DE ESPAÑA

 

JOSÉ D. DÍEZ:

No me digáis que no os importo; me estoy jugando el pellejo por vosotros; llevo esto en el alma; mirad, si no.

 

""Es trágico. Si ya habéis dejado de sonreír, reflexionad un poco en las dos últimas frases cruzadas entre Raquel y María. ¿No encierran toda la impotencia que el hombre debe sentir ante lo objetivamente inevitable y lo subjetivamente incomprensible? ¿Y quién es el responsable de todo eso? Todos lo sabéis, aunque lo llaméis de diferente modo. ¿Cuántas veces le habéis invocado compungidos por la aflicción ajena y abatidos por la propia, sin atreveros a pedirle cuentas? ¿Y creéis que esas manifestaciones de vuestros confundidos sentimientos le conmueven? Mirad los resultados. Los milagros no existen como manifestación de su bondad; sólo son sus maniobras de distracción. Con ellos consigue que sigáis con vuestras monsergas claudicantes que a Él tanto adormecen. Mientras el duerme y ha dejado de pintar sus cuadros en negro, algunos lo llamaréis misericordia y otros avance de la ciencia. Lo que yo digo es que luego viene el tiempo del bostezo. Se prepara para seguir pintando otros cuadros con su eterna y truculenta imaginación. No existe el tiempo para Él. No habrá solución hasta que el grito unánime que parta de su mundo no le deje dormir; entonces puede que reconsidere si le vale la pena seguir con el negro. ¡Gritad ya, maldita sea!

 

Y, ¡maldita sea!, los que todavía seguís pensando que es bueno, misericordioso y justo, preguntaos de una vez qué hemos podido hacerle para que necesite tanta víctima propiciatoria, tanto castigo incomprensible, tanto dolor como se ceba en sus criaturas, las más inocentes. Veréis que esa reflexión os lleva al concepto del monstruo.

 

No, no lo haréis, porque el miedo a su ira, no el amor, os atenaza.

 

Comienzo a sentir que estoy clamando en el desierto.

 

Y tú, viento amigo, mensajero infatigable, recoge mi lamento, esta vez en voz baja; no quiero que nadie se entere, ni siquiera Él.

 

No soy un valiente ni un insensato.

 

Nadie confunda mi provocación.

 

Es una huida hacia adelante.

 

Estoy cansado de tener miedo,

 

pero sobre todo vergüenza.

 

Miséricors et miserátor Dóminus...Non in perpétuum irascétur, neque in aetérnum comminábitur. (Ps. 102, 8-10) ""