisis estilístico, utiliza el amor, tiempo, belleza y palabra. Venus es el símbolo del amor y belleza pero como todo es perecible, puede declinar, cambiar, pudrirse...)
1970 Poesía Entera (recopilación de obras inéditas, poemas escritos durante 25 años y dividido en 7 partes.
En 1980, "Venus en el pudridero" fue publicada nuevamente, esta vez modificada y corregida.

El resto de sus obras:

Antología de Vicente Huidobro (1945)
Inseguridad del hombre (1950, relatos)
Palabras al oído de México (1960, prosa y poesía)
Rimbaud, pecador
Nueva antología de la poesía castellana
La belleza de pensar (compendio de artículos publicados en El Mercurio)
En 1999 Editorial Universitaria publicó el libro "Anguitología", un texto sobre la obra de Eduardo Anguita, escrito por el poeta Andrés Morales.

Cuando Eduardo Anguita dejo de escribir dijo al respecto:

"Terminé de escribir poesía definitivamente. No sé, sentí que se me acabó la veta.Quizás no tengo nada que decir. Escribí un par de poemas que no eran demasiado malos, pero igual los rompí y me parece que estuvo bien haberlo hecho. Las cosas tienen su ciclo. Quizás vuelva a escribir. Ocurrirá cuando tenga que ocurrir, porque esto no se puede fabricar".

(Conversaciones con la poesía chilena, Juan Andrés Piña)

Testimonios de personalidades, publicadas en distintos periódicos:

José Miguel Ibáñez Langlois:

"De su poesía he hablado profusamente. De su vida agregaré que fue intensa y dolorosa, incluso patética si o fuera por esas explosiones de humor y autoironía, que nos hacían reír a sus confidentes en medio del relato de sus inauditas tragedias de la vida cotidiana. Entre los poetas chilenos de este siglo fue quizás el personaje más novelesco, con su aire de Chaplin, sus dejos kafkianos y su viva encarnación de las paradojas del Evangelión".

Humberto Díaz Casanueva:

"Ha muerto uno de los más grandes y profundos poetas de Chile y de América".

Luis Sánchez Latorre, "Filebo":

"Me pareció atroz escuchar en una radio, muy de madrugada, que había muerto un anciano de 77 años llamado Eduardo Anguita Cuellar, y que nadie reparara en que se trataba del Premio Nacional de Literatura y tal vez uno de los más grandes poetas chilenos de todos los tiempos. Releyéndolo me parece más alto que nunca. Creo, como el lo dijo, que unos cuatro o cinco poemas suyos valían para un Premio Nobel. No era megalomanía. Si bien es cierto que no tenía muy buena idea de sí mismo, era muy justa esa idea, porque era un extraordinario poeta [...] Creo que es una pérdida enorme... y lo más injusto es que Chile todavía ni haya sabido que era Premio Nacional".

Juan Andrés Piña:

"Yo pienso que ha sido quien más poderosamente ha manejado la herencia de los poetas modernos franceses en Chile. Cuando lo entrevisté, tuve la impresión de que él había percibido que su veta poética se había terminado a fines de los años sesenta y nunca quiso proseguirla artificialmente".

Ignacio Valente:

"Eduardo Anguita es una figura indispensable en el panorama de la poesía chilena de este siglo. Pocos han unido, en este ámbito, el oficio verbal y la fantasía creadora y la pasión intelectual con la intensidad y coherencia de los mejores momentos de esta obra; pocos han juntado la libre vida de la imaginación con la desnudez del filosofar y del teologar, en la síntesis concreta, que caracteriza a la madurez de esta alta poesía".

Enrique Lafourcade:

"Eduardo Anguita era una de las voces líricas más importantes del mundo hispánico cuyos talentos reconoció públicamente su amigo Octavio Paz. Así mueren los escritores en este país que respeta hasta el éxtasis a los industriales, los empresarios, los financistas y está de espaldas a los creadores de la belleza y la cultura".

Venus en el pudridero

(extractos) ¿Escucháis madurar los duraznos a la hora del estío,

a la venida del sol, mientras un príncipe danza

en vísperas de su coronación?

Yo pienso en el gusano.

¿Oís podrirse los duraznos en el granero,

al atardecer, mientras las fechas del reino

caen en los tronos

y el viento las amontona, las dispersa y olvida?

Yo pienso en el gusano.

Si veis montar el agua de la noria,

con un niño fijamente asomado al brocal

frente a frente al abuelo,

y se siente el beso de los amantes como una hoja seca

que el pie del tiempo aplasta crepitando:

¿los amantes están muertos? No preguntéis con torpeza.

Pensad en el gusano. [...]

Os contaré, amantes, qué hacéis cuando estáis juntos;

lo que yo hice y sentí

en aquel huerto de espigas corporales.

El gallo a mitad del día, erguido para el amor,

y la luna que espera al ave de fuego,

mojada, abierta y silenciosa.

La tomé por la mirada, rebanando con mi vista su entrecejo,

y desde ahí, humedecí con su vista mis manos y con mi vista su cuerpo,

hasta que su cabeza derramose en mi hombro.

Su cabeza era una blanda caverna donde se escondía el torrente,

el que me llevaría hacia abajo, a las zarzas de sigiloso esplendor. [...]

 

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