PREMIO MUNICIPAL DE LITERATURA STGO/2006

(La punta del iceberg de la corrupción)
 
 
Cuanto en el ámbito que nos toca participar, se dan irregularidades como la que recientemente ocurrió en la designación de los ganadores del Premio Municipal de Literatura de Santiago, categoría novela, uno tiene dos opciones: callar (dicho en buen chileno: hacerse el huevón) o adherir a las denuncias con la esperanza de que estas cosas no vuelvan a suceder. La primera es la opción de los que viven tratando de estar bien con Dios y con el Diablo, a pesar de que entre pasillos se dediquen a difamar a los dos. La segunda es la opción de quienes no comulgamos con el doble discurso y nos interesa la transparencia no sólo en las palabras sino que en los hechos.
 
Para todos resultó sorprendente que el ganador en el género de novela fuera Reinaldo E. Marchant con su libro Las vírgenes no llegarán al paraíso, como cuenta la Revista de Libros de El Mercurio el viernes 30 de Junio. Al comparar la novela ganadora con las otras en competencia, quedaba absolutamente claro de que algo extraño había sucedido. La obra de Marchant no es superior, en ningún aspecto, a El ocaso de las buganvillas de Jaime Valdivieso, La ola muerta de Germán Marín, Los sueños del pintor de José Miguel Varas o Puño y Letra de Diamela Eltit, por citar algunas.
 
Las cosas comenzaron a aclararse cuando se conoció la conformación del jurado: Rafael Gumucio, José Luis Rosasco, Ariel Fernández y Mario Artigas. Pues bien, los dos últimos, y que prácticamente impusieron que el premio fuera para Marchant, son incondicionales del ex presidente de la Sech. Cito dos párrafos de la denuncia de la Revista de Libros: "Artigas y Fernández, ambos muy cercanos a Marchant durante su accidentada gestión al frente de la Sociedad de Escritores de Chile (el segundo era miembro del directorio)" (…) "Reinaldo Marchant quien debió abandonar la presidencia de la SECh tras una serie de denuncias de corrupción en su contra". Los señores Artigas y Fernández no sólo son muy cercanos a Marchant, sino que durante el último conflicto de Sech fueron los testaferros del ex presidente, dedicándose a calumniar vía Internet a quienes hicimos las primeras denuncias de corrupción en su contra y que finalmente terminaron con su salida de la institución (junto a él renunciaron Ariel Fernández, Mauricio Barrientos, Paz Molina y Eledino Parraguez). De hecho la Sech ha presentado una querella criminal contra la ex secretaria y quienes resulten responsables de la desaparición de varios miles de pesos de las arcas gremiales, falsificación de facturas y otro ilícitos que involucran a Reinaldo Marchant.
 
He hecho referencia a lo anterior porque demuestra que existe una cadena de actos de corrupción realizados por Marchant y sus secuaces, donde la guinda de la torta ha sido obtener el Premio Municipal con malas artes. Los hechos dejan de manifiesto que todo fue planificado paso a paso, comenzando por instalar dos jurados afines. Extrañamente, este año la Sociedad de Escritores no tuvo jurados en el premio como ha sido la tradición, y de pronto aparecen Artigas y Fernández, lo que nos sugiere una serie de preguntas que sería interesante que la Municipalidad respondiera: ¿En representación de quién o a razón de qué fueron jurados Artigas y Fernández? ¿Cuáles son los méritos de estos señores para estar allí? ¿Leyeron todas las novelas en competencia? ¿Es verdad que el concejal Leonardo Véliz, amigo personal de Marchant, propuso a estos dos señores como jurados ante al Consejo? ¿Se habrán hecho pasar por representantes de Sech los mentados Artigas y Fernández? Los vínculos están claros hasta para el más tonto, sólo falta que las autoridades se pronuncien. Hasta hoy, han hecho la vista gorda.
 
