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PROLOGO

 

Prolongar un libro es la primera, y con toda seguridad la última vez que acometo tarea de esta naturaleza, accediendo a petición de su autor, mi querido amigo Carlos Castillo Letelier, labor que asumo como penitencia que ladinamente me impuso, por haber sido uno de los tantos amigos y compañeros de armas, forjados en Carabineros de Chile, que lo instamos a vaciar en un libro sus experiencias de vida que por ser únicas muchas de ellas, otras demostración elocuente de su inclaudicable amor a la Patria, y muy en particular por su fuerte contenido moral para enfrentar mortales adversidades que han querido apagar su existencia, debían ser conocidas más allá del Circulo de Jefes y Oficiales de Carabineros de Chile que conformamos en Antofagasta, por estimar que fuera del jolgorio de que gozamos con sus relatos, con exuberantes pelos y señales almacenados en su prodigiosa memoria, de todos emanan cánticos de su amor a la vida, tanto en el desempeño como Oficial del Carabineros y como ejecutivo comercial en el mundo civil, con tal trascendencia e impacto que aún enfermo siempre ha sido el amigable conductor del Círculo, con la complaciente voluntad de sus iguales, en otras palabras gobernando pero sin reinar, al revés de la reina de Inglaterra.
Pero vamos al libro. En una prosa sencilla, ajena a palabras rebuscadas, trae a nuestra imaginación a un pequeño pegado a las pretinas de su padre, Jefe de Tenencia de Río Baker, recorriendo esas lejanas tierras donde sí se “hace soberanía”, según sus propias palabras, en orgulloso recuerdo de su progenitor a quien pareciéramos ver en esos recuerdos; agradablemente coloquiales,
Experimentamos con el autor los sucesos que relata, participando junto con él lo bueno y lo malo de lo ocurrido, por ejemplo, cuando estuvo al mando de 10 Aspirantes a Oficiales, el año 1966, en la escuela de Carabineros, y Carlos era el “Jefe Superior de la Ropa”, como alumno de segundo año, cargo en que pese a sus desvelos, alguna ropa se perdió. Deja entrever que él guarda alguna prenda de trofeo, al rematar este acápite con la siguiente sentencia: “Me parece muy buena la ropa”. Es una satisfactoria confesión de una eventual falta ya prescrita.

A lo largo de sus páginas repetidamente recuerda a sus jefes en Carabineros, y al final de ellas estampa los mismos sentimientos de quienes lo ayudaron en la vida final, resaltando eso si, que el Capitán Castillo, o el señor Carlos Castillo Letelier, al evaluar sus actuaciones subraya que siempre las hizo bien, con felicitaciones meritorias, juicio que no amerita reproches, pues su fortaleza física y moral, lo tienen como ganador ante las enfermedades que ha enfrentado y que actualmente lo aquejan.

Me permito repetir. Es un libro escrito por un no escritor, donde la realidad que le ha correspondido vivir pareciera contada personalmente por Carlos, si hasta se siente su voz un tanto arrastrada, y aún verlo, en dolorosa posición firme asido a un bastón, contando sus pilatunadas, como “Los Enanos” de la Tenencia Peñuelas y las peripecias que provocó la tortuga que se había perdido en el Palacio Castillo, en tiempos del presidente Eduardo Frei Montalva, animalito regalón aquel de su hijo Eduardo..

Este improvisado prologuista ha reído y llorado con los relatos de Carlos. Les invito a compartirlos. Carlos atacado de un nuevo cáncer, después de ganarles por goleada a otros, batidos en retirada, se ha dado el tiempo de estampar sus vivencias con a veces palabras de niño pero siempre revestidas de su amor a la vida, donde Ely, su excepcional mujer y sus tres hijos, y sus tres nietos, ocupan el lugar preferente en su vivencias.

Si desean conocer de primera fuente la vida real de un Oficial de Carabineros, en su enlace con la vida civil, Carlos les ofrece sus páginas.

Afectuosamente.

ALFONSO LEPPES NAVARRETE