Manifiesto

Primer Encuentro Virtual de Escritores en Lengua Española-1998/1999

 

Nosotros, escritores hispanoamericanos, finiseculares, de Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, España, Estados Unidos, Guatemala, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, México, Uruguay y Venezuela, escritores de un milenio moribundo, escritores de un milenio que nace, integrantes del grupo de hombres y mujeres que practican el oficio antiguo de las letras, desde la realidad internáutica del I Encuentro Virtual de Escritores en Lengua Española, saludamos al mundo, a los escritores hermanos de las otras lenguas que pueblan el orbe, sobre todo a los escritores que en esta hora oscura que nos cruza se hallan sumergidos en los sótanos de una y otra cárcel, para quienes a gritos solicitamos su plena libertad... Jurando para ello no dar descanso a nuestro insomnio hasta dar con la verdad de un hombre libre, abierto a la creación, a la luz, a la paz, a la victoria y a la vida. ¡Pan y paz para el hombre de este tiempo!

Tenemos algo, mucho que decir. Jamás la canción tuvo punto final. Persigamos un arte del hombre, con el hombre, para el hombre. De cara al hombre y a pesar del hombre. Un arte en el que no falte nada del mundo, nada del hombre. Nada del aire, ni del fuego, ni de la tierra, ni del mar. Un arte a sangre y fuego, a paso largo. Capaz de amar, capaz de armar la paz! Capaz! Capaz! Capaz! Capaz! Capaz!

Caminemos tras la nueva aurora en compañía. Fortalezcamos la casa del hombre. Vivamos con el destino siempre en guerra, en guerra a muerte con la muerte. No hay tiempo que perder. Será la última experiencia si queremos resarcir vida, patria, libertad y pan. Conversemos con la esperanza muerta, con el deseo difunto, con el sueño ido, con la sangre rebelde del olvido. Mientras vivamos, juguemos a la vida, a la sombra, a la mañana; a la muerte, a su paciencia, a su escondite.

Guardemos la alegría, la rabia, la ternura, para cuando el pueblo salga o llegue o nos convide. Demos grandes zancadas hacia nosotros. Regresemos con el viento en armas a reclamar algunas y otras cosas. Escuchemos los relinchos de la noche. Conozcamos las lluvias subterráneas. Abramos la trocha que nos lleve al hombre, al mundo y a la vida.

Fundemos un país con palabras verdaderas, dignas, apasionadas; las que nos dirán cuándo, con qué fuerza, de qué modo asumir nuestro destino. A proteger al pueblo con palabras. A presenciar todas las agonías. No aullemos como perros solitarios en la noche del crimen. Carguemos con el fardo y echémonos animosamente a los caminos matinales que ilumina la esperanza.

Rompamos todas las jaulas. De regreso del futuro, conquistemos la utopía. Seamos hombres con nostalgia de futuro. Juguemos, soñemos con la Paz. Al pie de la derrota, mientras la luna canjea el puesto con la muerte, fundemos la razón mientras podamos. Saquemos a la calle nuestra furia. Alcemos la esperanza entre las manos. El triunfo acuartelado por ahora. Aparecerá siempre algún cocuyo, así algunas noches haya apagones de luciérnagas.

Amémonos los vivos a los vivos, que siempre no estaremos como estamos. Jamás, hombres humanos, hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera, en el vaso, en la carnicería, en la aritmética! Jamás tanto cariño doloroso, jamás tan cerca arremetió lo lejos. ¡Ah, desgraciadamente, hombres humanos, hay, hermanos, muchísimo qué hacer! ¡Cuándo nos veremos con los demás, al borde de una mañana eterna, desayunados todos! Calla, crepúsculo futuro y recógete a reír en lo íntimo de este celo de gallos ajisecos soberbiamente, magníficamente ennavajados. ¡Cae agua de revólveres lavados! Vamos, pues, compañero; nos espera tu sombra apercibida, nos espera tu sombra acuartelada.

Camaradas, varios días el viento cambia de aire. Como insomnes almácigos en guardia, en la cárcel con sueño de esperanza, estará nuestra sombra cuestionando. Esto es urgente, el tiempo apremia, el día. ¡Saludemos al sufrimiento armado! Halemos al mundo. Bebamos, nosotros que venimos de beber luceros en las altas copas de los pinos frescos.

Caigamos en cuenta de esta vigilia creadora, cuando a fuego lento se decide la definitiva soledad del mundo. Velemos eternamente la emboscada. Justifiquemos esta guerra, este insomnio. Seamos labriegos de nuestra propia voz. Somos la palabra que está naciendo, la misma que se detiene y volcará como campana su acero y su sonido hacia todas las mañanas. Mientras quede en el mundo una palabra, habrá Poesía.

 

¡Hermanos(as) de oficio: a proteger al pueblo con palabras, que bien utilizadas suelen ser aún más eficaces que las armas!

 

Pablo Mora -Venezuela

Waldemar Dante - Chile

Andrés Bello - México

John Ogilvie - USA

Luis Ricardo Furlan - Argentina

Elicer Justo Parada - México

Thomas Bellow - USA

Pedro Salvador Ale - Argentina

Ernesto Langer Moreno - Chile