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LA PRADERA ORTOPEDICA

de Roberto Rivera
Editorial Cerro Huelén

 

Revista “Euridice” 1987

Desiderio Saavedra
Profesor de Literatura en la Universidad Católica

Notas sobre
“La pradera Ortopédica” de Roberto Rivera.

La discreta miseria de la cultura oficial(izada) estimula el interés por conocer los valores que propone la joven promoción de narradores chilenos surgida en los últimos años y que, hoy por hoy, está en plena labor de creación. Tal acontece con Roberto Rivera que, en fecha reciente, ha publicado su primer volumen de cuentos titulado La pradera ortopédica (Ediciones cerro huelén, 1986).

Considerados globalmente, los relatos se caracterizan, grosso modo, por tres rasgos fundamentales: lo que pudiéramos llamar su densidad temática, su preocupación técnico composicional y su estrategia comunicativa, que reclama del lector potencial su directa participación en la generación del sentido del texto. Y si bien es cierto que no en todos los relatos del volumen estos rasgos alcanzan su plena eficacia artística, no es menos cierto que los logros alcanzados por su intermedio hacen de “La pradera ortopédica” una obra de particular interés dentro del desarrollo de la joven narrativa. Hemos dicho densidad temática porque estos relatos, salidos de la vida al arte de narrar nos devuelven, sin embargo, a la complejidad real de nuestro tiempo. En los cuentos de la pradera ortopédica se ha excluido la anécdota insustancial, el regodeo psicológico y la redundancia ideológica para entrar de lleno en problemas, situaciones, y peripecias ancladas en nuestra reciente historia. En relatos como Matemáticas, allá invertido o café postal, el centro del interés narrativo lo ocupa la cruenta experiencia del exilio, de la emigración con su mucho de picaresca y no poco de tragedia. En otros relatos, como contramarcha de la bronca y El ya no está con ellos es el balance crítico de una generación que ha padecido el quiebre de nuestra historia como un desgarre irreversible del a propia. En la mayoría de los cuentos antes mencionados la dominante es el cuento o recuento de una derrota, frustración o fracaso, pero no ello la perspectiva global es nihilista, sino critica, desmitificadora y con un sesgo de humor, de ironía corrosiva que erradica el patetismo de la situación y reafirma la transitoriedad de la derrota. Ello se muestra, de manera magistral, en el cuento cerveza, unos de los mas notables de todo el volumen. En la mayoría de estos relatos la preocupación formal, la búsqueda de una técnica composicional y de un lenguaje no es alarde retórico, formal, sino voluntad constructiva, funcional, comunicativa, y puede decirse que, en no poca medida, la eficacia de la estética de esta obra mucho debe a la preocupación por la forma del relato. Pero la forma es forma de un contenido y no una mera suma de procedimientos o técnicas y, además, en este caso se trata de un género específico: de esa forma fluida y casi errática llamada cuento. Hecha esta necesaria salvedad, digamos que los relatos de la pradera ortopédica buscan, de diverso modo, ofrecer por medio del “trabajo en forma” un máximo de significaciones con un mínimo de expresiones, optándose, en lo esencial, por dos caminos. En algunos relatos (contramarcha..., El ya no está...) la secuencia narrativa se ciñe a la sucinta biografía del protagonista en sus momentos claves, puntos de no retorno que desembocan en una situación crucial, decisoria. En otros relatos, en cambio, la narración se instala, desde un comienzo , en una situación clave, decisiva y a partir de allí expande sus significaciones por medio de “indicios”, retrospecciones y prospecciones, como es el caso, por ejemplo, de allá invertido o Frigidez argumental, tanto en un caso como en el otro los peligros son evidentes, y no todos los relatos de la pradera ortopédica los han sorteado con éxito. En Contramarcha... las iteraciones y la proliferación de elementos narrativos, que no cumplen una función específica malogran el relato, así como la excesiva esquematización de la situación básica en allá invertido restringen su potencialidad semántica. Conviene puntualizar, sin embargo, que lo dicho no desmerece la calidad del conjunto ni agota lo que se podría decir sobre las peculiaridades formales de este volumen de cuentos.

