La respuesta de RAÚL ZURITA
He
vivido y continúo viviendo una vida alucinante. Ahora mismo ignoro
por qué aparecí el domingo 30 de mayo a doble página
en Artes y Letras. Ignoro también todo de la persona que me impugna
salvo que, según nos informa, escribió un poema en una glorieta.
Me entero asimismo por el recuadro que ha escrito algunos libros que saldría
de inmediato a buscar si no fuese porque, aprovechando el espacio dado, intercaló
unos versos suyos - los de la glorieta- , imagino que para hacerlos conocidos
del gran público, que me desalentaron de inmediato. Pero como para
nadie que escriba este el mejor de los mundos entiendo su gesto. El hombre
de la glorieta se llama Ignacio Balcells y en una historia que se me vuelve
tediosa es uno más, entre tantos y tantos, que se empeña en
atacarme sólo por mis sueños. Es alguien que me ataca por el
sueño de unas escrituras sobre los acantilados de la costa norte de
Chile.
Sueños
Veamos
entonces qué exactamente se está diciendo esta vez. Seré
más breve que mi lato impugnador. Veamos por qué ahora alguien,
otro más, quiere tirarme este mundo y el otro encima y denuncia, llama
a las organizaciones ecologistas, a los partidos opositores, levanta una cruzada
para detenerme. Él se pregunta por qué no han dicho nada, creo
que es simplemente porque los otros saben leer. Pero es extraño, al
verlo tan aplicado en la ecología, no haberlo oído denunciar
la construcción de las grandes represas y aeropuertos, por ejemplo,
que sí son devastadoras del paisaje. No quiero creer que la única
razón es porque ahora se trataba de mí. Pero en fin; conozco
esas cruzadas, las he experimentado ya. Entiendo que es un costo y está
bien. Me tocó escribir de nuevo este país y esta geografía
e imaginar lo que no se ha visto. Lo que probablemente nunca se vea y que
sin embargo, les da todavía un sustento a las palabras que decimos,
a los paisajes que miramos, a los relumbres ya muy pálidos de un mundo
que a pesar de todo persistimos en desear y amar. Eso es el poema que he imaginado
en los farellones frente al mar. Alguien ataca algo sin saber ni siquiera
de qué se trata, ataca lo que es un sueño (el fascismo es siempre
eso, se lo recuerdo a propósito de sus menciones sin comentarios al
Führer y a Mussolini) y que además y es toda la información
que tiene- apenas fue esbozado en 5 líneas tiempo atrás en la
Revista de Libros de este diario. Y lo ataca porque según él
(y de nuevo es la vieja cantinelita) dada mi notoria relación con el
poder, ve factible que esta obra de la poesía y de la tierra se realice.
Vamos entonces por partes: ¿qué poder? ¿De qué
poder está hablando? ¿Mi relación con cuál poder?
¿Qué se quiere machacar y machacar con eso? ¿De dónde
lo saca, a qué supuesto vox populi quiere acudir? En todo caso no fue
el poder sino ese mismo sueño el que trazó la belleza de los
poemas escritos en el cielo y en el desierto.
Porque,
¿cuál es la materia final del poema? La palabra y el silencio,
no su soporte (está claro que para el de la glorieta es mejor el silencio),
pero aún así me cuesta creer que, desde la nada, un censor tratara
de señalarme cuáles son las fronteras de la poesía. ¿Señalármelas
a mí? No, debo estar entendiendo mal. Entonces, ¿qué
son esas cursilerías de la enemistad entre la letra y la tierra? ¿Y
a propósito de qué esos amarrecitos de estudiante de primer
año? ¿Qué pueden significar frente a una sola imagen
de lo que alguien como yo puede escribir o padecer o soñar?
No,
no entiendo mucho de poder y seguramente de glorietas tampoco, pero lo que
sí sé es que el papel que está representando el ahora
de turno se encuentra fijado de antemano, es pequeño y desgraciadamente
común. Conozco muy de cerca esa estrechez, esa enemistad profunda pero
no de la letra con la tierra, sino del censor con lo que lo sobrepasa. Me
niego, me he negado siempre a reconocer esos límites, esa mentalidad
pequeño burguesa y de fiambrería.
Por
supuesto el Partenón intervino la roca virgen, las líneas de
Nazca intervinieron la llanura como las pirámides intervinieron el
desierto y Miguel Angel el mármol de la montaña. No entraré
en esa discusión de principiante que, por lo demás, aquí
es sobre algo que ni siquiera se ha expuesto completamente. Sin embargo puedo
ya imaginar lo que se viene. Lamento sí en este caso particular la
bajeza, la típica inducción al linchamiento, los lugares comunes.
Pero el daño ya está hecho, espero al menos que los indignados
que vengan hayan visto los acantilados de la costa norte de Chile. Que conozcan
esa materia fabricada como del sueño.
