POLÉMICA DE LA ORTOGRAFÍA

 

¿Y tú qué opinas?

En el mencionado congreso Gabo pronunció el discurso titulado "Botella al mar para el dios de las palabras". Donde hace pública su propuesta en "suavizar" normas gramaticales u ortográficas que de hecho nadie usa. Entre otras causas porque le restan tiempo al trabajo de los escritores. Y nosotros agregaremos que, excesos ortográficos son inconvenientes para el fluido mensaje electrónico. Sin embargo, estamos de acuerdo en que no debemos suprimir los acentos, para lo cual, entre los documentos que se distribuirán en el Encuentro, tenemos un Manual de usuario con información para adecuar acentos a los programas conocidos. En todo caso la riqueza del sonido de la palabra castellana está más que justificada por sí sola. Hay quienes insinúan que posiciones como esta, sólo pretenden cambiar las reglas que rigen el castellano desde años, sin razón. En todo caso, recordamos la ponencia original de Gabriel García Márquez, e incluimos algunas de las más relevantes críticas al respecto. esperando enriquecerla durante este I Encuentro Virtual de Escritores en Lengua Española. Estamos conscientes de que la polémica es antigua y, sin embargo, continuará en el futuro, más allá de nosotros. (WD)

 

BOTELLA AL MAR PARA EL DIOS

DE LAS PALABRAS

Nunca como hoy ha sido tan grande ese poder. La humanidad entrará en el tercer milenio bajo el imperio de las palabras. No es cierto que la imagen esté desplazándolas ni que pueda extinguirlas. Al contrario, está otenciándolas: nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autoridad y albedrío como en la inmensa Babel de la vida actual. Palabras inventadas, maltratadas o sacralizadas por la prensa, por los libros desechables, por los carteles de publicidad; habladas y cantadas por la radio, la televisión, el cine, el teléfono, los altavoces públicos; gritadas a brocha gorda en las paredes de la calle o susurradas al oído en las penumbras del amor. No: el gran derrotado es el silencio. Las cosas tienen ahora tantos nombres en tantas lenguas que ya no es fácil saber cómo se llaman en ninguna. Los idiomas se dispersan sueltos de madrina, se mezclan y confunden, disparados hacia el destino ineluctable de un lenguaje global.

La lengua española tiene que prepararse para un oficio grande en ese porvenir sin fronteras. Es un derecho histórico. No por su prepotencia económica, como otras lenguas hasta hoy, sino por su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia cultural, su rapidez y su fuerza de expansión, en un ámbito propio de 19 millones de kilómetros cuadrados y 400 millones de hablantes al terminar este siglo. Con razón un maestro de letras hispánicas en Estados Unidos ha dicho que sus horas de clase se le van en servir de intérprete entre latinoamericanos de distintos países.

Llama la atención que el verbo pasar tenga 54 significados, mientras en la República de Ecuador tienen 105 nombres para el órgano sexual masculino, y en cambio la palabra condoliente, que se explica por sí sola, y que tanta falta nos hace, aún no se ha inventado. A un joven periodista francés lo deslumbran los hallazgos poéticos que encuentra a cada paso en nuestra vida doméstica. Que un niño desvelado por el balido intermitente y triste de un cordero dijo: «Parece un faro». Que una vivandera de la Guajira colombiana rechazó un cocimiento de toronjil porque le supo a Viernes Santo. Que don Sebastián de Covarrubias, en su diccionario memorable, nos dejó escrito de su puño y letra que el amarillo es «la color» de los enamorados. ¿Cuántas veces no hemos probado nosotros mismos un café que sabe a ventana, un pan que sabe a rincón, una cerveza que sabe a beso? Son pruebas al canto de la inteligencia de una lengua que desde hace tiempo no cabe en su pellejo.

Pero nuestra contribución no debería ser la de meterla en cintura, sino al contrario, liberarla de sus fierros normativos para que entre en el siglo venturo como Pedro por su casa. En ese sentido me atrevería a sugerir ante esta sabia audiencia que simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros. Humanicemos sus leyes, aprendamos de las lenguas indígenas a las que tanto debemos lo mucho que tienen todavía para enseñarnos y enriquecernos, asimilemos pronto y bien los neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir, negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los qués endémicos, el dequeísmo parasitario, y devuélvamos al subjuntivo presente el esplendor de sus esdrújulas: váyamos en vez de vayamos, cántemos en vez de cantemos, o el armonioso muéramos en vez del siniestro muramos.

Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver. ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una? Son preguntas al azar, por supuesto, como botellas arrojadas a la mar con la esperanza de que le lleguen al dios de las palabras. A no ser que por estas osadías y desatinos, tanto él como todos nosotros terminemos por lamentar, con razón y derecho, que no me hubiera atropellado a tiempo aquella bicicleta providencial de mis 12 años.

 

 

¿La ortografía en vías de extinción?

Más sorprendente, aun, es que García Márquez haya hecho las declaraciones que hizo en el Congreso reunido en Zacatecas.

Lo primero, agravió a los distinguidos académicos pues desconoció la trayectoria y la vigencia de una venerable institución de cautelosa y fecunda obra unificadora.

Lo segundo, más trascendente, dio lugar a noticias y comentarios que recorrieron todos los medios de comunicación, los centros especializados y las ruedas de café.

García Márquez no es un pionero en la materia, pero es un Premio Nobel.

MUCHO antes que él, generaciones enteras de niños y de adolescentes de habla hispana lo antecedieron practicando lo que él propone y fueron sancionados con bajas calificaciones por sus maestros y profesores. Cualquier persona con experiencia docente ha lidiado con esos errores y horrores ortográficos. Ahora, García Márquez quisiera institucionalizarlos. No carece totalmente de razón: nuestra grafía, como la de cualquier otro idioma, ha evolucionado a través de los siglos. ¿Quién ignora, por ejemplo, que la hache y la efe, la zeta, la ce y la ese, o la be y la ve, han librado una continua lucha a lo largo de la historia de la escritura?

A ese lento y necesario proceso, García Márquez le quiere poner fin mediante un drástico decreto ortográfico, es decir, mediante un acto voluntarista. ¿Qué principio lo impulsa? El de la lógica.

¿Por qué mantener la vigencia de letras que tienen la misma función o el mismo sonido o que, simplemente, no se pronuncian? Su razonamiento parece irrebatible y pleno de sentido común. Incluso, en su favor, habría que indicar que la natural resistencia al cambio radical que

propone desaparecería al cabo de una generación de admitidas y practicadas dichas nuevas normas. Hoy nos chocan a nosotros, habituados a las tradicionales; mañana, en cambio, no producirán ni alarma ni pesar a nuestros descendientes, educados en ellas. Pero no escapa a nadie que, eliminar variantes, particularidades y diversidades, es empobrecer, es uniformar.

Es curioso comprobar que, en un siglo en que se ha hecho un culto de la defensa de las especies en extinción, se pretenda "enterrar" determinadas formas ortográficas porque atentan contra la lógica.

Con idéntica tesitura ¿por qué preservar a los tigres, matadores de hombres, o a los elefantes, depredadores de bosques, o a los insalubres pantanos?

AUNQUE no hay que extremar la analogía, ¿por qué acometer contra riquezas expresivas, que son los ladrillos y la mezcla con que se erigen los grandes monumentos idiomáticos de la hispanidad? ¿Qué se gana con decir "muéramos", y no muramos, y "cabo" y no quepo?

¿Por qué dirigir nuestra atención a las lenguas indígenas --coletazo de las discusiones sobre el V Centenario del Descubrimiento de América o del Encuentro entre Dos Mundos-- y no a Cervantes y a Lope de Vega, o a Andrés Bello y a Rodó?

Es verdad que la ortografía española rebosa de ilogicidades --aunque mucho menos que la inglesa-- pero igual característica tienen todas las manifestaciones culturales del hombre: la vestimenta, la gastronomía, los modales, la mu'sica y sus instrumentos, la arquitectura y las artes plásticas, etc., sin hablar de la administración, la política, la docencia, la justicia, el periodismo y aun el entretenimiento.

NOS oponemos a que nos avasalle la lógica de las computadoras, que la tradición sea sometida por el materialismo mecánico y que la identidad de una cultura vasta y profunda pase a ser objeto de un acto frío y cerebral que ahogue su diversidad.

Escribimos como escribimos porque somos el fruto de raíces que nos alimentan y nos enriquecen por el esfuerzo que nos demanda el dominio de sus convenciones. Estas nos han aportado claridad, precisión y belleza.

¿Por qué cambiarlas?