Lo apuntado anteriormente sobre la arquitectónica de los relatos que componen La pradera ortopédica se relacionan, también, con la estrategia comunicativa que conllevan, pues la capacidad evocativa de los elementos narrativo, su proliferación o economía, inciden de diversa manera en la recepción de la misma al demandar un diverso grado de participación del lector en la decodificación del mensaje artístico. Esta apelación a lector se hace presente en La pradera ortopédica de modo concreto y específico. En relatos como Malagueña el discurso narrativo juego con un doble registro de informaciones por parte del lector; por una parte, de la historia de la clase obrera chilena, y por otro, de las tradiciones de la generación del 38, en la medida en que el relato se estiliza y parodia motivos y tópicos que les eran peculiares. Por otro lado relatos como Matemáticas o Café Postal suponen el conocimiento y la experiencia, incluso lingüística, de fenómenos y procesos que sirven de contexto “implícito” de lo narrado, claves para su comprensión y valoración.

Otra modalidad de activación de recepción, presente en estos relatos, se sitúa en el plano de la secuencia temporal de los relatos: en este caso el quiebre de la secuencia temporal (e inclusos sintáctica, como ocurre en el relato Cerveza) obliga al lector a reconstruir, correlacionar los elementos narrativos y el sentido resultante. Como se puede apreciar, en los relatos de la presente obra la preocupación formal obedece a una necesidad constructiva y comunicativa, asume una función artística, soslaya el mero ejercicio formalista y se hace medio de estimulo a la creatividad del lector, a su participación plena en el acto estético de la lectura. La pradera ortopédica de Roberto Rivera es obra de primera pero hecho con oficio, talento que invita a decir, con José Martí, que “ya está en flor la gente nueva, que pide peso a la proa y condición al verso”.


Revista Chilena de Literatura. Nº 30 1987
Universidad de Chile
Departamento de literatura

Guillermo Gotschlich R.

Roberto Rivera Vicencio.
La pradera Ortopédica
Santiago, Ediciones Cerro Huelén, 1986

 

La pradera Ortopédica es el primer libro de cuentos de Roberto Rivera. Publicaciones de sus relatos han aparecido en revistas de Chile y el extranjero y fue antologazo en Encuento (Bruguera, 1984), entre otras ediciones. El conjunto de relatos que contiene este volumen está ordenado en tres secciones tituladas “Malagueña”, “Seguidilla” y “Estrambote”.

A partir del titulo percibimos dos síntomas que caracterizan, a nuestro juicio, las narraciones de Rivera. Uno de ellos es la fusión constante o intento de relación de realidades inconjugables, la ocurrencia de ciertas “objetividades” en la conciencia organizadora del texto para darles forma y sentido. El nombre del libro significa ya una llamada de atención al lector y vale tener en cuenta, como característica general, que volúmenes de cuentos sean rotulados con el título de uno de sus relatos. Esto no ocurre aquí. La pradera Ortopédica postula implícitamente un proceso de búsqueda del lector, en relatos cuya función se puede precisar en esos términos: Indagar desde determinadas convenciones “reales “ que organizan el mundo, el porqué de su descalificación misma, su desvirtuación, en el sentido de que una alteración constante maneja las circunstancias, no solo transformándolas sino operando por sustitución, derogación o arbitraria ocurrencia

Un segundo síntoma es el lenguaje, su carácter lúdico y poético, revelador de un sentido análogo de los mundos representados, juega con constantes alusiones realistas de los textos. Un continuo trastrueque de líneas argumentales, cambios permanentes de puntos de vista y la indefinida o no asequible identidad del narrado, desconvencionalizan cualquier efecto real, confirmando su rasgo poético.