Considero pertinente hacer mención a dos episodios como una muestra de la manera de operar de estos señores. Uno lo explica la Revista de Libros, y es que siendo Reinaldo Marchant consejero del libro en nombre de Sech, le fueron comprados en el Concurso de Adquisición de Libros más textos que a Bolaño y Parra, a pesar de la oposición del ministro Weinstein, que veía la participación de Marchant como una falta de ética pues no correspondía participar en esto a un consejero y menos ayudaba a la transparencia del concurso. Lo otro es el caso de la Feria del Libro de Osorno del año 2005, donde el señor Marchant fue denunciado, por autoridades culturales, junto a Mario Artigas (vaya coincidencia) por comportamientos faltos a la ética. La denuncia también involucra a Mauricio Barrientos, que también fue jurado en el Premio Municipal en el género de poesía (otra coincidencia). Barrientos renunció junto con Marchant al directorio de Sech y posteriormente, a petición del Consejo del Libro, fue destituido de su cargo de consejero, acusado de tráfico de influencias, se hacía invitar a ferias del libro que él mismo había evaluado (más coincidencias). ¡Puchas los gallos coincidentes!, diría un despistado. La carta de Osorno es oficial y está en conocimiento del Consejo del Libro, dice en una de sus partes:
 
"Quiero también recordarle que usted (señor Marchant) no venía como representante de la SECH, por que de otro modo no entiendo el cobro de honorarios, que usted exigió desde el principio junto a sus acompañantes (Barrientos y Artigas), cuando antes de hacerse públicos los resultados de los proyectos, usted ya había tomado contacto conmigo para ofrecerme sus servicios y el de quienes le acompañaron. Me parece verdaderamente vergonzoso cómo un grupo, y en este caso usted como presidente de la SECH (Sociedad de Escritores de Chile), estén tan dispuestos a desdoblar su discurso en relación a las atenciones desmedidas que una producción pueda o no tener con ustedes. Creo que es un ejemplo lamentable, más aún proveniente de un representante de la cultura. Me pregunto, ¿cuál sería su aporte a la Feria de Osorno y a los jóvenes de esta ciudad, si la solicitud de prolongar su estadía dos noches con alimentación y otros viáticos, aspecto que detonó su molestia, eran para viajar a Puerto Montt? No puedo dejar de señalarle y dejar de manifiesto la molestia personal e institucional de haber recibido la llamada telefónica del Sr. Artigas el día Viernes 09 de diciembre desde el aeropuerto de Osorno, en un estado de ebriedad evidente, según lo señalado por personal de Lan Chile a nuestra institución, y quien se dirigió a mi persona y a la institución organizadora de manera irrespetuosa".
 
Esta carta está firmada por Karen Tapia Hinrichsen, Directora de Gestión y Desarrollo Corporación Educacional y Cultural Emprender de Osorno. Y fue enviada con copia a las siguientes autoridades: José Weinstein – Ministro de Cultura, Sra. Brenda Quiñe – Gabinete Ministro de Cultura, Sr. Jorge Montealegre – Director Ejecutivo Consejo Nacional del Libro y la Lectura, Sra. Nivia Palma – Cámara Chilena del Libro, Sr. Clemente Riedemann - Director de Cultura X Región de los Lagos, Sra. Clara Budnick – Directora de Biblioteca Nacional, archivos y museos, Sra. Carolina Rivas – Ministerio de Educación. La carta nunca llegó a conocimiento del directorio de la Sociedad de Escritores anterior, fue ocultada por Marchant en su momento.
 
Una buena pregunta sería ¿Qué resolvieron estas autoridades al conocer los hechos? Porque la carta es muy precisa y muestra como aprovechando la ventaja de ser consejero y conocer antes los resultados de los fondos concursables, los involucrados llamaban a los favorecidos para acordar invitaciones a cambio de un supuesto lobby a favor de los proyectos ganadores. Si esto no es corrupción, qué es entonces. Ante tal situación, valen otras preguntas: ¿Cuánto más hay oculto en la designación de los dineros? ¿Cuál es la relación de los consejeros con los evaluadores? ¿Cuántos Marchant más deambulan por ahí? Porque al saberse los resultados de los proyectos queda en evidencia que hay evaluadores que califican con mala intención a muchos postulantes y bendicen a otros. De esto hay muchos ejemplos.
 