La polémica de la ortografía o a La Página

del Idioma Español

Miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y del Consejo de Redacción de "Apuntes" (publicación trimestral para traductores)

Reacción desde Nueva York

Séame permitido señalar que tanto en su deslumbrante narrativa como en el discurso que nos ocupa, García Márquez sabe muy bien cómo acentuar, cómo usar los gerundios y, en fin, cómo decirlo todo en términos geniales y a la vez gramaticalmente correctos. ¿A qué viene, pues, este aparente desfase de lógica? ¿Ganas de llamar la atención? La gramática española, a la que han contribuido grandes personalidades de Colombia y de toda Hispanoamérica, no es una creación de ayer, ni de anteayer. Heredada de Nebrija, tenía ya su base en el romance, y éste en la gramática latina. A lo largo de los siglos, y reflejando el uso de los que mejor manejan el castellano (la próxima edición necesariamente habrá de incluir citas de García Márquez), el conjunto de reglas unificadoras de la lengua que es la gramática ha pasado por una serie de tamices para llegar a ser lo que es hoy. Sin duda, necesita seguir avanzando, modernizándose, pero sin despojarse por el camino de todo lo que la ha hecho "vital, dinámica, creativa, rápida y de gran capacidad de expansión", como él mismo bien dice.

El autor de Cien Años de Soledad sabe de sobra que en español los acentos gráficos sirven precisamente para reflejar en lo escrito la mayor intensidad de la voz con que pronunciamos ciertas sílabas; además, esos acentos tienen por oficio diferenciar las palabras que se escriben de la misma forma pero que tienen significado distinto. Es, pues, un sistema sumamente práctico, que tal vez García Márquez, incomprensiblemente, no aprecia en todo su valor. Ya quisiera el inglés, veloz como es en muchos casos-- por sucinto y directo-- poder contar con un sistema parecido que facilitara su lectura, escritura y pronunciación, tanto a los que lo hablan y escriben como lengua propia, como a los extranjeros que han de aprenderlo por gusto o necesidad.

El español es tal vez el más fácil de leer y escribir entre los idiomas modernos. Hasta ahora no ha sido necesario en esta lengua (las cosas cambiarían de adoptarse las sugerencias del Nobel colombiano) celebrar

certámenes de deletreo ("spelling bees"), como se hace continuamente en inglés. [El francés también se las trae en materia ortográfica, y hasta el italiano, con sus consonantes doHasta ahora no ha sido necesario en esta lengua (las cosas cambiarían de adoptarse lMuchos hispanohablantes, encandilados por el cegador rayo láser del inglés, no se quejan de que en ese idioma tengan que aprender de memoria la forma de escribir y de pronunciar cada palabra. Si la situación fuese al revés, no faltarían denuestos ni risitas de desprecio contra el español.

Ni los experimentos de Juan Ramón Jiménez con la "j", ni los de George Bernard Shaw para simplificar la ortografía inglesa, hicieron mucha fortuna. Las lenguas tienen su vida propia; no se dejan manipular así como así; es decir, se dejan cuando la manipulación se hace, de entrada, con amor, respeto y oportunidad. En cuanto al papel de las Academias de la Lengua Española, deben siempre propiciar la libertad creadora en materia lingüística, no el libertinaje destructor. Parafraseando a Ortega y Gasset, podríamos decir que la libertad es como la piel de la mano, que limita el contorno de ésta, pero le confiere suficiente libertad de movimiento para que, unida al cerebro, plasme maravillas. La piel del idioma de García Márquez no le ha impedido--hasta ahora y esperamos que por muchos años más-- crear inolvidables maravillas de la imaginación.

 

AL CIERRE: COMENTARIOS

Con pasión, responden en España a García Márquez.

Un miembro de la Real Academia se indignó ante la propuesta de "jubilar la ortografía" × Otro dijo que se puede ser un gran escritor y saber poco de lingüística × El debate en los medios × Escritores contra Gabo NO TAN FACIL. García Márquez pidió simplificar la gramática y desató una tormenta de palabras.

(Madrid. Corresponsal).- Jubilar la ortografía, ese "terror del ser humano desde la cuna"? La convocatoria de Gabriel García Márquez ha desatado la polémica, una verdadera tormenta de palabras, en el vasto mundo hispanoamericano. Académicos, escritores, periodistas y los "españolitos de a pie" cruzan sus opiniones con un fervor que, hace ya mucho tiempo, solo podían suscitar las pasiones políticas.