“Malagueña” y “Matemáticas”, primeros cuentos del libro, presentan situaciones de simplicidad aparente en relación a relatos posteriores. Su centro de interés está cifrado no solo en anécdota, pues los acontecimientos se disponen y manifiestan en dimensiones cotidianas , pero desde donde lo posible o deseado, aspiración y búsqueda, deslindan el mero acontecimiento a partir de la potencialidad fabulante de sus personajes. Sus protagonistas viven anhelan otros mundos, mezclan recuerdos, intentan armonizar circunstancias donde se proyecten con un creativo residuo adolescente, empujando o forzando la realidad para unir tiempos y espacios distintos, otros mundos y otros lenguajes con el objeto de hacer de la vida, creación, expresión de la necesidad de seguir siendo hoy. Similar en algunos aspectos en el caso de “Café Postal”, juego de una imagen que se proyecta en la existencia actual, ambas intercaladas en la conciencia y de cuya fusión surge un encuentro posible que no se produce.

Restas y adiciones dan vida a los mundos creados por Roberto Rivera con personajes que se mueven al ritmo de experiencias concretas, pero desplazadas en la letra de una canción, el verso de un poema o la imagen de una postal. Condensación poética caracteriza a estos relatos donde realidad y ficción se unen en el riesgo de su frotamiento o la inmersión de una en otra; el peligro de la ficción y de la irrealidad reconoce su analogía en la acechanzas que impone el mundo real para revertirlo, anularlo o subsumirlo. (“Frigidez Argumental”) Es así como las irrealidades cobran forma en la “brillantez infinita, cristalina, de la cerveza en el fondo del vaso” (“Cerveza”). Desalteración constante del tiempo, mutación permanente de los objetos, personajes y espacios cuya realidad no es reclamada sino por fugaces y discontinuas impresiones de la conciencia,”Como vivir lo mismo tiempo después o como retroceder y empezar de nuevo”. (p. 40).

Roberto Rivera nació en 1950, fecha límite de nacimiento de la generación de novelistas narradores que ha dado una literatura, especialmente en el género narrativo, consistente y madura en su concepción artística. Un realismo de nuevo cuño, a través del cual se actualiza toda una serie de experiencias diversas que confluyen en sus creaciones, se actualiza toda una serie de experiencias diversas que confluyen en sus creaciones, se reconoce como propias del tiempo y quehacer vital de estos escritores. El lenguaje, y esto también es válido para nuestro autor, en su expresividad poética, juega con imágenes literarias, lenguajes adicionados a modo de collages que surgen de la conciencia de los hablantes; múltiples voces superpuestas de diálogos, que en ocasiones no son sino reproducción de una sola voz que recuerda, ordena o dispersa mundos reales o previsibles experiencias ensoñadas; en su totalidad, discursos cuya articulación se mueve en la ambigua objetividad de los constituido y aquellos que “controle, en su dispersión, la conciencia.

 


Francisco Mesa Seco

El título del libro no invita a su lectura. Pero ya desde el primer cuento se despierta el entusiasmo hasta llegar al octavo y final. Es sabido que hoy en la narrativa, conforme a
Las escuelas y movimientos en boga, no importa tanto la anécdota o historia del cuento, sino la manera, la forma, el cómo se escribe o narra lo poco o mucho que haya que decir. Y sobre lo cual hay mucho paño que cortar. El caso de Roberto Rivera es sorprendente. Se nos dice que es su primer libro, aún cuando ya había publicado algunas narraciones en antologías y revistas. Sorprendente, porque se manifiesta como un diestro escritor, un narrador que se mueve por el intrincado escenario de sus temas con habilidad como un espadachín renacentista, o como elevador de volantines en plena tempestad. Aparte de lo que cuenta, interesa, costumbres, problemas de pareja, de juventud, chílenos en el exilio. Situaciones familiares, etc. Lo que más llama la atención es su tejido del cuento, porque junto a lo entretenido, a la ironía, hay en verdad una profundización sicológica que cala en el espíritu nacional.

