ENTREVISTAS A ESCRITORES CHILENOS SOBRE POESIA CHILENA
Waldo
Rojas, Javier Campos, Jorge Etcheverry, Lautaro Ramos, Santiago Azar *
—¿Qué
rasgos son a su juicio los que caracterizan a la actual poesía chilena?
Waldo
Rojas: No me resulta confortable, de buenas a primeras, delimitar
la “actualidad” de la producción poética chilena.
En general los criterios de lo “actual”, que en el caso de la
visión periodística riman con “efímero”,
son poco compatibles con la visión cultural; si por “cultura”
se entiende una red de producción, circulación y consumo de
ciertos bienes espirituales. Pero creo entender que la pregunta apunta hacia
el grado de interés mayor con que los lectores chilenos de poemas favorecerían
hoy en día tal o cual expresión poética particular más
bien que otras. Lo que, sin embargo, no simplifica necesariamente la respuesta.
Dicho en términos muy generales, las opciones formales en poesía
no han variado de modo radical en Chile desde, mediados de siglo XX, confirmando
con las reservas y matices del caso, la relativa continuidad de una cierta
tradición poética. Período que, por un lado, corona aquello
que algunos han llamado la “tradición de ruptura”, con
las grandes figuras conocidas (G. Mistral, V. Huidobro, P. Neruda, etc.) y
sus ámbitos de irradiación respectivos; y por otro lado, conoce
el despegue de unas modalidades que encarna la llamada “antipoesía”
de un Nicanor Parra. Entre ambas opciones, los jóvenes y menos jóvenes
de entonces como de ahora han venido abrevándose bien o mal en esas
fuentes, tanto más cuanto que los poetas mayores, en edad y/o en celebridad,
no han estado ausentes en el proceso renovador. Pienso por ejemplo en el caso
señero de Gonzalo Rojas, reciente Premio Cervantes. En dos palabras:
la producción más actual en términos de fecha se caracteriza
por lo menos en parte, por un permanente afán indagatorio, aventurado
si no siempre venturoso, que no rehuye la mirada retrospectiva.
Javier
Campos: Yo diría que hay una poesía que se escribe
en la urbe, la capital, Santiago de Chile; y otra que se escribe en la parte
bien al sur del país. Son dos líneas muy diferentes si se quiere,
que yo veo según mis lecturas y artículos que se han publicado
tanto en periódicos como en revistas más especializadas. Dentro
de la poesía escrita en la urbe santiaguina hay allí también
una diversidad, la que escriben los poetas hombres y las poetas mujeres e
incluyéndose en algunas poetas mujeres la temática homosexual
(que ya había aparecido en la promoción de los 80). La línea
poética escrita en la urbe sería la siguiente que yo he ma nifestado
en dos artículos académicos publicados sobre poesía chilena
reciente. Claro, es mi perspectiva. Reproduzco párrafos de esos dos
artículos y al final de este cuestionario se dan las citas bibliográficas
respectivas: […] El crítico chileno Grinor Rojo señalaba
que los poetas (chilenos) actuales no deben acomodarse a la lógica
del mercado ni servir al nuevo... “príncipe neoliberal”
(léase : “la estrecha relación con el mercado”)
ni adoptar una actitud pesimista semejante a la posición posmodernista
más ortodoxa (el desencanto y el fin de la historia). Sin embargo,
lo que de ello también se desprende es que para muchos jóvenes
poetas, especialmente en la actual poesía latinoamericana, el repliegue
o algo así como un “neo-síndrome Rubén Dariano”,
se está constituyendo en una de las tantas respuestas a la pregunta
aquella de cómo escribimos o escribiremos la globalización neoliberal
en América Latina en estos momentos y en el tercer milenio que comienza.
Junto a ello, parece que la rica y variada poesía escrita en los 80
en Chile y fuera de Chile a los jóvenes poetas recientes o artísticamente
no la han reprocesado bien o prefieren saltársela como si no hubiera
existido nunca. El desafío, sin embargo, para los artistas jóvenes
sería ahora construirse un propio imaginario pero no estamos seguros
si el repliegue a épocas pretéritas o el hermetismo lingüístico
o la falta de un buen reprocesamiento de las dos décadas previas sean
la mejor respuesta. O quizás sea la respuesta para muchos artistas
jóvenes y no tan jóvenes. Tal vez esos repliegues y negaciones
sean, por el momento, para la más joven poesía chilena y latinoamericana
actual, los únicos imaginarios a los que la mayoría de ellos
pueden echar mano. El futuro dirá si van a existir otros imaginarios
más “cercanos a la realidad”. O como decía el poeta
y académico chileno Naín Nómez: “Mientras hoy día
hay una narrativa que se masifica, hay una poesía que se hace elitista”.
El elitismo/hermetismo, más o menos dominante en la producción
poética joven del continente, y según la particularidad de cada
país, sin embargo –querámoslo o no- es un curioso y también
un auténtico síntoma cultural (postmoderno) de este Tercer Milenio.
(En J.Campos, “ Poesía chilena/latinoamericana det tercer milenio…”,
2003) […] Es interesante que exista una tamaña diferencia entre
aquel famoso movimiento en España llamado “La Movida”,
que aparece inmediatamente después de la muerte de Franco (1975), y
la reacción de los artistas chilenos pos-Pinochet. “La Movida”
quiso expresar una total libertad de expresión y sacudirse para siempre
del periodo de censura durante el franquismo. Su lema fue: “Todo es
posible, abajo lo reprimido”. Las diversas expresiones post-Franco como
la moda, la música, el teatro, el cine principalmente, no rechazaron
la modernidad ni la influencia extranjera (es decir la cultura masiva y el
pop-art norteamericano o lacultura popular del tercer Mundo). Por el contrario,
la reprocesaron integrándose completamente a todo lo que fuera moderno.
No hay mejor ejemplo en cine que el de Pedro Almodóvar. En cambio,
en otra realidad, la generación de artistas y poetas, principalmente
pos- Pinochet del Cono Sur, y algunos novelistas nacidos en los años
50, insertosahora todos en el nuevo neoliberalismo y en la globalización
imparable,no se parecen en nada a “La movida” española.
Sin embargo, la modernidad actual para ciertos artistas (poetas, novelistas,
pintores, pensadores) latinoamericanos parece ser un lastre y un obstáculo
inhumano. Realmente les aterroriza. Y como respuesta a ese nuevo paisaje urbano
social y cultural, lo mejor que pueden hacer los poetas es un rechazo explícito
(caso de los poetas mencionados en este estudio, Sergio Parra y Víctor
Hugo Díaz), o altamente metafórico (como la poesía del
poeta de El Sur chileno, Jaime Huenún), o un repliegue nostálgico
y dogmático hacia el pasado (caso de la última poesía
o artículos y ensayos de Raúl Zurita). (En J.Campos, “El
poeta y la globalización; o el horror al Tercer Milenio”, 2003)
Ahora, respecto a la línea poética que se escribe en el sur
chileno, resalta una línea étnica, entre poetas de origen mapuche
preferentemente donde proponen una diferente perspectiva poética de
lo actual y del pasado. Sobre esa poesía del sur chileno, y su diversidad,
que incluye la línea etnocultural mencionada, hay varios críticos/poetas
que han elaborado muy bien en qué reside esa poesía del Sur
chileno como son los trabajos de Sergio Mansilla quien ha escrito al respecto:
Lo característico de la poesía en el Sur de Chile es la historización
del mito del “paraíso perdido, en términos de que ese
“pasado” está ya marcado por la fractura, por el desarraigo,
por la crisis, debido a hechos traumáticos de vastos alcances: conquista
de América, colonización, terremoto, irrupción de lo
moderno en espacios premodernos... En ese sentido la poesía de El Sur
de Chile se propone como una recuperación de la memoria histórica
colectiva que busca vivir/imaginar críticamente el presente a través
de su pasado, en tanto éste es proyección de aquél y
viceversa... De ahí el tono épico-narrativo de muchos textos
(de los poetas hombres, mujeres, y de descendencia indígena, J.C) ,
la inclusión de citas provenientes de fuentes que la historia oficial
olvida o reprime. (Mansilla, 1996)
Jorge
Etcheverry: Desde afuera del país, ya que resido en Canadá
desde hace bastante tiempo, pienso que lo que caracteriza a la poesía
chilena actual es una gran diversidad en términos de su contenido y
origen, pero no así en lo que respecta a una variedad de discursos
y maneras de expresión. Me explico: proliferan las poesías regionales--principalmente
en el sur del país, zona de producción poética por excelencia—sobre
todo de nuevas promociones o generaciones de poetas; hay coexistencia de diversas
generaciones o promociones productivas; a esto se agrega, en parte fruto de
la globalización, ya que este fenómeno se dio primero en el
‘centro’, es decir, América del Norte y Europa, la poesía
de grupos diferenciados y genérica, como la producción de homosexuales
(en el país se prefiere la palabra ‘gay’, del inglés),
lesbianas, femenina en general, de minorías étnicas (por ejemplo
producción sefardita) e indígena, que, como sucede en los países
del ‘centro’, en tanto opuestos a la periferia, cuenta con una
preferencia especial de parte de la industria editorial e institución
literaria oficial y de la así llamada ‘corriente principal’.
A esto se agrega la producción poética de la llamada ‘Región
14’, es decir, la fluida zona habitada por los chilenos que residen
fuera del país y cuyo núcleo inicial fue el exilio masivo de
la ‘intelligentsia’ chilena a raíz del golpe militar de
1973, que aporta la temática de la denuncia, el compromiso, la nostalgia,
la aculturación en los nuevos ambientes, etc. Por otro lado, en términos
por así decir formales, el experimentalismo que caracterizó
a la poesía chilena hasta los 80 inclusive, patente por ejemplo en
la antología de Manuel Jofré, En el ojo del huracán,
que incluía a 39 poetas jóvenes (Cordillera/Documentas, 1991).
Esto se debe quizá a las necesidades de claridad y simpleza ocasionadas
por una educación que recién comienza a superar las décadas
de degradación educacional de la dictadura, por la rápida expansión
de la cultura de la imagen y la pantalla que desplaza a la cultura escrita
y de lectura, y la reducción relativa tanto de la accesibilidad económica
del libro como del tiempo libre para leer, por las crecientes necesidades
laborales, ya que Chile es a la vez uno de los países más tecnologizados
y desarrollados económicamente.
Lautaro
Ramos: La actual poesía chilena pasa por un período
de transición, de búsqueda de nuevas formas de jugar y conjugar
la palabra. Esta búsqueda se ve trunca, produce un estado de paranoia,
de dispersión, debido a la evasión social Y EMOCIONAL (de la
cual no se escapa la poesía) de lo ocurrido el 11 de septiembre de
1973 y sus secuelas posteriores de 17 años de terror, muerte, desparecidos,
torturas, límites de la libertad individual, etc. El nudo no ha sido
resuelto por la sociedad chilena, no se ha reencontrado a sí misma,
eso pesa en la capa interior de la poesía. Fue la noche de la tormenta
La noche en que empezó la noche Miles de energúmenos salieron
a las calles El infierno se hizo tierra Se instaló la muerte y la tortura
Del poema “ La noche que secuestraron la palabra ” A esto se une
la muerte paralela – el 23 de septiembre de 1973 – del “monstruo”
de la poesía , Pablo Neruda que todo lo influía y sigue influyendo.
Cuesta mucho sacarse esa influencia nerudiana en chile , {Él es como
el aire que respira el poeta chileno)
Santiago
Azar: Son rasgos disparejos, no homogéneos, quiero decir.
Siento muy fuertemente la influencia parriana en el desenfreno de las primeras
escrituras, lo que he comprobado con los años que llevo desarrollando
talleres de poesía para universitarios. Esa jocosidad liviana, ese
chiste rápido aparece en muchos de los que incursionan en la poesía
por primera vez. No sé cuál será el verdadero objetivo
de esto; no obstante he llegado a la conclusión de que se toma a la
poesía como algo entretenido, poniendo en claro que como el mismo Parra
dice “durante medio siglo/ la poesía fue/ el paraíso del
tonto solemne”. En estricto rigor, valoro la aparición de voces
femeninas seriamente comprometidas con la poesía, como es el caso de
la joven poeta Demsi Figueroa. Lo restante; corrientes más, influencias
menos: Láricos seguidores de Jorge Teillier y su legado poético
sencillamente extraordinario. Por otra parte existen voces ya consagradas
como la de Eduardo Llanos, mezcla de un ácido humor y la reflexión
del erudito, con un lenguaje que abre las puertas para que la mayoría
de los hispano parlantes tengan acceso al juego de sus palabras. A mi modo
de ver, este último, es la poesía más fuerte por contenido
y forma de la actual poesía chilena. No puedo dejar de mencionar a
un consagrado: Gonzalo Rojas. Con él aprendí a ver todo el placer
de darle sudor y besos a las palabras a través del erotismo. Rojas
está más vivo que nunca y evidentemente debe ser recogido en
cualquiera de las antologías que se escriban sobre la poesía
mundial.
