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Fragmento del libro


La vida es un viaje sin retorno, aunque a veces podemos volver al inicio a través de la añoranza de los afectos…
No sé desde cuándo lo llamé Tom, ni por qué razón. Tal vez porque ambos teníamos un alma infantil que solo deseaba ser amada. Y si algo pude aprender de él fue que el cariño nace de cosas simples, de gestos invisibles que solo se pueden ver con los ojos del corazón.
Porque de otra manera no se entiende, pues nada en la vida de Tom tenía lógica, todos sus actos parecían productos del azar y siempre trazaba un camino lejos de Rosalinda y nosotros.
Todos los cercanos tienen más recuerdos amargos que felices de su existencia, todos tuvieron más rencores que reconocimientos a su persona, sin embargo, para mí, su presencia, su forma de ser, produjo una sensación de que todo era posible si uno se lo proponía, si uno era capaz de soñarlo, y esa semilla se quedó en mi interior, para que yo fuera quien soy.
Ahora que veo las cosas a la distancia, con gran parte del camino recorrido, no puedo dejar de apreciar su alma libre y sentir un inmenso cariño por aquellos cuentos que me contaba, por sus anécdotas increíbles, y por su capacidad de hacerme sentir que yo era especial.
Y no puedo dejar de cumplir la promesa de hacer este libro que refleje una parte de su espíritu, pues él alguna vez me dijo, ante la pregunta de por qué no se dedicaba a escribir sus extraordinarias vivencias, “lo harás tú por mí”...