Juan Antonio Massone
Avance de poemas inéditos pertenecientes a Juntémonos ahora.

 

Considerando
A Carlos Riesco, in memoriam

El cielo pasa y queda
sobre la tierra que pasa
y en lo mismo seguirá
cuando tú y yo seamos
antiguos pasos de nuevas
memorias olvidadas.


Oír la voz
A Benedicto González

¿Cuándo el primer albor de estas palabras?
De un detalle olvidable no crece compañía.
En caso de empecinarme esta pregunta,
no te des por aludido. Después de todo,
motivo de sentir no hallarás en este afán
de una modesta y distraída serenidad.

De tanto en tanto, uno desanda calles del sueño
y cree acercar amaneceres a un alma sencilla.

No demores tu afán en esta identidad reclusa;
ella sólo quiere preguntar y oír la voz.
Adelante. Lo mismo nos sucede. No excederán
los días el número de nuestras noches.

 

 

De camino

Pacientes amanecen aquellos que partieron
hace mucho, recién no más, aún verde hoja
en el pequeño cementerio de Ciruelos.
Todo parece herido de inmovilidad; ocultas
las transformaciones que apura el polvo.

Y el viento silba adioses en espera de la Vida.

Vienen y van los pasos, los días del recuerdo.
Hay huesos que acogieron a tanta vida
y sobre ellos, altas y ruidosas, trinan las aves
que acompañan al destino: osamentas del pudo ser
ahora telarañas, malezas, recados de mucho olvido.

Y el silencio deshoja nombres en espera de la Vida.

Somos aquí un presente de adiós; lentas preguntas
con los pies en la hierba crecida entre las lozas.
Conoceremos de otros momentos y olvidaremos
los escondidos sueños de Ciruelos bajo el viento,
mientras atardecen aquellos que partieron, esos mismos
que parecían ser tan nuestros como un merecimiento.

Más quieta respira la tierra en espera de la Vida.

 

 

Alejándome de Pucón
A Claudia Andrade

Ni el olor de los bosques ni los cerros
de colores ondulantes sabrían caber
en la palabra hermosura. El lago
se explaya tranquilo hacia más allá
y las calles extienden su pacífico
esplendor bajo un desplante de nubes.
Todo es color de formas que desfila.
Una nueva mirada y la palabra
me tiene de regreso a los giros
del camino que anochece. También
acude el vibrátil temor de luces
entumecidas en casas apenadas.
No es posible hacer durar en mí
la olencia verde y el húmedo paisaje.
Pronto será otra vez la lluvia, de nuevo
el sol, los zorzales nacidos para ser
tan naturales como otros crecimientos.
No se inventó la prisa para los bosques.
Inolvidable el vuelo de los queltehues
y el morado sabor de maqui que se aleja.

 

Descielos

Y esto que escribo aquí y lo que haré mañana
(en el supuesto de alcanzar ese lejano día),
pertenece a una voz sin retorno.

Y esto que impone un sentir y el después
(en el caso de que siga respirando),
es abrazo desmentido de jamases.

Y esto de serme yo un invento que parte
(si hubiera un muerto vivo soñando)
se debe únicamente al olvido de un ángel.

 

Asuntos de la edad
A Omar Monroy

A los diez toda una vida por delante
A los veinte es concebible mucho más
A los treinta aún queda bastante de camino
A los cuarenta se cruza el meridiano cero
A los cincuenta se pone calvo el tiempo
A los sesenta encanecen los recuerdos
A los setenta el tiempo mira de reojo
A los ochenta milagro es cada momento
Antes o después, nadie sabe cómo ni cuándo

 

Locomoción colectiva I
A Ernesto Langer

Es mediodía y el sol no acude
como lo imaginara el deseo.
Invita una canción a considerar
la borrosa ventanilla del micro
como escapatoria de tantas ilusiones.
Sobra el ruido del motor, las premiosas
bocinas en que consiste la ciudad.
Concluye la canción, no la memoria.
Desciendo. También los cantores
de plática aprendida y entonados
sones con que alivian la tristeza.
Se somete el micro a la prevista ruta.
Todos se van, me voy, partimos siempre.