"La palabra de Don Octavio"

Por Jorge Luis Gonzalez Santana

 

 "El hombre - escribió hace algunos años Octavio Paz a propósito de André Breton -, aun el envilecido por el neocapitalismo y el seudosocialismo de nuestros días, es un ser maravilloso porque, a veces habla. El lenguaje es la marca, la señal - no de su caída, sino de su esencial irresponsabilidad. Por la palabra podemos acceder al reino perdido y recobrar los antiguos poderes. Esos poderes no son nuestros. El inspirado, el hombre que de verdad habla, no dice nada que sea suyo; por su boca habla el lenguaje".

 

Breton sí, pero también Paz, porque como muchas otras opiniones del propio poeta, nos dan luz sobre su quehacer intelectual y vital. Porque Paz fue, sin lugar a dudas, un inspirado, un demiurgo, un esclavo de su oficio, un guerrero de las palabras que habló por y para el lenguaje, para la conciencia, la poesía, para diseccionar el pensamiento, hacer política y llevar, hasta grados luminosos, el ejercicio de la crítica.

 

Pero también la palabra fue en Paz un puente entre el vivir y el pensar. " La palabra expresa - lo cito a él mismo - la distancia entre lo que soy y lo que estoy siendo; así mismo es la única manera de trascender esa distancia. Por la palabra mi vida se detiene sin detenerse y se ve a sí misma verse; por ella me alcanzo y me sobrepaso, me contemplo y me cambio en otro -un otro yo mismo que se burla de mi miseria y en cuya burla se cifra toda mi redención".

 

En esta obsesiva y vital develación de los misterios y fortuna de la palabra, en este arrancar al lenguaje el conocimiento íntimo de las cosas, el joven Paz, contundente, escribió:

 

Dales la vuelta

 cógelas del rabo (chillen, putas),

 azótalas,

 dales azúcar en la boca a las rejegas,

 ínflalas, globos, pínchalas,

 sórbeles sangre y tuétanos,

 sécalas,

 cápalas,

 písalas, gallo galante,

 tuérceles el gaznate, cocinero,

 desplúmalas,

 destrípalas, toro,

 buey, arrástralas,

 hazlas, poeta,

 haz que se traguen todas sus palabras.

 

Ahora que el poeta ha muerto, su palabra, sus palabras, quedan como conciencia del lenguaje, como reflexión sobre la palabra, como crítica del mundo y elaboración - como dice Carlos Fuentes - de un conocimiento, de un saber por naturaleza antidogmático de los problemas humanos. ¡Ah!, y por si fuera poco, una poesía que es encarnación del tiempo y escritura del espacio.

 Soy hombre: duro poco

 y es enorme la noche.

 Pero miro hacia arriba:

 las estrellas escriben.

 Sin entender comprendo:

también soy escritura

 y en este mismo instante

alguien me deletrea.

 


ACERCAMIENTO MÍNIMO

Poesía

Entre la revolución y la religión, la poesía es la otra voz. Su voz es otra porque es la voz de las pasiones y las visiones; es de otro mundo y es de este mundo, es antigua y es de hoy mismo, antigüedad sin fechas. Poesía herética y cismática, poesía inocente y perversa, límpida y fangosa, aérea y subterránea, poesía de la ermita y del bar de la esquina, poesía al alcance de la mano y siempre de un más allá que está aquí mismo. Todos los poetas, en esos momentos largos o cortos, repetidos o aislados, en que son realmente poetas, oyen la voz otra.Es suya y es ajena, es de nadie y es de todos. Nada distingue al poeta de los otros hombres y mujeres, salvo esos momentos -raros aunque sean frecuentes- en que, siendo él mismo, es otro.

(...) La poesía también es cosa pero muy poca cosa; está hecha de palabras, una bocanada de aire que no ocupa lugar en el espacio. A la inversa del cuadro, el poema no muestra imágenes ni figuras: es un conjuro verbal que provoca en el lector, o en el oyente, un surtidor de imágenes mentales. La poesía se oye con los oídos pero se ve con el entendimiento. Sus imágenes son criaturas anfibias: son ideas y son formas, son sonidos y son silencios.

