Cuento

LA MARIJANE

por Alejandra Zarhi


De a poco me fui metiendo en aquel mundo en donde para ellos era “Bacán”, con “un pito” quedaban en otra.

Quería, antes de juzgarlos, conocer todo aquello, y muchas veces los llegué a comprender, no existía ninguno que no tuviera problemas en casa, trancas, problemas económicos. Algunos no comían en todo el día, o a veces, un pan.

También existían aquellos que lo hacían por gusto, por vicio, porque la cosa excitaba. Muchos pedían dinero a la gente que pasaba por la calle para comprar cerveza o marihuana.

Amaba a “La Marijane”. Los ponía alegres, enrojecía los ojos, hacía maravillas en algunos, pero en otros daba pena.

Poco a poco los fui conociendo y llegué a quererlos, al extremo que no podía vivir sin ver a mis compañeros.
Eran buena onda, graciosos e inteligentes. El último año entré a estudiar porque me bajo el sentimentalismo.
Era periodista, tenía otros títulos que no ejercía, estudié en otro país y acá no eran válidos, así que un buen día me decidí. Estudiaba de noche. Anteriormente las noches para mí habían sido muy solas. La noche nos hace soñar y sentirnos mejor y más joven, ellos eran menores que yo, pero me ponía a su altura.
Miraban sorprendidos, les hacia gracia tener a una amiga y compañera “buena onda”-así, decían-a todo rítmo, trasparente como un cristal.
Teníamos nuestro grupo, en los recreos nos juntábamos a conversar, ellos de sus hazañas, yo, a escucharlos, los profesores no se explicaban porqué los trataba tanto y los defendía cuando estaban en líos; con el pasar del tiempo se dieron cuenta, a algunos les explicaban que la razón era ayudarlos, en aquel lugar en donde estudiábamos, había de todo: homoxesuales, lesbianas, prostitutas, marihuaneros, traficantes, ladrones, para todos los gustos y ¡eran mis compañeros! .
Uno de ellos se creía señorita, todos los días llegaba con un peinado y color distinto, súper femenino, delicado, buen amigo, “muy fina para sus cosas”, no estaba “ni ahí” con el que dirán, les gritaban de todos los improperios, pero “ella” no se inmutaba, al contrario, me decía; “te das cuenta, a mí, me da risa como la gente anda pendiente de lo que hago, me dan lástima.
La verdad que tenía una personalidad increíble.

Estudiábamos cerca de una comisaría del barrio Providencia, pero estaban preparados para todo. La Costanera, era el lugar preferido, de los que deseaban pasarlo bien, se iban al río Mapocho, abajo, en ese lugar todo era hermoso como un balneario, allí, los jóvenes se juntaban a pitiar a tomar y echar riendas suelta a sus pasiones, entre medio de todos, estaba yo, de espectadora, siguiéndole la corriente, riéndome de ellos disfrutando el momento, muchas veces, impresionada de ver como podían tomar tanto y volarse, hacía cualquier cosa para conseguir los pitos juntaban entre todos monedas, algunos les costaban quinientos pesos.
Para ir a comprarlos tenían sus claves y contraseñas, un matrimonio que vivía en la calle Huelen los abastecía, jamás dejaron que me fijara en la numeración a donde iban, solo miraba de lejos.

Con el pasar de los días, los detectives anduvieron rondando el departamento y el tal Lucho les advirtió a “sus íntimos” que solo les vendería a diez mil los paquetes y a ellos podría pasarle de a “quinas”. Estaban todos afligidos, les costaba juntar los pesos para “sus compras”.

La calle Huelen se prestaba para todo, era oscura y angosta, a ambos lados se estacionaban los vehículos.
En el barrio nos miraban curiosos, afuera del edificio, se sentaban a pitiar algunos, otros esperaban a sus compañeros que bajaran con “La Marijane”.

