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CARTA ABIERTA A RAÚL ZURITA

IGNACIO BALCELLS *

Hace un tiempo leí una entrevista que se le hacía en la Revista de Libros de El Mercurio. La acompañaba un recuadro titulado "Diálogo con Chile", que decía textualmente:

"Para el bicentenario de Chile debería estar concluida la monumental obra poética con la que Raúl Zurita pone fin a un sueño concebido en los años setenta".

"El proyecto consiste en escribir sobre los acantilados de la costa norte, entre Arica e Iquique, 22 frases, cada una de ellas sobre un panel blanco de aproximadamente 40 x 30 metros, que estará adherido a la roca. Las frases, expresadas con un "Verás" representan una entrada a Chile, el que de esta manera será en sí mismo un poema y un sueño".

"Verás un mar de piedras
Verás margaritas en el mar
Verás un dios de hambre
Verás el hambre", etc.

Quedé consternado. Me invadió el desaliento. No sabía qué pensar de mi aversión. ¿Sería pura envidia porque nunca me atreví a tener un sueño de ese calado? ¿Sería achicamiento de chileno que se opone a lo monumental porque es monumental?

Dejé pasar días y meses, esperando que alguna organización ecologista o algún partido opositor le saliera al paso. También traté de convencerme de que un proyecto como el suyo, de un costo exorbitante sin duda alguna, no se hará jamás. Pero no lo conseguí. Dada su notoria relación con el poder, juzgué más prudente creer que la cosa va; que si hace público su proyecto es porque ya ha ganado voluntades que lo harán factible.

Amores

Mi amor por la costa, mi amor por la poesía me impiden encoger los hombros ni aceptar en silencio que su proyecto sea presentado y promovido como un proyecto poético. Callarme sería una omisión imperdonable. Por eso le escribo esta carta abierta, confiando en que gracias a su nombre puesto en el encabezamiento será leída por todos los que importa que la lean.

Antes que nada quiero describir su proyecto de "Diálogo con Chile" en términos más concretos. Propone usted adherir a los acantilados nortinos 22 paneles, cada uno de los cuales mide 40 metros de largo por 30 metros de alto. Veamos: un paredón de 40 x 30 metros corresponde al frontis de un edificio de unos doce pisos de altura y de un tercio de cuadra de largo. Es decir que cada paredón de su proyecto tendría el tamaño de la fachada de algún ministerio santiaguino (como el de Obras Públicas, pongamos). ¡Y son veintidós!

Y en cada paredón iría inscrito un verso de su poema en letras de un tamaño proporcional, ¿digamos letras de 12 metros de altura y de 6 metros de base? Calculo que en pintar la primera "V" del primer "Verás.." dos pintores de brocha gorda echarán unos tres días.

Vemos entonces que su "Diálogo con Chile" es un proyecto nunca visto. Ni los ministros de propaganda del Führer, del Duce o del Padrecito de todos los Pueblos soñaron con carteles de este porte. Y si cito a estos líderes no es gratuitamente, sino para resaltar la índole vigesimoníaca de su proyecto. Efectivamente: ¿no fue el siglo XX el que nos convenció - para desgracia de millones- de que un cartel podía entablar un diálogo con un hombre y que un cartel grande podía dialogar con muchos hombres?

Quizás justifica usted el tamaño de su proyecto aduciendo que así el poema será leído desde muy lejos en el mar. Más lejos lo leerán los que leen el Guinness Book of World Records.

Y allí aparecerá entre mil obras de inspiración subalterna como esa iglesia en el fondo de África más grande que San Pedro de Roma; o esa cruz erigida en Coquimbo, la más alta de Latinoamérica.

Quien haya admirado algún día la increíble magnitud de los acantilados nortinos podría sostener que sus carteles son, en verdad, liliputienses, y que puestos allí no se verán más grandes que un esparadrapo en la nariz de un moai.

Pero yo no estoy juzgando aquí su falta de proporciones, sino su perversión poética.

¿Por qué razón en los acantilados más simbólicos de Europa no hay un letrero en el que pueda leerse desde el continente algún poema que cante a la isla, el de Blake por ejemplo, que termina así:

Till we have built Jerusalem

In England's green & pleasant Land?

¿Por qué los griegos no circundaron la isla de Delos con un himno a Apolo en letras de la altura de los plátanos orientales?

¿Por qué en el mismo Estados Unidos, tan aficionado a lo ciclópeo y tan rico, nadie se ha animado a erigir un poema de Whitman con letras de aluminio tamaño Boeing 747?

¿Por qué ningún alcalde progresista ha mandado inscribir en los faldeos pelados del valle del Elqui en grandes letras disparejas hechas con piedras blanqueadas el magnífico poema Todas íbamos a ser reinas?

¿Les faltan ganas acaso a ingleses, griegos, yanquis o elquinos? ¿Les falta el dinero? No. Es la poesía la que no lo consiente. Son los poemas mismos los que se niegan a dejar la página e invadir la tierra.