—¿Cuál
es su diagnóstico de la poesía actual chilena con relación
a la del resto de Iberoamérica?
Waldo
Rojas: No poseo una percepción panorámica suficiente
de la poesía iberoamericana en su conjunto. Pero hay sin duda entre
ésta y la producción chilena más de algunos rasgos comunes.
Valga mencionar, por ejemplo, la variedad de opciones formales, la apertura
cosmopolita en una síntesis de cultura popular y cultura letrada. Pienso
sobre todo en paralelos más o menos elocuentes entre México,
Perú y Chile. En este último caso me parece que la visión
cosmopolita chilena ofrece algunos nuevos desarrollos en su propia fisonomía
del que no sería ajeno el fenómeno del exilio durante los años
de la dictadura militar.
Javier
Campos: La pregunta está relacionada a la respuesta que di
anteriormente así que seguiré lo que ya estaba diciendo. Primero
quisiera polemizar lo siguiente sobre los últimos acontecimientos,
especialmente de publicacionesde poesía en Chile en 2003. Puede resultar
curioso, pero en ese año en Chile se han re-editado algunos libros
de poesía del pasado (como los de Juan Luis Martínez, Diego
Maquieira, Teresa Calderón, entre otros). Editores revivieron una poesía
chilena escrita hace 20 años, la de los años 80 principalmente
cuyos nombres mencionados antes son muy representativos. Esa década
produjo una abundante y excelente poesía entroncada con el contexto
de la dictadura. Una década de represión produjo, por otro lado,
una gran poesía diversa que iba de lo testimonial hasta la llamada
“neovanguardia” (Raúl Zurita su mejor exponente). También
hay que destacar en esos 80 en Chile la gran producción de poesía
escrita por mujeres que no había ocurrido nunca en la poesía
de aquel país. De igual modo la poesía chilena del llamado “exilio”
o la “diáspora”. Ahora, reeditar algunos libros de poetas
del pasado de esos 80 – incluso el importante libro de Enrique Lihn,
“Paseo Ahumada”- no es malo. Esencialmente se quiere reconocer
una poesía que fue relevante e importante durante aquella década.
Pienso que es necesario que las jóvenes generaciones la conozcan pues
poca referencia hacen ellos a la poesía chilena de aquel tiempo en
sus declaraciones personales. O la ignoran, o no les interesa. O quieren partir
de cero como ya es una tradición histórica en la poesía
occidental desde los comienzos de la modernidad de que se debe romper con
el padre poeta mayor. Volviendo a la poesía chilena actual yo pienso
que no es ni mejor, ni superior, ni peor a las del resto de la producción
que hoy se escribe en Argentina, o Nicaragua, o México, o Cuba, para
poner ejemplos significativos donde ha existido sí una larga tradición
de poetas relevantes para la poesía en lengua española o luzo-brasileña.
Lo que quiero decir que en el mundo actual, globalizado, especialmente en
las regiones urbanas latinaomericanas –y que se aplica a Chile- el poeta
percibe este nuevo contexto que vivimos de distinta manera como mencioné
más arriba citando mis reflexiones en trabajos académicos publicados
recientemente. Es decir, me parece que el poeta joven, y no tan joven, puede
o rechazar este mundo neoliberal globalizado, o problematizarlo (como el caso
del poeta Sergio Parra y otros a los que también me refería
más arriba). Contexto que parece empañar, anular, una vida de
comunidad fraternal ya totalmente perdida (como la que ha escrito el poeta
chileno Jorge Teiller y seguidores en los años 60-70). Creo que la
poesía chilena venidera, y la escritura en otros géneros, va
a reflejar mucho más el que Chile entre derecho ahora a la modernidad
globalizada como objetivamente ocurre, para bien o para mal, con la participación
oficial en el Tratado de Libre Comercio a partir del 1 de enero de 2004.
Jorge
Etcheverry: En general, pareciera que la poesía chilena se
está homogeneizando respecto a la poesía latinoamericana en
general, aunque no conozco a esta última exhaustivamente, por ese alejamiento
de los elementos vanguardistas y distanciados que la han caracterizado.
Lautaro
Ramos: En el contexto iberoamericano, sigue figurando la poesía
chilena con características especiales, luces que nacen de la especial
relación de la emocionalidad con la palabra. Al respecto, leer a Humberto
Maturana, biólogo chileno que estudia el lenguaje desde su perspectiva
y funda una nueva manera de mirar la ontología. La poesía chilena
se inscribe en la poesía continental e iberoamericana con un sentido
de decepción de mundo, una frustración por las cosas que ya
no son lo que son. Quizá esta especie de canto triste provenga de un
reconocimiento instintivo (o no) del sistema neo – liberal salvaje,
demoledor que nos consume en el consumismo. Escuchad lo que es, escuchad Porque
el que solo escucha Lo que quiere escuchar Es incapaz de oír. Y se
muere La palabra. Del poema “EL DON”
Santiago
Azar: Veo una sequedad inevitable en la poesía de otros países.
Nosotros debemos responder a varas demasiado elevadas. Hablar de Huidobro,
Neruda, De Rokha, La Mistral, Rojas, Teillier, Lihn y el mismo Parra, hacen
que invariablemente seamos rigurosos (los que creemos ser profesionales) con
lo que llega definitivamente al papel. Publicar es un acto demasiado riesgoso,
peligroso y suicida. Por aquí y por allá, algunos reúnen
sus dineros y editan un librillo, sin el menor cuidado de sus edi ciones ni
menos del contenido. Eso me enfurece, a pesar de que respeto la libertad individual,
pero repelo la poca seriedad de escribir sin un norte, sin la decencia que
requiere y da el oficio. De España me llegó hace un tiempo el
último libro de poesía de José Hierro, pero de ahí,
nada más. En todo caso, dicho libro me pareció completamente
plagado de esa retórica que infectó la poesía española
hace como cien años. Seca, poco creativa, sin originalidad. La generación
del 27 es como un grave fantasma de la poesía ibérica. Leo poetas
españoles actuales y más me apasiona Miguel Hernández
quien murió hace más de 60 años. De Argentina sólo
leo a Gelman, quien me parece honesto hasta el final y muy inventivo. Dedicado
esencialmente a crear, con lo que ya ha ganado mi simpatía por los
siglos de los siglos: Su máxima: “Escribir es joderse”,
la llevo a todos lados. Pero si miramos para las diferentes fronteras latinoamericanas,
nos encontraremos con desiertos poéticos. Por el contrario, si observamos
la narrativa, no ocurre el mismo fenómeno. ¿Será que
los poetas somos animales en extinción?.
—En
un estudio sobre la poesía chilena se hace referencia a que Chile es
el único país del mundo en el que la poesía ocupa un
lugar más destacado que la prosa en las preferencias de los lectores.
¿A qué cree que obedece este fenómeno?
Waldo
Rojas: No es tal vez del todo inexacto redundar en esta diferencia
de desarrollo de ambos géneros en una cierta escala de tiempo. Aunque
en comparación con los otros países latinoamericanos este descalce
resulta evidente. Yo no creo en las “vocaciones nacionales”, pero
pienso que en un estado de cosas dado, como éste, las causas son tan
numerosas como complejas de discernir. Chile, país sin gran sustrato
histórico cultural pre-hispánico, fue “fundado”
por un poema épico renacentista de ecos universales: La Araucana, de
Ercilla. Y la referencia cultural a ese texto-monumento ha funcionado en todas
las épocas, desde entonces, como un factor ideológico primordial
de identidad. Hay también ciertos hechos singulares como la permanencia
en Chile de Rubén Darío, en donde se publicó su primera
obra maestra. O bien las políticas escolares de comienzos del siglo
XX, con fuerte apoyo didáctico de literatura en verso. En un país
demográficamente exiguo, hubo una clara influencia extranjera sobre
la elite social y cultural local, bien dispuesta no sólo a abrirse
a otros horizontes sino de hecho a ir a su encuentro, sobre todo en momentos
de auge del simbolismo europeo, por ejemplo. Los movimientos de vanguardia
europeos prendieron ahí tempranamente y de manera a veces fulgurante.
En fin, la relativa —y subrayo ‘relativa’— “normalidad”
política de los últimos decenios del siglo XIX y los primeros
del XX, situación poco propicia, probablemente, para el despliegue
de las temáticas imperativas y los desarrollos urgentes de la prosa
narrativa latinoamericana. Como no sería imprudente suponer, las grandes
corrientes narrativas latinoamericanas se originan en el contexto de unas
sociedades durablemente dislocadas en sus fundamentos políticos y sociales,
en pugna consigo mismas, vulneradas de incertidumbres.
Javier
Campos: Creo que eso es un mito o es una frase que muchos se creen
porque Chile posee quizás dos Premios Nobel (Mistral y Neruda), o porque
tenemos a Huidobro, Nicanor Parra, y recientemente a Gonzalo Rojas “Premio
Cervantes” 2003 que, como decía más arriba, forma parte
de una larga lista de poetas relevantes para la poesía en lengua española
o luzo-brasileña. Por otro lado, yo veo con desconfianza ese juicio
porque el chileno medio no lee poesía. Los libros de poesía
no se agotan. Si en Chile la poesía ocupara un lugar destacado, los
chilenos andarían con un libro de un poeta chileno (o de otros) en
los buses, parques, metros. Si eso fuera cierto, diría que Chile es
un país de poetas pues los andan leyendo hasta en el baño. La
prosa, novela, cuento, reportaje, son los que más se venden en estos
momentos. Y se venden si se publican en una editorial chilena/transnacional
que tenga el poder de promocionarlos. Y aquí hay otro problema que
se discute por todas partes cuando estamos en una economía neoliberal-
globalizada ¿Es realmente de calidad artística todo libro de
ficción que se vende en miles de tiradas instantáneamente? Por
otro lado, eso de que la poesía chilena ocupa el lugar destacado en
el mundo quisiera discutirlo de la siguiente manera, como opinión personal
sin duda pero para provocar un debate crítico al respecto. Repitiendo
lo anterior, pero recalcándolo, al igual que otros países latinoamericanos
o en España, y mencionando algunos países representativos que
han producido grandes poetas y movimientos influyentes, Chile también
está junto a ellos sin duda pues tenemos (y los vuelvo a mencionar)
a Neruda, Mistral, Huidobro, Nicanor Parra, Gonzalo Rojas, etc. Se puede hacer
una lista semejante con México, con Nicaragua, con Argentina, con Cuba,
con Brasil, claro, y con España por supuesto. Decir que Chile es el
único país del mundo en que la poesía ocupa un lugar
destacado es inapropiado. Cuba, por ejemplo, en la actualidad, para mí,
tiene una tremenda poesía, más interesante que la poesía
chilena reciente escrita por jóvenes allí (quizás esto
me traerá problemas entre los poetas chilenos) que surge de un país
con muchas dificultades de todo tipo en estos momentos y que cualquier lector
documentado lo sabe. Allí la poesía sí que es asunto
vital, y en abundancia. ¿Y por qué? En un país donde
ni la modernidad global ni la cultura de la imagen está metida entre
la gente joven afecta de una manera muy distinta al joven o al viejo artista
donde sí esa modernidad se ha instalado en forma galopante. Bueno,
sí, con el turismo en Cuba y la dolarización se ha creado un
contexto moderno segredado y surreal como se puede comprobar yendo a la Isla.