Como se puede apreciar, lo del Premio Municipal no es el primer "chanchullo" de este famoso escritor, señor Reinaldo E. Marchant, que además no tiene vergüenza en mentir públicamente. En el diario La Tercera niega sus vínculos con Artigas y Fernández, y dice textualmente que le parece la "raja" que no se premie siempre a los mismos. Ante esto no queda más que decir que este señor, francamente es, usando su mismo lenguaje, un "fresco de raja". Creo que si un escritor escribiera cada año una novela superior a todas las otras que se editen en igual período, debería ser premiado sin duda cada año, aunque se trate del mismo. Se debe premiar la calidad no como si se tratase de hoy yo y mañana tú, que parece ser el criterio de Marchant. Además aquí el fraude está en evidencia, pero como en Chile los cobardes –empezando por el mismo Marchant, que nunca da la cara- están a la orden del día, nadie hace nada. Por su parte, un porcentaje alto de escritores critican y se quejan sólo entre bambalinas, pero no asumen sus palabras en los hechos. En Chile cualquiera puede cometer fechorías y después se convierte en estrella de televisión. Incluso escritores muy respetables aún dudan de las faltas de Marchant, y cuando uno les dice ¿Por qué no das una mirada al informe de la comisión revisora de cuentas de la Sech?, se hacen los desentendidos y se niegan a ver las pruebas. Es sumamente extraña esa actitud, y tal vez se deba a que el 70% de los escritores chilenos no leen, salvo sus propios libros. Marchant también trianguló dineros del gobierno utilizando a la Sech, usurpó el nombre de un escritor, engañó a escritores, ofreció cargos en el futuro gobierno de Bachelet, difamó gente, inventó un complot comunista, espionajes y una retahíla de mentiras que han ido cayendo por su propio peso. Por eso es muy extraño que algunos –aunque son muy pocos- lo defiendan, incluso diciendo que es un maravilloso escritor, que a lo mejor para ellos lo es, porqué no. Total, en cuestión de gustos no hay nada escrito.
 
Mientras las autoridades culturales permanezcan navegando en un río de desidia, poco se podrá hacer, y este tipo de situaciones se seguirán dando. Muchos dirán para qué hacer más olas, es sólo un premio, claro, entonces excluyamos la palabra ética y probidad del diccionario y démosle para adelante. Actuemos como Frei hijo cuando hizo la vista gorda con los Pinocheques…, y no me digan que la comparación es desproporcionada, porque cualquier fraude es algo grave, incluido robarse el premio municipal.

26/07/2006

Alejandro Lavquén


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LA PUNTA DEL ICEBERG DE LA ENVIDIA

(En respuesta al artículo de Alejandro LavquénPremio Municipal de Literatura Stgo/2006 (La punta del iceberg de la corrupción): CLARÍN, Santiago de Chile, lunes 24 de julio de 2006.)

Me gustaría que el señor Lavquén escribiera un artículo con argumentos de peso, literarios y significativos, donde efectivamente demostrara su juicio de que “la obra de Marchant no es superior, en ningún aspecto, a El ocaso de las buganvillas de Jaime Valdivieso, La ola muerta de Germán Marín, Los sueños del pintor de José Miguel Varas o Puño y Letra de Diamela Eltit”. Fácil es descalificar a una persona (“falacia genética” la llama la ciencia literaria; falacia a secas, llamaría yo a lo que hace “nuestro crítico”) pero difícil es descifrar lo verdaderamente importante: el valor o desvalor de una obra, lo efectivamente cuestionable en el caso de un escritor.

Si hubiese demostración crítica seria de que el libro de Marchant es inferior en calidad a los otros libros nombrados, cuestionaríamos en verdad el Premio Municipal (mención novela) otorgado al autor, pero visto que no la hay, ¿qué podemos pensar de Alejandro Lavquén…?