Lo legible

Porque todas las veces que la poesía quiso ser leída "a cielo abierto" tuvo a la arquitectura como soporte, nunca a la tierra directamente. Caín, el fundador de la ciudad humana, era un criminal que llevaba un signo legible en la frente. Es decir, que la ciudad fue fundada como una comunidad de lectores. Por eso las ciudades no están en ninguna parte. Por eso la ciudad es donde se vive con la "inmensa náusea del anuncio".

Pero no le escribo para aconsejarle que consulte a unos arquitectos.

A lo mejor hay entre los poderosos que lo apoyan algunos que genuinamente creen que el poeta tiene autoridad más allá de su poema; algunos que no saben que un poeta poseído por la furia de la fama reubicaría las mismas estrellas para inscribirse en el cielo. Si los hay, esta carta les abrirá los ojos.

Repito: el fondo de la cuestión es que su proyecto es contrario a la poesía.

Para fundamentar lo que digo debo recordar aquí una de las "cosas escondidas desde la fundación del mundo".

Hay una enemistad originaria entre la letra y la tierra. El antiguo adagio "la letra con sangre entra" ilustra esta verdad. También la muerte del Verbo encarnado en manos de la carne. Y para que esta guerra a muerte entre la tierra y la letra no acabe con el mundo, los hombres sólo podemos recurrir a la poesía. La poesía es el arte crucial de mantener separadas la letra y la
tierra.

Gracias a la poesía la tierra es una página en blanco pese a la letra que querría llenarla.

Gracias a la poesía la letra tiene sentido pese a la tierra que quiere desconocerla.

La poesía salva a la tierra inclinando la letra hacia el pasado, hacia el libro. Y la poesía salva a la letra inclinando la tierra hacia el futuro, hacia el misterio.

Gracias a la poesía la tierra es profética y la letra memoriosa.

Discreción

De ese rol de mediadora nace a mi parecer la discreción de la poesía. Discreción de los poetas que recitan una hora en la radio, que publican revistas efímeras, que se confían a las pantallas intermitentes, que se encuentran sábado por medio. Poetas que saben que cerrar el libro, cortar la radio, desconectar internet o dejar el bar en que se presentan los poemas es un razgo esencial de la poesía, su parpadeo, su discreción mediadora. Pero los paneles de su "Diálogo con Chile" estarían a la vista día y noche, invierno y verano, como unos cíclopes pasmados.

Si su proyecto no se realiza, las costas del norte van a seguir siendo los desiertos que conocemos. Y el mar enfrente no será una platea. Nadie que viva al pie de los acantilados o pase delante en barco va a leer nada. ¿Se va a perder así algo? ¿Sería acaso mejor, más poético o más culto leer a lo lejos: "Verás un mar de piedras" que ver solamente esos taludes pardos que igual que las cumbres del Himalaya o las dunas de Ritoque no dicen ni significan nada?

¿No es más propio de un poeta respetar la soberana distracción de la tierra que no sabe que Chile es Chile y Perú, Perú y que no varía al pasar de costa peruana a chilena antes que marcar a cartelazo limpio el territorio de una "nación poética"?

¿Y si el que pasa mañana frente a sus carteles es otro poeta y se tienta? ¿Y si por cada nuevo presidente de Chile un nuevo poeta consiguiera fondos para instalar carteles en algún paisaje significativo? En un siglo ten-dríamos unos quince rascacielos textuales repartidos por el país. Y esos serían los oficiales solamente...

Me asomo a la ventana y al otro lado del seno gris veo el gran Curauma que se alza sobre el mar. Imagino que ese cerro de roca amanece un día tapado con unos paneles gigantescos en los que está escrito su poema. ¡Qué infierno! Día tras día veo el letrero donde antes veía el Curauma. ¡Qué infierno! Usted se presenta en televisión y explica que ese es su "diálogo con Quintay". ¡Qué infierno! Sólo puedo imaginar una situación todavía peor, y es que el poema del Curauma fuera uno mío.

¿Por qué va a ser poético en el acantilado nortino lo que en el acantilado de Quintay sería a todas luces infernal? ¿Porque allá no vive casi nadie? ¡Inaceptable justificación! Hace ya mucho que Siberia queda en el living de nuestras casas.

Pero yo creo que no es propio de poeta oponerse sin más. Por eso he ideado tres maneras de salvar a Chile de su proyecto sin que usted pierda protagonismo. Ojalá adopte alguna.

Propuestas

Le propongo que haga imprimir centenares de miles de copias de su poema en castellano, inglés, francés, alemán, japonés, sueco, italiano, chino, etc. para que en cada aeropuerto, puerto y paso fronterizo de Chile sea regalado un ejemplar de él a los viajeros que ingresen al país. Calculo que los fondos alcanzarían para mantener esta práctica nacional de bienvenida poética durante años.