Su tiempo es otro, sus preocupaciones son distintas, su poética es
diferente a fin de cuentas. No es lo mismo que otra gente joven del continente,
o gente no tan joven, que está recibiendo el tremendo impacto de aquella
cultura de la imagen en ciudades donde eso es común sea para bien o
para mal según las largas discusiones del influjo de la neobelleza
que nos entrega la cultural de la imagen global. Entre estos últimos,
en el continente, sean pobres o no -pues la cultura de la imagen está
rodeándonos por todas partes y no discrimina contra los receptores-
no es necesario ser rico ni disponer de mucho dinero para comprarse una computadora
y conectarse a Internet. En América Latina se puede encontrar café-Internet
hasta en los pueblitos más remotos por ejemplo. Si la explosión
urbana sigue creciendo en desmedro de la población rural que disminuye,
según últimas estadísticas de Naciones Unidas, el impacto
global y de esa cultura de la imagen será aún más abrumador.
Para decirlo en pocas palabras, el poeta actual, joven, y no tan joven, está
escribiendo principalmente desde la región urbana. Retomando la pregunta,
la poesía más joven chilena reciente realmente poco cita en
sus declaraciones a poetas latinoamericanos de otros países que no
sean únicamente los chilenos. Incluso los poetas cubanos les pueden
parecer de otra galaxia. Por ejemplo entre los poetas chilenos ¿quién
cita la poesía cubana reciente? ¿Quién cita a Reina María
Rodríguez, a Jorge Espinosa, ambos cubanos? No quiere decir que no
existan revistas que algo hacen en Chile para la difusión de otras
poéticas del continente, Europa, Asia, África, etc. Sobre esto
último hay que destacar sí las activas revistas como AÉREA
que ha inyectado en Chile el conocimiento de otros poetas de América
Latina y del resto del mundo. De igual manera lo hace el poeta Omar Lara con
su revista TRILCE en Concepción. O la revista editada en el sur chileno,
ALPHA, de la Universidad de Los Lagos, Osorno. Claro, por otro lado, puede
ser exagerado mi juicio previo y resulte que algunos sí se enteran
de otras poéticas -o de leer artículos críticos sobre
poesía chilenaque se están escribiendo en el continente ahora
o en España misma. Por otro lado, hay que considerar la profusión
de sitios en Internet donde hay miles y miles de poetas que publican y es
posible que de allí también se alimenten, de esa diversidad,
la gente más joven que escribe poesía pues es otra fuente que
el propio Internet ha provocado (a eso me refiero en la siguiente respuesta
también)
Jorge
Etcheverry: No me aventuraría a adelantar una respuesta categórica,
y no estoy cierto de así sea. Pero por otra parte, las tradiciones,
convenciones y expectativas tienen bastante que ver con las elecciones de
lectura. Luego están los dos premios Nobel en poesía, la convicción
de muchos de que otros dos por lo menos lo merecían o lo merecerían:
Huidobro y Parra por lo menos lo hubieran merecido, y de la idea de que la
prosa chilena es bastante inferior a la de otros países, por ejemplo
la Argentina, es posible que se pueda explicar algo este fenómeno.
Después de todo, hace sólo algunas décadas que Dorfman
publicó un artículo que reflejaba la opinión generalizada,
donde afirmaba que la novela chilena era cobarde, mediocre y falsa. Los lectores
leen en ese suelo y desde esas presuposiciones.
Lautaro
Ramos: Que la poesía ocupa un lugar destacado es evidente
para todo chileno, pero no acepto de buenas a primeras que ocupe un lugar
más destacado que la prosa, los chilenos leemos más narrativa
que poesía, editamos más narrativa que poesía en el ambiente
formal. En el mundo de la autoedición, tiradas pequeñas de 100
o menos ejemplares, lejos es primer lugar la poesía. Lo que sí
es muy cierto, es el hecho de que en mi país hay un interés
“nacional” por hacer poesía. Digo, Nacional, por intentar
demostrar que casi todo chileno es un poeta en ciernes. Es increíble,
todos los años hago un taller literario, al cual llegan decenas de
personas que practican el arte de la poesía, antes que ellos hay miles
y miles de chilenos que escriben para sí mismo y no lo muestran, menos
lo publican. Esta especie de “fenómeno” de la abundancia
poética en Chile, estimo que se produce por las características
singulares del ciudadano chileno, acostumbrado a catástrofes climáticas,
o telúricas, con un nivel de emoción que aflora muy fácil.
Con un récord de contar con las mujeres que son mas propensas al llanto
en el mundo, pero también con la alegría innata en el pueblo,
lo llevan a ser un país productor de primera línea de poesía.
Santiago
Azar: Yo no sé quién habrá hecho ese estudio
que me parece una rareza de lo más soñado por todo el sindicato
de poetas. Mirando a nuestra juventud, que es lo que verdaderamente interesa;
puesto que los viejos ya tienen un ojo menos; la narrativa lleva una ventaja
de mil millas. Y esto no es una mirada apocalíptica, sino que es la
verdadera realidad. Las librerías, salvo contadas excepciones dudan
mucho en colocar en sus vitrinas estrenos poéticos, menos aún
si es de un poeta que viene naciendo o da sus primeros trotes en este oficio
en la sombra o la luz. La cultura, o el hábito de lo rápido
e instantáneo, cuya propaganda es sembrada en grandes cantidades por
la televisión y los medios de masas, ha hipnotizado a buena parte de
los antiguos lectores. La poesía requiere de una concentración
y acogida sencillamente comprometida para su verdadero aprecio. El proceso
creativo no lo vive sólo el autor, sino que en cierta forma, lo comparte
el buen lector a medida de sus lecturas y relecturas; cuestión que
es muy escasa hoy en día y reducido a círculos más bien
muy “profesionales”. Por lo que respecta a la actitud del hogar,
los padres no fomentan la lectura de la poesía, sino que la ágil
respuesta que nos debe mantener la narrativa. Pero si hasta en los colegios
matan el amor que pudiera nacer con este género dándoles en
una bandeja rancia… Los Milagros de Nuestra Señora por Gonzalo
de Berceo; estudiantes o pequeños esclavos torturados, quienes deben
aprender de memoria tales pasajes. Por lo menos esta fue mi experiencia escolar,
donde recuerdo a mis compañeros frunciendo el ceño como en la
peor de las catástrofes.
—¿Qué
grupos poéticos o generacionales considera usted que coexisten en el
momento actual en Chile?
Waldo
Rojas: La distinción generacional autoproclamada se ha vuelto
en Chile en los últimos treinta años una verdadera manía.
Se trata sin embargo de un hecho más o menos superficial que deja translucir
una cierta estrategia de afirmación, digamos, “espacial”,
en el recinto de las letras; un trazado de fronteras pasablemente caprichoso,
puesto que de hecho coexisten en términos de vigencia activa poetas
de todas las edades. Es posible tal vez distinguir algunos agrupamientos que
no llegan, sin embargo, a “balcanizar” el territorio poético
nacional. Se trata más bien de condensaciones categoriales. Aparte
del fenómeno habitual de los “jóvenes de turno”,
como diría el poeta Enrique Lihn, hay una fuerte progresión
de la poesía escrita por mujeres (que dicho sea de paso rechazan airadas
reconocer filas en la designación de “poesía femenina”);
al mismo tiempo se conoce un repunte de la poesía en lengua indígena.
En uno y otro caso hay, con igual entusiasmo, logros y estropicios.
Javier
Campos: Es bien difícil señalar generaciones de poetas
por país cuando estamos en otro contexto. Es decir, antes existían
las tradicionales antologías que mostraban, con una supuesta objetividad,
la mejor producción del país y se marcaban grupos generacionales,
o el poeta original, nuevo, etc. Hoy en cambio hay cientos de antologías
que también produce Internet (aunque parezca rarísimo) aparte
de múltiples sitios en una misma capital, o región apartada
del país. Esos sitios crean sus propias antologías y antologías
hasta casi el infinito. La explicación, para mí, de que no existan
“generaciones” poéticas es por el contexto en que vivimos.
Específicamente por la presencia de Internet como dije arriba. No existe
una generación nueva de poetas sino diversidad cada vez más
grande de poéticas que ese medio digitalglobal (Internet) ha ayudado
a diseminar profusamente y alterar profundamente lo que se entendió
por la “antología letrada” (sólo publicada como
libro en papel). Hay ya en Estados Unidos, por ejemplo, una de las primeras
tesis doctorales, escrita por un poeta y profesor mexicano, de la Universidad
de Kentucky titulada “La poesía latinoamericana en Internet”.
Esto, como se ve, cambia totalmente el criterio de “generaciones poéticas”
al estilo de los estudios literarios tradicionales a los que siempre, por
siglos, estuvimos acostumbrados. Yo creo que la crítica, la más
tradicional, sigue esperando encontrase en estos momentos globales con “la
generación”, “el poeta vidente”, “el movimiento
original”. Todo eso para mí ya no tiene sentido. Lo que hay es
diversidad por eso cuesta encasillar o encontrar “generaciones”
que ya no existen como antes lo hacía la crítica más
tradicional. Pero esta diversidad no es necesariamente una poesía nueva,
espectacular que vaya a producir un movimiento poético original en
Chile u en otra parte de América Latina. A no ser que en una “diversidad:”
se encuentre la genialidad poética, asunto que no creo y tampoco sabemos
como “medir” esa posible genialidad encontrada en millones de
poemas publicadosen Internet. Ahora la manera de encontrar una “supuesta
generación” tiene que obedecer a otras metodologías que
el nuevo crítico/ a deben elaborar pero que aún tampoco sabemos
o quizás sea imposible determinarla. Por eso digo, a estas alturas
¿se puede producir una originalidad poética en el continente
cuando ya el poeta no será nunca más ningún vaticinador,
oráculo, Mesías, como pareció serlo en épocas
donde el poeta no era el organillero del Rey Burgués, parafraseando
aquel cuento de Rubén Darío? Ahora, en la narrativa latinoamericana
incluso hay una diversidad y no existe tampoco Una narrativa original. Por
ejemplo, tenemos al excelente Roberto Bolaño (chileno/español
realmente) que comparte una aproximación formal y de contenido con
otros narradores jóvenes (Javier Cercas, Enrique Vila-Matas, Santiago
Gamboa, entre otros); pero también tenemos una línea en narrativa
que se regocija a su modo con la cultura de la imagen globalizada (Alberto
Fuget, entre otros). O la narrativa de la chilena Diamela Eltit que es otra
tendencia muy distinta a la narrativa de Marcela Serrano, a la de Isabel Allende,
a la Antonio Skarmeta, por ejemplo.
Jorge
Etcheverry: Diría que hay gente de los cincuenta, los sesenta
(entre los que me incluyo), y las generaciones posteriores. Hay actividad
en todos estos sectores, en términos de producción y publicación.
Los más militantes, con sentido quizás además geográfico
(vienen en su mayoría del sur), son los poetas de los ochenta, con
más sentido de generación y un tanto diríamos ‘sectarios’.
Lautaro
Ramos: No sé si coexisten, pero que existen, es real: a) El
grupo de la antipoesía: Vivimos tiempos de fuerte influencia de Nicanor
Parra, con su antipoesía, breve, de mucho decir, irónica. b)
Los poetas pre – once de sept. de 1973. c) Los poetas emergentes post
– once de sept. de 1973.
Santiago
Azar: Nadie coexiste con nadie. Reconozco a dos grandes cabezas vivas
de la poesía chilena quienes son los octogenarios Nicanor Parra y Gonzalo
Rojas. Voces legitimadas hasta el hartazgo. Más abajo, en la generación
de los 70, nadie puede desconocer el proceso creativo de Oscar Hahn. Posteriormente
hay un aporte a principios de la década de los ochenta y en la poesía
de dictadura, con lo hecho por Eduardo Llanos. Inventos más e inventos
menos del oficialismo de los gobiernos de la concertación, en la década
de los noventa nos han impuesto a un poeta como Raúl Zurita, quien
en estricto rigor literario, no posee los méritos que se nos presentan
en los medios de difusión, no obstante pertenecer a un mundo congeneracional
con el señalado Llanos. En la década de los noventa, terminada
la dictadura, se da el comienzo a una reivindicación de las manifestaciones
culturales étnicomapuches, lo que se ve reflejado con la aparición
de las voces como la de Elicura Chihuailaf. Actualmente, las novísimas
voces se han creado un espacio que está por precipitar en la renovación
de la poesía chilena, donde no logro divisar aún, grandes nombres
de renovación.
