LITERATURA CHILENA Y VANIDAD

 

Como es de suponer, en un país como el nuestro, el oficio de escritor podría ser un oficio sin esperanza. En un mercado pequeñísimo, (donde muy poca gente lee), ediciones inabordables por su costo y espacios culturales mínimos, falto de incentivos, el escritor es un ser casi perisférico, en su mayoría además, imposibilitado de ganarse la vida con su trabajo.

Es sabido que son contados los escritores chilenos que logran subsistir con las ganancias de sus obras. Sólo unos cuantos nombres encumbrados a las preferencias de los mercados internacionales.
En segunda línea vienen aquellos que, con esfuerzo, dedicación y mucha buena suerte, logran ver sus obras publicadas en Chile en un número no mayor de entre 1500 y 2000 ejemplares, cuando mucho.
De ahí su pago, por contrato, es de un once por ciento (11%).
Así, si un libro se vende a $4.000 el ejemplar, la operación matemática resultante es la siguiente:

2000 ejemplares X $ 4.000 cada libro = $ 8.000.000
$ 8.000.000 X 11 % = $ 880.000

Como se ve, esta operación arroja un total de $ 880.000, por un trabajo que puede durar varios meses.
En otras palabras, decidir dedicarse a las letras en Chile es claramente fatal para las finanzas personales.

Entonces, ¿ Cómo es que hay tanta gente insistiendo en escribir e intentando convertirse en escritor ?

Dejando a un lado una posible vocación personal, la respuesta podría ser que esto es el fruto de una poderosa vanidad, un motor sin igual.
Esta vanidad, por ejemplo, lleva a muchos escritores a pagar para que sus libros se publiquen. Es decir, en vez de ser pagados por su trabajo, ellos pagan con tal de poder mostrar sus escritos.
¿ Curioso, Indigno ? No tanto, si se considera que se trata de persistir, de lograr cumplir un sueño, y porque no, de reafirmar identidad.
Se buscan los aplausos, sin importar que estos vayan a ser, siempre fugaces.
Lo importante es poder sobresalir y ser reconocido.

Por lo tanto, si se piensa bien, esto es hasta cierto punto comprensible. Porque si usted es escritor, renuncia y abandona las letras, toda posibilidad de ser reconocido desaparece. Ya no jugará más en tercera ni siquiera en cuarta división de la República.
La vocación también se hará humo y usted se frustrará para siempre sin saber, sin probar si su trabajo tenía o no algún valor.
Su yo corre el riesgo de colapsar. Así que no le queda otra que seguir dándole duro, soñando en ser otro Neruda o Gabriela Mistral. O al menos "alguien respetable".

De este modo queda claro como la otrora vilipendiada vanidad se convierte en un poderoso motor y juega un rol fundamental en la continuación del oficio de escritor y la literatura en nuestro país.
Porque es en gran parte ella quien hace que los escritores chilenos persistan, a pesar de todo, en un camino más que pedregoso, lleno de ingratitudes.
Y gracias a la cual, curiosamente, la literatura chilena sigue teniendo sus héroes y sus mártires.
Tal vez también, de repente, alguna que otra obra de consideración.

¡ Ay! la vanidad.
Pensar que si no fuera por ella, la literatura chilena podría muy bien ser, no más, que un profundo pozo seco.


Ernesto Langer Moreno
Editor
Elanger@escritores.cl