Sin
embargo, como también es un lugar común referirse a los poseídos
por la furia de la fama deberé volver al hombre de la glorieta. Según
él yo podría haberme inspirado en unos versos suyos estampados
en una glorieta de Pisagua en los cuales había realizado un homenaje
a los ajusticiados políticos, aclara sí que no directamente
(tal vez porque hacerlo directamente lo consideró muy poco profundo
para alguien que habla de la enemistad profunda entre la letra y la tierra),
y prefirió llamarlo Ulises. Enseguida pone sus versos. Llego así
al final y no dejo de asombrarme: si se podía haber evitado la fatiga
con sólo una llamada, no soy difícil de ubicar (lo siento, pero
este súper entronizado con el poder no es embajador ni ministro ni
siquiera consejero, hace clases) y seguramente habría bastado. Pero,
por eso mismo sigo más perplejo: o sea, ¿que al final eso era
todo? ¿Mostrar su poema de la glorieta el día domingo en El
Mercurio? ¿Y para eso lanzarse contra un proyecto qué aún
no nace, que ni siquiera se ha expuesto? ¿Acudiendo incluso a la memoria
de los detenidos desaparecidos? Me avergüenzo por cuenta suya, Balcells.
Y
no por su ingenuidad, ni siquiera porque me parece que usted sí que
está poseído por la furia, y no la que menciona, sino por la
ansiedad más obvia de la fama. Pero a estas alturas es ya casi como
si nos conociéramos, ¿o no? Así que parece que mejor
te voy a tratar de tú. Sí, te voy a tratar de tú. Te
explico, entonces. No, Glorieto, lamentablemente nunca he estado en Pisagua
y creo más bien que tú me copiaste a mí. Que tú
viste la inscripción que está en el Memorial de los Detenidos
Desaparecidos del Cementerio General de Santiago, pero la diferencia es infinita
porque yo me avergüenzo por mi país de haber tenido que escribir
esos poemas. Yo no puedo, como tú Glorieto, hacer rimbombos con la
hospitalidad de occidente porque me da tanta pena saber que la única
hospitalidad final para cientos y cientos de desaparecidos ha sido la hospitalidad
de los paisajes, pero sí te aseguro, Glorieto, que esos poemas de nuestro
mar, rocas y montañas, nunca fueron usados para atacar a nadie ni para
aparecer en un diario ni para destruir nada. En la idea de los acantilados
yo apelo a esa compasión de los paisajes, a la piedad de una geografía
que aquí la hospitalidad de occidente ha transformado en inmensos memoriales.
Contaré
entonces el proyecto Diálogo con Chile porque su realidad, certeza
o sueño estoy ahora menos que nunca en condiciones de prever. Una sola
vez sobrevolé esos acantilados. Vi arriba la cúpula cerrada
del cielo, los inmensos farellones a pique de una de las costas más
poderosas de la tierra y abajo el Pacífico. Vi entonces las 22 frases,
me di cuenta de que eran como una entrada a Chile y que separadas por kilómetros
se verían como cuadros colgados de un muro, 22 puntos minúsculos
casi inexistentes frente a esa inmensidad. Es demasiado bello, demasiado incluso
para mí que lo he imaginado y me gustaría que otros llegasen
a contemplarlo alguna vez. Sería una maravilla ver esa instalación
con las frases allí, aunque durase un segundo, pero eso no puedo decidirlo
yo, eso lo sabrán los acantilados. Yo sólo imaginé esos
Verás y me di cuenta que es también lo que mirará un
ser humano en su paso sobre la tierra. Por la maravilla y dignidad de un sueño
- y de todos los sueños- que un tipo oscuro intentó destruir
caricaturizándolo, pido a Artes y Letras reproduzca ese poema en su
totalidad.
DIALOGO
CON CHILE
VERÁS
UN MAR DE PIEDRAS
VERÁS
MARGARITAS EN EL MAR
VERÁS
UN DIOS DE HAMBRE
VERÁS
EL HAMBRE
VERÁS
FIGURAS COMO FLORES
VERÁS
UN DESIERTO
VERÁS
EL MAR EN EL DESIERTO
VERÁS
TU ODIO
VERÁS
UN PAÍS DE SED
VERÁS
ACANTILADOS DE AGUA
VERÁS
NOMBRES EN FUGA
VERÁS
LA SED
VERÁS
AMORES EN FUGA
VERÁS
EL POCO AMOR
VERÁS
FLORES COMO PIEDRAS
VERÁS
SUS OJOS EN FUGA
VERÁS
CUMBRES
VERÁS
MARGARITAS EN LAS CUMBRES
VERÁS
UN DÍA BLANCO
VERÁS
QUE SE VA
VERÁS
NO VER
Y
LLORARÁS