Boris Pincheira

Chile

Biografía

Boris Pincheira Torres, poeta, nace en el Arauco, pueblo que da nombre a

la monumental obra épica de Alonso de Ercilla: " La Araucana", distante

unos 30 kilómetros al sur del centro geográfico de Chile.

Nace un 28 de diciembre de 1973, día preciso para nacer inocente o, por

el contrario, cargar también con el peso de su apellido, Pincheira:

maldito y bandolero.

En el año 1978 inicia sus estudios básicos en Carampangue, pequeño pueblo

que le vio dar sus primeros pasos.

En el año 1988 inicia sus estudios secundarios en el liceo industrial de

la minera ciudad de Lota, en el área de electricidad. Entre números y

fórmulas matemáticas decide que su verdadera vocación está en las letras,

volcando su rumbo hacia ellas, ingresando el año 1992 a la carrera de

Pedagogía en Castellano de la Universidad de la Frontera , Temuco. Congela

por dos años sus estudios, regresando en año 1995, año en que es miembro

cofundador del taller literario Ascáride, de su Carrera. En esta pausa

académica inicia y culmina su primera producción poética, "Vía Crucis",

libro que recién pude publicar el año 1996. Entre vida académica y laboral

publica el año 1997 su segundo libro de poesía: "Teología". El año recién

pasado publica su tercer libro, también de poesía, "Los dos Hemisferios",

libro con el cual culmina su trilogía poética que va desde el

descubrimiento interno a la mirada de lo exterior.

 

 

PONENCIA

 

Comunicación Electrónica: Una Nueva Oportunidad Para Hermanarnos

 

El valor de la palabra ha sido a través de los siglos incuestionable. Tal

vez en el comienzo de sus días los gemidos y balbuceos fueron necesarios, y

por que no, anteriores a las cosas. Las palabras estaban ahí, para

decirlas, para conferirles un lugar importantísimo en el clan o en la

soledad misma del hombre, pues en compañía o no el hombre a dispuesto

siempre algunas palabras para decírselas a sí mismo. Pasaron los siglos y

había que retenerlas, engrillarlas, para que de este modo almacenaran la

experiencia de ser hombre, y fueran ellas mismas, y por sí solas, las que

nos dijeran nuevas cosas, ya que el hombre sabía que una vez fuera del

cautiverio labial las palabras asumían una personalidad propia, un sentido

nuevo; sentido tan autónomo y lleno de connotaciones que se volvía una cosa

viva, capaz de cautivar y enloquecer, transmitir y confundir.

 

Pasó el tiempo y el sonido se adhiere a la piel unas formas y ropajes, que

aunque extraños, le hacen ver coqueto. Llaman la atención, y debia ser así

para que el hombre pusiera con otro sentido su atención en él, pues por

medio de él podría hacerse poseedor de un bien intangible, pero capaz de

elevarle en la sociedad.Nace entonces la letra y la necesidad de decir en

letras; de decirse el hombre, en su soledad, las cosas ahora en letras; de

soñar en letras; de imaginar en letras.

 

El hombre está impaciente. Quiere desbordar en letras la

inconmensurabilidad de sus sueños, bien sea para dañar, bien para cautivar.

Se arriesga.Vale la pena arriesgarse. Con el transcurso del tiempo descubre

que tanto cautiva como daña. Ha descubierto que la letra es un arma de

doble filo. De ahí en adelante para ambos fienes la utilizará.

 

Así permaneció la palabra hecha letra; como un bien permitido a unos

pocos. Como una odalisca obligada a danzar sólo en los salones de los

poderosos. Pero hay una primera oportunidad de salir a recorrer los

hogares de los venidos a menos. Hace su aparición la Imprenta.

 

La letra se escurre inevitablemente por debajo de la puerta del poderoso,

y no basta su malquerencia para impedir que los niños concluyan el día

saboreando la dulzura de un papel que da cuenta de aventuras inimaginables

e impronunciables en su imaginación.

 

La primera oportunidad fue dada al hombre, y este cantó de regocijo. Se

llenó el alma de eso tan proverbial que entrega la palabra hecha letra:

sabiduría y encantamiento. Esta pobló las aldeas y villorrios; trajo el

universo en trocitos o a raudales; volteó el cosmos y lo puso a disposición

de los insurrectos, de los que quisieron expresar o desdecirse, de los que

sorbieron con ímpetu las mañanas y los atardeceres de un jueves cualquiera,

de un lunes cualquiera, y los escupieron con fuerza y pleitesía al oído de

los analfabetos, para que sintieran el hormigueo verdadero de las cosas, de

las que no se ven, pero que se pueden escuchar por labios de otro gracias a

la letra.

 

Tenemos hoy nosotros una nueva oportunidad para llegar a poblar el vacío

ilusorio, las regiones de la abulia, para llegar a los otros analfabetos, a

aquellos que leyendo son incapaces de leer. Pero, por sobre todas las

cosas, por sobre todas las cosas, tenemos la oportunidad de acercarnos, y

hacernos frente a nosotros mismos, es decir, hacer frente a nuestras

estúpidas envidias de artista; nuestra manía de comparar al uno con el

otro; de apaciguar, de mermar, de ignorar el verso que amenaza con ser más

poderoso; nuestro sectarismo y descalificaciones para el hermano y

compañero de oficio. Tenemos la oportunidad para un acercamiento virtual,

pero real. De esta única manera podremos ceñirnos al cerebro de los

infectados con el virus de las ciencias duras, del poder adquisitivo, virus

que atrofia el cerebro de los hombres, haciéndolos incapaces de sentarse

en un astro para poder y querer intervenir en el tiempo.

 

Eso que todos llaman tiempo a querido jugar siempre a nuestro favor,

dándole al hombre mayor sabiduría para extender de una u otra manera la

palabra hecha letra, pero la envidia, la desunión nos ha impedido

reencantar el mundo, magnetizar los cerebros de sueños e imaginación. La

primera oportunidad ya fue dada: la Imprenta; hoy tenemos otra y no

despreciable oportunidad: la magia de la tegnología y el contacto virtual.

Hoy ya no hay monjes traductores legitimando o sensurando lo que se ha o no

decir, utilicemos pues todos los idiomas conocidos, pero, por sobre todas

las cosas, el idioma del corazón. ¿O es que somos incapaces de hacernos

inmunes al sentimiento de desconfianza y destrucción que envuelve al

mundo? ¿A caso todos no dicen que los escritores y artistas somos

especiales? Demostremos entonces que somos especiales. Compañeros, creo

nosotros podríamos tener la cura. Podemos unirnos y reencantarnos a

nosotros mismos, pues seamos sinceros: No somos nada de especiales.

.

De una cosa estoy seguro: El mundo va camino a una tecnologización

completa, y unidos podemos intervenir en ella; intervengamos pues en ella,

reencantémosla. Tenemos el arma: La Letra. Tenemos la energía: la ilusión.

 

No aspiremos a ser Jesucristos o Gandhis, sólo a unirnos realmente, y luego

veamos que pasa.

 

 

Boris Pincheira Torres