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(fragmento del libro)

Capítulo I

“La educación de las emociones”



La eminencia en nuestro País sobre la educación de las emociones es la Dra Amánda Céspedes, a quien he nombrado en mis otros libros, ¿la razón?, de ella aprendí que no solo el cerebro se educa, sino también las emociones y junto con ello, el corazón.
Amanda Céspedes es una médico Cirujana y Neuropsiquiatra infanto juvenil de la Universidad de Chile, cuya especialidad es la educación. Además es escritora y directora del Instituto de Neurociencias Aplicadas a la Educación y Salud Mental del Niño (INASMED), cuenta con numerosos libros, uno de ellos lo leí en la Universidad y por primera vez, supe que las emociones no eran “imaginarias” más bien reales, pero no sabía cómo llevar a cabo la orientación de ellas en mí, sino que con el pasar del tiempo.
Una de las declaraciones de Amanda me produce una profunda conmoción digna de una retrospección y análisis de mi quehacer profesional. En su libro señala que “Educar las emociones es el arte de enseñar a ser humano” y claro que lo es, pues por mucho tiempo los constructos sociales nos han querido imponer que demostrar lo que sentimos es símbolo de debilidad, pero qué equivocados estábamos al creer y pensar eso.

Por suerte hoy en día nos hemos instruido y somos más conscientes en que hay estudios del área de la psicología y la neurociencia que nos permiten descubrir que existen formas en las que podemos lidiar con las emociones y que expresarlas es una forma de transformarnos en seres pensantes y reales, pero por sobre todo veraces.

La forma más real que tenemos los seres humanos de expresar una emoción es por medio del llanto. Llorar es un acto tan liberador pero lamentablemente tan mal valorado por nuestra sociedad, que generalmente se tiende a esconder o evitar que los demás sepan, para que no nos vean débiles o para proteger a algún ser amado que puede verse preocupado o dañado de nuestro propio sentimiento, incluso nosotros mismos.
Se hace necesario recordar que hay frases antañas que se mantienen a lo largo del tiempo como por ejemplo: “Los niños no lloran”, “No seas nena”, “Esto es sin llorar”, “No es para tanto”, “ya no llores que te vas a enfermar”, etc.