"La otra voz. Poesía y fin de siglo", en Vuelta, noviembre de 1990

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El lugar de los dioses o de cualquier otra entidad o realidad externa, lo ocupa ahora la palabra. El poema no tiene objeto o referencia exterior; la referencia de una palabra es otra palabra. Así, el problema de la significación de la poesía se esclarece apenas se repara en que el sentido no está fuera sino dentro del poema: no en lo que dicen las palabras, sino aquello que se dicen entre ellas. (...)

Para decirlo de una vez: la poesía moderna es la tentativa por abolir todas las significaciones porque ella misma se presiente como el significado último de la vida y el hombre. Por eso es, a un tiempo, destrucción y creación del lenguaje. Destrucción de las palabras y de los significados, reino del silencio; pero, igualmente, palabra en busca de la Palabra.

"¿Qué nombra la poesía?", en Corriente alterna

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Las semejanzas entre ciencia y poesía no deben hacernos olvidar una diferencia decisiva: el sujeto de la experiencia. El hombre de ciencia es un observador y, al menos voluntariamente, no participa en la experiencia. Digo "al menos voluntariamente" porque en ciertas ocasiones el observador fatalmente forma parte del fenómeno y, en consecuencia, lo altera. En el caso de la poesía moderna, el sujeto de la experiencia es el poeta mismo: él es su observador y el fenómeno observado. Su cuerpo y su psiquis, su ser entero, son el campo en donde se operan toda suerte de transformaciones. La poesía moderna es un conocimiento experimental del sujeto mismo que conoce. Ver con los oídos, sentir con el pensamiento, combinar y usar hasta el límite nuestros poderes, para conocer un poco más de nosotros mismos y descubrir realidades incógnitas.(...) Y aún podría agregar que la verdadera modernidad de la poesía consiste en haber conquistado su autonomía. La poesía ha dejado de ser la servidora de la religión o de la filosofía; como la ciencia, explora el universo por cuenta propia. Y en esto también se parecen algunos poetas y hombres de ciencia: unos y otros no han vacilado en someterse a ciertas experiencias peligrosas, con riesgo de su vida o de su integridad espiritual, para penetrar en zonas vedadas. La poesía es un saber; y un saber experimental.

"Conocimiento, drogas, inspiración", en Corriente alterna

Erotismo y sexualidad

La severa condenación del placer físico y la prédica de la castidad como camino hacia la virtud y la beatitud son la consecuencia natural de la separación platónica entre el cuerpo y el alma. Para nosotros esa separación es demasiado tajante. Este es uno de los rasgos que definen a la época moderna: las fronteras entre el alma y el cuerpo se han atenuado.

La llama doble

La herencia que nos dejó 1968 fue la libertad erótica. En este sentido el movimiento estudiantil, más que el preludio de una revolución, fue la consagración final de una lucha que comenzó al despuntar el siglo XIX y que prepararon por igual los filósofos libertinos y sus adversarios, los poetas románticos. Pero ¿qué hemos hecho de esa libertad? Veinticinco años después de 1968 nos damos cuenta, por una parte, de que hemos dejado que la libertad erótica haya sido confiscada por los poderes del dinero y la publicidad; por la otra, del paulatino crepúsculo de la imagen del amor en nuestra sociedad. Doble fracaso.

(...) La modernidad desacralizó al cuerpo y la publicidad lo ha utilizado como instrumento de propaganda. Todos los días la televisión nos presenta hermosos cuerpos semidesnudos para anunciar una marca de cerveza, un mueble, un nuevo tipo de automóvil o unas medias de mujer. El capitalismo ha convertido a Eros en un empleado de Mammon. A la degradación de la imagen hay que añadir la servidumbre sexual. La prostitución es ya una vasta red internacional que trafica con todas las razas y todas las edades, sin excluir, como todos sabemos, a los niños. (...) El erotismo se ha tansformado en un departamento de la publicidad y en una rama del comercio. En el pasado, la pornografía y la prostutución eran actividades artesanales, por decirlo así,; hoy son parte esencial de la economía de consumo. No me alarma su existencia sino las proporciones que han asumido y el carácter que hoy tienen, a un tiempo mecánico e institucional. Han dejado de ser transgresiones.