—¿Qué
opina sobre que le encuadren en alguna generación, movimiento o grupo
de escritores con afinidades, perspectivas o posturas más o menos compartidas?
Waldo
Rojas: Mi pertenencia al “cuadro generacional” llamado
generación o promoción “de los años 60”,
o como quiera que se la llame hoy, y a propósito del uso y abuso del
concepto de generación, no me parece descaminado, con las reservas
ya evocadas anteriormente. El grupo espontáneo formado en esos años
prolongaba y acentuaba ciertas tendencias tan diversas como tradicionales
de la poesía chilena. Por otra, este mismo período se inscribe
con particular delimitación como un recorte de trazo notoriamente exacto
en la escansión del movimiento de la historia. Todo lector de poesía
en Chile, medianamente informado, habrá podido advertir que, desde
los años 50, la renovación del lenguaje poético chileno,
se efectúa en el sentido de una serie de impugnaciones de la realidad
dada, bajo fórmulas que delatan a primera vista una posición
diversamente inconformista no sólo respecto del estado de cosas vigente,
el orden de la sociedad y de los tiempos, sino también del orden del
lenguaje al cual los poetas identifican, precisamente, aquel estado. Sensible
desde fines de la segunda guerra mundial, la aceleración de la historia
parece, en efecto, precipitarse en ese plazo, a través de acontecimientos
salientes que parecen entrechocarse unos a otros y que son portadores de cambios
mayores en el plano político y técnicocientífico como
en el terreno del pensamiento, de las artes, de la religión, no menos
que en el de las relaciones sociales. Inútil sería ahondar en
una cronología que en este sentido habla por sí misma, desde
el fin del proceso de descolonización, la guerra de Viet-Nam, el conflicto
chino-soviético, la revolución cubana y su corolario planetario
de las crisis de los cohetes, y el rebrote de la pesadilla nuclear; el asesinato
de Kennedy, las conmociones raciales en los Estados Unidos, la guerra del
cercano Oriente, la invasión del Praga por las tropas soviéticas,
y en general, la crisis del mundo socialista y, por qué no, de la ideología
bolchevique; el concilio Vaticano segundo, etc. La lista es aún larga.
A ella se agregan fenómenos de paso menos agitado y de soplo menos
jadeante como son, por ejemplo, las transformaciones demográficas que
elevan súbitamente la cuantía de las categorías de edad
jóvenes y multiplican el efecto de las aspiraciones y exigencias juveniles.
Fenómeno no sólo aparente en el surgimiento de un ‘estilo’
joven musical, vestimentario, verbal y hasta sexual, devenido pronto una suerte
de moda polivalente, sino en el reclamo por parte de estas categorías
de un lugar más amplio en el marco de las sociedades opulentas o menos
opulentas, en donde el progreso de la democracia favorece el despertar de
aspiraciones nuevas y más próximas de los aparatos del poder
institucional. O bien es la crisis de esta misma democracia lo que fustiga
las expectativas decepcionadas y promueve en los medios juveniles un clima
de agitación radical. Las revueltas universitarias constituyen justamente
uno de estos hechos planetarios que en su conjunto alcanzan nuestras playas
y tocan directamente nuestros intereses o espolean nuestra atención.
No es posible dejar de lado el carácter planetario de los acontecimientos
de esta década de los sesenta en la mensura del impacto que ellos provocaron
en nuestra mentalidad local. Hacia 1960, una generación nacida en la
inmediata post-guerra alcanza su edad de razón y es a esta misma generación
que le ocurre de irrumpir en ese contexto planetario. De todos esos hechos,
así como de sus efectos contradictorios y de los reflejos que ellos
suscitan como reactivos, hay huella claras en los poemas de los jóvenes
del 60. Las hay, por cierto, no a la manera de una crónica objetiva,
de una reflexión analítica ni bajo la urgencia de un cometido
cívico. Dichos indicios son pesquisables a través del modo como
la especificidad del lenguaje poético acota y expresa un determinado
nivel de inteligibilidad del mundo. Los años 60 son también
un período de auge del desarrollo y difusión en Chile de las
nuevas y no tan nuevas teorías literarias que trabajan en el nivel
de la especificidad del fenómeno literario y liberan a éste
de las viejas hipotecas de la ideología o de los sociologismos apremiantes.
Universitarios en buena mayoría o frecuentadores asiduos de los medios
académicos, los poetas “emergentes” (como yo mismo llamé
en ese momento) recogen de la tutela cultural universitaria mucho de su conciencia
disciplinaria en materia literaria cuando no en el orden de su propia sociabilidad.
El conjunto de jóvenes poetas conocidos bajo esta apelación
no agota, sin embargo, la masa de escritores de edad próxima ni su
producción poética acusaba necesariamente desde el comienzo
los rasgos estéticos de una supuesta mediana generacional. Dicha designación,
no fue en todo caso un título autoconferido ni resultó de la
adhesión proselitista a unas divisas o a un “programa de acción”;
ella vino, por el contrario, a identificar, a posteriori, el resultado de
ciertas coincidencias de comprobación consciente, las que facilitaron
a la larga el surgimiento de una cierta voluntad comunitaria no ajena quizás
a algunas ritualizaciones, pero restringida en sus implicaciones sociales
así como en aquellas estéticas o, en sentido amplio, filosóficas.
Así lo han entendido numerosas tesis universitarias y otros estudios
de historia literaria reciente.
Javier
Campos: En mi caso, toda mi poesía la he escrito fuera de
Chile. En lo que primero se llamó “el exilio” y lo que
ahora yo llamaría “la extranjería”. Vivir fuera
del suelo materno si se quiere. Vivir en otros contextos, cultura, imágenes,
que a su vez se reprocesan con las imágenes y el pasado donde uno nació.
La critica sitúa a mi poesía como una escritura de la diáspora
chilena que comenzó a producirse en los 80 y que muchos/as seguimos
produciendo pero, por cierto, nuestras poéticas se han ido refinando,
reprocesando aún más y en alguna medida apropiándonos
de otra manera de un viejo pasado vivido en Chile, pero juntando todo aquello,
en mi caso, con esta nueva realidad, velozmente cambiante, como ocurre en
El Primer Mundo y también en el Tercer Mundo.
Jorge
Etcheverry: En general, no tengo muchos problemas. Por lo demás,
las únicas vinculaciones son con la poesía de los sesenta (Escuela
de Santiago) y la poesía urbana, junto con otros pocos de mi generación,
en un medio en que la poesía se gesta o gestaba sobre todo en provincias.
En general, la crítica puede ser acertada en lo que respecta a los
rasgos más gruesos generacionales o de estilo. Cuando existe. En general,
el sectarismo y la desinformación han jugado un gran papel en la crítica
poética chilena.
Lautaro
Ramos: A mí no me gusta cualquier encuadre, es limitante,
anti- subversivo, y rutiniza la poesía que debe ser libre, totalmente
libre. Era un poeta, cancionero de la memoria Venía cantando tristezas
y desamores Desde el pueblo de la tristeza Era el pobre poeta un hombre pobre
Que digería vientos y masticaba aire En afán glorioso de cantar
Otras versiones de la vida. Del poema “ Un hombre llamado poeta”
Santiago
Azar: Eso es inevitable. Fíjese que el hombre tiene un afán
de clasificar casi todas las materias y acciones donde se desenvuelve, cayendo
varias veces en algunas francamente ridículas. ¿Ha visto usted
algo tan complejo e innecesario como las clasificaciones médicas para
tal o cual enfermedad o para tal o cual célula o bacteria?. Se lo he
preguntado a muchos amigos médicos o bioquímicos y no me han
sabido dar una respuesta satisfactoria. A que voy con lo anterior, que para
el hombre la clasificación es una necesidad. No pueden existir ejemplares
más o menos únicos porque escapan al orden y al propio poder
que el hombre puede ejercer sobre ellos; ámbito al que por cierto,
no escapa la literatura. En lo que a mí respecta, me han dado tal o
cual influencia, lo que no me desagrada y no discuto; porque eso informa mis
lecturas. En alguna oportunidad se me dio parte de una generación,
lo que tampoco he negado. Pero hoy en día he tratado de mantenerme
lo más independiente en mi manera de enfrentar a las palabras y hacer
el ejercicio progresivo de traducirlo a una idea.
—¿Qué
temáticas y desde qué perspectiva las enfoca la poesía
actual chilena y la suya en particular?
Waldo
Rojas: Desde ya, yo no estoy muy seguro de lo quiere decir una “temática”
en poesía. En lo que toca a la “poesía chilena actual”,
y sin desmentir la relativización necesaria en el uso de esta fórmula
ni la de la información de que dispongo, no me parece decisiva la preferencia
“temática”. Creo que el espectro de motivos concretos (alusiones
referenciales, condensaciones de experiencias vividas, etc.) es muy amplio.
Tal vez sea pesquisable cierta tendencia actual —más clara que
otrora— a enfatizar el uso de la primera persona y en general a hacer
de ésta el sujeto propio de la enunciación poética, con
un cierto protagonismo del poeta en la percepción del mundo, pero con
mayor énfasis en los diferentes recursos de la ironía. En mi
caso personal, y en los 35 años que me separan de mis primeros poemarios,
pienso que mi poesía ha proseguido un mismo proyecto general. Concibo
la poesía, en sus motivaciones y alcances, como una empresa eminentemente
literaria. Para mí un poema es fruto de artificios, más o menos
complejos, basados en una serie de operaciones sobre el lenguaje, deliberadas
tanto como maduradas. Pienso que la materia del poema está hecha de
palabras, construido pieza a pieza sobre la opacidad material de éstas,
y acabado sólo al cabo de numerosos ensayos, en un trabajo en que el
azar o la espontaneidad ceden todo o parte de sus fueros imprevisibles a una
“forma” y a un tenor, esto es, a una contextura de significaciones,
en mucho prevista de antemano, lo cual implica un acto muy otro que el de
predisponer una estructura pensada. Lector entre lectores, frente a su texto,
el poeta no es ya, ni con mucho, el primus inter pares; puesto que el poema
sabe más que su poeta, puesto que las significaciones por él
cristalizadas volverán a diluirse en y por la lectura ajena, en el
medio omnipresente del sentido, del cual ningún producto humano podría
escapar. Un texto, un poema no puede cumplirse nicobrar existencia sino en
esta forma de alejamiento y ostracismo, y para un poeta el poema será
siempre el objeto irremediablemente nostalgioso de una intimidad perdida,
el precio de un extrañamiento. Si debo reconocer una «temática»
dominante, ésta sería de carácter meta-poético,
pues pienso que mis poemas se dan a sí mismos por su propio tema. Los
“datos de la experiencia”, creo, de hecho no funcionan en el discurso
poético genuino como “clave” figural del significado propiamente
poético de los textos. El poema no es el resultado de una paráfrasis
o perífrasis de un “contenido” extraverbal. Ahí,
el referente no es la realidad extraverbal dada, sino una construcción
creciente, levantada no ya sobre la semejanza del mundo extraverbal, sino
sobre aquellos de sus propios materiales verbales producto del afán
de nombrar y comprender ese mundo, pero remotivados, o sea, extraídos
de diversas situaciones discursivas concretas y luego, trasegados en una serie
de imágenes verbales autónomas. Ellas son ofrecidas no ya a
nuestra capacidad de dilucidación intelectual, sino a aquella fruición
sensitiva, sensorial, incluso sinestésica, que el lenguaje es capaz
de prodigar desde su materialidad y substancialidad.
Javier
Campos: Quizás sea el crítico Grinor Rojo quien mejor
puede responder a esa pregunta en el prólogo a mi libro último
de poesía, “El astronauta en llamas”, y que yo comparto.