Robcrto Rivera sabe manejar el diálogo, el suspenso, y sabe poner el justo equilibrio, un poco de poesía, (o mucha) y de lo que otros llamarían superrealismo, todo estructurado de manera intuitiva o con una elaboración que es inteligencia en acecho. Por supuesto el autor, está dentro de los esquemas de la actual narrativa, de la cual se aprovecha para moverse como pez en el agua. Puede que algún cuento se alargue más de lo debido, pero el espíritu narrativo síempre se mantiene entero. No cabe duda que estamos ante un. escritor que ha empezado con el pie derecho (la ortopedia no la divisamos por ningún lado) y que corre o vuela por su pradera literaria. Rivera Vícencio se merece un aplauso por estos cuentos, rara mezcla de virtuosismo y brochazos que son signos de una promesa que no defraudará, debiendo resolver ciertos hermetismos innecesarios a que lo arrastra su juego narrativo.

 


Teresa Calderón

La Editorial Cerro Huelén, dirigida por Héctor Véliz, nos sorprende nuevamente. Se trata ahora de un volumen de cuentos titulado "La Pradera Ortopédica? del escritor Roberto Rivera.

Roberto pertenece a lo que se ha dado en llamar Generación Emergente. En ella se agrupan, tanto narradores como poetas que empezaron a escribir o publicar durante este último decenio y fracción.

Como en toda generación, es posible también encontrar en ésta rasgos y características comunes: una búsqueda de lenguaje, la ruptura de la linealidad en aras de la recuperación del mundo fragmentado por factores históricos y existenciales, un enfoque rayano en lo testimonial, la mayor de las veces.

Y es entre los destacados de esta generación donde emerge Roberto Rivera, asumiendo tales condiciones, para expresarse con propiedad en el breve espacio que permiten los cuentos.

Bastante tiempo atrás, ya había tenido la oportunidad de conocer la totalidad de los textos que integran el libro. En la nueva lectura, descubro y redescubro los infinitos retruécanos de la significación, las innumerables opciones que permiten ciertas imágenes y ciertos pensamientos.

Quiero hacer hinca pié en "Matemáticas---, un cuento digno de reverencia. Nos aventuramos en él, junto a un personaje en busca. de trabajo en Buenos Aires, y ahondamos en las recurrencias a un pasado que se piensa a sí mismo: una vida horrorosamente dura y una casa vecina a la morque, hospitales y cementerios. 0 al revés, porque en situaciones límites, los puntos de referencia se alteran y nadie podría asegurar a cabalidad, la ubicación exacta M arriba y M abajo, o M antes y el después. Y, porque claramente así es, si---no alcanzamos a entender ese teorema implacable

que nos sacó del Santiago de Droguett y Alegría y Teillier, y nos puso raros y curiosos, con una extraña profundidad en la mirada, camino a San Telmo- o a cualquier punto del mundo con el vacío acumulado al horizonte.

No puedo dejar de mencionar mi adhesión a otro cuento; el último del libro. El ya no estaba con "ellos" es el título. El autor extiende una galería de personajes que en el lapso de una noche se revelan entre excepcionales y reventados, entre maravillosos y patafísicos, y que perduran en la familiaridad del lector por tanto tiempo, que me atrevería a decir para siempre, si siempre fuera un algo posible en la realidad.

Pero eso, y todo cuanto no es posible decir en estas líneas, lo verá cada quien y cada cual en su diálogo privado con los textos, en su encuentro con cada hombre y mujer que se funda en los remansos verdes de esta Pradera, donde se humaniza lo deshumanizado, y se armoniza el caos, en virtud de los puntos de vista y opciones que permiten la realidad y la imaginación.

Creo que no cabe sino celebrar este libro con auténtica satisfacción. Roberto Rivera es exacto en el lenguaje, riguroso en la forma, ponderado en la graduación de los hilos tensivos y ágil en la narración,

 

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