Dura batalla para que no se extinga la eñe.

Una cuestión política

_Que viva Gabo!

Los académicos rechazan el convite de Gabo de arremeter sin miedo contra las viejas reglas. Los estudiantes, cuanto más jóvenes más entusiastas, aplauden al colombiano como a un libertador.

Para colmo de males, la Real Academia de la Lengua se ha disgustadomuchísimo porque nadie la invitó al Primer Congreso Internacional de la Lengua Española, donde Gabo lanzó su formidable desafío a las reglas del idioma. La institución se ha enfadado, según el académico Francisco Rodríguez Adarados, porque "se invitaron a tres o cuatro personas muy dignas y muy notables pero no se pidió una representación de la Academia".

La propuesta del premio Nobel colombiano "no tiene ninguna consistencia ya que la única manera de mantener la universalidad de la lengua española es mantener una ortografía unitaria", proclamó Rodríguez Adarados.

Más condescendiente, demasiado, el también académico Alonso Zamora Vicente indicó que lo de Gabo son pequeñas genialidades y no se deben comentar. Se puede ser un gran escritor y saber poco de lingüística".

¿Y qué opina el presidente de la Real Academia, Fernando Lázaro Carreter? Ni una palabra. Ofendido por la falta de invitación al cónclave mexicano y sintiéndose muy por encima del nivel lingüístico de García Márquez, el jefe de filas de los académicos se encerró en un silencio blindado. Su secretaria anuncia, con pocas pero contundentes palabras, que "no va a realizar declaración alguna".

El más joven de los escritores incorporados a la Academia, Antonio Muñoz Molina, reaccionó indignado contra las propuestas. "Que un señor que es premio Nobel haga esto en una reunión de alto copete me parece una broma de mal gusto", afirmó. García Márquez, "habló con la frivolidad con que hablan a veces los que tienen la obligación de hablar más seriamente y con la demagogia de los que deberían tener más sentido de la responsabilidad".

Gregorio Salvador considera que las opiniones del autor de Cien años de soledad, "son una bomba que desharía rápidamente nuestra unidad lingüística. Contemplemos el ejemplo de nuestro vecino. El portugués y el brasileño se están alejando a grandes pasos por la falta de unidad ortográfica. Si no hay acuerdo ortográfico se pone una bomba en la unidad de nuestra lengua".

Gabo tiene quien le escriba

El catalán Vázquez Montalbán, creador del detective "Pepe Carvallo" reacciona, como siempre, utilizando el buen humor. "Estoy a favor de la lengua con dolor. Me embromaron (utiliza otra palabra más fuerte) aprendiéndola, pues que se embromen los que vienen detrás".

También el escritor Luis Mateo Diez encuentra lugar para las bromas. "A uno le ha costado tanto aprender las normas que no me resigno a tirarlas por la ventana. No está mal que existan unas normas básicas, aunque es verdad que algunas son exageradas".

En una florida columna, Santos Sanz Villanueva rompe una lanza, verbal, por García Márquez. Propone adoptar criterios simplificadores, suprimir grafías anticuadas, "que solo se mantienen por pereza o inadvertencia".

Un reformista

Una autoridad filológica, Emilio Alarcos, no comparte la propuesta de Gabo. "Me ha parecido una gracia. Las pretensiones de jubilar la gramática y la ortografía son peligrosas pero es que, además, en el caso del español, y a diferencia del inglés y el francés, no resulta nada complicado convivir con las normas".

Para el célebre Pedro Laín Entralgo, "es un verdadero disparate acabar con la gramática y la ortografía. Me gustaría saber si el propio García Márquez lograría la misma calidad y difusión al margen de ellas. Y quede claro que la Real Academia está dispuesta a asumir novedades porque no es nada restrictiva.

 

JUAN CARLOS ALGAÑARAZ.

Clarín Digital

"Yo sólo pretendí humanizar la ortografía, sólo pedí la simplificación de la gramática, no su supresión", se defendió García Márquez. Pero las críticas continúan.

"¡Juvilemos la hortografía!", ¡"Henterremos las

achez rupestrez!".