Transcribo algunos párrafos: Javier Campos se estaba sumando a la lista
de aquellos escritores que en aquel momento empujaban la literatura chilena
que se empezó a producir fuera de Chile con posterioridad al cataclismo
del 73 hasta su última etapa: la de la vuelta a la patria.. Porque
El astronauta en llamas no sólo se me aparece signado consciente y
aun deliberadamente por esa aura de prestigio que circunda contemporáneamente
el contacto mediado entre personas, sino que también me resulta posible
leer, a partir de la impronta comunicacional y en retrospectiva, los cuatro
volúmenes que forman la totalidad del trabajo poético de Campos
hasta la fecha. Me refiero a Las últimas fotografías (1981),
La ciudad en llamas (1986), Las cartas olvidadas del astronauta y este El
astronauta en llamas. En el ordenarse de esos libros en la línea del
tiempo, creo que podemos percibir las cuatro etapas de un solo proyecto cuya
meta y sentido último se encuentra en la configuración, desde
la preconciencia a la conciencia y a la ultraconciencia del escritor, de una
suerte de espacio alternativo al del trato que éste mantiene con las
miserias de la existencia histórica. Piénsese nada más
que en el tránsito que conduce a la cultura massmediática contemporánea
desde el estadio de la fotografía al del cine y al de la televisión
y la computación, y en el acrecentamiento progresivo del poder evocador
de la imagen de la reproducción mecánica que ese desarrollo
involucra, y compáreselo luego con la secuencia de evocaciones que
en los últimos veinte años ha seguido la carrera poética
de Campos y se tendrá una cierta idea de esa avidez comunicacional
que sin duda regula sus discursos. En cada una de las épocas de la
biografía del poeta, el universo que reproduce el poema constituye
una re-presentación y, lo que es más importante, un remedo cada
vez más acabado de la tecnología en algún momento reinante
en el universo de la comunicación. (Grinor Rojo, en “Cartas de
Campos”, prólogo, pp. 5-16, en El astronauta en llamas (Santiago
de Chile: Editorial LOM, 2000).
Jorge
Etcheverry: Diría que junto a las temáticas tradicionales
y permanentes de expresión del hablante y relativas a la lírica,
y que se podrían agrupar con el término vago de ‘existenciales’,
existen temáticas urbanas, femeninas, eróticas, metapoéticas,
es decir vueltas hacia el proceso de la escritura, antipoéticas, de
afirmación de preferencias sexogenéricas y de rescate y representación
de patrimonios étnico culturales e históricos. Es decir, lo
que se puede ver más o menos en otras poesías de América
Latina. Curiosamente, la temática social no tiene una representación
muy importante, a pesar del discurso progresista o revolucionario de gran
parte de la ‘intelligentsia’, lo que revela una cierta madurez
frente al papel de la literatura como herramienta de propaganda o concientización.
Mis propias temáticas serían entonces del mismo tenor, sacando
por supuestos los aspectos de reivindicación de un lenguaje de minoría
genérica, no así del interés erótico y del ser
de la mujer, y con la adición de una perspectiva de conflicto/comparación
cultural por el hecho de vivir en la ‘diáspora’, con su
secuela de referencia al ‘otro’ territorio, espacio, etc. El componente
‘experimental’ o vanguardista’ , lo ‘intergenérico
en términos de géneros literarios siempre me interesa, así
como una cuasi-reflexión sobre aspectos de lo chileno como se manifiesta
en dichos, estereotipos/arqueticos, historia, tradiciones, formas lingüísticas,
etc., que me parece natural viviendo afuera.
Lautaro
Ramos: Actualmente hay una temática que empieza a destacarse
– aunque puede ser que los propios poetas lo ignoren- y es la búsqueda
de la identidad, ya sea como país, o como pueblo. Mi poesía
actual va por ese camino, recientemente publiqué “Romancero de
Quilpué” donde indago en el amor a mi ciudad, Quilpué.
Pareciera ser que el retorno a la identidad es una respuesta a la Globalización.
Es un gran texto la historia de mi pueblo Sus casas están donde están
porque así se leen En el corazón de los hombres Y sus piedras,
cada una de ellas es la memoria Que guarda los aconteceres del pueblo... Del
poema “La historia de mi pueblo”
Santiago
Azar: A mi modo de ver, la poesía chilena carece de realismo.
Las problemáticas sociales han quedado en el camino del frente para
dar paso a enigmas filosóficos y susceptibilidades existenciales que
construyen una muralla infranqueable al lector común y corriente. Nótese
que no soy partidario en lo absoluto de la vulgaridad del panfleto ni la propaganda
solapada para tal o cual fenómeno ideológico. Eso no es poesía
ni liteChile, un país poético 76 ratura ni nada que se le parezca.
Eso es mala imprenta, nada más; pero me parece necesaria revisar la
verdadera sintonía entre la poesía y el entorno con el cual
se desenvuelve el hombre. En este catalejo la poesía es insustituible.
En palabras del propio Huidobro, los poetas están llamados a escribir
sobre lo que no se pudiera escribir de otra manera. Por lo mismo, a partir
de la caída de los grandes paradigmas ideológicos, no hay una
voz que aglutine en la poesía chilena, las demandas y frustraciones
del mundo popular. Figúrese que aún no ha sido escrito el “gran”
poema sobre la dictadura militar sufrida en nuestro país y el dolor
inmenso que cundió en los corazones de los chilenos aglutinados en
campos de concentración. En este sentido lo intentado por Zurita a
mi modo de ver, no es honesto; pretende elevar su voz a alturas que le están
reservados a otros y; en estricto rigor poético, su poesía posee
fallas estructurales que no la hacen perdurable. O creen ustedes que algún
niño en las escuelas chilenas sabe de memoria un verso de Raúl
Zurita?
—¿Qué
distintas actitudes se formulan actualmente ante la tradición poética
y cuál es su posicionamiento personal con relación a ella?
Waldo
Rojas: ¡Vasto problema! Mi impresión —que no puede
ser sino muy general, no menos que muy personal— es que la “era
de la sospecha” en cuanto a la puesta en cuestión de las “tradiciones”
(¿Pero, qué es al fin de cuentas una tradición?) ya vivió
lo que tenía que vivir desde los grandes movimientos de las así
llamadas vanguardias, produciendo las decantaciones necesarias antes de diluirse
en el telón de fondo de los objetos de estudio. Non cabe aquí,
hélas, abordar el asunto en su detalle. Yo diría sencillamente
que desde la antigüedad a nuestros días ha habido una sola y gran
ruptura en el concepto occidental de poesía, y esta corresponde al
movimiento simbolista, especialmente francés. Desde entonces la idea
de escritura poética dejó de ser lo que era. Lo que no significa
por supuesto, la decrepitud definitiva de todo un pasado poético ni
justifica su ignorancia.
Javier
Campos: El poeta no sale de la nada ni tampoco debe pensar que con
él comienza la nueva poesía. El que no estudia y lee la tradición,
sea cual fuere, sea la que el poeta prefiera según sus propias necesidades
expresivas, realmente va a repetir lo que antes dijeron otros mucho mejor
que él o ella. El asunto está en quién puede reprocesar
mejor para luego producir algo interesante. Es decir, producir una perspectiva
novedosa de unos temas que por milenios se vienen repitiendo en el arte y
la literatura. No basta escribir bien, manejar bien los adjetivos, los substantivos,
las cláusulas subjuntivas. No basta tampoco reprocesar bien la tradición.
Lo que es difícil, y pocos/as lo lograrán, es producir esa nueva
perspectiva de representar imaginativamente unos mismos temas milenarios (el
amor, la muerte, el exilio, la discriminación por ser diferente, los
sueños y las utopías, etc). Ese es el desafío que tiene
todo artista. Ahora, el reconocimiento es otro asunto. Especialmente en este
contexto donde cualquier basura puede llegar a ocupar los primeros ranking
de venta por semanas ya sea en el diario El País de España,
el New York Times de Nueva York, o en El Mercurio de Santiago de Chile.
Jorge
Etcheverry: No sé si puedo referirme con propiedad a la actitud
frente a la tradición poética de los poetas chilenos ‘de
adentro’ del país. Lo que sí, es que teniendo a alguien
como Neruda, eso es algo definitivo y que pesa. Tengo la impresión
de que no hay mucha asimilación o continuidad en Chile. Desarrollos
que terminan con el grupo o la tendencia que los practicó, etc. En
general, y respecto a los más distintivos y grandes de la historia,
no hay asimilación ni continuación del creacionismo o la antipoesía
como tendencias más o menos orgánicas, para qué decir
de Pablo de Rockha. Además, pareciera que las figuras influyentes terminan
con los lares y Teiller. Zurita tiene más seguidores estilísticos
en Perú que en Chile. En términos personales no considero mi
trabajo en referencia a la poesía chilena como tal, reconociendo en
la actualidad el gran gusto y admiración de la antipoesía, que
me interesa a veces intentar practicar, y la poesía en prosa de Pablo
de Rokha, más como referencia y como idea. Pero sí me considero
inserto en la poesía urbana de mi generación, básicamente
la Escuela de Santiago, de la que fui cofundador y cuyo nombre se me ocurrió,
y que fue ignorada y vilipendiada por generaciones de críticos más
bien telúricos.
Lautaro
Ramos: En el mismo sendero, pero mucho más específicos
están los poetas mapuches, que hoy gana un espacio vital en la poesía.
Hay otras temáticas, tales como el amor a la naturaleza manifestado
en lo ecológico, el deseo de paz, que no se clarifican bien aún.
Y la temática castrada: la del dolor de los 17 años de dictadura,
se hace poesía sobre ese tema, pero mi opinión es que la gran
poesía, o el movimiento de muchos poetas que desahoguen a la sociedad
entera del trauma no ha llegado.
Santiago
Azar: El gran aporte de Nicanor Parra a la poesía (o antipoesía)
fue su irreverencia. Afortunadamente esto ha sido recogido por casi todos
los noveles poetas para los cuales ya no existe límite en las fronteras
de la escritura. Es decir, ya no hay temas censurados ni reverencias patéticas
a las estatuas de mármol que se coleccionaban en nuestro inconsciente
colectivo. Para ejemplo sólo un dato: Por qué la juventud no
lee a Neruda?, porque siendo un grande, han pasado generaciones que han sido
capaces de desmitificar su figura, encontrándole perfectamente sus
lados flacos. En muchos círculos Neruda incluso provoca siesta perdurable.
—Si
hablamos de estilos de escritura, algunos poetas se manifiestan en desacuerdo
con la fusión de géneros. ¿Cuál es su opinión
personal? ¿Cree que hay que respetar la separación, o que es
válida la fusión de las formas?
Waldo
Rojas: Los llamados géneros en tanto que estructuras retóricas
normativas —y esto ya me parece un simple pleonasmo— naturalmente
resisten la “fusión”. Pero yo no sé mucho en qué
esta cuestión, pasablemente escolástica,concierne a los creadores.
La práctica poética, digamos, moderna, es indagatoria y curiosa
de todas las posibilidad ofrecidas por el lenguaje y la escritura, o no es.
El verdadero problema para el creador es fundar en un texto genuino la necesidad
de tal o cual relación habitualmente poco recomendable o novedosa entre
dos más modos reconocidos de decir algo.
Javier
Campos: Me interesa sobremanera, hablando de géneros, el que
yo llamaría el género mestizo. Incorporar en poesía otros
géneros, no sólo la prosa, sino la instantánea información
periodística por ejemplo a la que tengo acceso en segundos de cualquier
parte del planeta; o la cultura de la imagen globalizada, o el dialogar con
otros escritores, y otros medios como el cine, la cultura popular y mediática,
en el texto mismo. El genero mestizo implica una obra y una comunicación
inter(género)textual para ponerlo de esa manera. Especialmente en este
contexto global, para mí, no sólo me ha influido la tradición
literaria letrada, escrita, sino el inmenso poder de la cultura de la imagen.
No ya la TV, sino el Internet, la imagen publicitaria que nos entrega imaginarios
nunca antes retratados en los medios masivos nuevos como el video, el disco
compacto con música e imagen (DVD), el teléfono celular con
imágenes y cámara fotográfica, la publicidad global que
inventa una neobelleza para vender mejor y meternos en un mundo mágico
exaltando el individualismo y aquella supuesta diversidad global. La revolución
digital ha producido una revolución en la imagen en todo sentido: desde
cómo vender mejor una manzana hasta la píldora Viagra. Por ejemplo,
siempre me quedo hipnotizado con el espectáculo del Circe du Soleil.
Nunca había visto antes un espectáculo tan mestizo, diverso,
imaginativo, que recurre a tantos elementos desde el circo tradicional, pasando
por la ciencia ficción, el vestuario sorprendente reprocesando vestuarios
de culturas pasadas e insertándoles la apariencia de un ropaje de un
futuro lejano, la música espacial que se incorpora, semejante o idéntica
al magnífico conjunto francés Enigma. Por eso, para mí,
respetar la separación de géneros, en estos tiempos, es como
volver a la época donde sólo se escribía poesía
con rima y midiendo exactamente el número de sílabas en los
versos.
