Al cumplir 10 años de existencia le hemos pedido a tres de nuestros más cercanos colaboradores que nos cuenten su experiencia de participación en este portal de literatura chilena.

 

 

 

 

JORGE ETCHEVERRY

Cuando empecé a colaborar con Escritores.cl hace ya varios años, estaba dando mis primeros pasos en el mundo virtual. Empecé haciendo notas y puse textos en la primera antología virtual de poetas chilenos en Canadá, que fue justamente una selección que apareció en Escritores.cl. Lo que ya de por sí es decidor. Con el tiempo en ese portal habría de aparecer una antología de escritores chilenos de la diáspora, que también fue la primera y hasta ahora creo que la única. Se armaban polémicas alrededor de este nuevo medio que parecía anular las distancias, eliminar los precios y poner al alcance potencial de multitudes repartidas por el mundo el trabajo antes restringido en el mejor de los casos a unos cuantos cientos de ejemplares en libros o revistas ‘de papel’. Luego empecé a recibir algunos correos electrónicos de gente que había leído mis cosas en otros países, y comencé a darme cuenta del alcance de este nuevo medio. Hace unos años por ejemplo recibí una pedido de entrevista de algunas niñas con nombre latino que tenían que hacer un trabajo sobre algún escritor para su colegio. Como aquí la comunidad latina local ha crecido mucho en estos últimos años, después de todo en la región de la Capital Nacional de Canadá hay más de un millón de personas, les dí a esas liceanas el nombre de un mall muy conocido para que nos encontráramos. Las estuve esperando, no aparecieron pero después me llegó un mensaje en que me decían que no habían encontrado el mall. Se me ocurrió mirar el sufijo, lo que antes no había hecho y me encontré con el cl. Se trataba de un colegio de Santiago, y como ahora hay tanto nombre en inglés... Pero bueno. A lo que iba, ese desparramo del trabajo de uno viene de este nuevo medio y avanza más rápido de lo que nosotros mismos nos damos cuenta. Fuera de haber colaborado con artículos en este portal, de tener un libro de los más ‘vanguardistas’ de los míos, el Hablativo Agente, me gané hace años un primer premio de novela corta en un concurso auspiciado por Escritores.cl, por el Diario de Pancracio Fernández, una novelita semipolicial que los interesados todavía pueden buscar en la página.

 

La imbricación entre la literatura virtual y la tradicional se da de manera natural en este portal, ya que Escritores.cl es sin lugar a dudas el pionero de la literatura chilena difundida y comentada por el web. Participar en una antología, la segunda de Voces on line, que realizó el portal, me dio la oportunidad de registrar en papel la versión en español de un cuento mío publicado en inglés en una revista de aquí hace años y que quería ver impreso en mi idioma materno, además de otros textos cortos recientemente puestos en el web. Pero volviendo al aspecto polémico, Escritores.cl muy raramente ha recibido el respaldo económico institucional que se merece por su labor de difusión diaria y mundial de la literatura chilena. El webmaster no tiene problemas para dar a conocer nuevos talentos y aceptar en la página notas sobre obras de autores noveles o que publican fuera de los circuitos institucionales, donde pienso que se dan algunas de las cosas más interesantes e innovadoras, aunque ponga el grito en el cielo la empresa comercial literaria, de la que la crítica en los medios tradicionales y la academia son a veces meros apéndices publicitarios.

 

Es que para tener éxito en un medio que de por sí anula las barreras geográficas y económicas gracias a su universalidad potencial hay que hacer justamente lo que no permiten otros medios, y así se pasa a satisfacer una necesidad, en una suerte de jugada democrática que no todos están dispuestos a aceptar. Y desde su punto de vista quizás los intereses ligados a la institución literaria y la empresa editora tengan algo de razón, por lo menos en lo que respecta a los efectos económicos. A manera de ejemplo, aquí en Canadá, 5,7 millones de personas han descargado archivos de música. A ese paso la industria se va a ver obligada a tomar medidas.

 

Lo mismo se avecina en la industria editorial. Uno de los intentos de los sectores interesados en mantener el actual estado de cosas consiste en atribuir un valor especial a las publicaciones en papel. Argumentan que el Internet es muy abierto, que hay de todo, que no hay criterios de calidad, etc. Pero ya los mismos autores consagrados, cuando quieren emitir pronunciamiento sobre esto o lo otro, recurren a  este medio y cada vez es más posible ver sus textos y leerlos gratis. Porque en realidad se escribe básicamente para ser leído y eso lo saben los autores y lectores que utilizan este nuevo medio. Que además proporciona la posibilidad del diálogo e intercambio con colegas de todas las edades, de todas partes del mundo. En el caso de Chile y del mundo hispanohablante, y en mi caso personal, esto se debe en gran parte a Escritores.cl.

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