Primero, que no leyó el libro. Y tal vez ni siquiera habrá leído los otros libros en disputa de dicho Premio. Ha de saber nuestro analista especializado en literatura chilena, que la novela de Marchant está en la Feria Chilena del Libro y tiene un precio referencial de 12.000 pesos. Si quiere saber de qué se trata la novela, deberá —es el destino del “70% de los escritores chilenos [que] no leen, salvo sus propios libros”— recurrir a alguna crítica que se haya hecho de Las vírgenes no llegarán al paraíso. La novela de Marchant es buena y posee “grandes meritos”, señaló escuetamente a un matutino José Luis Rosasco. Los comentarios críticos no hablan mucho de la novela; Rafael Gumucio, uno de los jurados que ya antes de dilucidar el Premio Municipal de Novela mostraba claras preferencias por Germán Marín, ni siquiera se refiere a los méritos intrínsecos de La ola muerta —obra de su protegido— en los diferentes medios. Un artículo mío, “Fundamentación de un paraíso” (ARCHIVOS DEL SUR, Argentina, febrero de 2006), sí habla de la novela premiada. Bien sabemos que parte de la “crítica especializada” en Chile lee los resúmenes de las solapas o de las contratapas de los libros, “para bien informarse”. Lástima que en la novela de Marchant no haya información explícita compendiada; pues bien: ¡habrá que leer el libro!

La función del escritor en un medio como el chileno —con su mediocridad cultural a cuestas— apunta al poder, y su imagen compensatoria es la hinchazón del ego y la concepción de la escritura como moneda de cambio. Todos dicen conocer a Jodorowsky, cuya “imagen” vende, pero pocos conocen a Jodorowsky a través de su literatura, muy parecida —en todo caso— a la fama de su autor. ¿Qué lector de Bolaño puede hablar con propiedad de Bolaño…? Los mismos escritores promueven su necesidad y su altura. Neruda y Huidobro son viejos ejemplos que, por suerte, han sido desplazados por sus propios escritos, más admirables que sus biografías. “El poder —nos enseñó Teillier— llega solo, sin que tú lo pidas, porque es una gracia”. A propósito de Marín, estas fueron sus palabras en Revista de libros de EL MERCURIO, refiriéndose a un Premio Municipal de Novela que ya lo había apropiado para sí: “Pensé que tenía muchas posibilidades... Prácticamente lo esperaba”.

La pequeñez o la grandeza de un escritor se logra con el tiempo del respeto (el término latino “respicere” significa mirar hacia atrás al pasar un personaje para poder apreciarlo “tal cual es”, en toda su real dimensión).

Segundo, está el asunto de los premios. Ya me he referido al tema sobradamente en un artículo anterior (”Premios y castigos”, CENTRO DE ESTUDIOS AVANCE, octubre de 2005), donde señalo: “La literatura también es un fracaso, un imposible, porque habla del material humano y de su búsqueda. Pues si fuera un acierto, se vendería como pan caliente y sus hacedores recibirían premios, más ayuda estatal, nombradías”. Y “aceptar un premio literario sería como consentir un fracaso. Como si al equivocarnos en nuestras políticas culturales y sociales hubiese que recurrir a un “sucedáneo”, cuyo sentido, más que reconocer un triunfo, es adiestrar”. Paralelamente a lo anterior, está el asunto de la “sobrevivencia” de los escritores, artistas y gestores culturales. ¿Cuál es la misión social de un país como el nuestro en cuanto a sus creadores? ¿De adónde puede un artista generar recursos para poder crear? Trabajando; bien. Pero, ¿la escritura, acaso, no es también un trabajo? Pues en Chile no lo es, no es un trabajo, no tiene valor sino meramente precio. Solamente alguien que no tenga problemas económicos puede dedicarse libremente a la literatura; los demás se sacan el pellejo para obtener un premio (Dios es el Premio Nacional). Y, para colmo, la mayor de las veces sí que hay arreglines al respecto (véase, al caso, la denuncia pública, en Escritores.cl: “El Consejo del Libro y la Lectura premia dos veces el mismo proyecto y permite que se utilice el trabajo de terceros sin autorización, vulnerando así la propiedad intelectual”). Ahí verdaderamente debería entrar la suspicacia. El problema se produce, pues, cuando una obra desconocida y un autor menor frente a sus oponentes, le “ganan” a alguien que maneje los espacios canónicos de la literatura. Porque lo normal es —según los criterios de una cultura como la nuestra— que “hubiese ganado” Marín o, al menos José Miguel Varas o Isabel Allende. Así, todos felices. Lo difícil es que alguien que no pertenece al circuito cerrado de la cultura nacional, se entrometa y tenga voz. Si el señor Lavquén no está de acuerdo con estas minucias que dan cuenta de discriminaciones latentes, que intente (más allá de sus concepciones ideológicas) escribir en EL MERCURIO, a ver si “lo pescan” allí donde dirigen la cultura a pleno antojo.