Para tener contento al Ricky había que tenerle yerba y de la buena, esto era lo máximo para él. Fumarse unas pitiadas antes de dormir era necesario, dejaba mujeres y lo demás para estar volado, poseía cualidades y atributos, que dejaban sin respiración a cualquier fémina; su largo cabello, era dorado como el oro y hermosamente ondulado, lo usaba suelto, cuando caminaba era un Apolo, las chicas de su edad, no estaban ni ahí con él, lo trataban como a cualquier mortal, incluso algunas le decían “fleto”, no se impresionaban con su tremenda pinta.
El caso mío era distinto, amaba al crió endemoniado, me había engañado con su edad, 28 años- dijo- y se lo creí, pues no demostraba menos.
Veía en él, al hombre, al macho, a su lado me sentía protegida, aunque era mayor que él no me importaba y tampoco a Ricky, él me quería, era su amiga, pero no se atrevía a amarme como mujer.
Él había tenido una desilusión tremenda, también con una mujer mayor, me decía que quería ser feliz y no como le ofrecía, él quería vivir el momento, olvidarse del mundo.

Hacíamos una linda pareja, a pesar de las diferencias de edades, ambos éramos altos y rubios.
Cuando me abrazaba, me hacía estremecer entera, me besaba pasaba los labios por la cara y cuando llegaban a los míos temía cometer un desatino.
No puedo – decía – y esto hacía sentirme mal, pensaba, totalmente que le daba miedo besarme, nunca podíamos estar juntos y a solas, siempre alguien “nos cuidaba” y pienso que él habría sido diferente sin testigos.

No podía explicarme como había sucedido todo esto, habíamos sido compañeros otros años y jamás, recuerdo, tuve interés, siquiera en mirarlo.

Andaba todo el día con Ricky en la mente, veía a otros compañeros y lo veía a él siempre, los demás se reían, estaba confundida.
Cuando iba a clases, se me quedaban los libros en casa, hablaba el profesor y me sorprendía distraída, hacían burlas los compañeros y le decían al profesor que estaba enamorada.

Contaba las horas para salir al patio, me conformaba con verlo, lo observaba detenidamente y al percatarse decía: ¿qué onda?, cuándo estabamos juntos despacito decía que no lo mirara así, que lo podía convencer.
Que maravilloso era vernos mirándonos a los ojos, no importaba el resto del mundo, todos estaban enterados de lo nuestro, ya nadie nos molestaba ni se burlaban cuando nos veían juntos, era igual que una chiquilina de 17 años y en el fondo lo era de verdad, me alborotaba cuando lo veía, era otra, la forma de ser, la forma de vestir, solo quería parecerle bien a Ricky, mi amigo dorado, taciturno y lejano, que ansiaba otros límites y yo lo acompañaba en sus locuras, nos metíamos en cada lío que causaba risa, pero éramos felices como dos niños haciendo maldades
¿ Por qué él y no otro? decía a mi misma- si me cortejaban algunos y luego comprendían que por nada en el mundo cambiaría a Rica, aunque no parecía tan interesado como yo de él, pero era así, ya estaba escrito, ¿pasaría algún día, seria solo un capricho?, ¿un malentendido?.

Que pasará, aún no llega Ricky, preguntaba inquieta por la tardanza, a lo que el Pepe, uno de mis buenos amigos, decía:

-Calma loca, que onda, estáte quieta, antes de que sea la hora de entrar. No podis de dejar de pensar en ese h......?.

Lo miré extrañada ¿ acaso, estaba celoso mi compañero? Me quería y se preocupaba y al parecer la actitud mía le causaba rabia.

¿ Que tiene , acaso no puedo preguntar - quedó mirando sorprendido? Tienes que tener calma, loca cacháis, el compadre está cagao de la siqui cachai, con lo que le pasó el año pasado con una mina mayor que él y lo hizo sufrir más que la cresta y el loco apenas tenia 20 años.

Miré fijamente al Pepe, había dicho 20 años y el Ricky me había confesado 28 años. Un frío recorrió mi cuerpo, pero disimulé, no me dí por aludida. Eran casi 10 años de diferencia, pero felizmente no se notaba y tampoco me importaba, amaba al hombre no a su edad ¿ locuras? Quizás, pero hermosas.

¿ Quién era ella?- quise saber curiosa- ¿ una compañera?. No, lo venia a buscar en un medio auto casi todo los días, y lo trataba, último. Estaba todo claro, no quería volver a cometer el mismo error dos veces.

Aquel día, cuando salimos de clases nos sentamos en su auto a conversar, lo había estacionado lejos por eso no lo vimos cuando llegó, me quedó mirando con esa sonrisa hermosa que revoluciona la sangre y me preguntó: - ¿ Es cierto que te gusto, no me estás tomando el pelo?- lo noté inquieto, no podía creer tanta verdad – me tomó delicadamente la mano y espero la respuesta.