"La lengua española debe prepararse para un porvenir global y sin fronteras, en un derecho histórico surgido de su vitalidad", dijo Gabo al semanario Hoy. En cambio, y no ya frente a la academia, sino con la mirada clavada en la cámara de televisión, reflexiona:

"Yo sólo pretendí humanizar la ortografía, es decir, hacerla más humana, afable, familiar. ¿Dónde está el pecado? No faltan los cursis que pronuncian distinto la be de la ve; no pido la supresión de una u otra, sí que se busque fin a ese tormento que padecen los hispanoparlantes desde la escuela".

Entre quienes encabezaron la revuelta contra el colombiano se destacan el escritor español Juan Goytisolo y el filólogo Francisco Rodríguez Adrados. Mientras el primero no recordó que ser un gran escritor no significa ser un buen lingüista, el segundo recurrió al argumento de la unidad cultural: "preservar la ortografía, significa garantizar esa unidad".

Buscando esquivar la oleada de críticas, que involucró también a Antonio Gala y Arturo Uslar Pietri, García Márquez aclaró -más vale tarde que nunca- "sólo pedí la simplificación de la gramática, no su supresión". Claro que en una entrevista publicada el domingo por el diario español EL PAÍS no retrocedió. "El deber de los escritores -planteó- no es conservar el lenguaje, sino abrirle camino en la historia. Somos los hombres de letras quienes sufrimos las camisas de fuerza y cinturones de castidad. Como están hoy las reglas, no tienen ninguna lógica".

Los sudamericanos Mario Benedetti y Mario Vargas Llosa se tomaron la cuestión como una broma. "Es una irreverencia, un desplante", señaló el peruano. "Si se acabara con la ortografía, el español se desintegraría en tal multitud de dialectos que llegaríamos a la incomunicación. Obviamente, semejantes ideas sólo podían provenir de quien es un gran creado de imágenes, pero que nunca ha sido un pensador, ni un teórico, ni un ensayista".

El uruguayo, tras evocar el espíritu lúdico de García Márquez y calificar la propuesta de "frívola", adjudicó esa suerte de exabrupto al oficio. "Él es un prosista,y como tal incapaz de ver que la palabra para un poeta es palabra escrita, es allí donde está su cuerpo. Creo que los escritores latinoamericanos deberíamos dedicarnos a analizar otras cuestiones más importantes que afectan nuestra lengua, entre ellos, la alta tasa de analfabetismo que soporta la región", dijo el autor uruguayo.

Por su parte, la psicoanalista y lingüista argentina Eva Tabakián recordó que la ortografía tiene dos aspectos: uno vinculado a lo autorizado, lo legitimado por la Academia, y otro con la comunicación". "Este último no puede hacerse a un lado", observó. "Cada palabra evoca una imagen por el modo en que está escrita. Muchas veces, cuando se violan esas reglas se torna irreconocible y se llega a la imposibilidad de su lectura. No porque esté bien o mal escrita en términos de una cierta autoridad, sino porque la escritura implica la existencia de un código. Sin código se cae en una anarquía que hace imposible la comunicación".

Para el escritor argentino Charlie Feiling, la actitud de García Márquez surge de una confusión: "Se supone que el inglés es una lengua no reglamentada, cuando en realidad, aunque sumamente plástica, es un idioma donde las reglas cuentan". Lo que está por detrás es una confusión entre la actitud de la Real Academia y su diccionario prescriptivo y la de la Universidad de Oxford, que se encarga de armar un diccionario meramente descriptivo. En todo caso, lo que habría que criticar es la actitud de la Academia y no proponer la abolición de la ortografía", concluyó Feiling.

Después de todo, havolir las rreglas nos pribaría del plaser de biolarlas.

 

¿JUBILAMOS LA ORTOGRAFÍA?

Por Mempo Giardinelli

En Página/12

Desde hace años se sabe que Gabriel García Márquez es un mago capaz de colocar en el cielo de la literatura maravillosos fuegos artificiales. Pero somos muchos los escritores que crecimos con él, y gracias a él, que pensamos también que los fuegos artificiales son sólo eso: artificios. Y por lo tanto brillo efímero, golpe de efecto, momento deslumbrante.

La médula es otra cosa. Y en el caso de estas ideas que la prensa ha difundido (no he tenido la oportunidad de leer el discurso completo del Maestro) me parece que hay mucho de disparate en esa propuesta de "jubilar la ortografía".