La llama doble

Las reglas e instituciones destinadas a domar al sexo son numerosas, cambiantes y contradictorias. En vano enumerarlas: van del tabú del incesto al contrato del matrimonio, de la castidad obligatoria a la legislación sobre los burdeles. Sus cambios desafían a cualquier intento de clasificación que no sea el del mero catálogo: todos los días aparece una nueva práctica y todos los días desaparece otra. Sin embargo, todas ellas están compuestas por dos términos: la abstinencia y la licencia. Ni una ni otra son absolutas. Es explicable: la salud psíquica de la sociedad y la estabilidad de sus instituciones dependen en gran parte del diálogo contradictorio entre ambas. (...) En una sociedad secular como la nuestra, los periodos de castidad y licencia, casi todos asociados al calendario religioso, desaparecen como prácticas colectivas consagradas por la tradición. No importa: se conserva intacto el carácter dual del erotismo, aunque varía su fundamento: deja de ser un mandamiento religioso y cíclico para convertirse en una prescripción de orden individual. Esa prescripción casi siempre tiene un fundamento moral, aunque a veces también acude a la autoridad de la ciencia y la higiene. El miedo a la enfermedad no es menos poderoso que el temor a la divinidad o que el respeto a la ley ética. Aparece nuevamente, ahora despojada de su aureola religiosa, la doble faz del erotismo: fascinación ante la vida y ante la muerte. El significado de la metáfora erótica es ambiguo. Mejor dicho: es plural. Dice muchas cosas, todas distintas, pero en todas ellas aparecen dos palabras: placer y muerte.

La llama doble

Nuestro tiempo

En la segunda mitad del siglo XX el fin del mundo se ha convertido en un asunto público y de la exclusiva competencia de los hombres y sus actos. Ni demiurgos ni fuerzas naturales: los hombres serán los responsables de la extinción o la supervivencia de su especie. Esta es la gran novedad histórica de nuestro siglo. Una novedad absoluta y que puede significar el fin de todas las novedades. Si fuese así, el destino habría curado a los hombres, de manera terrible y también absoluta, de la enfermedad que padecen desde su origen y que, recrudecida desde hace más de dos siglos, ahora los corrompe: la avidez de novedades, el insensato culto al futuro. Como las almas de Dante, estaríamos condenados a la abolición del futuro sólo que, a diferencia de ellos, no podríamos siquiera ver ese impensable acontecimiento. En verdad, nuestra suerte sería -siniestra simetría- exactamente la contraria a la suya: muerte eterna. Así, nuestra época realizaría hasta el fin su destino: ser la negación del cristianismo.

"La democracia imperial", en Tiempo nublado

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Llamar "postmoderno" a nuestro tiempo es una simpleza, una inepcia intelectual. ¿Cómo llamarán al tiempo que venga después: post-postmoderno? Aunque sin nombre, el nuevo tiempo empieza a tener cara. En sus comienzos, el siglo XX fue juvenil, rebelde, irreverente, amante de la novedad; hoy se confía menos en los valores de la juventud, la novedad se ha convertido en un rito mundano y la vanguardia es una especulación mercantil. Nuestro tiempo no es irreverente sino indiferente. Narciso ha reaparecido, se mira en el espejo... y no se ama. En nuestro mundo la conformidad y la pasividad conviven con el egoísmo más despiadado y el individualismo más obtuso. la técnica ha uniformado los gustos y las costumbres pero no ha extirpado a las pasiones que dividen a los hombres: la envidia, las rivalidades, el horror o el desprecio a los extraños. Claro, no todo ha sido negativo. La amenaza totalitaria ha sido vencida, somos más tolerantes que hace treinta años, las mujeres han aparecido en la vida pública -signo de verdadera civilización, según Fourier- y, en fin, hemos aprendido a convivir más libremente con nuestros cuerpos y los de los otros. (...) Vivimos el ocaso del culto al futuro. Mi convicción, lo he dicho muchas veces, es que la figura central de esta nueva visión del tiempo es el ahora, el presente. No en un sentido vulgarmente hedonista; veo al presente, al hoy, como el punto de convergencia de los tres tiempos y de las dos vertientes de la existencia: la sombría y la luminosa, la vida y la muerte. Todo pasa y ese hoy es un siempre_. El ahora es lo que está pasando y lo que nunca acaba de pasar eternamente.