Si, me gustas, te amo- sentía como que todos estaban escuchando. Pero, porqué ahora y no antes. Yo que sé, a lo mejor me hicieron brujería contigo – nos quedamos mirando muy juntos, estaba lleno de preguntas, luego que le respondí, puso su mano derecha en la cabeza con la mirada lejana y perplejo.
Me gustas – decía – te quiero, amiga, creo que nunca volveré a tener una amiga como tú, pero nada más, no puedo, no me atrevo , no quiero hacerte daño.

Su rostro enrojecía, sus ojos eran sinceros. Sentía unos deseos grandes de abrazarlo y cubrirlo de caricias, pero no quería apresurar nada, con tenerlo a mi lado ya estaba satisfecha, luego cuando íbamos de vuelta a casa, nos despedíamos, nos mirábamos fijamente. Sonreía, me besaba y se alejaba dejándome el corazón hecho añicos.

Entraba corriendo a la habitación y cerrando la puerta me tendía en la cama, prendía el equipo y quedaba quieta mirando su retrato. Lo miraba largo rato como en un éxtasis, una y otra vez, hasta que me vencía el sueño. En ellos- los sueños – enloquecíamos de amor, todo lo que no se podía hacer en la realidad lo hacíamos en ese mundo sin tiempo ni horas ni voces. Este loco y deschavetado amor, sin leyes ni nada, sólo él y yo, dos formando una sola sombra divina en los recodos de la mente alucinada.

En los sueños se juntaban las caricias mutuas, los gritos de dicha, los miedos a los encuentros, las palabras, se invertían los espejos, era él y no yo la que amaba, y era tan intenso, corría tomados de la mano, huyendo lejos a nuestro escondite.

Me recorría entera, hasta llegar a mis bosques y las praderas cincelando con su lengua mis montes y avenidas certeras.

Al despertar por las mañanas, un sudor maravilloso me ahogaba y la sonrisa satisfecha dibujaba el rostro.

Era otro día y esperanzada contaba las horas para llegar a sus pasos y con los ojos enviarle dardos ardientes a su corazón enamorado y lleno de pasión.
Tener por quién vivir, por quién luchar y existir, solo sentirlo y llenarlo de júbilo y sensaciones diferentes, saber que estoy viva, que aún soy joven y tan feliz,ocupando su tiempo nocturno y apresurado, pidiéndole con la mente “ que vuelva “
Llegué a la conclusión que iba a clases solo para verlo, solo miraba insistente el reloj.


Ya falta poco para salir mujer, calma, te vas a volver loca si sigues así – José Antonio me lo repetía siempre que me veía observando la hora, el pobre era un amigo, pero alcohólico, fumaba como trastornado pito y de los buenos,me enteré un día que estaba involucrado en asuntos de robos.

En unos de sus tantos difareos me confesó que un compañero nuestro había entrado a la casa de un estilista famoso y había hurtado joyas, dinero y otras especies valiosa. Al compañero lo habían metido preso, los otros lograron escapar. José Antonio, estaba enfermo de los nervios y no lo sabia ocultar, era un pobre perseguido, pelaba cables como un contratado. Todas las semanas lo iba a ver a la cárcel al “ Cara de guagua “ esto lo bajoniaba tremendamente, y en clases era un verdadero drama, a todos nos echaba a perder el ánimo.

Contaba que el amigo estaba lleno de problemas, en casa, en los estudios y que siempre le decía – y no tenia necesidad de hacerlo- que cuando saliera del instituto se iba a dedicar al “choreo “, eso daba dinero fácil, según él. Me ponía a meditar en todas las cosas que pasábamos con los compañeros y la verdad que era de miedo, si muchas veces teníamos que correr de los carabineros.

Recuerdo una vez, cuando traté de ayudar a Rodrigo, otro voladito más. Era atractivo, poseía unos hermosos ojos verdes esmeralda, y su cabello era largo y muy rubio, el pobre andaba siempre con la vista extraviada, al extremo que llegué a pensar que era “ turnio”, siempre entraba a clases ebrias, cuando no, andaba volado, no sabía de su persona y era muy buen alumno. Aquel día que lo ayudé, fue cuando lo ví en la esquina del instituto, botado dentro de un hoyo.

Estaba de espalda y con los ojos abiertos, parecía un muerto, tenía la vista fija y pude observar que nadie hacia absolutamente nada por ayudarlo. Me sorprendí de ver tanta indiferencia ante el compañero en apuros. Me dijeron que no me metiera pero como iba a dejarlo en ese estado, estabamos cerca de la comisaría y los carabineros pasaban a cada rato.