O si la tentación de monumentalidad le resulta irresistible ¿por qué no hacer algo efímero? Manda hilar una gran partida de lino blanco; estampa su poema con anilina soluble y lo cuelga de los acantilados en lienzos del mismo porte que el que tendrían los paneles. Se hace una fiesta en un barco con autoridades, TV, etc., y al día siguiente se retira todo. Lavado el lino, se confeccionan con él miles de sábanas y se regalan a los novios en las oficinas de Registro Civil del país. ¡A lo mejor la dotación de poetas de Chile aumenta brusca e inexplicablemente quince años más tarde! La tercera opción que le propongo me la inspiran las Escrituras. Una sola vez muestran a Jesús en el acto de escribir (Juan 8, 2-11). El Señor está rodeado de fariseos y escribas que tienen sujeta a una mujer adúltera. Y los escribas citan la ley que la condena a morir a peñascazos, para ver si Jesús se atreve a defenderla. Entonces éste, en lugar de responderles, se inclina y escribe con el dedo en la tierra.

Entonces, ¿por qué no imitar al Hijo del Hombre? Va usted al norte y en un acto televisado escribe su poema en la pared de tierra con el dedo. Créame: si su poema no ingresa a la antología, sin lugar a dudas ingresará usted a la leyenda. Y la costa nortina será la adúltera que haya salvado. Porque ¿quién se va a animar a arrojar la primera letra después de su gesto?

Termino esta carta reconociendo mi culpa en lo mismo que lo acuso. Hace un montón de años hice un viaje a solas en furgón por la costa de Chile, de playa en playa y de caleta en caleta. En su momento me dirigí a Pisagua.

"Justo antes de entrar al pueblo, me topé de sopetón con un monumento en el que había participado. Tres años antes de mi viaje unos amigos míos vinieron desde Viña del Mar con un grupo de alumnos suyos para construír una especie de "glorieta" en Pisagua, si no abiertamente dedicada a conmemorar los ajusticiados políticos, dedicada sí a albergar la contemplación de la muerte. Antes de venir, mis amigos me pidieron un poema para su obra. Y yo escribí uno que llamé "Ulises".

" Ulises

Un huésped es un rey que va desnudo
hacia la patria que dejó sin cuerpo.
....
Un huésped es un pobre que descubre
y cruza umbrales donde sólo hay yermos.
....
Un huésped es un bravo que se anima
a esparcir la versión de los difuntos".
etc.

"Quise dedicar a Ulises un poema que sería inscrito en un lugar público de Pisagua porque Ulises es el primer detenido-desaparecido de nuestro mundo. La historia de la reaparición de Ulises es la historia que funda la hospitalidad en Occidente".

Hasta aquí cito lo que escribí entonces.

Hoy, en la peor de mis pesadillas imagino que esa glorieta hecha hace dieciseis años inspiró su proyecto; que un mal día pasó usted por Pisagua, vio mi poema en las chapas de aluminio y le gustó la idea. Aunque a cualquiera que haya leído esta carta saltará a los ojos la diferencia de esa obra pueblerina con sus carteles más grandes del mundo, no quiero eludir mi responsabilidad. Así es que le propongo un trato a usted y a los que lo apoyan. Si el tiempo no se ha encargado de ello, le ofrezco la demolición de la glorieta de Pisagua a cambio de que no lleve adelante su proyecto. Mis amigos consentirán. Los pisagüinos, en cuanto sepan de la que se salvan.

Salud.


*Ignacio Balcells nació en 1945. De profesión arquitecto ejerció como profesor de la Universidad Católica de Valparaíso hasta que abandonó la docencia por la escritura.

Se dio a conocer en 1999 con su obra 'Tiempo en la costa' (Editorial Andrés Bello), libro que rescata la historicidad de la caleta de Quintay a través del testimonio de los personajes más genuinos de la zona.

Ignacio Balcells, antes de radicarse en Quintay había dado a conocer obras como 'Oficio de Olas' (Santiago, 1987), 'Quince Poemas en Fontaines' (París, 1989) y 'Ulises, en Triages' (Saint Benoit du Saullt, 1991), entre otras. En 2001 publica "La Mar" (Andrés Bello, 2001), ilustrado con una magnífica fotografía en la portada, retomando la posta literaria de los viajes marítimos, chilenos y universales. Según una reseña de Francisco Véjar, en "La Mar" encontramos naufragios, personajes anónimos de playas olvidadas, historias insólitas, la devastación hecha por el forastero en lugares como 'Bahía Inglesa' y hacia el sur por el archipiélago, la precariedad de Puerto Aysén, Puerto Chacabuco, Puertos Cisnes y Puyuhuapi. Es un libro que nos remonta hasta la Isla de Pascua, y lo más válido es que esta obra no nace de la investigación literaria, sino de la experiencia vivida y personal del autor".


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