"Respuestas nuevas a preguntas viejas", en Obras completas, tomo 9, Ideas y costumbres.

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Ante el panorama contempóraneo siento la misma insatisfacción que experimenté, en mi juventud, ante el mundo moderno. Creo, como antes, que debemos cambiarlo, aunque yo ya no tenga fuerzas ni edad para intentarlo. Tampoco sé cómo podría hacerlo. Nadie lo sabe. Los antiguos métodos fueron no sólo ineficaces sino abominables. ¿En esta conclusión desengañada termina mi experiencia y la de mi generación? No: la figura geométrica que la simboliza es la espiral, una línea que continuamente regresa al punto de partida y que continuamente se aleja de él más y más. La espiral jamas regresa.

"Itinerario" en Obras completas, tomo 9, Ideas y costumbres I

Economía

El mercado es necesario; es el corazón de la actividad económica y es uno de los motores de la historia. El intercambio de cosas y productos es un lazo poderoso de unión entre los hombres; ha sido creador de culturas y vehículo de ideas, hombres y civilizaciones. La historia es universal gracias, entre otras cosas, al intercambio mercantil. A veces ha sido el hermano de la guerra; otras, el transmisor de ideas pacíficas y de inventos benéficos. No sugiero su eliminación: pienso que, si es un instrumento, podría convertirse en un servidor de la justicia. La idea de la libertad absoluta del mercado es un mito. De una manera o de otra han influido en su funcionamiento tanto la intervención del Estado como la de los agentes de la producción, la distribución y el consumo: los empresarios, los técnicos, los obreros, los comerciantes y los consumidores. Necesitamos encontrar métodos que humanicen al mercado; de lo contrario, nos devorará y devorará al planeta.

"Itinerario", en Obras completas, tomo 9, Ideas y costumbres I

Política

La historia y la política son los dominios de elección de lo particular y lo único: las pasiones humanas, los conflictos, los amores, los odios, los celos, la admiración, la envidia, todo lo bueno y todo lo malo que somos los hombres. La política es un nudo entre las fuerzas impersonales -o más exactamente: transpersonales- y las personas humanas. Haber olvidado al hombre concreto fue el gran pecado de las ideologías políticas de los siglos XIX y XX.

"Itinerario", en Obras completas, tomo 9, Ideas y costumbres I

Democracia

El fundamento de la democracia, su razón de ser, es la creencia en la capacidad de los ciudadanos para decidir, con libertad y responsabilidad, sobre los asuntos públicos. Se trata, lo subrayo, de una creencia más que de un principio incontroversible.(...) Por esto, en el caso de las democracias, se exige como requisito previo al voto de los ciudadanos el debate libre y en público. Gracias a la discusión al aire libre el ciudadano se entera de los asuntos sobre los que debe votar y pesa el pro y el contra. Así se reduce el margen de errores.

"Itinerario", en Obras completas, tomo 9, Ideas y costumbres I

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La democracia no sólo es simplemente el resultado de las condiciones sociales y económicas inherentes al capitalismo y a la revolución industrial. Castoriadis ha mostrado que la democracia es una verdadera creación política, es decir, un conjunto de ideas, instituciones y prácticas que constituyen una invención colectiva. La democracia ha sido inventada dos veces, una en Grecia y otra en Occidente. En ambos casos ha nacido de la conjunción entre las teorías e ideas de varias generaciones y las acciones de distintos grupos y clases, como la burguesía, el proletariado y otros segmentos sociales. La democracia no es una superestructura: es una creación popular. Además, es la condición, el fundamento de la civilización moderna. De ahí que, entre las causas sociales y económicas que se citan para explicar los fracasos de las democracias latinoamericanas, sea necesario añadir aquella a la que me he referido más arriba: la falta de una corriente intelectual crítica y moderna. No hay que olvidar, por último, la inercia y la pasividad, esa inmensa masa de opiniones, hábitos, creencias, rutinas, convicciones, ideas heredadas y usos que forman la tradición de los pueblos.