Además de ser una propuesta efectista (y quiero suponer que poco pensada), es la clase de idea que seguramente aplaudirán los que hablan mal y escriben peor (es decir, incorrecta e impropiamente). No dudo que tal jubilación (en rigor, anulación) sólo puede ser festejada por los ignorantes de toda regla ortográfica. Digámoslo claramente: suena tan absurdo como jubilar a la matemática porque ahora todo el mundo suma o multiplica con calculadoras de cuatro dólares.

En mi opinión, la cuestión no pasa por determinar cuál regla anulamos, ni por igualar la ge y la jota, ni por abolir las haches, ni por aniquilar los acentos. No, la cuestión central está en la colonización cultural que subyace en este tipo de ideas tan luminosas como efectistas, dicho sea con todo respeto hacia el Nobel colombiano.

Y digo colonización porque es evidente que estas cuestiones se plantean a la luz de los cambios indetenibles que ocasiona la infatigable invasión de la lengua imperial, que es hoy el inglés, y el creciente desconocimiento de reglas ortográficas y hasta sintácticas que impera en las comunicaciones actuales, particularmente Internet y el llamado Cyberespacio.

Frente a esa constatación de lo virtual que ya es tan real, ¿es justo que bajemos los brazos y nos entreguemos sin luchar? ¿Es justo que porque el inglés es la lengua universal y es tan libre (como anárquica), el castellano deba seguir ese mismo camino? ¿Por el hecho de que el cyberespacio está lleno de ignorantes, vamos a proponer la ignorancia como nueva regla para todos? ¿Por el hecho de que tantos millones hablen mal y escriban peor, vamos a democratizar hacia abajo, es decir hacia la ignorancia?

Si las difundidas declaraciones de García Márquez son ciertas, a mí me parece que hay un contrasentido en su propuesta de preparar nuestra lengua para un "porvenir grande y sin fronteras". Porque el porvenir de una lengua (como el porvenir de nada) no depende de la eliminación de las reglas sino de su cumplimiento.

Por eso, a los neologismos técnicos no hay que "asimilarlos pronto y bien... antes de que se nos infiltren sin digerir", como él dice. Lo que hay que hacer es digerirlos cuanto antes, y para digerirlos bien hay que adaptarlos a nuestra lengua. Como se hizo siempre y así, por caso, "chequear" se nos convirtió en verbo y "kafkiano" en adjetivo. Y en cuanto al "dequeísmo parasitario" y demás barbarismos, no hay que negociar su buen corazón, como aparentemente propone García Márquez. Lo que hay que hacer es mejorar el nivel de nuestros docentes para que sigan enseñando que esos parásitos de la lengua son malos.

Eso por un lado.

Tampoco me parece que sea un "fierro normativo" la diferencia entre la be de burro y la ve de vaca. Ni mucho menos me parece poco razonable la legislación sobre acentos agudos y graves, ni sobre las esdrújulas, ni sobre las diferencias entre ene-ve y eme-be, y así siguiendo, como diría David Viñas.

Las reglas siempre están para algo. Tienen un sentido y ese sentido suele ser histórico, filosófico, cultural. La falta de reglas y el desconocimiento de ellas es el caos, la disgregación cultural. Y eso puede ser gravísimo para nosotros, sobre todo en estos tiempos en que la sabiduría imperial se ha vuelto tan sutil y astuta. Las propuestas ligeras y efectistas de eliminacisuele ser histórico, filosófico, cultural.

Precisamente porque vivimos en sociedades donde las pocas reglas que había se dejaron de cumplir o se cumplen cada vez menos, y hoy se aplauden estúpidamente las transgresiones. Es así como se facilitan las impunidades.

Y así nos va, al menos en la Argentina.

 

COMENTARIO:

En definitiva, lo importante es que nuestra lengua deje de ser sorda y escuche, como siempre lo hizo, y acepte esas transformaciones; perdonémonos acentos y asimilemos, cuando sea indispensable, los "argots" y otras "interpretaciones" del castellano para acercarse a sus usuarios, quienes, a partir de nuestra época dejan de ver a los libros, periódicos y revistas como objetos extraños, murallas impenetrables que hoy se derrumban ante la presión de su dedo en un botón.

Como lo entendemos, la idea es flexibilizar nuestro idioma para que siga pletórico de vida, y prepararnos mejor para traspasar toda la gracia de nuestra lengua castellana a las distancias del universo.

En ese ánimo de cantar a la gracia de nuestra lengua, es que rendimos homenaje a algunos escritores que durante este siglo XX han sido punta de lanza de nuestro idioma (wd).