Jorge
Etcheverry: Ya desde mis primeras cosas, hice intentos de fusión
no sólo entre poesía y prosa, sino también con el discurso
dramático. Algunas parrafadas de Esquilo o Sófocles son poemas
en prosa. En algún trabajo de mi primer libro, El evasionista, “
Gatos transversales sobre campo azul a una hora incierta”, introduzco
estrofa, antiestrofa y coro.
Lautaro
Ramos: Toda búsqueda es buena porque ve al hombre y sus circunstancias
desde diversos ángulos, toda forma de usar la palabra es buena porque
enriquece la mirada. Por eso estoy de acuerdo con quienes trabajen la fusión
de géneros. Personalmente, estoy trabajando una novela policial acerca
de un asesino en serie que colecciona poesías. Pero no es tanta fusión
porque la poesía – en este caso está supeditada a la narración.
Estoy en ese camino el de la fusión, quizás algún día
lo haga, otro proyecto en el cual estoy trabajando es una idea que llamo “Collage
poético” que es una fusión del collage con la palabra.
Santiago
Azar: La experimentación es una maravilla. Invita a la evolución.
Mezclar géneros puede ser un proceso creativo interesante. El intercalar
en un poema, la llamada prosa poética, a mi juicio enriquece esas pequeñas
palabras que han sido capaces de enfrentarse un lector sin perder la calma
y la seguridad de que son un aporte. Por lo mismo no me cierro a la posibilidad
de crecer a partir de la experiencia foránea. Por qué negarse
—¿Qué
puede decirnos a cerca de la distinción entre poesía y prosa?
Waldo
Rojas: ¡Vaya! ¡Otro problema vasto! Resumo lo que yo
puedo decir sobre el tema para mi uso estrictamente personal. La poesía
no es la prosa, y tal vez ni siquiera la literatura. Toda la diferencia reside
en lo que en uno y otro caso (y por el momento dejo entre paréntesis
las posibilidades intermedias) se entienda por “comunicar” en
estas materias. Dado por sentado lo que todo el mundo sabe o supone saber
sobre la prosa, el modo como la poesía privilegia la materialidad de
las palabras, su opacidad, textura y untuosidad sensible, y la manera como
ella se aventura en las zonas más laberínticas y subjetivas
del hecho del lenguaje, la poesía de hecho no comunica. O no comunica
nada que se pueda comunicar del modo como lo hace la prosa. No se dice en
poesía lo que es mejor decir en prosa. Para hablar con propiedad, la
poesía está hecha con palabras, en ese mismo sentido, y no con
ideas. Con palabras vueltas imágenes cargadas de un cierto valor o
peso emocional.
Javier
Campos: Mi poesía es por lo general deudora de la prosa. Deudora
de poetas que incorporaron “contar en prosa” imágenes poéticas
como Walt Withman, los poetas rusos como Esenin, Mayakosvski, Evtushenko,
el Neruda de Las Odas, la poesía conversacional (Cardenal, Fernández
Retamar), la de Nicanor Parra., la poesía norteamericana conversacional
donde el “relatar” asuntos muy cotidianos, y no tanto, se hace
recurriendo a la prosa. Hay varios poetas norteamericanos donde siento su
influencia como Charles Bukowski, Raymond Carver, Allen Ginsberg, Lawrence
Ferlinghetti, CK Williams, entre otros. También reconozco la influencia
en cuanto al poema largo que practicó Octavio Paz y, claro, Ernesto
Cardenal quien en America Latina incorporó la cultura de la imagen
de aquella época y el “pop-culture” en mucha de su poesía
(el ejemplo más conocido es su largo poema “Oración por
Marilyn Monroe”). Lo que quiero decir, es que para mí, como escritor,
dentro de la influencia “letrada” chilena, latinoamericana o de
otros países, me atrajo mucho más “la poesía clara”
que “la oscura” (parafraseando a Nicanor Parra en un celebre artículo
escrito por él de los años 50). Mi poesía, probablemente
la que comencé a escribir fuera de Chile, cuenta un “suceso poético”
si puedo ponerlo en esas palabras. O podría ser un breve relato poético
escrito en prosa. Debe ser por eso que últimamente me he atrevido a
escribir ficción. Publiqué una novela en 1999 (Los saltimbanquis)
y ahora en 2003 un libro de cuentos (La mujer que se parecía a Sharon
Stone). Pienso que dentro de esas dos obras narrativas hay también
un fuerte elemento poético. Yo me habría aburrido a comienzos
del siglo XX, por ejemplo, viviendo sólo en el campo, en alguna lejana
parte rural de Chile. Claro, si hubiera sido rico como Vicente Huidobro me
habría ido a Francia a beber del surrealismo y lo habría pasado
estupendo con lo que estaban haciendo allí los pintores (Picasso, Diego
Rivera en su paso por Paris), los cineastas (Buñuel), poetas (Breton,
Apollinaire, Vallejo), etc. Pero, claro, en ese tiempo la revolución
digital-global ni se soñaba.
Jorge
Etcheverry: Eso tiene que ver en parte con las expectativas, presuposiciones,
convenciones, etc. Me ha pasado tener poemas en prosa antologados como cuentos
cortos en antologías de cuento. Yo también practico la prosa
y he publicado bastante, y nunca me equivoco cuando hago poemas en prosa o
prosa. La poesía en prosa necesita de la imagen, la asociación,
y sobre todo del ritmo y también del distanciamiento. La diferencia
entre la prosa y la poesía es una diferente actitud respecto al lenguaje,
sentada por el emisor del discurso literario y refrendada o no por el público
o la institución literaria.
Lautaro
Ramos: Primitivamente, la poesía es emoción pura, fuego,
vida; la prosa es una descripción más acabada de jirones de
vida. En el oficio mismo, en la prosa se usa la palabra para contar –un
oficio tan antiquísimo como el hombre – lo demás es paja
molida. En la poesía se busca cada palabra que calce justo una al lado
de otra para suscitar algo en el lector. “Piedra sobre piedra”,
dice Ernesto Cardenal.
Santiago
Azar: Que muchas veces es irrelevante. Hay juicios que sólo
caben al lector, evidentemente. Sin embargo inagotables oportunidades he tenido
la ocasión de leer poemas que más bien parecen cuentos; con
diálogos intercalados y una estructura que podría pensarse,
lo aleja diametralmente de la forma de un poema, pero no por eso deja de ser
una construcción poética. En mi último libro he incursionado
en estas formas con una satisfacción que no sentía desde mis
primeros poemas. Por lo mismo confirmo mi teoría. La experimentación
lleva inmerso un proceso creativo que en nada ensucia la sinfonía poética;
muy por el contrario, la enriquece.
—¿Qué
recursos poéticos predominan en su obra?
Waldo
Rojas: Me parece que esta pregunta tiene también su respuesta
en aquella ya entregada sobre la temática.
Javier
Campos: Yo diría, como en el Cirque du Soleil del que hablé
más arriba y del grupo musical Enigma. Más aquel género
mestizo del cual también me referí anteriormente. Y sin duda
de toda la impresionante cultura de la imagen que nos bombardean -desde donde
sea- en estos momentos. La influencia de la “escritura letrada”
es sin duda importante en cuanto a lecturas que he hecho durante toda mi vida,
pero también estoy fuertemente influido por aquella cultura de la imagen
referida y la escritura periodística pues esta última se ha
hecho muy accesible con el Internet. Antes para leer un diario de Argentina,
Galicia, Madrid, New York, Paris, etc, uno debía esperarse dos semanas
a que llegara a alguna buena biblioteca esos periódicos o revistas
o suplementos literarios. Hoy al instante leemos un excelente columnista en
Chicago como en Santiago de Chile o la ultima entrevista a tal o cual escritor,
referencia critica, etc. Mi reciente poesía (el último libro,
aún inédito, de poesía que tengo, se junta mucho más
todo lo que he dicho sobre el género mestizo). De igual modo aparece
en la prosa en mi último libro de cuentos (Chile, 2003) titulado, justamente
con mucha influencia de la “imaginación” y “penetración”
global, La mujer que se parecía a Sharon Stone.
Jorge
Etcheverry: La imagen, lo que llaman a veces imagen exhaustiva, que
sigue y sigue ahondando en el detalle, se ha destacado la ‘apoyatura
rítmica’, metáfora, símil, pero me gusta usar el
ritmo como elemento unificador. También me gusta lo que podría
denominarse un poco en general la antipoesía, que trabaja con la parodia,
la ironía, la contraposición con nexo implícito, la frase
hecha el estereotipo, etc.
Lautaro
Ramos: Todos, se usan, quizás predominen la parábola,
lo reiterativo, el énfasis, la sorpresa de una palabra aparentemente
desubicada, etc. Últimamente, estoy usando el verso cortado o mezclado,
el verso que comienza no al principio, quizás al medio, etc. Me interesa
explorar con la teoría de caos, algo nuevo en la poesía. Fernando
Luis Pérez Poza y Jorge Cuña Casasbellas 83 ¿Qué
hago con estas palabras que tú me dejaste en un rincón ? puede
ser las lleve a buen destino en mi condición de vagabundo de mi pueblo
, pueblo mío. ¿Qué hago con estas palabras que tú
me dejaste en un rincón? Del poema “Herencia”
Santiago
Azar: La imagen. Ese devenir de colores y formas que sólo
pueden estar en el registro de un poeta. Sin embargo, jamás he abandonado
la convicción de que poesía y música son una sola expresión.
De ahí mi placer por los grandes maestros clásicos de la música
y la composición. No puedo pensar en la 5ª sinfonía de
Mahler, sin imaginar un gran poema, trágico, pero el mismo tiempo,
poderoso. Llevar esa maravilla a una imagen es una tarea que el poeta no puede
eludir. Yo creo firmemente en este principio y siempre está presente
en los segundos que creo captar la inspiración para desenfrenar los
estímulos que llevarán mi idea final al papel.
—De
manera poderosa e inmediata nos dejamos invadir por la música que traen
los versos que nos conmueven, por los ritmos que los sostienen cuando en realidad
sentimos que esa música –ese “mar” que decía
Baudelaire- acrecienta en la escucha de cada palabra su parte sonora, que
se impone a expensas de las redes del pensamiento. ¿Cómo articula
usted en el poema las “líneas melódicas”, “las
curvas entonativas”, las candencias de la frase? ¿Se atiene a
una estructura regular, a una regularidad aproximativa, o se subordina a lo
que podríamos llamar un ritmo emocional, ritmo que implica cierta regularidad,
o se deja llevar por una espontaneidad sin restricciones?
Waldo
Rojas: Sin duda que la vieja reflexión, por ejemplo, de T.
S.Eliot sobre la música y el sentido en poesía sigue teniendo
vigencia. Pero no creo en la necesidad de una estructura regular. Pienso que
cada poema crea no sólo su propio código figural, su sistema
de significaciones a medida que se construye, y claro está, a medida
que se reconstruye en una lectura; sino también aquél de su
melodía, entonación y ritmo. Conforman estos elementos un código
segundo, por así decirlo, que en muchos caso, y sobre todo en el de
grandes poemas, llega a suplantar al de las significaciones objetivas (el
“correlato objetivo”, de que habla el mismo Eliot) y bastarse
a sí mismo para crear la emoción poética.
Javier
Campos: Creo que mi poesía es para leerla en público.
Me preocupo de eso. Me preocupo de leer bien la poesía oral. Una buena
pronunciación. Un ritmo necesario que destaque el imaginario que hay
en ese poema escrito. Las pausas son necesarias para intensificar o no el
ritmo, la melodía que deseo entregar a través de mi poesía
leído. Digo esto porque tengo la certeza de que la poesía originalmente
se hizo para escucharla. Para impactar al oyente o los oyentes. Sin un ritmo
adecuado, sin una melodía, altos, bajos, sin saber expresar oralmente
el contenido, nadie sin duda prestaría atención a nada. Es semejante
a la música y al baile. Creo que mi poesía, me he preocupado
de eso, quiere continuar también con ese viejo y milenario origen de
la poesía. He escuchado en recitales a poetas que leen horrorosamente
mal. Que nadie entiende nada, que no saben modular las palabras, que hablan
bajito. Me digo, es perder el tiempo sentarse allí, leer por media
hora algo que tortura el oído del oyente. Otros dicen que mejor les
gusta leer la poesía a solas. En silencio, en un libro de papel. A
mí me gusta ambas cosas al escuchar y leer a un poeta.