"América Latina y la democracia", en Tiempo nublado

La muerte

La visión de la muerte como símbolo de transmutación o de liberación adquiere en el cristianismo y el budismo una significación en verdad trascendental: no es lo contrario de la vida sino su culminación, su cumplimiento, la puerta de entrada hacia la vida verdadera. Los casos del cristianismo y del budismo son excelsos pero algo semejante se encuentra en todas las otras religiones y filosofías. La muerte es también un cumplimiento para el filósofo estoico, el escéptico, el epicúreo o el ateo. Morir una muerte propia ha sido la dignidad suprema no sólo del santo, el héroe y el sabio sino de todos los hombres y mujeres. Las democracias modernas nos dan muchas cosas pero nos roban lo esencial: nos roban nuestra muerte propia, la de cada uno. Ocaso de la virtud: debilidad ante las pasiones fáciles y ocultación de la muerte. Dos caras del mismo miedo ante la vida, la verdadera, que contiene a la muerte, dice el poeta, como el tallo al fruto.

"Itinerario", en Obras completas, tomo 9, Ideas y costumbres I

Comunicación

Todos los días oímos esta frase: nuestro siglo es el siglo de la comunicación. Es un lugar común que, como todos, encierra un equívoco. Los medios modernos de transmisión de noticias son prodigiosos; lo son mucho menos las formas en que usamos esos medios y la índole de las noticias e informaciones que se transmiten en ellos. Los medios muchas veces manipulan la información y, además, nos inundan con trivialidades. Pero aun sin esos defectos toda comunicación, incluso la directa y sin intermediarios, es equívoca. El diálogo, que es la forma más alta de comunicación que conocemos, siempre es un afrontamiento de realidades irreductibles.

La llama doble

Libertad

La libertad no es un concepto aislado ni se le puede definir aisladamente; vive en relación permanente con otro concepto sin el cual no existiría: la necesidad. A su vez, ésta es impensable sin la libertad: la necesidad se sirve de la libertad para realizarse y la libertad sólo existe frente a la necesidad.

La llama doble

Literatura y sociedad

La relación entre sociedad y literatura no es la de cuasa y efecto. El vínculo entre una y otra es, a un tiempo, necesario, contradictorio e imprevisible. La literatura expresa a la sociedad; al expresarla, la cambia, la contradice o la niega. Al retratarla, la inventa; al inventarla, la revela. La sociedad no se reconoce en el retrato que le presenta la literatura; no obstante, ese retrato fantástico es real: es el desconocido que camina a nuestro lado desde la infancia y del que no sabemos nada, salvo que es nuestra sombra (¿o somos nosotros la suya?).

"América Latina y la democracia", en Tiempo nublado

 

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UN MINUTO DE SILENCIO EN MEMORIA DE OCTAVIO PAZ

I ENCUENTRO VIRTUAL DE ESCRITORES EN LENGUA ESPAÑOLA

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Biografía de Octavio Paz

Octavio Paz nació en Mixcoac, México, el 31 de marzo de 1914. Hijo de un periodista comprometido con la causa zapatista, pasó los primeros años de su infancia en la biblioteca de su abuelo, Ireneo Paz, también intelectual liberal.

Inició su actividad literaria a los 17 años colaborando en diversas revistas y diarios: Barandal y Cuadernos del Valle de México. Cursó estudios de Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México. Publicó su primer libro de poemas en 1933 bajo el título de Luna Silvestre. A través de la revista Contemporáneos conoció a poetas modernos como T. S. Eliot y Paul Valéry.

En 1937 se fue a Yucatán a dar clases en el campo y en ese mismo año viajó a Valencia, España, junto con su mujer, Elena Garro, para asistir al Congreso de Escritores Antifascistas. Allí publica Bajo tu clara sombra (1937) y se relaciona con los intelectuales de la República Española y con Pablo Neruda.

Una vez de vuelta en México entra en contacto con Jorge Cuesta y Xavier Villaurrutia y colabora en la formación del diario El Popular del que fue redactor. En 1938 funda junto con Efraín Huerta y Rafael Solana la revista de poesía y crítica Taller la cual tiene un importante papel en la renovación literaria mexicana ya que sirvió como vínculo de escritores jóvenes y se publicaron las traducciones de algunos textos muy relevantes de la poesía universal moderna. En esta revista además participaron los escritores españoles exiliados en México. En 1939 publicó A la orilla del mundo y Noche de resurreciones.

