La máquina lo hacía
todo
El sólo debía
sentarse a supervisar el trabajo realizado.
Hora tras hora. Día
tras día.
Después se iba a
su casa y no era capaz de levantar un sólo dedo.
Hasta que su mujer lo abandonó
por no cumplir con sus deberes conyugales.
Porque como mirón era difícil
que satisfaciera sus deseos.