Jorge
Etcheverry: Justamente yo me inicié cultivando casi una escritura
automática. El problema es que se logra un flujo que una vez que se
trabaja, pierde mucho de su espontaneidad y vida. Así, hay que arreglárselas
para ir manteniendo a la vez el hilo por así decir lógico o
conceptual, de contenido, y el lenguaje en su aspecto fonético sustentado
por el ritmo, a la vez que se deja fluir el flujo del discurso. En esa poética,
el hallazgo de un equilibrio o un paralelismo entre ambos aspectos al momento
de escribir el poema es fundamental. Sin embargo, otros poemas los hago tratando
de llegar a la máxima condensación y eliminación de lo
irrelevante a una esencia de significado y sonido. Es claro que los logros
rara vez se dan en estas creaciones concretas.
Lautaro
Ramos: Primero, a Baudelaire me gusta escucharlo de boca de un francés,
aunque no sé francés – leerlo en español ya es
una deformación de sus poemas. Segundo, no creo en la espontaneidad
sin restricciones, las palabras se van armonizando como las voces en un estadio.
¿ Cómo se ponen se acuerdo cincuenta mil voces para gritar:
¡gol!? Lo que, personalmente hago, y lo aconsejo a mis alumnos en mis
talleres es leer en ese momento, lo que va saliendo del poema en voz alta,
e irse corrigiendo, ahí surge el ritmo, y si hay que inventar una palabra,
para que siga la melodía, lo hago. La palabra primigenia Era sencilla,
incrustada en las piedras Adornada de pájaros y sonidos. La palabra
desnuda, mágica Natural, sustancia de tierra La palabra era la memoria
en nuestra memoria Grabó su señal en las cuevas del paleolítico
Y en los senderos de los pastores En las rocas sonámbulas de Isla de
Pascua . Del poema “Primero la palabra”
Santiago
Azar: Creo ser, en el mismo esquema anterior, extremadamente riguroso
con mis formas. Ciertamente he planteado que la experimentación es
una razón creativa sofisticada y atractiva, sin embargo, no creo en
el libertinaje. El poeta debe ceñirse a máximas por las cuales
su escritura se distingue de la marcha natural de las palabras. Debe ser capaz
de dominar el estímulo y el impulso infantil de querer decirlo todo;
de querer publicar todo lo que se escribe. En este sentido el ritmo es un
tren cuyos vagones van tan íntimamente ligados, de manera que cortándose
uno de ellos, el tren no llega a destino con toda la carga que se requiere.
En otras entrevistas he dado a conocer este parecer en torno a que es triste
ver poetas de versos y no poetas de poemas. Yo soy firme partidario de los
segundos. Jamás he creído en el relleno. La música en
la poesía no permite desafinaciones. Da sueño, da mal olor,
pesa, es casi ordinario, estropear escritos con dos versos notable y quince
malos. Ahí es sano tomar la decisión de retirarse para la casa
y dejar a la poesía en paz. —¿Utiliza usted recursos rítmicos
clásicos como la métrica y la rima o emplea el verso libre?
En el caso de utilizar el verso libre: ¿En qué se apoya usted
para dotar al poema de ritmo?
Waldo
Rojas: Yo diría, a partir de mi personal experiencia, que
en el proceso de creación, con sus enigmas y complejidades propias,
no se trata de “dotar” al poema de un cierto ritmo. En dicho proceso
la cronología sigue un orden inverso: un poema, muy a menudo, nace
de un ritmo, un susurro o melodía mentales, como una pauta sin signos.
Y es ese ritmo subjetivo, poderosamente inefable, lo que atrae a sí
a los materiales verbales que se encarnarán progresivamente en el poema.
No creo equivocarme si pienso que hay allí una clave fundamental de
la creación poética en sus instancias genéticas.
Javier
Campos: Creo que en la respuesta anterior dije algo sobre esta pregunta.
Jorge
Etcheverry: Podría decir que para dotar el poema de ritmo
ejercito un apoyo silábico y otro aliterativo, ambos de condición
fonética.
Lautaro
Ramos: Empleo el verso libre, pero no en exclusiva, me acerco también
a métricas muy chilenas, latinas, como las décimas. Ya dije
anteriormente, leer en voz alta, o bien escuchar a otra persona la lectura
del poema, además, el oficio dice que las palabras se van juntando
con un propósito melódico. Décima para la esperanza Con
el suave murmullo de la palabra Que te habla, te reitera otro camino me miras
en melancolía y yo te animo a contar nuestras historias guardadas tras
de ti está la sombra confiada que no es tuya solamente, es nuestra
conjunción de proyectos y apuestas transitadas en íntima convicción
de que la vida es más que amor es dar, aunque en verdad cuesta...
Santiago
Azar: Hace mucho tiempo, la rima fue exiliada a otras sedes por todos
los crímenes que en su nombre realizó la retórica. Hoy
no hay nada más perplejamente tedioso que escuchar un poema con rima
de memoria por un niño, como si esto fuera la mayor de las virtudes.
El verso libre hace que la idea perdure por sí misma. Se nutre en torno
a la madurez del propio oficio. A qué me refiero con lo anterior: El
hecho que sea un partidario del verso libre, no me hace en ningún caso,
(como señalaría Huidobro), partidario del “libertinaje”,
de manera que lo que caiga al papel, sea definitivamente publicable. El poeta
debe su oficio, precisamente, a que es el animal más libre de todos.
Posee sueños inagotables, pero no es un ser “degenerado”;
entendiéndose este último término como aquél que
es partidario o milita con la razón de lanzar sobre el papel lo que
se viene a la cabeza. Esto no es reflexivo y no obedece a un proceso creativo
real. Construir un poema, darle ritmo, ya sea a través del verbo sumado
o la imagen concadenada, es un ejercicio de lo más agotador y que define
precisamente todo el oficio por el cual debe orientarse el genuino creador.
—¿Qué
piensa sobre la supresión de la puntuación en la poesía
actual?
Waldo
Rojas: No veo el problema. La modalidad vuelta hoy dominante del
llamado verso libre reemplaza a menudo la puntuación por el corte versal
o por juegos tipográficos espaciales. En esto como en otras cuestiones
de la escritura poética, todo consiste en evitar, si de puede, el uso
arbitrario, puramente antojadizo, superfluo y finalmente “ripioso”,
de tal o cual recuerdo formal. Una vez más, un buen poema es el que
crea la necesidad de su propia forma, palpable en la lectura, y deja la evidencia
de que esta forma y no otra es su razón de ser tal poema.
Javier
Campos: Que está muy bien. A veces yo la uso, otras veces
no. Dependerá del ritmo que el poeta le esté dando a su poesía.
Para mí la poesía debe ser leída, y leerse bien. Si la
lectura oral no tiene un ritmo, nadie prestará atención a lo
que oye ni menos captará el imaginario que puede haber allí.
Jorge
Etcheverry: No me parece un esencial, es cosa de la gente. Yo tiendo
a suprimir los puntos, pero depende de dónde. En un poema de versos
y estrofas, el fin de cada verso está delimitado espacialmente, entonces
se puede obviar la coma, así como el punto al final de la estrofa.
El punto final es para tontos. Siempre se sabe donde termina un poema. En
libros editados con un poema a continuación de otro, por razones económicas,
habría que conservar los puntos finales. Dos frases que forman parte
de una misma estrofa de prosa poética o de poema en prosa, o de poema
de corrido, tendrán que estar separadas por punto. En términos
de puntuación a veces me gusta el uso de guiones. Pienso que es posible
usar los signos de puntuación como elemento del poema.
Lautaro
Ramos: Como dije en una respuesta anterior, no estoy en contra de
ninguna nueva forma de poesía, de hecho todo poeta experimenta, personalmente
le borro puntuaciones, pero nunca el acento, porque puede cambiar el sentido
de esa palabra y eso significaría el derrumbe de la poesía.
Santiago
Azar: No obstante no practicar esta forma de escritura, no soy un
detractor de ella y me parece que el ritmo logrado en un poema sin mediar
puntuación, merece el más grande de los elogios por este mérito.
De todas formas, es identificable a primera vista una mala construcción
poética sin puntuación, pues su lectura es débil, lenta
y con accidentes, que nos dificultan la comprensión ágil de
éste.
—Alguien
dijo que la puntuación es al mismo tiempo fonética y semántica,
e insuficiente en los dos órdenes”. ¿Está usted
de acuerdo? ¿Considera que tiene el mismo valor en prosa que en poesía?
Waldo
Rojas: Creo que mis respuestas anteriores responden a esta pregunta.
Pero agrego e insisto en que lo poético es algo que le ocurre al lenguaje
y no a la realidad extra-verbal. Y que en consecuencia música y sentido
concurren a hacer decir al lenguaje algo que esta no sabía decir, o
no podía aún poder decir. Un poema ingresa al mundo realidades
nuevas; realidades hechas de palabras.
Javier
Campos: Depende como quiera escribir el escritor realmente. Hay prosa
perfectamente puntuada como no la hay. Igual pasa en poesía. En mi
caso, cuando escribo poesía el ritmo a veces me exige cierta puntuación;
en otros no.
Jorge
Etcheverry: En prosa molesta el juego con la puntuación. Todos
recordamos por ejemplo al Otoño del patriarca de García Márquez
por lo difícil de mantener la lectura por la falta de puntos, así
como algunas novelas de Celine con frases separadas por puntos suspensivos.
En poesía es más libre el uso del signo de puntuación,
que no es fonético ni semántico, sino la representación
gráfica de elementos fonéticos, semánticos y perceptivos.
La delimitación por punto de una larga parrafada representa a la vez
la pausa para el aliento, la completación de una cierta unidad de sentido,
y la indicación de eso mismo para el ojo. Una pausa.
Lautaro
Ramos: Obviamente que no. Yo necesito de la puntuación para
una narración, para hacer un descanso, para pasar a otra idea, en la
poesía, en cambio hay un resumen de emoción, del sentir que
va más allá de la puntuación, que la rebalsa.
Santiago
Azar: Yo escribo con puntuación desde que tengo memoria y
no creo que por el momento tenga interés en abandonar esa colección
de puntos y comas que me han facilitado la vida cuando quiero suspirar y contener
la respiración en el poema. Es eso lo que hacen las comas en mi poesía,
me detienen, me alejan del abismo de querer tragar todo y escupir a la insolencia.
Me da la sabiduría que con el peso de los años se hace mayor
y te hace reflexionar antes de dar el otro paso. No obstante, ellos no son
“suspiro o respiración” por sí mismos y en ese contexto
muchas veces son accesorios mucho más estético-visuales que
definitivamente conceptos lingüísticos para los cuales pudiéramos
obrar con una u otra categorización. A mi modo de ver, la puntuación
es muchísimo más determinante en la narrativa, pues en el propio
ritmo, existe la señalética necesaria para descifrar lo que
en un momento dado pasó por la cabeza de un poeta y en qué intensidad
quiso transmitirla al corazón de los hombres. Para resumir: No soy
contrario a la supresión de la puntuación, aunque, casi por
osmosis no la practique; por costumbre, hábito, qué sé
yo. En sí misma, no me imagino leyendo una novela de García
Márquez o de Herman Hesse sin puntuación. Sin embargo, si recordamos
a Cortázar, el rey de la imaginería literaria y un avanzado
a nuestros tiempos, mi teoría se viene abajo y “Don Julio”
me daría con un cronopio por la cabeza. Lo mismo con “La Muerte
de Artemio Cruz” de Carlos Fuentes. Pero existió sólo
un Cortázar y la excepcional novela del mexicano es también
un caso especial. La narrativa no respira sin puntuación.
—Los
partidarios de la supresión de la puntuación en el poema sostienen
que este último posee su propia puntuación, que está
determinada por el ritmo, la cesura de los versos (Apollinaire), la rima (Aragon),
la disposición tipográfica (Reverdy). ¿Qué piensa
en relación con esto?