En 1940 funda con Xavier Villaurrutia la revista El Hijo Pródigo. Recibió la beca de la fundación Guggenheim en 1943 con la que residió en Estados Unidos durante dos años.

En 1945 ingresó en el Servicio Exterior Mexicano y fue enviado a París. Allí conoce a André Bretón a través del poeta surrealista Benjamín Péret. Se hizo amigo de Albert Camus y otros intelectuales europeos e hispanoamericanos del París de la posguerra. Participa en las actividades del movimiento surrealista y colabora en diversas revistas internacionales. Esta estancia es decisiva en la trayectoria cultural y política del poeta; se alejó del maxismo y se acercó al surrealismo.

Durante la década de 1950 publicó cuatro libros fundamentales: El laberinto de la soledad (1950) retrato personal en el espejo de la sociedad mexicana; El arco y la lira (1956), su esfuerzo más riguroso por elaborar una poética; ¿Águila o sol? (1951), libro de prosa de influencia surrealista; y Libertad bajo palabra. Este último incluye el primero de sus poemas largos, Piedra de sol, una de las grandes construcciones de la modernidad hispanoamericana.

En 1951 viajó a la India y en 1952 a Japón, sitios donde conoce la poesía y pensamiento orientales.

Regresó a México en 1953 donde hasta 1959 desarrolló una intensa labor literaria. Con Leonora Carrington, Juan Soriano y Juan José Arreola funda en 1955 el grupo Poesía en Voz Alta y colabora con Revista mexicana de literatura y en El corno emplumado donde practica y defiende las posiciones experimentales del arte contemporáneo. En 1956 intenta la aventura teatral y escribe La Hija de Rapaccini. En 1960 regresó a París, un año más tarde publicó el libro de poemas Salamandra y en 1962 viaja de nuevo a la India como embajador de su país.

Conoció a Marie José Tramini, con quien se casó en 1964. Publica Ladera Este, que recoge su producción en ese país e incluye su segundo poema largo, Blanco. En 1963 obtuvo el Gran Premio Internacional de Poesía. Publicó los libros de ensayo Cuadrivio en 1965, cuatro ensayos sobre Luis Cernuda, Fernando Pessoa, Ramón López Velarde y Rubén Darío; Puertas al campo en 1966 y Corriente alterna, en 1967. En estos libros quedan plasmados todos sus intereses: la poesía experimental y la antropología, Japón y la India, el arte mesoamericano, la política y el estado contemporáneos.

En 1968 renunció a su puesto de embajador en la India debido a los asesinatos cometidos por el Gobierno de México, el 2 de octubre de ese año, cuando el Ejército cargó contra manifestantes universitarios.

En 1971 fundó en México la revista Plural, en la que colaboraron algunos de los escritores más importantes de la generación posterior. Ese año publicó El mono gramático, poema en prosa en el que se funden reflexiones filosóficas, poéticas y amorosas, y en 1974 Los hijos del limo, recapitulación de la poesía moderna; en 1975, Pasado en claro, otro de sus grandes poemas largos, recogido al año siguiente en Vuelta, libro con el que obtuvo el Premio de la Crítica en España.

En agosto de 1976 dejó Plural y en 1977 inició la revista Vuelta de la que fue su director hasta su muerte. El ogro filantrópico, continuación de sus reflexiones políticas, se publica en 1979, y dos años después obtiene el Premio Cervantes. En 1982 se editó Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, retrato de la monja y la sociedad mexicana del siglo XVII; en 1987, Árbol adentro, último volumen de poesía.

En 1990 se le concedió el Premio Nobel de Literatura, y publicó La otra voz y Poesía de fin de siglo, que recoge sus últimas reflexiones sobre el fenómeno poético. En 1993, La llama doble y Amor y erotismo, y en 1995 Vislumbres de la India. En 1993 se le concedió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Octavio Paz supo recoger distintas tradiciones e hilar variados intereses en una única voz y herencia plural. Además de sus poemas, buscó en otras áreas de la cultura coincidencias y cercanías que alimentaran su obra y abrieran espacios para la comprensión del mundo. Con su poesía viaja desde el vacío del yo a la plenitud del mundo y el amor. Sus ensayos son un mosaico de reflexiones puntuales sobre los aspectos más diversos de nuestra época. Murió de cáncer a los 84 años el 19 de abril de 1998.