Lo levanté como pude, parecía un peso muerto, no se sostenía en pies, era altísimo y con una tremenda cuerpada. No podía modular palabra alguna, y no me reconocía.

Cuando llegamos al edificio donde vivía, me costo sacarle la dirección no quería entrar a su departamento y despacito me decía que era en otro piso, recorrí varios departamentos hasta que dí con el suyo. Un vecino lo reconoció y me indicó donde era su casa. Al llegar, golpeé la puerta, no abrían, luego toque el timbre y de adentro gritaron:

- ¡ Ya, Ya, quién es! – nos anduvimos asustando, era la voz de un hombre y al parecer estaba muy molesto, pero ya estaba allí y tenía que enfrentármelas quizás con quién.

- Disculpe – dije - ¿ vive aquí Rodrigo? – lo quedaron mirando furiosos y con rabia. Eran dos hombres, bajos de estatura y con camisones, me dieron una impresión extraña; el más joven, que me imagino era el padre de Rodrigo, tenía la típica cara de imbécil manejado y dominado todavía por los padres. Rodrigo, muy apuesto, entonces ninguno de esos individuos encajaba como padre del muchacho.


- Y esta basura de donde viene! – el chico se asustó y me quedo mirando.

- Disculpe, pero por qué lo trata así, vive acá o no? – pense que me había equivocado de piso nuevamente.

- Nosotros sabremos porque lo tratamos así. ¡ Mira basura – le dijeron de nuevo – en el estado que llegas! Lo miraron de arriba hacia abajo con gran enojo. Luego comprendí la causa quizás la causa de sus borracheras, la razón por la cual no quisiera llegar a su casa. Se me pasaron por la cabeza tantas cosas, llegué a pensar que quizás vivía con dos homosexuales, por la pinta que tenían, pero luego apareció una señora mucho mayor, quedé más tranquila, era la abuela. Les dije que no era forma de tratarlos, que él era una buena persona, solo tenían que atenderlo mejor y comprenderlo, que no le fueran a hacer nada, traté de alguna forma de salvarlo, no quería dejarlo ahí, sin saber que podría pasarle. Me miraron: ¿ considera que no debemos castigarlo?.

- No, el no es malo, además que es un niño casi...-

- ¡Que va a ser un niño este desgraciado, si ya tiene 20 años-

- Igual es un niño, no lo trate así, yo voy ayudarlo, perdónelo y háblele como la gente-

- No se imagina como le hemos hablado señorita, le damos las gracias por haberlo traído, perdón, como se llama usted? - el padre de Rodrigo se disculpó y me pidió el nombre, se lo dí y me despedí, pero quedé preocupada, que le iría a pasar allí dentro con tres viejos que estaban histéricos.

A la mañana siguiente, me dí cuenta que en mí auto estaban sus cuadernos, ví sus datos y comprobé que tenía teléfono, anoté todo. Por la noche en el instituto pregunté por él y cuando se me presentó la oportunidad de ir a su sala fui allí, estaba conversando con el inspector, un hombre muy joven y comprensivo con los alumnos y sus problemas. Para variar, Rodrigo estaba ebrio su cara estaba extraña, entre blanca y color ceniza, con la cabeza agachada escuchando al hombre que lo estaba aconsejando. Este estaba muy preocupado temía que lo sorprendieran en ese estado dentro del establecimiento, no se podía sostener en pie. Me acerqué a él, me reconoció, le entregué los cuadernos, sonrió y agradeció, le pregunté por qué lo había hecho de nuevo.

Estoy bien, loca, cacha, quiero quedarme en clases me encantan las clases y no las quiero perder, cachai? . No te preocupes por mí, gracias de todas maneras por ayudarme ¿cómo te llamai? – me tomó la mano y me quedó mirando con sus ojos verdes extraviados.

Todos, o casi todos mis compañeros tenían tremendas “trancas”, sentía tanta preocupación por ellos y no podía evitar este sentimiento, era así yo, que le iban hacer, muchas pensaban que mis intenciones eran otras y no iban a estar dandoles a todos explicaciones, luego solos se daban cuenta, Ese día perdí las clases, estuve todo el tiempo con Rodrigo, tratando de ayudarlo, dándole mucho ánimo para que no siguiera en ese estado. Contaba sus penas, tenía recuerdos de su madre; decía que casi no la conocía, que ella vivía en otra parte. Le ofrecí todo apoyo, nos dio las gracias, al inspector y a mí. Cuando dio la hora de irnos, lo llevé al auto, a la salida, un muchacho morenito, se le acercó y le pidió u cigarrillo.