Si uno repasa con atención a los ganadores del Premio Municipal, se dará cuenta que, por ejemplo en poesía, fue laureado un poeta desconocido, Miguel Gaete, imponiéndose a grandes y reconocidos vates (Hahn entre otros), y nadie se quejó, porque las reglas de ganar y perder son antiquísimas. Queda claro que Marín, patrocinado por la Revista de los Libros en desmedro de otros candidatos, debería haber anunciado previamente que se presentaría para que ningún otro autor lo hiciera ni lo superara. ¿Dónde está la queja de Varas, Eltit, Allende, Délano? No hubo. Ni habrá. Son las reglas —dignidad mediante— que ellos conocen bien. Es conocida la desconfianza, además, que genera Marín, con un grupo de periodistas culturales a su favor, una multinacional que representa y su tono nunca del todo afable, ni respetuoso ni, menos, lírico hacia los demás escritores. En ese sentido, bien vale sentir alegría cuando un escritor que viene de abajo, que cultiva responsablemente el noble oficio de las letras, se impone a un autor que a todas luces se ha convertido en el mandamás de la literatura criolla.

Por otro lado, le llama la atención al señor Lavquén que Reinaldo Marchant “nunca [le] da la cara”. He leído muchos libros de Marchant. Recuerdo que el año 2002 publicó otra novela, La patria golondrina, en 2004 cuentos literarios de fútbol, La alegría del pueblo y, este año, un segundo libro de cuentos de fútbol, Toco y me voy..., es decir, se trata de un escritor en plena producción literaria, que no pierde tiempo en rencillas o patrañas contra colegas. Me parece que, salvo Lavquén, los demás escritores han recibido bien este galardón del novelista.

Tercero: ¿Por qué, entonces, Lavquén odia tanto a Marchant? Remito a un excelente artículo “En defensa de la creación literaria y sus escritores” (CENTRO DE ESTUDIOS AVANCES, julio del presente), donde su autor, Amante Eledín Parraguez, discurre cómo se degrada a la literatura con comentarios fuera del ámbito literario y sin mayor conocimiento.

Desde el año pasado Alejandro Lavquénviene atacando de forma incesante y obsesiva a Reinaldo Marchant, enviando correos a todo el mundo. Nuestros correos personales se inundaron de una campaña quizás nunca antes vista contra quien era el Presidente de la Sech. El lastre de todo esto tomó una dimensión chabacana, decadente al extremo, cuando comenzaron a salir notas con el mismo tono y destino, firmadas por personas inexistentes: Julio Marambio, Rita Calixto y, ahora último, una tal Mirta Pezoa, a quien el escritor Claudio Geisse tacha de “un escritor de baja monta”. Lo de Lavquén parece que es algo personal, no literario ni cultural. Llama la atención, por lo demás, que se le publiquen todas sus diatribas. Todo lo que escribe lo hace correr a diestra y siniestra vía Internet —incluido el texto al cual aludo, publicado en EL CLARÍN del 24 de julio del presente—, quedando en claro que le interesa menoscabar al autor, difamarlo con publicidad, no plantear un punto de vista profesional y literario. Más aún, Lavquén es el único interesado en el tema, ningún otro escritor está dedicado a difundir con tanta seña a un particular. “Por eso es muy extraño que algunos —aunque son muy pocos— lo defiendan, incluso diciendo que es un maravilloso escritor, que a lo mejor para ellos lo es, porqué no. Total, en cuestión de gustos no hay nada escrito” (se conmueve Lavquén).

Las pasiones que motivan las reacciones intestinas de Alejandro Lavquén y sus heterónimos —la verdad de las cosas— no nos interesan. Nosotros seguiremos haciendo literatura, respirando aire sano. El resto es veneno, comparsa y envidia. Palabras sin música.

30/07/2006

MARCO AURELIO RODRÍGUEZ
Poeta y Crítico Literario
Magíster en Literatura, U. Católica

 

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