Waldo
Rojas: Todos tienen su parte de razón. Un poema realmente
logrado con una u otra de esas fórmulas bastaría para fundar
la legitimidad de ella, con las pruebas de sí mismo al canto. Pero
como repite la letanía del personaje de Shakespeare: “En la verdad
del mundo siempre hay algo más, siempre hay algo más”.
Javier
Campos: Tienen razón.
Jorge
Etcheverry: Vaya lo anterior, es decir, las pausas e interrupciones
‘naturales’ hacen optativa e inesencial la puntuación en
los poemas de versos. Otra cosa pasa con la poesía en prosa, ya que
un párrafo puede tener varias frases.
Lautaro
Ramos: Podría decir una sola palabra Sí, estoy de acuerdo.
Pero, intentando agregar algo al tema, puedo decir que además del libre
uso de la puntuación (no hay que asesinarla tan salvajemente, de repente
la podemos usar) hoy se dan las condiciones para jugar con la disposición
tipográfica a la que alude Reverdy, eso me gusta hacer.
Santiago
Azar: Creo que he dado respuesta a esta pregunta con las afirmaciones
precedentes. Sigo sosteniendo que cada verso está concadenado para
que como resultante obtengamos un poema. Nuestro objetivo final debe ser la
construcción de un poema que no es otra cosa que la sumatoria de versos
ordenados por una idea transmisible al lector, la cual persiste como tal en
cuanto es acompañada del ritmo. Otros agregarían, como el propio
Verlaine “la belleza”, pero a esta altura del circo, sabemos que
lo horrendo o feo también es un animal poético demasiado sabroso
como para dejarlo de lado. En términos sintéticos, el ritmo
es el alma de un poema, que ni siquiera está supeditado a la existencia
de puntuación gráfica o clásica, para considerársele
como tal. El buen poema siempre es rítmico por excelencia. El mal poema,
por el contrario, es un caballo cojo, torpe, al que no le queda otra vía
que el sacrificio en pro de la belleza y la perfección.
—¿Su
utilización de la sintaxis obedece a una praxis normativa o en su poesía
se violenta la normativa sintáctica? ¿En este último
caso a qué cree que responde?
Waldo
Rojas: Las normas sintácticas en sí mismas no creo
que sean una hipoteca para la expresión poética, ni tampoco,
bien entendido, una granjería. No quita que si ciertos “accidentes”
de la sintaxis en el curso de la gestación poética se imponen
como necesidad para el mismo, no veo por qué habría que preferir
a su aporte una normalización que, en este caso, equivaldría
a una simple decisión arbitraria. Un poema puede darse a sí
mismo toda la libertad que quiera, hasta los límites últimos
del hermetismo y del abstruso, pero por algún lado debe sintonizar
con alguna posibilidad de lectura, así no sea ésta puramente
abierta a sus sugerencias sonoras y ecos laberínticos. El poeta se
da, naturalmente un lector ideal, que es una suerte de alter ego, pero siempre
deja abierta la posibilidad de un lector y de una lectura. Tal es, creo, el
pacto poético.
Javier
Campos: Como decía más arriba, mi poesía es
deudora de la prosa, así como mi prosa (he escrito una novela y un
reciente libro de cuentos como decía) es deudora de la poesía
en ciertas imágenes poéticas que en esa novela y cuentos hay.
Muchas veces el ritmo que nos transmite nuestro imaginario nos dicta misteriosamente
si puntuar o no puntuar. Como no soy lingüista no puedo decir más.
Jorge
Etcheverry: No me he planteado el problema de la violación
o no de una norma sintáctica, sino de una escritura que acomodara,
que me gustara, que se adaptara a lo que quería decir, con qué
velocidad, con qué pausas y ritmo. Si uno se da cuenta de que se está
alterando una norma siempre es secundario e irrelevante.
Lautaro
Ramos: (Respuesta a esta y a la siguiente pregunta) Aunque parezca
extraña la respuesta: ambas. En algunas ocasiones se me vienen los
fantasmas del poeta que llevo adentro con todas mis sensaciones oníricas,
con esas aparentes incongruencias sensitivas en el tono formal: Fue así
como te amé entre tanto grito del mercado y ese olor a país
que entraba por los poros sentía deseos de fornicar la noche o la luna
pero se quebraron las palabras, se cayó el horizonte Del poema “Historial
de soñares o balada para un soñador” Otras veces el poema
se sostiene sobre una idea que quizá sea lógica, depende de
que lógica hablemos, en este caso habría una lógica de
poeta. Los aymaras dicen que la palabra fue traída que los dioses vinieron
a la tierra dejando la papa y el guanaco los montes, el agua y el sol incluso
la luna, las estrellas hasta la flor delicada, fragante la trajeron los dioses.
Del poema “Los dioses trajeron la palabra ”
Santiago Azar:
Ya comenté anteriormente que sigo la puntuación casi como un
rito conmigo mismo. Me da respiración, relación, jamás
me he sentido prisionero de mis puntos o comas, muy por el contrario, las
reivindico como afán estético. No responde a elementos lingüísticos
rigurosos, sino más bien a una cuestión de maneras de enfrentar
el proceso creativo. Son, junto a la inspiración, el verbo y otras
cuestiones, mis primeras herramientas para dar rienda suelta a la procreación.
—¿A
su modo de ver predomina en su poesía o se sostienen sus poemas sobre
una idea que podemos caracterizar como lógica y que clarifica el resto
de las significaciones y segmentos del poema? ¿O por el contrario sus
poemas asumen los fantasmas y los sueños del poeta y todas las contradicciones
e incoherencias sin dejarse atrapar en una coherencia conceptual o interpretativa?
Waldo
Rojas: Los filósofos y los teólogos, los hombres de
ciencia trabajan con ideas pero los poetas trabajamos con palabras y las palabras
son ya un mito sobre la realidad, sobre las cosas. El deseo de hacer un poema,
viene seguramente de una fijación sobre el lenguaje más que
sobre las cosas, porque lo primero que el poeta encuentra en su trabajo son
palabras, no las cosas que están detrás de las palabras. Liberadas
de su motivación, digamos, lógica o convencional, las palabras
se abren hacia otra realidad de significaciones, de analogías sonoras,
de ecos incontrolables, y es a partir de esa red laberíntica que comienza
a circular ahora el sentido. Es en un segundo momento que las convenciones
de la significación vuelven por su fuero y atraen esas mismas palabras
hacia los protocolos de la comunicación: una formulación, por
así decir, banalmente “comprensible” en su superficie.
Mi poesía no es, pienso, abstracta ni tampoco hermética, en
el sentido de escapar a toda concreción identificable con la textura
de la realidad sensible o histórica; o bien, en el sentido de un texto
impenetrable. Para decirlo rápidamente, yo aceptaría mejor la
idea de que en mis poemas las reglas de la transmisión de un “mensaje”
están en el poema como unidad de sentido, y no fuera de él.
Mis poemas hablan de la experiencia a través de esa mediación
así como a través de la mediación de la cultura literaria.
Mis poemas no escapan a la naturaleza paradójica de la palabra poética.
Consiste ésta, como se sabe, en que al escribir un poema, se escribe
antes de saber lo que hay que decir y cómo decirlo, y aún si
es posible decir aquello. La escritura poética toma ventaja, adelantándose,
respecto de lo que ella debería ser. Como lo son ciertos niños,
ella es prematura, inconsistente, por ende. No es algo fiable para izarse
al pensamiento mismo, allá en su extremidad final. Sino que, aquí,
el pensar, se halla embrumecido, está enredado en el embrollo de lo
nopensado, y empeñado en desmadejar la lengua desmanotada, inepta,
de la infancia.
Javier
Campos: Cada poeta, artista, tiene su propio imaginario que es como
una maquinita que nos dice qué hacer con un personaje, hablando de
la ficción. O qué hacer con el impacto de una imagen primera,
caso de la poesía. Entonces esa maquinita se echa a andar para que
la expresemos en un papel, o en la pantalla en blanco del computador. También
esa maquinita es la que nos reprocesa una imagen, misteriosamente, cuando
contemplamos nuestra realidad, interior o exterior. Cuando nos sorprende todo
lo que se mueve y no se mueve en este universo. La imaginación la tenemos
todos los seres humanos, eso ya se sabe, y se usa en las distintas disciplinas
desde el diseño de un encendedor hasta el reciente carrito que aterrizo
sin problemas en el planeta Marte este enero 3 de 2004 después de viajar
millones de kilómetros de la tierra. Y ahora el carrito por 90 días
recorre aquel planeta, solo, únicamente manipulado desde millones de
kilómetros, por esos increíbles científicos jóvenes,
llenos de una sorprendente imaginación. Un constructor de muebles,
para poner otro ejemplo, echa mano a su imaginación también
para producir un escritorio que a lo mejor lo reprocesó de otro que
vio en un catálogo o vitrina, o lo vio en una esquinita en una película
que vio la semana pasada en un cine cualquiera. A eso hay que agregar luego
su propia imaginación para cambiar tal o cual detalle del escritorio.
Otros, claro, tienen una maquinita mejor montada o más eficiente que
otros/as y por eso el producto final, que es reprocesar aquella primera imagen
que nos impacta, podrá salir un producto original, podrá ser
una simple reproducción de lo que ya conoces o sabemos, o puede salir
un escritorio horroroso tanto en su forma como en su atractivo estético:
un bodrio. Lo mismo en el arte, en la poesía. Pero, en caso de la literatura,
no basta tener una maquinita de la imaginación que te haga escribir
bien un poema, por ejemplo con buena sintaxis, exactas palabras, adjetivos
precisos, ritmo espectacular, sin faltas de ortografías, etc. No, todo
lo anterior no basta, o como decía el escritor norteamericano Raymond
Carver, -quien escribió más poesía que cuentos pero donde
ambos géneros, su poesía y su narrativa, está interconectada
por la mirada poética de los sucesos- es que aquél producto
final que trabajó esa maquinita produzca un artefacto que posea una
perspectiva original de mirar la misma cosa. O leer de otra manera aquellos
mismos temas que se han repetido milenariamente en el arte y la literatura.
Porque el exilio, o la represión por pensar diferente, el placer y
dolor que produce el amor, o el dolor de una muerte, o soñar con utopías
personales o multitudinarias, todo eso es tan milenario como Mesopotamia.
En síntesis, son muchos que escriben excelentemente bien, pero pocos/as
los/las que nos darán esa perspectiva original como decía Raymond
Carver.
Jorge
Etcheverry: Todavía me queda por leer el poema arbitrario.
Ambas afirmaciones en la pregunta anterior son extremos de un continuo. La
mera acumulación en un texto generado al azar produce un significado
al cabo de una cierta extensión. Además, depende del tipo de
poema. Un poema por ejemplo dedicado a celebrar a la juventud que pone barricadas
en las calles, por su rebeldía, etc., difícilmente puede ser
como un poema de diferentes voces y discursos, con frases alusivas a otros
referentes, o con elementos intertextuales, etc. Como yo he hecho desde la
escritura casi automática, con varias voces, en párrafos, apoyada
por el ritmo, hasta el poema casi por encargo, centrado en torno a un cierto
tema bien específico, creo que el proyecto poético tiende a
escoger sus herramientas, aunque hay en todo poeta una escritura utópica,
que es lo que él/ella creen que debe ser ‘la poesía’.
Santiago
Azar: Siempre he rechazado a los creadores que son incapaces de definir
o caracterizar sus propios conceptos. Para mí, la teoría no
puede ir separada del ejercicio mismo de escribir, de esta forma soy un convencido
que el poeta debe ser intuitivo y a la vez disciplinado para generar las razones
del escribir en algo más que en una pobre o rica “arte poética”.
Por lo mismo, al enfrentarme al proceso creativo, tengo perfectamente clara
la idea que quiero concretar, aunque a medio camino me encuentre con ríos
diversos y quiera nadar en varios. Logro soportar la tentación de querer
abarcar todo y no me disperso de mi idea original. En breves palabras: Es
imposible en mi caso particular desechar la idea al juntarla con el proceso
de automatización que se inicia con la inspiración.
* Entrevistas
que forman parte del trabajo: Chile un país poético ( panorámica
de la poesía chilena del siglo XX) de Fernando Luis Pérez Poza
y Jorge Cuñas casasbellas.
Si usted
desea obtener gratuítamente el trabajo completo en formato PDF escribir
a: Fernando Luis Pérez Poza