- Socio ¿ tienes un cigarrillo?- Rodrigo lo miró y le mostró que el único que tenía no estaba fumando.

- Este es él único que me queda ¿lo queris?- se lo pasó y el chico le dijo mostrándole una petaca de pisco:- buena onda loco, te convido un poquito de pisco – cuando se lo pasaban, me interpuse.

- No, no puede tomar ¿ no ves como está ? . Los dos me miraron y mi compañero dijo:

- Flaca, deja que me convide un poquito, me muero de ganas, hace tanto frío, déjame, solo una gota ¿porqué te ponís loca así? – no quería que le diera trago, se molestó el negro – que parecía colombiano – y me miró.

- Que onda loca, quién es amigo, acaso tu mamá que lo cuidas tanto – no le hice caso y seguí caminando hasta el auto.

- Ten cuidado loco, no te subai al auto, te va hacer chupete – se rió y sentí mucha rabia y mucha pena, pero no podía permitir que siguiera bebiendo. Ese día había llovido toda la tarde, Rodrigo estaba muerto de frío. Su chaqueta estaba empapada, nos sentamos en el auto y conversamos, lo corrí más cerca de la puerta de nuestro instituto y nos quedamos a esperar a Ricky que salía más tarde, me miraba, sonreía y me daba las gracias, tomó mis manos y la besó. En ese momento, se acercó de nuevo el chico aquel, venía a pedir disculpas:

- Flaca, me podís disculpar – lo dijo tres veces seguidas – sabís que no tenía idea quién erai, ahora lo sé, quiero que me perdonís, soy buena onda, no quise ofenderte , no me dí cuenta sé que eres buena amiga, yo vine a buscar a mi hermano, se llama Jonny ¿lo conocís? –

- No, no lo conozco. Esta bien, te perdono – estaba totalmente volado y ebrio, no sabía de nada, hablaba incoherencias. Me quedó mirando, y dijo:

- Oye flaca, ¿ qué edad tenis? – me dio plancha la pregunta, agache la cabeza como ocultando mi cara y no me viera en ella la edad, estaba oscuro y no podría observar el rostro. Cuando preguntó, mi compañero le miró enojado y le dijo pa’ que preguntai la edad h..... que no veís que es mi compañera y tenemos la misma edad, yo tengo 19 años y ella también – nos miró sorprendido y dijo.

- Discúlpame loca, lo que pasa es que a lo mejor tu soy más sufrida y hay vivido más, por eso te echaba más edad ¿cachai?, buena onda amiga, soy buena onda, que suerte tenís compadre que sea tu amiga ¿ o es tu novia? – quiso saber sonriéndole picaronamente.

- No, es mi amiga, ella me quiere ayudar, es súper buena onda conmigo cachaí loco y con todos. El negrito, empezó a tomar confianza y no nos pudimos correr de él, luego empezaron a salir todos de clases, llegó el hermano que estaba esperando y en esa apareció también Ricky, me puse nerviosa, no le gustó nada verme de nuevo con Rodrigo. El día anterior había ofrecido pegarle cuando lo viera sobrio. Le molestaba que yo lo ayudara, no comprendía si estaba celoso o que cosa. Se acerco hasta el auto, venía de otro lado, al parecer salió antes y andaba con su amigo inseparable pitiando.

- Súbete, siéntate a mi lado Ricky, voy a ir a dejar a Rodrigo a su casa y luego nos vamos – no se quería sentar, se fue atrás, le volví a pedir que se sentara a mi lado, que llevaría al compañero. Se nos “colaron” varios más, se armó un revolute tremendo, el José Luis, andaba para variar, ebrio, tenía en sus manos una botella de licor fino y estaba celebrando - según el – que había encontrado trabajo. Nos invitó a tomar a otra parte, decía que tenía guardada otra botella. Atrás del auto se fueron apretujados y hablaban a grito, cuando llegamos a dejar a Rodrigo, logramos dejar algunos en el camino.

Era otra noche más que ibamos a estar muy bien acompañados.